Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Paraguay | Política
Los poderes fácticos que contravienen la reelección en Paraguay, lo hacen por motivos oscuros y con proceder nefasto

Razones para apoyar la reelección

|

En Paraguay mucha gente sigue temiendo a la posibilidad de que un presidente pueda ser reelecto, sobre todo por el gran trauma que generó la dictadura. No es difícil entender que la posibilidad de prolongar el propio mandato confiere a un presidente mayor poder y estabilidad, algo que no siempre es negativo aunque contravenga intereses de algunos empresarios.

En 1789, George Washington fue electo primer presidente de Estados Unidos, para un periodo de cuatro años y ya con una constitución federalista. Fue reelecto para un segundo mandato y propuesto para un tercero a partir de 1797, declinando tal posibilidad.

Como este gesto fuera ignorado por Franklin Delano Roosevelt, quien fue reelecto tres veces, en 1951 se aplicó una enmienda constitucional para impedir que un presidente supere el lapso tradicional de dos periodos de gobierno, es decir, ocho años.

Aunque algunos dicen que Washington entregó el poder a John Adams en 1797 solo porque se encontraba apremiado por problemas de salud, en su argumentación había justificado su actitud de no ser reelecto por tercera vez afirmando que el ejercicio del poder crecía con el tiempo, y a medida que se prolonga da la oportunidad de cometer abusos a quien lo detenta.

La advertencia ya fue desoída por los constituyentes paraguayos que en 1977 habilitaron a Stroessner para ser reelecto cuantas veces quiera, algo que tuvo como resultado la prórroga de una dictadura. La duración del régimen, no obstante, fue beneficiosa para el partido político que apoyaba al gobierno, dado que pudo detentar el poder por varias décadas sin mayores convulsiones internas.

En el caso paraguayo, existen otros factores a considerar. Un pequeño círculo de empresarios está acostumbrado a decidir a quién elevar a la primera magistratura de la nación, a obtener bajo presión todos los beneficios comerciales posibles una vez que logró ubicarlo al frente del estado, para luego emprender ataques injuriosos contra su persona en el contexto de una nueva campaña por elevar a un sucesor acorde a las mismas expectativas.

Debe tenerse en cuenta que esta élite empresarial, que ni Mosca ni Pareto imaginaron, busca que el poder político sea un simple gerente de sus intereses, y considera estar posicionada por encima del bien y del mal. No existe para ellos artículo, Ley o Constitución cuando se proponen acrecentar su patrimonio cada vez más obsceno.

El sector empresarial aludido, tiene además por costumbre disputar la representatividad a las autoridades electas, y lo hace a través de sus medios de comunicación que dicen “ganar elecciones todos los días” a través de la “preferencia” del público que los lee, mira por TV o sintoniza.

George Washington rechazó perpetuarse en el poder en su famoso discurso de despedida de 1796, es cierto, pero también hizo otras consideraciones que no son recordadas tan a menudo, y que bien podrían aplicarse a este caso.

Washington recalcaba en su mensaje final, el sumo imperio de la Ley, por encima de combinaciones y asociaciones que puedan turbar, oponerse o violentar las regulares deliberaciones de las autoridades constituidas.

No es difícil entrever en esa observación una advertencia sobre grupos como los que en Paraguay disputan representatividad a las autoridades desde ciertos medios. Puntualizaba que estos grupos destruían los principios fundamentales, generando tendencias peligrosas, dando nacimiento y prestando fuerza extraordinaria a las facciones.

Washington también advertía que en un escenario así la administración pública se dirigiría por el camino de mal concertados e intempestivos proyectos, algo que no es extraño cuando quienes disputan la representatividad usurpan las riendas del mando, con más razón si se trata de empresarios a los que solo le interesa lucrar sin importar el perjuicio que puedan causar a la comunidad.

Meditando sobre las ideas de Washington, puede discernirse que existen motivos para limitar un mandato presidencial a dos períodos, pero que también hay razones para apoyar la reelección por más de uno.

