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Tras los resultados de las elecciones gallegas, parece justo decir que la campaña gallega ha servido para demostrar tres cosas. La primera, que España está gobernada por un partido -otrora de Estado- que alienta a los enemigos de la nación y apoya a aquellos que quieren destruirla. La segunda, que los votantes socialistas de nuestro país, aún habiendo perdido las elecciones gallegas, habrían celebrado los resultados si hubieran ganado los enemigos de la patria. Hago un inciso: ¿Hay algo más triste que ver a alguien celebrar derrotas ajenas por falta de victorias propias? Ese es el PSOE de Sánchez. Odio y sectarismo en estado puro.
La tercera es que, afortunadamente, los ciudadanos gallegos no han caído en la trampa tejida por independentistas y socialistas. Y han hablado con claridad en las urnas. Gana la moderación. Se hunde el Sanchismo. Y precisamente gracias a ese Sanchismo se alimenta el independentismo.
Y sí, puede que solamente fueran unas elecciones autonómicas. Que lo eran. Pero, en esta ocasión, Galicia ha hablado por España. Y bien que muchos se lo agradecemos.
En titulares -de lo particular a lo universal- por si les da pereza leerlo entero. Un fondo buitre expulsa a los vecinos de toda la vida de un barrio de Madrid, mediante proceso de apropiación. El 45% de los hogares en alquiler están empobrecidos. La juventud no puede tener vivienda, aunque trabaje. Si alquilas, no puedes comprar. Los jóvenes -ahora- no pueden ahorrar. La solución -con voluntad política- es crear un parque público de viviendas en alquiler.
Trece años hace del 15M, cuando espontáneamente grupos de personas acamparon en plazas en la mayoría de las ciudades de España. Fue un movimiento pacífico reclamando mejoras en todos los aspectos sociales para la población. Mejoras que, trece años después, el PSOE se está arrogando como propias.
Nuestro paso por aquí abajo, se sustenta en allanar los caminos vivientes y en facilitar pulsaciones existenciales. Todo hay que hacerlo con amor, reconociendo, respetando y apreciando a los demás. Por desgracia, aún no hemos aprendido a convivir en paz, porque nos falta cultivar los remos interiores, con la capacidad de escucha, mediante un soplo de entendimiento y de cooperación mutua.
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