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“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, una oportunidad” Victor Hugo

La ecuestre mutilada y la agresión a la Benemérita, facilitan el rearme moral de la derecha

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Es evidente que, lo que está sucediendo en Cataluña y, especialmente, en su capital Barcelona, empieza a tener el carácter de una revolución en toda la regla; aunque, en Madrid, las dificultades para formar un gobierno y la lucha por el poder de los partidos, calificados de constitucionalistas, parece que les impide dedicarse, como deberían, a hacer frente a tal peligroso estado de cosas. En todo caso, es evidente que los separatistas catalanes no desaprovechan ocasión para crear una nueva causa de disgusto, una nueva ofensa o un nuevo dardo envenenado hacia los que no están conformes con sus modos, sus aspiraciones o, lo que es peor, sus formas de actuar agresivas, provocativas e irritantes.

Durante muchos años esta parte de la población española, partidaria de correr un tupido velo a lo que sucedió en la, ya lejana, Guerra Civil española, intentando que, las nuevas generaciones, se olviden de aquellos tiempos en los que ocurrieron cosas que, desde uno y otro bando, no debieran de haberse producido pero que, en honor a la verdad, si queremos atenernos a lo realmente sucedido y no a las macanas que, desde algunos sectores especialmente belicosos de esta izquierda vengativa, que hoy se ha instalado en nuestro país, perversamente “legitimada” por el señor Rodríguez Zapatero, con la fraudulenta Ley de la Memoria Histórica, la sandez mejor orquestada para convertir a una legión de resentidos y perdedores de aquella contienda, en los encargados de intentar darle la vuelta a aquella vergüenza que representó para la II República, el que sus gobernantes no supieran ( o no quisieran) impedir que el desorden, la inseguridad, los robos, los secuestros, los asesinatos se apoderaran de las grandes ciudades españolas, dejándolas al arbitrio de las bandas anarcosindicalistas y filocomunistas, que se hicieron dueñas de la situación, con el beneplácito del señor Companys, hoy elevado a la categoría de héroe nacional, por aquellos que han seguido su camino independentista, llevando a Cataluña a la encrucijada en la que hoy se halla inmersa.

Sólo el levantamiento del general Mola y sus consecuencias logró evitar que, en España, aquel malbaratado espejismo de República, consecuencia del pucherazo cometido en las elecciones de febrero de 1936 (el abandono inopinado de Portela antes de la segunda vuelta, y la entrega del poder a Azaña por Alcalá Zamora, consumaron la victoria, ilegal, del Frente Popular) produjera el que, España, acabara en manos de los comunistas, si Franco no hubiera ganado la Guerra y, los enviados de la Rusia soviética, hubieran podido acabar su trabajo de sovietizar España, algo que ya habían comenzado a hacer durante la presidencia del presidente Negrín.

Resultaría cómica sino grotesca esta patochada, gestionada en el Parlamento catalán, en la que, olvidándose de la Ley de Amnistía, especialmente destinada a zanjar, de una vez por todas, todos aquellos resabios que, como consecuencia de la contienda, todavía coleaban en muchas familias que, especialmente en el caso de los perdedores, no habían acabado de digerir aquella apabullante derrota. En efecto, remachando el clavo de la venganza, se ha vuelto a presentar una propuesta para anular todos los juicios que tuvieron lugar en las causas que se juzgaron sobre sujetos a los que se les achacaban delitos de sangre, que nada tenían que ver con las bajas que, en uno y otro bando, se produjeron en los frentes de batalla. Seguramente que, muchas de estas familias que reclaman venganza, que piden compensaciones, que reivindican el “honor” de sus muertos o que acusan al franquismo de haber condenado injustamente a sus deudos; desconocen lo que aquellas víctimas, que ahora reivindican, hubieran podido hacer, tanto en el frente como en la retaguardia, hechos por los que fueron juzgados cuando terminó la contienda.

