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¿Se conseguirá evitar las terceras elecciones?

Última opción a la cordura

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Sólo si el sentido común se impone, tendremos, por fin, un Gobierno antes de que acabe el año.

La frivolidad de un líder prefabricado, que, hasta hace menos de una semana, fue el máximo representante del principal partido de la oposición, ha supuesto un colapso institucional que dura ya demasiado. Diez meses de dimes y diretes, idas y venidas, con dos elecciones generales y unas autonómicas, en los que el Parlamento no ha podido legislar y el Gobierno lo ha sido “en funciones”, es más de lo que el país puede permitirse y la paciencia ciudadana soportar. El Partido Socialista jugó una mala baza con la elección como Secretario General de Pedro Sánchez, como lo hizo en su día con la de José Luis Rodríguez Zapatero. Dos malas elecciones seguidas de sendos candidatos a la Presidencia del Gobierno no es una cuestión banal; sobre todo al tratarse del partido que más tiempo ha gobernado en España desde el final de la Transición. Y la prueba más definitiva fueron los desastrosos ocho años de zapaterismo.

Ahora el Partido Socialista no ha de amortizar el “lujo” de haber tenido a Pedro Sánchez en la secretaría general, sino que ha de superar el cúmulo de despropósitos que nuestro particular “George Clooney de la política” (what else?) ha ido produciendo a lo largo de dos años. El último de los cuales ha sido el negarse (“NO es NO”) a que, con la abstención de su grupo en la votación de investidura, España pudiera tener por fin un Gobierno.

Esa ofuscación de niño malcriado y el temor a que su ego narcisista le llevase a hacer pactos inverosímiles y altamente perjudiciales para nuestro país, con tal de alcanzar el poder, han contribuido a que los acontecimientos se precipitasen hace menos de ocho días y que su propio partido optara por prescindir de él y su equipo de palmeros.

La gestora nombrada a raíz de la dimisión forzada de Sánchez tiene el difícil cometido de encauzar la línea de actuación del partido con respecto a una nueva y todavía hipotética investidura de Mariano Rajoy. Esto sería, como dicen los ingleses, “the lesser evil” (el menor de los males) y para ello la gestora presidida por Javier Fernández, un político ecuánime y sin ansias de protagonismo, tendría que unificar criterios; por lo menos para conseguir las once abstenciones necesarias dentro de sus filas.

El Presidente asturiano no lo tiene fácil; entre otras razones porque tendría que luchar contra esa tendencia, instaurada por ZP, a impedir cualquier acuerdo que permita que la derecha gobierne, aun cuando ésta obtenga mayoría en las urnas.

Y por otro lado, conviene no olvidarlo, está por ver si el PP estaría por la labor de presentar a su candidato a una nueva sesión de investidura. Rajoy podría temer ser investido en este momento, ya que su Gobierno estaría sujeto a un fortísimo control parlamentario. No sería raro que él –que es muy suyo- prefiriera, dadas las circunstancias –otros dirían “escenario”- que la cosa no se aclare, que venzan los plazos legales y se convoquen las terceras elecciones.

Y todo, como siempre, por el bien del país…

Última opción a la cordura

¿Se conseguirá evitar las terceras elecciones?
Luis del Palacio
jueves, 6 de octubre de 2016, 00:56 h (CET)
Sólo si el sentido común se impone, tendremos, por fin, un Gobierno antes de que acabe el año.

La frivolidad de un líder prefabricado, que, hasta hace menos de una semana, fue el máximo representante del principal partido de la oposición, ha supuesto un colapso institucional que dura ya demasiado. Diez meses de dimes y diretes, idas y venidas, con dos elecciones generales y unas autonómicas, en los que el Parlamento no ha podido legislar y el Gobierno lo ha sido “en funciones”, es más de lo que el país puede permitirse y la paciencia ciudadana soportar. El Partido Socialista jugó una mala baza con la elección como Secretario General de Pedro Sánchez, como lo hizo en su día con la de José Luis Rodríguez Zapatero. Dos malas elecciones seguidas de sendos candidatos a la Presidencia del Gobierno no es una cuestión banal; sobre todo al tratarse del partido que más tiempo ha gobernado en España desde el final de la Transición. Y la prueba más definitiva fueron los desastrosos ocho años de zapaterismo.

Ahora el Partido Socialista no ha de amortizar el “lujo” de haber tenido a Pedro Sánchez en la secretaría general, sino que ha de superar el cúmulo de despropósitos que nuestro particular “George Clooney de la política” (what else?) ha ido produciendo a lo largo de dos años. El último de los cuales ha sido el negarse (“NO es NO”) a que, con la abstención de su grupo en la votación de investidura, España pudiera tener por fin un Gobierno.

Esa ofuscación de niño malcriado y el temor a que su ego narcisista le llevase a hacer pactos inverosímiles y altamente perjudiciales para nuestro país, con tal de alcanzar el poder, han contribuido a que los acontecimientos se precipitasen hace menos de ocho días y que su propio partido optara por prescindir de él y su equipo de palmeros.

La gestora nombrada a raíz de la dimisión forzada de Sánchez tiene el difícil cometido de encauzar la línea de actuación del partido con respecto a una nueva y todavía hipotética investidura de Mariano Rajoy. Esto sería, como dicen los ingleses, “the lesser evil” (el menor de los males) y para ello la gestora presidida por Javier Fernández, un político ecuánime y sin ansias de protagonismo, tendría que unificar criterios; por lo menos para conseguir las once abstenciones necesarias dentro de sus filas.

El Presidente asturiano no lo tiene fácil; entre otras razones porque tendría que luchar contra esa tendencia, instaurada por ZP, a impedir cualquier acuerdo que permita que la derecha gobierne, aun cuando ésta obtenga mayoría en las urnas.

Y por otro lado, conviene no olvidarlo, está por ver si el PP estaría por la labor de presentar a su candidato a una nueva sesión de investidura. Rajoy podría temer ser investido en este momento, ya que su Gobierno estaría sujeto a un fortísimo control parlamentario. No sería raro que él –que es muy suyo- prefiriera, dadas las circunstancias –otros dirían “escenario”- que la cosa no se aclare, que venzan los plazos legales y se convoquen las terceras elecciones.

Y todo, como siempre, por el bien del país…

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