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Felipe González me recuerda a aquellos ministros, altos cargos y periodistas del franquismo que no se cansaban de repetir a todo aquel que les prestara oídos (o no, que lo mismo les daba) eso de que “los españoles no están preparados para la democracia”. El caso es que fue Bruselas, a finales de los años 60 del pasado siglo, quien aseveró que no era el pueblo sino ellos, los franquistas, los que no estaban preparados para la democracia. Fue en ocasión de un viaje de Laureano López Rodó a la sede de no recuerdo qué organismo de la incipiente Unión Europea. El ministro de Franco, propulsor del Tercer Plan de Desarrollo (en el que se fijaban las directrices, establecidas por Bruselas, de lo que debería ser la política económica española si el Gobierno de Franco quería integrarse en Europa). Los europeos aceptaron el plan económico presentado por López Rodó (plan que, por cierto, apenas difería del pergeñado años después por Fuentes Quintana para los Pactos de la Moncloa o el que la Troika nos vuelve a recordar, para mayor gloria de don Laureano y escarnio del soberano pueblo español). Pero, ¡ay, qué dolor!, los europeos trasladaron al insigne tecnócrata una objeción: “Don Laureano, si quieren entrar en la Comunidad Europea, han de llevar la democracia a su país, ya sabe, legalizar los partidos políticos, crear un Parlamento, un poder judicial independiente, la libertad de prensa; en fin, usted me entiende, esas cosillas que tanto les gusta a los enemigos de España”.
Digo que Felipe González me recuerda mucho a esos que decían, en época de Franco, que los españoles no estábamos preparados para la democracia porque, preparado o no, Felipe González acabó siendo presidente del gobierno de este país por imperativo europeo. Y, según da a entender, el señor González está decidido a hacer imposible un gobierno con Podemos por… imperativo europeo. El Isidoro de antaño (hogaño, señor de García Baquero), considera que los españoles no estamos preparados para una democracia más audaz y social que aquella en la que él participó en su construcción. Y está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conjurar la amenaza podemista y, ya puestos, la independentista. Dinamitando el PSOE, si hiciera falta. Nunca sabremos lo que este ex socialista sevillano, devenido millonario colombiano con intereses en Panamá y más allá, lo que realmente hizo de bueno por los españoles. Lo que sí tenemos claro es lo mucho bueno que de España se llevó.
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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