Es obvio que, ninguno de los que hoy clasifican de crímenes del franquismo aquellos juicios de los que salieron condenas que afectaban a sus ancestros, reconocerían que muchos de los que fueron sentenciados a la pena capital, habían cometido hechos brutales, asesinatos, torturas, robos a mano armada u otra clase de acciones que los hicieron merecedores de las condenas que se dictaron en los distintos tribunales militares que los juzgaron. A tiro pasado y en un ambiente francamente favorable para achacar al franquismo todo lo que se quieran sacar de la manga, todos estos representantes elevados a políticos, se atreven a todo. No obstante, como siempre sucede y, por lo visto también ocurre en este nuevo museo del Borne de Barcelona que, pomposamente, se atribuye ser una muestra de una historia imparcial de lo ocurrido en aquellos dramáticos años de la guerra; es posible que se refleje lo que sucedió en el bando rojo o republicano, como se quiera, pero lo que es evidente que no todo, ni mucho menos, lo que tuvo lugar en aquellos lugares de los que prefieren no acordarse, aunque en ellos tuvieron lugar los crímenes más aberrantes, escalofriantes, inhumanos y espantosos que mente humana hubiera nunca poder haberse inventado.

Las checas, traídas desde la KGB de Moscú, con expertos especialmente adiestrados en tirar de la lengua o en “ablandar” a aquellos infelices que caían en sus manos, aquellas famosas salas de tortura que proliferaron en Barcelona, Valencia o Madrid, brillan por su ausencia en esta “selectiva” memoria histórica de los organizadores de semejante engañifa. Y no es que hubiera una o dos, no señores, los comunistas y las centrales sindicales, como la CNT, la FAI o la misma ERC, tenían sus propios antros en los que se vengaban de los católicos, los de derechas, los sacerdotes y monjas y, llegó un momento, después del enfrentamiento, en mayo de 1937, en Barcelona de los comunistas con los cenetistas o los del sindicato del campo, POUM, en los que los perdedores que no fueron enviados al frente, como carne de cañón, fueron a parar, para ser torturados y masacrados, a dichos centros de dolor para sufrir los suplicios, igual que los del resto de infelices que tuvieron la desgracia de no sufrir una muerte rápida que los librase de tal Infierno. ¿Olvido, mala fe, ignorancia o intención de tergiversar los hechos históricos? Para los interesados en estadísticas y los descreídos, tenemos en nuestro poder un librito de Alberto Flaquer, que habla con todo detalle de la clase de suplicios que, los “expertos”, se inventaron para infligir el mayor dolor posible a las desgraciadas víctimas de las que se ocupaban. Los comunistas, en Madrid, dispusieron de 126 de estas cámaras de tortura; los anarcosindicalistas, 53; los socialistas, 33; los Trotskistas, 3; los republicanos, 1; los nacionalistas vascos, 2 y otras ocho de otras formaciones, Total: 226. En Barcelona existían 46 de estas horribles mazmorras y, en Valencia: en Castellón, 8; en Valencia, 35; en Alicante, 12.

Suponemos que a Walter o a André Martí o a Kovic o a Welken o a los de las “Escuadrillas del Amanecer”, en Madrid, o “El Chato” de la checa Marqués de Cubas, Julio de Mora o Manuel Delgado, etc. ¿también se los juzgaron injustamente, aunque todos ellos fueron responsables de las torturas de miles de infelices? ¿Saben estos que reclaman la nulidad de los juicios del franquismo que, los curas, no eran juzgados y eran ejecutados sumarísimamente? Para que algunos curas catalanes ahora renieguen del franquismo, cuando el número de religiosos asesinados, antes y durante la contienda, en la zona republicana se calculan en más de 6.000. ¿Los asesinos que tuvieron un juicio y fueron condenados, también lo fueron injustamente? O es que ¿en Barcelona no se asesinaba a los que resultaban ser de derechas o a aquellos con los que los asesinos tenían cuentas que saldar o a los que los de la FAI o CNT asaltaban en sus casas para robarles y luego se los llevaban a las afueras para liquidarlos de un tiro? Si luego fueron juzgados por sus crímenes ¿también se debe declarar nulo el juicio que se les hizo? ¿Quiénes son estos iluminados que, con tanta ligereza, descalifican la labor de los tribunales del franquismo, cuando es evidente que, si los vencedores hubieran sido los rojos, la represión hubiera sido mil veces más sangrienta que la que, tan ligeramente, se les atribuye a los “nacionales”?

Lo que ocurre es que, probablemente todos estos “valientes” que se dedican a bombardear con huevos, tomates y emplean pintura para lanzarlos sobre la estatua ecuestre del general Franco, al que alguien decidió quitarle la cabeza, no se dan cuenta o, incluso puede que lo hagan aposta, de que hay muchos ciudadanos a los que no les parece bien que se quemen retratos de los reyes, o del presidente del gobierno o, incluso de general Franco; porque todos estos actos de vandalismo no tienen otra explicación que el fanatismo, el cretinismo, la ignorancia, la cobardía y la baja estofa de todos aquellos que, aprovechando la impunidad, se dedican a tan estúpido menester, sea quien sea el ofendido o fueran quienes fueran las personas representadas en aquellos cuadros, retratos o esculturas.