Razones para apoyar la reelección

Los poderes fácticos que contravienen la reelección en Paraguay, lo hacen por motivos oscuros y con proceder nefasto
Luis Agüero Wagner
lunes, 24 de octubre de 2016, 00:56 h (CET)
En Paraguay mucha gente sigue temiendo a la posibilidad de que un presidente pueda ser reelecto, sobre todo por el gran trauma que generó la dictadura. No es difícil entender que la posibilidad de prolongar el propio mandato confiere a un presidente mayor poder y estabilidad, algo que no siempre es negativo aunque contravenga intereses de algunos empresarios.

En 1789, George Washington fue electo primer presidente de Estados Unidos, para un periodo de cuatro años y ya con una constitución federalista. Fue reelecto para un segundo mandato y propuesto para un tercero a partir de 1797, declinando tal posibilidad.

Como este gesto fuera ignorado por Franklin Delano Roosevelt, quien fue reelecto tres veces, en 1951 se aplicó una enmienda constitucional para impedir que un presidente supere el lapso tradicional de dos periodos de gobierno, es decir, ocho años.

Aunque algunos dicen que Washington entregó el poder a John Adams en 1797 solo porque se encontraba apremiado por problemas de salud, en su argumentación había justificado su actitud de no ser reelecto por tercera vez afirmando que el ejercicio del poder crecía con el tiempo, y a medida que se prolonga da la oportunidad de cometer abusos a quien lo detenta.

La advertencia ya fue desoída por los constituyentes paraguayos que en 1977 habilitaron a Stroessner para ser reelecto cuantas veces quiera, algo que tuvo como resultado la prórroga de una dictadura. La duración del régimen, no obstante, fue beneficiosa para el partido político que apoyaba al gobierno, dado que pudo detentar el poder por varias décadas sin mayores convulsiones internas.

En el caso paraguayo, existen otros factores a considerar. Un pequeño círculo de empresarios está acostumbrado a decidir a quién elevar a la primera magistratura de la nación, a obtener bajo presión todos los beneficios comerciales posibles una vez que logró ubicarlo al frente del estado, para luego emprender ataques injuriosos contra su persona en el contexto de una nueva campaña por elevar a un sucesor acorde a las mismas expectativas.

Debe tenerse en cuenta que esta élite empresarial, que ni Mosca ni Pareto imaginaron, busca que el poder político sea un simple gerente de sus intereses, y considera estar posicionada por encima del bien y del mal. No existe para ellos artículo, Ley o Constitución cuando se proponen acrecentar su patrimonio cada vez más obsceno.

El sector empresarial aludido, tiene además por costumbre disputar la representatividad a las autoridades electas, y lo hace a través de sus medios de comunicación que dicen “ganar elecciones todos los días” a través de la “preferencia” del público que los lee, mira por TV o sintoniza.

George Washington rechazó perpetuarse en el poder en su famoso discurso de despedida de 1796, es cierto, pero también hizo otras consideraciones que no son recordadas tan a menudo, y que bien podrían aplicarse a este caso.

Washington recalcaba en su mensaje final, el sumo imperio de la Ley, por encima de combinaciones y asociaciones que puedan turbar, oponerse o violentar las regulares deliberaciones de las autoridades constituidas.

No es difícil entrever en esa observación una advertencia sobre grupos como los que en Paraguay disputan representatividad a las autoridades desde ciertos medios. Puntualizaba que estos grupos destruían los principios fundamentales, generando tendencias peligrosas, dando nacimiento y prestando fuerza extraordinaria a las facciones.

Washington también advertía que en un escenario así la administración pública se dirigiría por el camino de mal concertados e intempestivos proyectos, algo que no es extraño cuando quienes disputan la representatividad usurpan las riendas del mando, con más razón si se trata de empresarios a los que solo le interesa lucrar sin importar el perjuicio que puedan causar a la comunidad.

Meditando sobre las ideas de Washington, puede discernirse que existen motivos para limitar un mandato presidencial a dos períodos, pero que también hay razones para apoyar la reelección por más de uno.

Noticias relacionadas

’A porta gayola’. Entre taurinos, forma de recibir al toro cuando sale al ruedo. Wikipedia añade que es el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles; antes de que el animal salga, y cuando se produce la embestida, lo burla con una larga cambiada. Espectacular y peligrosa, pues el animal puede salir deslumbrado y arrollar al torero sin ver ni obedecer al capote.

Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.

Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto