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Etiquetas | Paraguay | Política
Por estas fechas, pero del año 1934, empezaba a gestarse una derrota del imperialismo petrolero que nadie tenía en sus presupuestos

Hace ochenta y dos años, en la vasta planicie esmeralda

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En 1961 se estrenaba la película “Hijo de Hombre”, filme en blanco y negro coproducido por Argentina y España, basado en relatos del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. La película, dirigida por Lucas Demare, contó en su reparto con figuras de renombre internacional como Francisco Rabal.

No se trataba de una ficción, sino de hechos reales acontecidos durante la guerra paraguayo boliviana de 1932 a 1935: La lucha por los pozos de agua dulce como episodio de una guerra por pozos de petróleo Aunque como me dijera en una oportunidad el mismo Roa Bastos, muchas veces la historia a veces también es ficción.

Corría el 9 de noviembre de 1934 cuando la ofensiva boliviana, entonces en pleno desarrollo, logró desalojar a los paraguayos de “Yrendagüe”, donde se encontraban los únicos pozos de agua dulce que se habían hallado en el Chaco Boreal.

En esos días, los altos mandos paraguayos habían preferido sacrificar la posesión de esos pozos a cambio de distraer al coronel David Toro para culminar exitosamente la maniobra de “El Carmen”, el movimiento táctico más importante después de Campo Vía. Se confiaba en la pronta recuperación de los pozos, que efectivamente se dio.

A pesar de fracasar en sucesivos cercos, los mandos bolivianos insistían con su propaganda triunfalista, algo que llevó al legendario comandante paraguayo Rafael Franco a consignar que “en la guerra también se hacen chistes”. Se refería al fallido cerco boliviano sobre Garrapatal, donde la aviación boliviana seguía arrojando panfletos que instaban a los paraguayos a rendirse, cuando ya no se encontraba un solo soldado paraguayo dentro del cerco.

Hace poco más de ochenta y dos años, el 16 de noviembre de 1934, culminaba con gran éxito la batalla de “El Carmen”, y los paraguayos tenían las manos libres para recuperar los preciados pozos de agua dulce de Yrendagué.,

El triunfo de El Carmen, sin embargo, debe considerarse observando el cuadro completo. No fue para los paraguayos la gran victoria que sí constituyó Campo Vía, poco menos de un años atrás, el 11 de diciembre de 1933. Como lo consigna el coronel Rafael Franco: las condiciones para las tropas paraguayas habían quedado en situación poco favorable.

En la apreciación de Franco, era una victoria estratégica de los bolivianos, que representaba un peligro de desastre inminente.

En ese contexto afloró el genio militar del Coronel Rafael Franco, bajo cuyo mando se encontraba la Octava División a cargo del entonces coronel Eugenio Alejandrino Garay. Ambos comandantes, cuyas leyendas trascienden las academias militares y se pierden en el imaginario popular, eran hombres bajo cuyo mando el soldado paraguayo se constituía siempre en combatiente extraordinario.

“Leon Karé”(como apodaron afectuosamente a Franco sus tropas) exigía a sus tropas hasta el límite, es cierto, pero también sabía ofrendarle una y otra vez el alcance de una victoria decisiva.

Es conocida, en ese contexto, su lacónica respuesta cuando el General Garay le transmitió sus dudas sobre la posibilidad de abrirse paso, a través de una maraña hostigante que debía tajearse a machetazos, hasta el oasis oculto en el verde laberinto: “Usted y sus hombres seguirán su camino, y mañana beberán suficiente agua en Yrendagüé, si Dios quiere”.

Aquella frase caería de modo fulminante sobre las vacilaciones del viejo pero aguerrido Coronel Garay, quien ya en 1928 –durante la movilización general tras el incidente de “Vanguardia”- había sido rechazado por su avanzada edad. “Hagámosle caso, porque este hijo del diablo se entiende con Dios” masculló en guaraní refiriéndose a Franco, el anciano guerrero de blanca greña, y antes de reanudar aquella verdadera marcha del delirio, como acompañada de un relampagueo centelleante, tronó en guaraní su voz en medio del bosque, transportando una arenga histórica:

“Aníra-ena pe manó, che ra-y kuéra. Jareko ningo peteï misión ña cumplí vaëra. Ñaguahéna la Yrendagüepe, jai-ú ñande gústope o sino-yramo ñamanomba oñondive upepe”(No se mueran todavía, hijos. Tenemos una misión que cumplir. Lleguemos a Yrendagüe, bebamos agua a gusto o muramos juntos allá).

Fue así que crujiendo entre hostigantes ramas y erizados de púas, el tumulto de fusiles, machetes y banderas siguió su heroico avance ignorando la fatiga, la sed, el hambre, el sueño y la distancia. Y el día de la virgen de Caacupé de 1934, a primeras horas de la mañana, la Segunda Compañía del Batallón 40 (Octava División, Segundo Cuerpo de Ejército), al mando del Teniente Reinaldo Troche, divisaba como una luz al final de un ardiente y angustioso túnel, los frescos y profundos hontanares de Yrendagüe.

“A las 7:15 de la mañana del día 8 era dueño de los pozos de Yrendagüe ese núcleo de jóvenes valerosos y esforzados que formaba la Segunda Compañía del Batallón 40, y yo no pude menos que meditar acerca de lo que consideraba un milagro y elevar mi pensamiento para rendir homenaje a la virgen de Caacupé, que nos había protegido y ayudado para conquistar un triunfo tan memorable” evocó en sus memorias Troche años después. El sol de la victoria, tantas veces esquivo, ese día se asomaba para iluminar al Paraguay.

