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Eduardo Cassano

El fumar se va a acabar

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El próximo 22 de junio, ésa es la fecha en la que Sanidad presentará el borrador de la nueva ley Antitabaco. ¡Fantástico! Por fin se va a cumplir, aparentemente, el sueño de todas las personas que no fuman -entre los que me incluyo- y están cansados de la falta de respeto que tienen muchos fumadores, que amparándose en su libertad personal y derecho a fumar, no dan importancia a la libertad personal de los otros y su derecho a no respirar su humo.

Por motivos ¿humanitarios?, excepcionalmente se podrá fumar en las cárceles y psiquiátricos. Algunas personas, cuando terminen con las uñas de las manos -y las de los pies, aquellos que fuman sin cesar-, van a tener que abandonar la clásica costumbre de fumarse un cigarrillo con el café, o mientras está viendo un partido de fútbol en el bar. Eso sí, puede que con la ansiedad, los nervios y los enfrentamientos más acalorados por parte de los fumadores contra el Gobierno, aumente la delincuencia por el simple hecho, entre los más radicales, de ganarse la dudosa libertad y derecho a poder fumar tranquilo.

El 1 de enero de 2006 pasó a la historia de España porque se puso en marcha la primera Ley Antitabaco; se ganó una batalla. Cuando se apruebe la nueva ley y no se pueda fumar en ningún espacio público, se ganará otra batalla. Pero la guerra contra el tabaco sólo se podrá ganar de un modo: prohibiendo su venta, no decretando el lugar dónde poder consumirlo y dónde no.

En el momento que el Gobierno, todos y cada uno de ellos -los habidos y por haber-, acaben con su propia contradicción al alertar de los peligros pero no retirarlo del mercado, entonces la guerra contra el tabaco habrá acabado verdaderamente, y consigo el reguero de muertes de cáncer de pulmón que aumenta año tras año.

La reflexión es simple, clara y directa: ¿por qué la cocaína -entre otras drogas- está prohibida y perseguida por la ley, y el tabaco, que en las mismas cajetillas se advierte que puede matar, se vende en los estancos? La respuesta es simple: en el precio de cada cajetilla se recauda un elevado porcentaje en concepto de impuestos. Entonces, con la lógica en la mano... ¿es el Gobierno responsable de cada una de las muertes que cada año causa el tabaco?

El fumar se va a acabar

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
viernes, 26 de marzo de 2010, 07:23 h (CET)
El próximo 22 de junio, ésa es la fecha en la que Sanidad presentará el borrador de la nueva ley Antitabaco. ¡Fantástico! Por fin se va a cumplir, aparentemente, el sueño de todas las personas que no fuman -entre los que me incluyo- y están cansados de la falta de respeto que tienen muchos fumadores, que amparándose en su libertad personal y derecho a fumar, no dan importancia a la libertad personal de los otros y su derecho a no respirar su humo.

Por motivos ¿humanitarios?, excepcionalmente se podrá fumar en las cárceles y psiquiátricos. Algunas personas, cuando terminen con las uñas de las manos -y las de los pies, aquellos que fuman sin cesar-, van a tener que abandonar la clásica costumbre de fumarse un cigarrillo con el café, o mientras está viendo un partido de fútbol en el bar. Eso sí, puede que con la ansiedad, los nervios y los enfrentamientos más acalorados por parte de los fumadores contra el Gobierno, aumente la delincuencia por el simple hecho, entre los más radicales, de ganarse la dudosa libertad y derecho a poder fumar tranquilo.

El 1 de enero de 2006 pasó a la historia de España porque se puso en marcha la primera Ley Antitabaco; se ganó una batalla. Cuando se apruebe la nueva ley y no se pueda fumar en ningún espacio público, se ganará otra batalla. Pero la guerra contra el tabaco sólo se podrá ganar de un modo: prohibiendo su venta, no decretando el lugar dónde poder consumirlo y dónde no.

En el momento que el Gobierno, todos y cada uno de ellos -los habidos y por haber-, acaben con su propia contradicción al alertar de los peligros pero no retirarlo del mercado, entonces la guerra contra el tabaco habrá acabado verdaderamente, y consigo el reguero de muertes de cáncer de pulmón que aumenta año tras año.

La reflexión es simple, clara y directa: ¿por qué la cocaína -entre otras drogas- está prohibida y perseguida por la ley, y el tabaco, que en las mismas cajetillas se advierte que puede matar, se vende en los estancos? La respuesta es simple: en el precio de cada cajetilla se recauda un elevado porcentaje en concepto de impuestos. Entonces, con la lógica en la mano... ¿es el Gobierno responsable de cada una de las muertes que cada año causa el tabaco?

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