Samuel Dumoulin, del Cofidis, se llevó el triunfo de una etapa en la que su compañero Rein Taaramäe, que luchó por él hace dos días, finalizó segundo, y Joaquim Rodríguez, del Katusha, que sigue líder, lo hizo en tercera posición.
Álvaro Calleja / Siglo XXI
Hace tres días se cumplieron 105 años de la despedida, de las últimas horas de vida, de un tal Julio Verne en Amiens, una población del norte de Francia en la que los turistas pueden deleitarse la vista con una de las catedrales más impresionantes de Europa. Fue un 24 de marzo de 1905, 77 años más tarde de su nacimiento un 8 de febrero en Nantes, la ciudad bañada por el Loira, la ciudad en la que hace dos años un pequeño ciclista, que apenas sobrepasa en nueve centímetros el metro y medio de altura, se dio a conocer, se presentó ante el público en el mejor escenario posible, en el Tour de Francia.
Aquel día de julio, Samuel Dumoulin, de 29 años, del Cofidis, profesional desde 2002, culminó la fiesta francesa a la que Romain Feillu, que relevó de amarillo a nuestro Valverde, a nuestro murciano, se unió. Fue una tarde de viento y lluvia en la que el ligero corredor de Vénissieux voló en el último kilómetro y arrebató la gloria a un estadounidense del Garmin. Una película muy diferente a la grabada hoy en los 161,9 km que llevaron al pelotón desde El Vendrell a Barcelona, donde esperaba un circuito al que tendrían que dar tres vueltas para saber el vencedor de la jornada, de la etapa que finalizaba junto al Estadio Olímpico Lluís Companys, casa del Espanyol hasta hace muy poco tiempo y sede del Europeo de atletismo en el próximo verano.
Allí, en meta, en Montjuïc, en la Ciudad Condal, Dumoulin apareció, se descubrió, adelantó a su compañero Rein Taaramäe, tercero en la general, despegó su pequeño cuerpo de la bicicleta y levantó los brazos para celebrar una nueva victoria en 2010. Una victoria que se labró con pedaladas llenas de fuerza, de energía, en una llegada en la que no tuvo rival, en la que nadie tuvo valor de contestar al pequeño gran hombre. Una llegada en la que el propio Taaramäe, el feliz estonio del que se deshizo Voigt hace dos días, fue segundo y Joaquim Rodríguez, el líder, el catalán de Parets del Vallés, por donde mañana pasará la última etapa, tercero.
Pero antes de que eso ocurriese, de que el triunfo se jugara al sprint, a una ficha, a una carta, el pelotón tuvo que trabajar para echar abajo la fuga que tuvo como protagonistas a un belga de 24 años y a un italiano de 25. Jan Bakelants, del Omega, y Dario Cataldo, del Quick Step, fueron cazados en los últimos kilómetros, donde otros dos, el alemán al que todos conocen, Jens Voigt, del Saxo Bank, y Eros Capecchi, del Footon de Matxin, saltaron en busca de lo que después consiguió uno más bajito, uno del Cofidis, Samuel Dumoulin.