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“Es el porvenir quien debe impera sobre el pretérito, y de él recibimos la orden para nuestra conducta frente a lo que fue” J. Ortega y Gasset

Acabaremos suspirando por las terceras elecciones

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En efecto, señores, hemos llegado a un momento en el que, contrariamente a lo que estuvimos esperando durante el tiempo que ha seguido a las pasadas elecciones del 26J (que mantuvimos la esperanza de que, los resultados de la votación, hubieran abierto la puerta a un gobierno presido por los claros vencedores, apoyados por los votos de Ciudadanos) empezamos, visto lo visto y en función de cómo se nos anuncian los próximos acontecimientos protagonizados, eso no quieren, por este inefable personaje, P. Sánchez, que hoy dirige el PSOE; este insensato y obcecado émulo de Mr. Hyde, empeñado en su lucha particular y a cara de perro contra el evidente vencedor de los comicios, el señor Rajoy, para cuyo fin parece dispuesto a recurrir a lo más estrambótico, irracional, absurdo y, sin duda, más perjudicial para la nación española y su futuro como Estado libre y democrático.

Contradiciendo, una vez más, sus declaraciones, emitidas después de su rotundo fracaso en las pasadas elecciones, cuando afirmó que no se postularía para presidir el ejecutivo; ahora parece despertar de este periodo voluntario de desaparición del primer plano de la actualidad, para iniciar lo que claramente se perfila como una nueva estrategia, mediante la cual pretende matar de un tiro a dos pájaros: en primer lugar, intentar buscar apoyos, no sólo en Podemos, algo que tiene garantizado por la explícita disposición del señor Pablo Iglesias a apoyarle para lo que ellos denominan “ un gobierno de progreso” y, como los votos o escaños no son suficientes para alcanzar la mayoría, parece que ha estado maquinando, en secreto, con los nacionalistas (otros que no saben cómo deshacerse del presidente del PP, un adversario que saben que nunca va a ceder a ninguna componenda que les facilite su camino hacia la separación de España), lo que le permitiría proponer al Rey la formación de un gobierno múltiple que le garantizase la mayoría absoluta que precisa para poder gobernar; en segundo lugar parece que tiene preparada una intervención en el Comité Federal del día 1 de octubre, en la que pretende hacer frente al alud de críticas que están surgiendo, entre los miembros de la directiva de su propio partido, poniéndoles ante la disyuntiva siguiente: o un gobierno de coalición con las izquierdas y nacionalistas o entenderá que prefieren “colaborar” con Rajoy.

Lo cierto es que él ha dado primero y esto siempre supone una ventaja para quien se enfrenta a un adversario que puede resultarle peligroso. Es evidente que, en cierta manera, ha conseguido desconcertar a quienes lo cuestionan como líder del PSOE, considerándolo como una desgracia para un partido que, durante su mandato, no ha hecho otra cosa que cosechar derrotas y perder escaños, con el peligro de que, si pacta con los bolivarianos de Podemos, ahora convertidos en mansos corderos que se ofrecen “ sin pedir nada a cambio” para desbancar a Rajoy; no va a pasar mucho tiempo antes de que empiecen a comerse lo que quedará del PSOE y de su historia, para acabar fagocitándolo, como ya sucedió durante la Guerra Civil del año 1936. Lo cierto es que, el señor Sánchez, ha aprendido algo de Podemos y ha sido el acudir a las bases del partido para solicitarles, mediante una consulta ( no se sabe si con carácter vinculante o meramente consultiva) pidiéndoles el refrendo de su política anti PP aunque, para ello, deba acudir a alianzas “contra natura”, que nunca han dado buenos resultados, debido a que, desde 1921 ( año de la muerte del gran Caruso y del desastre de Annual), cuando los socialistas se negaron a formar parte de la III Internacional, los socialistas y comunistas siempre han andado a la gresca; un procedimiento que, no obstante, ya usó y le dio un buen resultado para conseguir el no unánime a pactar con el señor Rajoy del PP, en las anteriores elecciones del 20D.

