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Las noticias de múltiples conflictos a nivel mundial estos, algunos de los cuales difícilmente nos llegan, porque estamos sometidos a lo que algunos llaman geopolítica de la identidad. Es mucho más probable que un conflicto despierte la preocupación y la indignación internacionales si un gran número de personas se identifica con los que luchan o sufren. Los europeos miramos a los ucranianos e imaginamos nuestras propias ciudades bajo los bombardeos. Muchos musulmanes y judíos se identifican con los bandos enfrentados en Gaza. Pero otros infiernos se olvidan porque no sirven para levantar ninguna bandera.
Realmente, la función de la filosofía se desarrolla, como un saber crítico de segundo grado, que analiza los contenidos de las diversas ciencias. Es un saber que se interesa por toda la realidad y el presente. Ya en vida de su creador Gustavo Bueno, su materialismo demostró una potencia explicativa extraordinaria, superior a la de otras corrientes o sistemas filosóficos.
Hay cosas cómicas que hay que tomar muy en serio. Son gansadas que retratan nuestro mundo. Representan el ombliguismo que nos rodea. El término es magistral: define aquello que cree está en el centro del cuerpo (del universo), sin reparar que su función se volvió inútil hace ya tiempo.
Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.
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