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Un manifiesto pide que se dejen de vender productos homeopáticos en las farmacias porque no se ha demostrado de forma científica su eficacia

Bolitas de anís, no medicamentos

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La firma de un manifiesto en España para pedir que se dejen de vender productos homeopáticos en las farmacias refuerza la lucha contra ciertas “terapias alternativas” que libran desde hace años médicos y farmacéuticos en distintos países.

El manifiesto, lanzado por un grupo de farmacéuticos que se moviliza en las redes con el nombre de FarmaCiencia, ha firmado y dirigido una carta abierta al Ministerio de Sanidad, al presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, a los decanos de las facultades de Farmacia en distintas universidades y a presidentes de sociedades científicas farmacéuticas.

“Mucha gente considera la homeopatía como terapia válida y sus productos reciben el nombre de medicamentos sin que exista ningún aval científico que así lo demuestre”, denuncian en su comunicado.

La venta de estos productos por parte de una mayoría de farmacias podría deberse al negocio que generan, apoyado en la necesidad que tienen muchas personas de “creer” en algo para curarse cuando no lo han conseguido con la medicina tradicional.

Estos productos se sirven de la tendencia de muchas personas a utilizar cierto pensamiento mágico, al auge de lo “natural”, de lo “orgánico”, de lo “alternativo”. Muchas personas se autodiagnostican con la “ayuda” de un Internet saturado de páginas entre las que cuesta cada vez más distinguir la auténtica información contrastada de páginas llenas de pseudoinformación sin contrastar y de “opiniones” por parte de personas sin autoridad médica.

Estos productos han ocupado un vacío generado por el escepticismo ante ciertos productos farmacéuticos y ante cierta medicina a la que se considera deshumanizada y alejada de los pacientes. Han tenido consecuencias imprevistas los casos de venta de productos sin autorización con daños irreversibles a la salud. Se conocen las multas millonarias que han pagado grandes empresas como Pfizar y que, al mismo tiempo, suponen migajas para los presupuestos que manejan. Mucha gente recela del poder que tienen estas empresas a la hora de influir en las políticas públicas de salud. Se ha generalizado una mala imagen de la industria farmacéutica por maximizar beneficios a cualquier precio, incluso si está en juego la salud de las personas.

Pero así como los medios han desvelado la forma en que muchos médicos tratan a sus pacientes con productos de laboratorios farmacéuticos que les ofrecen honorarios millonarios, también recae en ellos la responsabilidad de investigar los “productos milagro” y las “terapias alternativas”, convertidas en un negocio millonario. Ahí está el caso de los productos Herbalife, que generaron un negocio millonario basado en una estructura piramidal y que tendrá que pagar multas millonarias por estafa a sus propios vendedores.

Ahora están de moda los aceites de romero, de lavanda y de todo tipo de plantas con supuestas propiedades medicinales. Nadie niega que las puedan tener. Pero lo que exigen profesionales como los que han publicado el manifiesto es que se tenga que comprobar de forma científica la eficacia de los productos para que se puedan comercializar y prescribir como medicamentos. Que el peso del engaño caiga en personas que tengan los elementos necesarios para tomar una decisión informada.

El grupo de farmacéuticos se dirige sobre todo a las autoridades para que tomen medidas como dejar de registrar como medicamentos productos compuestos por agua y azúcar en su mayoría, y de otros ingredientes que sólo actúan como placebos. Pero se dirige también a las universidades para impedir que empiecen a dar a la homeopatía rango de asignatura académica como lo han hecho algunas.

Este movimiento comenzó con Jesús Fernández, dueño de una farmacia en la conocida Gran Vía de Madrid. Cuando un cliente pide un producto homeopático, se le dice que ahí no lo venden y le entregan un documento que desaconseja “el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento, prevención y diagnóstico de enfermedades”.

El sector farmacéutico y la medicina moderna tienen un gran terreno que recuperar, mientras las personas, con la labor de los medios y con gobiernos responsables, mantienen en vigilancia a productos que aún tienen que demostrar su eficacia.