Hace ochenta y dos años, en la vasta planicie esmeralda

Por estas fechas, pero del año 1934, empezaba a gestarse una derrota del imperialismo petrolero que nadie tenía en sus presupuestos
Luis Agüero Wagner
miércoles, 23 de noviembre de 2016, 09:13 h (CET)
En 1961 se estrenaba la película “Hijo de Hombre”, filme en blanco y negro coproducido por Argentina y España, basado en relatos del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. La película, dirigida por Lucas Demare, contó en su reparto con figuras de renombre internacional como Francisco Rabal.

No se trataba de una ficción, sino de hechos reales acontecidos durante la guerra paraguayo boliviana de 1932 a 1935: La lucha por los pozos de agua dulce como episodio de una guerra por pozos de petróleo Aunque como me dijera en una oportunidad el mismo Roa Bastos, muchas veces la historia a veces también es ficción.

Corría el 9 de noviembre de 1934 cuando la ofensiva boliviana, entonces en pleno desarrollo, logró desalojar a los paraguayos de “Yrendagüe”, donde se encontraban los únicos pozos de agua dulce que se habían hallado en el Chaco Boreal.

En esos días, los altos mandos paraguayos habían preferido sacrificar la posesión de esos pozos a cambio de distraer al coronel David Toro para culminar exitosamente la maniobra de “El Carmen”, el movimiento táctico más importante después de Campo Vía. Se confiaba en la pronta recuperación de los pozos, que efectivamente se dio.

A pesar de fracasar en sucesivos cercos, los mandos bolivianos insistían con su propaganda triunfalista, algo que llevó al legendario comandante paraguayo Rafael Franco a consignar que “en la guerra también se hacen chistes”. Se refería al fallido cerco boliviano sobre Garrapatal, donde la aviación boliviana seguía arrojando panfletos que instaban a los paraguayos a rendirse, cuando ya no se encontraba un solo soldado paraguayo dentro del cerco.

Hace poco más de ochenta y dos años, el 16 de noviembre de 1934, culminaba con gran éxito la batalla de “El Carmen”, y los paraguayos tenían las manos libres para recuperar los preciados pozos de agua dulce de Yrendagué.,

El triunfo de El Carmen, sin embargo, debe considerarse observando el cuadro completo. No fue para los paraguayos la gran victoria que sí constituyó Campo Vía, poco menos de un años atrás, el 11 de diciembre de 1933. Como lo consigna el coronel Rafael Franco: las condiciones para las tropas paraguayas habían quedado en situación poco favorable.

En la apreciación de Franco, era una victoria estratégica de los bolivianos, que representaba un peligro de desastre inminente.

En ese contexto afloró el genio militar del Coronel Rafael Franco, bajo cuyo mando se encontraba la Octava División a cargo del entonces coronel Eugenio Alejandrino Garay. Ambos comandantes, cuyas leyendas trascienden las academias militares y se pierden en el imaginario popular, eran hombres bajo cuyo mando el soldado paraguayo se constituía siempre en combatiente extraordinario.

“Leon Karé”(como apodaron afectuosamente a Franco sus tropas) exigía a sus tropas hasta el límite, es cierto, pero también sabía ofrendarle una y otra vez el alcance de una victoria decisiva.

Es conocida, en ese contexto, su lacónica respuesta cuando el General Garay le transmitió sus dudas sobre la posibilidad de abrirse paso, a través de una maraña hostigante que debía tajearse a machetazos, hasta el oasis oculto en el verde laberinto: “Usted y sus hombres seguirán su camino, y mañana beberán suficiente agua en Yrendagüé, si Dios quiere”.

Aquella frase caería de modo fulminante sobre las vacilaciones del viejo pero aguerrido Coronel Garay, quien ya en 1928 –durante la movilización general tras el incidente de “Vanguardia”- había sido rechazado por su avanzada edad. “Hagámosle caso, porque este hijo del diablo se entiende con Dios” masculló en guaraní refiriéndose a Franco, el anciano guerrero de blanca greña, y antes de reanudar aquella verdadera marcha del delirio, como acompañada de un relampagueo centelleante, tronó en guaraní su voz en medio del bosque, transportando una arenga histórica:

“Aníra-ena pe manó, che ra-y kuéra. Jareko ningo peteï misión ña cumplí vaëra. Ñaguahéna la Yrendagüepe, jai-ú ñande gústope o sino-yramo ñamanomba oñondive upepe”(No se mueran todavía, hijos. Tenemos una misión que cumplir. Lleguemos a Yrendagüe, bebamos agua a gusto o muramos juntos allá).

Fue así que crujiendo entre hostigantes ramas y erizados de púas, el tumulto de fusiles, machetes y banderas siguió su heroico avance ignorando la fatiga, la sed, el hambre, el sueño y la distancia. Y el día de la virgen de Caacupé de 1934, a primeras horas de la mañana, la Segunda Compañía del Batallón 40 (Octava División, Segundo Cuerpo de Ejército), al mando del Teniente Reinaldo Troche, divisaba como una luz al final de un ardiente y angustioso túnel, los frescos y profundos hontanares de Yrendagüe.

“A las 7:15 de la mañana del día 8 era dueño de los pozos de Yrendagüe ese núcleo de jóvenes valerosos y esforzados que formaba la Segunda Compañía del Batallón 40, y yo no pude menos que meditar acerca de lo que consideraba un milagro y elevar mi pensamiento para rendir homenaje a la virgen de Caacupé, que nos había protegido y ayudado para conquistar un triunfo tan memorable” evocó en sus memorias Troche años después. El sol de la victoria, tantas veces esquivo, ese día se asomaba para iluminar al Paraguay.

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