Sin embargo, algo tienen de positivo todos estos desmanes del populacho, lo mismo que los de Podemos hayan apoyado a los que se han amotinado en un lugar donde se retienen a inmigrantes o a los catalanes, incluidos los afectados, que la han emprendido contra el Gobierno porque la fiscalía del Estado ha ordenado que sea imputada por prevaricación y desobediencia a los requerimientos del TC, la señora Forcadell, presidenta del Parlamento Catalán. El propio Artur Mas sigue en su senda de desobediencia y permanece emperrado intentando hacer creer lo que, el mismo no se cree, y es que va a conseguir la independencia de Cataluña, con la particularidad de que, si se llegara a conseguir (algo que es imposible) él tampoco pintaría nada en el gobierno, copado por los comunistas de la señora Colau y los de la CUP, quizá con la ayuda de ERC. La gente de orden, los que no quieren las aventuras comunistas o separatistas, que somos muchos, más de los que algunos piensan; los que se asustan ante los cambios que nos anuncian las izquierdas o los que piensan que, con esta gente, nuestras pensiones peligran, y nuestras pertenencias supeditadas a quienes no respetan la propiedad; cuando ven tales despropósitos reaccionan de forma conservadora y esto es bueno para la derecha.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como cada día se van radicalizando estas izquierdas que, en un principio se habían presentado con la piel de cordero de la defensa de la democracia y, ahora, a medida que, dentro de sus propios partidos, la lucha por el poder se hace más evidente, la gente razonable, la buena gente, los que no desean separase de España y los que creen que una nación unida es lo mejor y que el orden y la seguridad son bienes impagables, se van convenciendo de que: es mejor votar por lo seguro antes que exponerse a caer en manos de semejantes aventureros del comunismo bolivariano.

La ecuestre mutilada y la agresión a la Benemérita, facilitan el rearme moral de la derecha

“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, una oportunidad” Victor Hugo
Miguel Massanet
jueves, 20 de octubre de 2016, 00:28 h (CET)
Es evidente que, lo que está sucediendo en Cataluña y, especialmente, en su capital Barcelona, empieza a tener el carácter de una revolución en toda la regla; aunque, en Madrid, las dificultades para formar un gobierno y la lucha por el poder de los partidos, calificados de constitucionalistas, parece que les impide dedicarse, como deberían, a hacer frente a tal peligroso estado de cosas. En todo caso, es evidente que los separatistas catalanes no desaprovechan ocasión para crear una nueva causa de disgusto, una nueva ofensa o un nuevo dardo envenenado hacia los que no están conformes con sus modos, sus aspiraciones o, lo que es peor, sus formas de actuar agresivas, provocativas e irritantes.

Durante muchos años esta parte de la población española, partidaria de correr un tupido velo a lo que sucedió en la, ya lejana, Guerra Civil española, intentando que, las nuevas generaciones, se olviden de aquellos tiempos en los que ocurrieron cosas que, desde uno y otro bando, no debieran de haberse producido pero que, en honor a la verdad, si queremos atenernos a lo realmente sucedido y no a las macanas que, desde algunos sectores especialmente belicosos de esta izquierda vengativa, que hoy se ha instalado en nuestro país, perversamente “legitimada” por el señor Rodríguez Zapatero, con la fraudulenta Ley de la Memoria Histórica, la sandez mejor orquestada para convertir a una legión de resentidos y perdedores de aquella contienda, en los encargados de intentar darle la vuelta a aquella vergüenza que representó para la II República, el que sus gobernantes no supieran ( o no quisieran) impedir que el desorden, la inseguridad, los robos, los secuestros, los asesinatos se apoderaran de las grandes ciudades españolas, dejándolas al arbitrio de las bandas anarcosindicalistas y filocomunistas, que se hicieron dueñas de la situación, con el beneplácito del señor Companys, hoy elevado a la categoría de héroe nacional, por aquellos que han seguido su camino independentista, llevando a Cataluña a la encrucijada en la que hoy se halla inmersa.

Sólo el levantamiento del general Mola y sus consecuencias logró evitar que, en España, aquel malbaratado espejismo de República, consecuencia del pucherazo cometido en las elecciones de febrero de 1936 (el abandono inopinado de Portela antes de la segunda vuelta, y la entrega del poder a Azaña por Alcalá Zamora, consumaron la victoria, ilegal, del Frente Popular) produjera el que, España, acabara en manos de los comunistas, si Franco no hubiera ganado la Guerra y, los enviados de la Rusia soviética, hubieran podido acabar su trabajo de sovietizar España, algo que ya habían comenzado a hacer durante la presidencia del presidente Negrín.

Resultaría cómica sino grotesca esta patochada, gestionada en el Parlamento catalán, en la que, olvidándose de la Ley de Amnistía, especialmente destinada a zanjar, de una vez por todas, todos aquellos resabios que, como consecuencia de la contienda, todavía coleaban en muchas familias que, especialmente en el caso de los perdedores, no habían acabado de digerir aquella apabullante derrota. En efecto, remachando el clavo de la venganza, se ha vuelto a presentar una propuesta para anular todos los juicios que tuvieron lugar en las causas que se juzgaron sobre sujetos a los que se les achacaban delitos de sangre, que nada tenían que ver con las bajas que, en uno y otro bando, se produjeron en los frentes de batalla. Seguramente que, muchas de estas familias que reclaman venganza, que piden compensaciones, que reivindican el “honor” de sus muertos o que acusan al franquismo de haber condenado injustamente a sus deudos; desconocen lo que aquellas víctimas, que ahora reivindican, hubieran podido hacer, tanto en el frente como en la retaguardia, hechos por los que fueron juzgados cuando terminó la contienda.

Es obvio que, ninguno de los que hoy clasifican de crímenes del franquismo aquellos juicios de los que salieron condenas que afectaban a sus ancestros, reconocerían que muchos de los que fueron sentenciados a la pena capital, habían cometido hechos brutales, asesinatos, torturas, robos a mano armada u otra clase de acciones que los hicieron merecedores de las condenas que se dictaron en los distintos tribunales militares que los juzgaron. A tiro pasado y en un ambiente francamente favorable para achacar al franquismo todo lo que se quieran sacar de la manga, todos estos representantes elevados a políticos, se atreven a todo. No obstante, como siempre sucede y, por lo visto también ocurre en este nuevo museo del Borne de Barcelona que, pomposamente, se atribuye ser una muestra de una historia imparcial de lo ocurrido en aquellos dramáticos años de la guerra; es posible que se refleje lo que sucedió en el bando rojo o republicano, como se quiera, pero lo que es evidente que no todo, ni mucho menos, lo que tuvo lugar en aquellos lugares de los que prefieren no acordarse, aunque en ellos tuvieron lugar los crímenes más aberrantes, escalofriantes, inhumanos y espantosos que mente humana hubiera nunca poder haberse inventado.

Las checas, traídas desde la KGB de Moscú, con expertos especialmente adiestrados en tirar de la lengua o en “ablandar” a aquellos infelices que caían en sus manos, aquellas famosas salas de tortura que proliferaron en Barcelona, Valencia o Madrid, brillan por su ausencia en esta “selectiva” memoria histórica de los organizadores de semejante engañifa. Y no es que hubiera una o dos, no señores, los comunistas y las centrales sindicales, como la CNT, la FAI o la misma ERC, tenían sus propios antros en los que se vengaban de los católicos, los de derechas, los sacerdotes y monjas y, llegó un momento, después del enfrentamiento, en mayo de 1937, en Barcelona de los comunistas con los cenetistas o los del sindicato del campo, POUM, en los que los perdedores que no fueron enviados al frente, como carne de cañón, fueron a parar, para ser torturados y masacrados, a dichos centros de dolor para sufrir los suplicios, igual que los del resto de infelices que tuvieron la desgracia de no sufrir una muerte rápida que los librase de tal Infierno. ¿Olvido, mala fe, ignorancia o intención de tergiversar los hechos históricos? Para los interesados en estadísticas y los descreídos, tenemos en nuestro poder un librito de Alberto Flaquer, que habla con todo detalle de la clase de suplicios que, los “expertos”, se inventaron para infligir el mayor dolor posible a las desgraciadas víctimas de las que se ocupaban. Los comunistas, en Madrid, dispusieron de 126 de estas cámaras de tortura; los anarcosindicalistas, 53; los socialistas, 33; los Trotskistas, 3; los republicanos, 1; los nacionalistas vascos, 2 y otras ocho de otras formaciones, Total: 226. En Barcelona existían 46 de estas horribles mazmorras y, en Valencia: en Castellón, 8; en Valencia, 35; en Alicante, 12.