Lo cierto es que, aquello que se veía como algo prácticamente irrealizable, como una posibilidad remota que era descartado por todos los partidos, incluso los de Podemos se planteaban resistir desde la oposición, sin ninguna esperanza de que pudieran llegar a ser una baza importante para el señor Sánchez; de repente ya no nos parece tan imposible, ya empezamos a verlo como algo que puede tener lugar y que corremos el riesgo de que acabe por producirse. Entonces empiezan las cábalas, los cálculos,, las previsiones y empezamos a sentir el pánico a lo que pueda significar cara España y para los ciudadanos españoles, la posibilidad de que llegara a establecerse un gobierno, como se lo ha venido denominando, de tipo Frankestein, en el que se vayan distribuyendo las competencias entre los partidos que lleguen a formar parte de él, de modo que, cada uno de los partidos que lo integren, reclamen su parcela de poder donde, evidentemente, pretenderán poner en marcha sus propias ideas y practicar las modalidades de gobierno propias de su particular concepción del sistema político que tengan.

Nadie, en su sano juicio, pudiera pensar que un gobierno de estas características, formado por unos partidos, en algunos casos asamblearios, con distintas concepciones de lo que debe ser el gobierno de una nación, con opiniones encontradas sobre lo que son las libertades ciudadanas y la función que se le debe otorgar a la propiedad privada (reconocida expresamente en nuestra Carta Magna) amén de lo que debe entenderse como el tipo de economía que debe regir, la mayor o menor intervención del Estado en ella, el control de la Administración sobre determinados sectores que pueden considerarse como estratégicos y el intervencionismo que la Administración tuviera en el ámbito del sector privado, como es el caso de la fijación de precios máximos etc., todo ello en pleno SigloXXI, dentro de un sistema generalizado de economía de mercado y regido por las leyes de la oferta y la demanda. Si se hablaba de la posibilidad de que se estableciera un gobierno en minoría, un gobierno del PP que se vería obligado a obtener el beneplácito del resto de partidos para poder gobernar, y se le atribuía un plazo corto, de dos o menos años, a partir de cuyo momento se debería acudir a unas nuevas elecciones en busca de un tipo más sólido, con más apoyos que pudiera gobernar con plena autoridad sin estar sometido a la presión de un Parlamento en el que no contase con el respaldo adecuado ¿qué se va esperar de un gobierno de las características expuestas?

No se debe olvidar y parece que, en algún caso, se pretende hacerlo o que no se airee demasiado, que el PP sigue ostentando la mayoría absoluta en el Senado y que, por esta cámara alta deben pasar, para su ratificación, todas las leyes. Desde luego se puede descartar, de antemano, cualquier esperanza de rectificar alguna parte de la Constitución española, sin que haya recibido el consenso del PP, si no en el Parlamento, por lo menos en el Senado; lo que, evidentemente, va a causar graves quebraderos de cabeza a un gobierno que pretenda, por ejemplo, favorecer a los nacionalistas catalanes y vascos, si es que lo que intenta es apoyar un sistema que les conceda, a estas autonomías, unas funciones que, hasta ahora, están atribuidas en exclusiva al Estado.

Por otra parte, queda en el aire como van a concluir todos estos juicios, reservados al TS, en los que están encausados varios de los políticos catalanes que tuvieron una participación directa en el referendo ilegal del 20N. El aperitivo, con aquella horterada absurda del acompañamiento al señor Homs al tribunal ante el cual debía deponer, de la plana mayor de este partido (nacido con mal pie) que pretende sustituir a la antigua CDC y que todavía no tiene registradas sus siglas; con un señor Mas, encantado de conocerse, acompañado por aquellos otros que, seguramente, están esperando que les llegue el turno de comparecer, a su vez, ante la Justicia, para responder de sus implicaciones en el intento de separar a Cataluña de España en el que todos están comprometidos.

En definitiva, que todos aquellos, una gran mayoría de los ciudadanos españoles, que habían confiado que no se llegaría a tener que recurrir a otros comicios, que consideraban tal eventualidad como una muestra más de la desorientación de la clase política española y que pensaban que, tal posibilidad, era muy remota dado que, lo más probable era que los partidos acabaran entendiéndose para que gobernase el más votado; en estos momentos, en los que parece que ha surgido la amenaza de que, lo peor de las izquierdas españolas, los más extremos, los que cobijan a los antisistema, los progresistas, los anarquistas y los separatistas, están preparando una alianza para formar un gobierno de extrema izquierda que, con toda probabilidad, si llegara a materializarse tal solución, significaría para todo el país el regreso a épocas que nos recuerdan demasiado el trance por el que están pasando los venezolanos, bajo la dictadura soviética de este individuo, Maduro, que viene financiando a sus enviados de Podemos para que hagan, precisamente, lo que están haciendo: intentar acabar con nuestra democracia.