Bolitas de anís, no medicamentos

Un manifiesto pide que se dejen de vender productos homeopáticos en las farmacias porque no se ha demostrado de forma científica su eficacia
Carlos Miguélez Monroy
lunes, 3 de octubre de 2016, 11:11 h (CET)
La firma de un manifiesto en España para pedir que se dejen de vender productos homeopáticos en las farmacias refuerza la lucha contra ciertas “terapias alternativas” que libran desde hace años médicos y farmacéuticos en distintos países.

El manifiesto, lanzado por un grupo de farmacéuticos que se moviliza en las redes con el nombre de FarmaCiencia, ha firmado y dirigido una carta abierta al Ministerio de Sanidad, al presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, a los decanos de las facultades de Farmacia en distintas universidades y a presidentes de sociedades científicas farmacéuticas.

“Mucha gente considera la homeopatía como terapia válida y sus productos reciben el nombre de medicamentos sin que exista ningún aval científico que así lo demuestre”, denuncian en su comunicado.

La venta de estos productos por parte de una mayoría de farmacias podría deberse al negocio que generan, apoyado en la necesidad que tienen muchas personas de “creer” en algo para curarse cuando no lo han conseguido con la medicina tradicional.

Estos productos se sirven de la tendencia de muchas personas a utilizar cierto pensamiento mágico, al auge de lo “natural”, de lo “orgánico”, de lo “alternativo”. Muchas personas se autodiagnostican con la “ayuda” de un Internet saturado de páginas entre las que cuesta cada vez más distinguir la auténtica información contrastada de páginas llenas de pseudoinformación sin contrastar y de “opiniones” por parte de personas sin autoridad médica.

Estos productos han ocupado un vacío generado por el escepticismo ante ciertos productos farmacéuticos y ante cierta medicina a la que se considera deshumanizada y alejada de los pacientes. Han tenido consecuencias imprevistas los casos de venta de productos sin autorización con daños irreversibles a la salud. Se conocen las multas millonarias que han pagado grandes empresas como Pfizar y que, al mismo tiempo, suponen migajas para los presupuestos que manejan. Mucha gente recela del poder que tienen estas empresas a la hora de influir en las políticas públicas de salud. Se ha generalizado una mala imagen de la industria farmacéutica por maximizar beneficios a cualquier precio, incluso si está en juego la salud de las personas.

Pero así como los medios han desvelado la forma en que muchos médicos tratan a sus pacientes con productos de laboratorios farmacéuticos que les ofrecen honorarios millonarios, también recae en ellos la responsabilidad de investigar los “productos milagro” y las “terapias alternativas”, convertidas en un negocio millonario. Ahí está el caso de los productos Herbalife, que generaron un negocio millonario basado en una estructura piramidal y que tendrá que pagar multas millonarias por estafa a sus propios vendedores.

Ahora están de moda los aceites de romero, de lavanda y de todo tipo de plantas con supuestas propiedades medicinales. Nadie niega que las puedan tener. Pero lo que exigen profesionales como los que han publicado el manifiesto es que se tenga que comprobar de forma científica la eficacia de los productos para que se puedan comercializar y prescribir como medicamentos. Que el peso del engaño caiga en personas que tengan los elementos necesarios para tomar una decisión informada.

El grupo de farmacéuticos se dirige sobre todo a las autoridades para que tomen medidas como dejar de registrar como medicamentos productos compuestos por agua y azúcar en su mayoría, y de otros ingredientes que sólo actúan como placebos. Pero se dirige también a las universidades para impedir que empiecen a dar a la homeopatía rango de asignatura académica como lo han hecho algunas.

Este movimiento comenzó con Jesús Fernández, dueño de una farmacia en la conocida Gran Vía de Madrid. Cuando un cliente pide un producto homeopático, se le dice que ahí no lo venden y le entregan un documento que desaconseja “el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento, prevención y diagnóstico de enfermedades”.

El sector farmacéutico y la medicina moderna tienen un gran terreno que recuperar, mientras las personas, con la labor de los medios y con gobiernos responsables, mantienen en vigilancia a productos que aún tienen que demostrar su eficacia.

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