Suponemos que a Walter o a André Martí o a Kovic o a Welken o a los de las “Escuadrillas del Amanecer”, en Madrid, o “El Chato” de la checa Marqués de Cubas, Julio de Mora o Manuel Delgado, etc. ¿también se los juzgaron injustamente, aunque todos ellos fueron responsables de las torturas de miles de infelices? ¿Saben estos que reclaman la nulidad de los juicios del franquismo que, los curas, no eran juzgados y eran ejecutados sumarísimamente? Para que algunos curas catalanes ahora renieguen del franquismo, cuando el número de religiosos asesinados, antes y durante la contienda, en la zona republicana se calculan en más de 6.000. ¿Los asesinos que tuvieron un juicio y fueron condenados, también lo fueron injustamente? O es que ¿en Barcelona no se asesinaba a los que resultaban ser de derechas o a aquellos con los que los asesinos tenían cuentas que saldar o a los que los de la FAI o CNT asaltaban en sus casas para robarles y luego se los llevaban a las afueras para liquidarlos de un tiro? Si luego fueron juzgados por sus crímenes ¿también se debe declarar nulo el juicio que se les hizo? ¿Quiénes son estos iluminados que, con tanta ligereza, descalifican la labor de los tribunales del franquismo, cuando es evidente que, si los vencedores hubieran sido los rojos, la represión hubiera sido mil veces más sangrienta que la que, tan ligeramente, se les atribuye a los “nacionales”?

Lo que ocurre es que, probablemente todos estos “valientes” que se dedican a bombardear con huevos, tomates y emplean pintura para lanzarlos sobre la estatua ecuestre del general Franco, al que alguien decidió quitarle la cabeza, no se dan cuenta o, incluso puede que lo hagan aposta, de que hay muchos ciudadanos a los que no les parece bien que se quemen retratos de los reyes, o del presidente del gobierno o, incluso de general Franco; porque todos estos actos de vandalismo no tienen otra explicación que el fanatismo, el cretinismo, la ignorancia, la cobardía y la baja estofa de todos aquellos que, aprovechando la impunidad, se dedican a tan estúpido menester, sea quien sea el ofendido o fueran quienes fueran las personas representadas en aquellos cuadros, retratos o esculturas.

Sin embargo, algo tienen de positivo todos estos desmanes del populacho, lo mismo que los de Podemos hayan apoyado a los que se han amotinado en un lugar donde se retienen a inmigrantes o a los catalanes, incluidos los afectados, que la han emprendido contra el Gobierno porque la fiscalía del Estado ha ordenado que sea imputada por prevaricación y desobediencia a los requerimientos del TC, la señora Forcadell, presidenta del Parlamento Catalán. El propio Artur Mas sigue en su senda de desobediencia y permanece emperrado intentando hacer creer lo que, el mismo no se cree, y es que va a conseguir la independencia de Cataluña, con la particularidad de que, si se llegara a conseguir (algo que es imposible) él tampoco pintaría nada en el gobierno, copado por los comunistas de la señora Colau y los de la CUP, quizá con la ayuda de ERC. La gente de orden, los que no quieren las aventuras comunistas o separatistas, que somos muchos, más de los que algunos piensan; los que se asustan ante los cambios que nos anuncian las izquierdas o los que piensan que, con esta gente, nuestras pensiones peligran, y nuestras pertenencias supeditadas a quienes no respetan la propiedad; cuando ven tales despropósitos reaccionan de forma conservadora y esto es bueno para la derecha.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como cada día se van radicalizando estas izquierdas que, en un principio se habían presentado con la piel de cordero de la defensa de la democracia y, ahora, a medida que, dentro de sus propios partidos, la lucha por el poder se hace más evidente, la gente razonable, la buena gente, los que no desean separase de España y los que creen que una nación unida es lo mejor y que el orden y la seguridad son bienes impagables, se van convenciendo de que: es mejor votar por lo seguro antes que exponerse a caer en manos de semejantes aventureros del comunismo bolivariano.

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