Acabaremos suspirando por las terceras elecciones

“Es el porvenir quien debe impera sobre el pretérito, y de él recibimos la orden para nuestra conducta frente a lo que fue” J. Ortega y Gasset
Miguel Massanet
sábado, 24 de septiembre de 2016, 10:52 h (CET)
En efecto, señores, hemos llegado a un momento en el que, contrariamente a lo que estuvimos esperando durante el tiempo que ha seguido a las pasadas elecciones del 26J (que mantuvimos la esperanza de que, los resultados de la votación, hubieran abierto la puerta a un gobierno presido por los claros vencedores, apoyados por los votos de Ciudadanos) empezamos, visto lo visto y en función de cómo se nos anuncian los próximos acontecimientos protagonizados, eso no quieren, por este inefable personaje, P. Sánchez, que hoy dirige el PSOE; este insensato y obcecado émulo de Mr. Hyde, empeñado en su lucha particular y a cara de perro contra el evidente vencedor de los comicios, el señor Rajoy, para cuyo fin parece dispuesto a recurrir a lo más estrambótico, irracional, absurdo y, sin duda, más perjudicial para la nación española y su futuro como Estado libre y democrático.

Contradiciendo, una vez más, sus declaraciones, emitidas después de su rotundo fracaso en las pasadas elecciones, cuando afirmó que no se postularía para presidir el ejecutivo; ahora parece despertar de este periodo voluntario de desaparición del primer plano de la actualidad, para iniciar lo que claramente se perfila como una nueva estrategia, mediante la cual pretende matar de un tiro a dos pájaros: en primer lugar, intentar buscar apoyos, no sólo en Podemos, algo que tiene garantizado por la explícita disposición del señor Pablo Iglesias a apoyarle para lo que ellos denominan “ un gobierno de progreso” y, como los votos o escaños no son suficientes para alcanzar la mayoría, parece que ha estado maquinando, en secreto, con los nacionalistas (otros que no saben cómo deshacerse del presidente del PP, un adversario que saben que nunca va a ceder a ninguna componenda que les facilite su camino hacia la separación de España), lo que le permitiría proponer al Rey la formación de un gobierno múltiple que le garantizase la mayoría absoluta que precisa para poder gobernar; en segundo lugar parece que tiene preparada una intervención en el Comité Federal del día 1 de octubre, en la que pretende hacer frente al alud de críticas que están surgiendo, entre los miembros de la directiva de su propio partido, poniéndoles ante la disyuntiva siguiente: o un gobierno de coalición con las izquierdas y nacionalistas o entenderá que prefieren “colaborar” con Rajoy.

Lo cierto es que él ha dado primero y esto siempre supone una ventaja para quien se enfrenta a un adversario que puede resultarle peligroso. Es evidente que, en cierta manera, ha conseguido desconcertar a quienes lo cuestionan como líder del PSOE, considerándolo como una desgracia para un partido que, durante su mandato, no ha hecho otra cosa que cosechar derrotas y perder escaños, con el peligro de que, si pacta con los bolivarianos de Podemos, ahora convertidos en mansos corderos que se ofrecen “ sin pedir nada a cambio” para desbancar a Rajoy; no va a pasar mucho tiempo antes de que empiecen a comerse lo que quedará del PSOE y de su historia, para acabar fagocitándolo, como ya sucedió durante la Guerra Civil del año 1936. Lo cierto es que, el señor Sánchez, ha aprendido algo de Podemos y ha sido el acudir a las bases del partido para solicitarles, mediante una consulta ( no se sabe si con carácter vinculante o meramente consultiva) pidiéndoles el refrendo de su política anti PP aunque, para ello, deba acudir a alianzas “contra natura”, que nunca han dado buenos resultados, debido a que, desde 1921 ( año de la muerte del gran Caruso y del desastre de Annual), cuando los socialistas se negaron a formar parte de la III Internacional, los socialistas y comunistas siempre han andado a la gresca; un procedimiento que, no obstante, ya usó y le dio un buen resultado para conseguir el no unánime a pactar con el señor Rajoy del PP, en las anteriores elecciones del 20D.

