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De chica me gustaba visitar el zoológico y veía muchos documentales sobre estos animales

​Los osos y Berlín

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De chica me gustaba visitar el zoológico y veía muchos documentales sobre los osos polares. Los osos panda y los cuidados que se toman en China para evitar su extinción son dignos hoy mismo de mención, y el haber sostenido entre mis brazos a un koala de cachorro –aunque son una variedad de los marsupiales, yo los vivo como cálidos osos…- éstos redujeron el cansancio provocado por las largas horas de vuelo para llegar desde Argentina a Australia. Mi esposo solía regalarnos a mi hija y a mí osos de peluche; mochilas en forma de oso para que ella llevara sus petates a la escuela, y yo tengo el tradicional oso de Berlín en casa,  en sus distintas versiones, y otro, comprado en Cuenca – un oso blanco de montaña – durante una travesía que hicimos desde Zaragoza con nuestro amigo, el crítico y periodista Juan Domínguez Lasierra. Luce, asimismo, en mi biblioteca un osito de porcelana, vestido de solemne escritor, que perteneció a la poeta aragonesa Ana María Navales y ella adquirió en Irlanda. ¡Osos por doquier! Presumo, relacionados en mi caso con Berlín, la ciudad capital de Alemania, simbolizada desde antaño por estos animalitos, siempre con sus brazos en alto u otros, coronados. Se dice que, a principios del Siglo XIII, había dos ciudades a cada lado del río Spree: Brl, lugar “húmedo”, vocablo eslavo referido a humedad y lagos  y “lin”, sintagma germano vinculado después a “Land”… También se dice que Alberto I von Ballenstädt era un noble alemán valiente, bautizado por el pueblo berlinés como “Alberto, el oso” habida cuenta de su temeridad,  grandeza y confianza. “Bär, Teddybär” (en alemán, los sustantivos se escriben en mayúsculas), son palabras que resuenan en mi oído desde la  infancia. Hija y nieta de germanos, aprendí a querer su lengua, y Berlín y Düsseldorf y barrios como Steglitz, Urdenbach, Meerbusch y Benrath; todos sus poetas, filósofos y narradores están impresos en mi memoria. El oso representa autoridad y coraje; esfuerzo, insistencia. Curiosamente, ahora que lo pienso, no he introducido a estos animalitos hasta ahora en ninguno de mis relatos y novelas. Quizá, porque hoy, el oso (tanto el de Berlín como los que visitaba durante mi infancia en Buenos Aires o los que como objetos se encuentran en casa) constituye un símbolo a tener en cuenta en  Argentina, mi patria natal, a fin de sobrevivir en el caos y la incertidumbre. “Stark wie ein Bär!, “fuerte como un oso”…    

​Los osos y Berlín

De chica me gustaba visitar el zoológico y veía muchos documentales sobre estos animales
Paula Winkler
sábado, 2 de marzo de 2024, 10:01 h (CET)

De chica me gustaba visitar el zoológico y veía muchos documentales sobre los osos polares. Los osos panda y los cuidados que se toman en China para evitar su extinción son dignos hoy mismo de mención, y el haber sostenido entre mis brazos a un koala de cachorro –aunque son una variedad de los marsupiales, yo los vivo como cálidos osos…- éstos redujeron el cansancio provocado por las largas horas de vuelo para llegar desde Argentina a Australia. Mi esposo solía regalarnos a mi hija y a mí osos de peluche; mochilas en forma de oso para que ella llevara sus petates a la escuela, y yo tengo el tradicional oso de Berlín en casa,  en sus distintas versiones, y otro, comprado en Cuenca – un oso blanco de montaña – durante una travesía que hicimos desde Zaragoza con nuestro amigo, el crítico y periodista Juan Domínguez Lasierra. Luce, asimismo, en mi biblioteca un osito de porcelana, vestido de solemne escritor, que perteneció a la poeta aragonesa Ana María Navales y ella adquirió en Irlanda. ¡Osos por doquier! Presumo, relacionados en mi caso con Berlín, la ciudad capital de Alemania, simbolizada desde antaño por estos animalitos, siempre con sus brazos en alto u otros, coronados. Se dice que, a principios del Siglo XIII, había dos ciudades a cada lado del río Spree: Brl, lugar “húmedo”, vocablo eslavo referido a humedad y lagos  y “lin”, sintagma germano vinculado después a “Land”… También se dice que Alberto I von Ballenstädt era un noble alemán valiente, bautizado por el pueblo berlinés como “Alberto, el oso” habida cuenta de su temeridad,  grandeza y confianza. “Bär, Teddybär” (en alemán, los sustantivos se escriben en mayúsculas), son palabras que resuenan en mi oído desde la  infancia. Hija y nieta de germanos, aprendí a querer su lengua, y Berlín y Düsseldorf y barrios como Steglitz, Urdenbach, Meerbusch y Benrath; todos sus poetas, filósofos y narradores están impresos en mi memoria. El oso representa autoridad y coraje; esfuerzo, insistencia. Curiosamente, ahora que lo pienso, no he introducido a estos animalitos hasta ahora en ninguno de mis relatos y novelas. Quizá, porque hoy, el oso (tanto el de Berlín como los que visitaba durante mi infancia en Buenos Aires o los que como objetos se encuentran en casa) constituye un símbolo a tener en cuenta en  Argentina, mi patria natal, a fin de sobrevivir en el caos y la incertidumbre. “Stark wie ein Bär!, “fuerte como un oso”…    

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