Vivente es el nombre de la maravillosa aldea en la que nací. Está en el
concejo de Tineo en Asturias. Posee unas vistas espléndidas y es una
especie de bucólico paraíso campestre en el que el tiempo parece haberse
detenido. Si la felicidad más completa puede hallarse es uno de los sitios en
los que puede encontrarse.
Sus tierras invitan a la ensoñación, al recuerdo y también a poner en
marcha la imaginación y la creatividad. Desde la serenidad que se siente en
esta localidad se pueden emprender cosas nuevas. La búsqueda de la
excelencia y del engrandecimiento personal y artístico también es
impulsado por la extraordinaria energía y fuerza de este fantástico lugar.
La hospitalidad de sus vecinos es inmensa y la belleza de su paisaje
también. El espíritu o la inteligencia se deleita en su contemplación y en los
sonidos de numerosos y con imágenes llenas de belleza y verdad al que
camina por sus sendas y disfruta de su río y fuentes y de su molino.
A unos 520 metros de altitud su clima es riguroso, pero muy saludable. Y
la comida satisface los paladares más exigentes con productos derivados
del cerdo y del ganado vacuno y con otros manjares que asombran por su
textura, sabor y calidad. No en vano Tineo tiene fama por la excelencia de
su gastronomía y por la generosidad de su gente.
Las casas de Vivente, sobre todo las más antiguas, conservan la esencia del
pasado rural en todo su esplendor y evocan recuerdos imborrables que
están en la memoria de cada persona y también en la colectiva de alguna
forma.
La belleza de esta localidad es también la de Tineo, pero en esta aldea se
siente una paz de una intensidad, que parece sobrenatural y sobrecogedora
por muchas razones que tienen que ver también con la rudeza de la
naturaleza en su estado salvaje, sin artificios ni componendas.
Se pueden escribir innumerables poemas que den cuenta de la emoción y el
amor que causa disfrutar de su paisaje y también se podrían pintar infinidad
de cuadros que revelen la belleza de sus atardeceres y de sus amaneceres,
que tiñen el cielo de tonos rojizos y anaranjados casi indescriptibles.
Estas sentidas alabanzas de Vivente son merecidas, porque salen del fondo
del corazón y responden a la verdad. Conservar o mantener la naturaleza de
Vivente para las próximas generaciones es un reto que debe ser afrontado
con ganas e ilusión. El patrimonio rural de aldeas como Vivente es un
activo de primer orden y sirve, entre otras cosas, para descansar y también
para llenarse de buenas sensaciones en cualquier época del año. Además las
fiestas de San Juan en Vivente en junio son magníficas.