Lo cierto es que, aquello que se veía como algo prácticamente irrealizable, como una posibilidad remota que era descartado por todos los partidos, incluso los de Podemos se planteaban resistir desde la oposición, sin ninguna esperanza de que pudieran llegar a ser una baza importante para el señor Sánchez; de repente ya no nos parece tan imposible, ya empezamos a verlo como algo que puede tener lugar y que corremos el riesgo de que acabe por producirse. Entonces empiezan las cábalas, los cálculos,, las previsiones y empezamos a sentir el pánico a lo que pueda significar cara España y para los ciudadanos españoles, la posibilidad de que llegara a establecerse un gobierno, como se lo ha venido denominando, de tipo Frankestein, en el que se vayan distribuyendo las competencias entre los partidos que lleguen a formar parte de él, de modo que, cada uno de los partidos que lo integren, reclamen su parcela de poder donde, evidentemente, pretenderán poner en marcha sus propias ideas y practicar las modalidades de gobierno propias de su particular concepción del sistema político que tengan.

Nadie, en su sano juicio, pudiera pensar que un gobierno de estas características, formado por unos partidos, en algunos casos asamblearios, con distintas concepciones de lo que debe ser el gobierno de una nación, con opiniones encontradas sobre lo que son las libertades ciudadanas y la función que se le debe otorgar a la propiedad privada (reconocida expresamente en nuestra Carta Magna) amén de lo que debe entenderse como el tipo de economía que debe regir, la mayor o menor intervención del Estado en ella, el control de la Administración sobre determinados sectores que pueden considerarse como estratégicos y el intervencionismo que la Administración tuviera en el ámbito del sector privado, como es el caso de la fijación de precios máximos etc., todo ello en pleno SigloXXI, dentro de un sistema generalizado de economía de mercado y regido por las leyes de la oferta y la demanda. Si se hablaba de la posibilidad de que se estableciera un gobierno en minoría, un gobierno del PP que se vería obligado a obtener el beneplácito del resto de partidos para poder gobernar, y se le atribuía un plazo corto, de dos o menos años, a partir de cuyo momento se debería acudir a unas nuevas elecciones en busca de un tipo más sólido, con más apoyos que pudiera gobernar con plena autoridad sin estar sometido a la presión de un Parlamento en el que no contase con el respaldo adecuado ¿qué se va esperar de un gobierno de las características expuestas?

No se debe olvidar y parece que, en algún caso, se pretende hacerlo o que no se airee demasiado, que el PP sigue ostentando la mayoría absoluta en el Senado y que, por esta cámara alta deben pasar, para su ratificación, todas las leyes. Desde luego se puede descartar, de antemano, cualquier esperanza de rectificar alguna parte de la Constitución española, sin que haya recibido el consenso del PP, si no en el Parlamento, por lo menos en el Senado; lo que, evidentemente, va a causar graves quebraderos de cabeza a un gobierno que pretenda, por ejemplo, favorecer a los nacionalistas catalanes y vascos, si es que lo que intenta es apoyar un sistema que les conceda, a estas autonomías, unas funciones que, hasta ahora, están atribuidas en exclusiva al Estado.

Por otra parte, queda en el aire como van a concluir todos estos juicios, reservados al TS, en los que están encausados varios de los políticos catalanes que tuvieron una participación directa en el referendo ilegal del 20N. El aperitivo, con aquella horterada absurda del acompañamiento al señor Homs al tribunal ante el cual debía deponer, de la plana mayor de este partido (nacido con mal pie) que pretende sustituir a la antigua CDC y que todavía no tiene registradas sus siglas; con un señor Mas, encantado de conocerse, acompañado por aquellos otros que, seguramente, están esperando que les llegue el turno de comparecer, a su vez, ante la Justicia, para responder de sus implicaciones en el intento de separar a Cataluña de España en el que todos están comprometidos.

En definitiva, que todos aquellos, una gran mayoría de los ciudadanos españoles, que habían confiado que no se llegaría a tener que recurrir a otros comicios, que consideraban tal eventualidad como una muestra más de la desorientación de la clase política española y que pensaban que, tal posibilidad, era muy remota dado que, lo más probable era que los partidos acabaran entendiéndose para que gobernase el más votado; en estos momentos, en los que parece que ha surgido la amenaza de que, lo peor de las izquierdas españolas, los más extremos, los que cobijan a los antisistema, los progresistas, los anarquistas y los separatistas, están preparando una alianza para formar un gobierno de extrema izquierda que, con toda probabilidad, si llegara a materializarse tal solución, significaría para todo el país el regreso a épocas que nos recuerdan demasiado el trance por el que están pasando los venezolanos, bajo la dictadura soviética de este individuo, Maduro, que viene financiando a sus enviados de Podemos para que hagan, precisamente, lo que están haciendo: intentar acabar con nuestra democracia.

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