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“El navío de la democracia, después de haber capeado tantos temporales, puede irse al fondo en un motín de los que van a bordo” S.Grover Cleveland

¿La democracia ha sido un mero espejismo para España?

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Muchos fijaron todas sus esperanzas en la llegada de la democracia a España. Pensaron que, al haber conseguido una transición ejemplar desde la dictadura del general Franco al régimen democrático y de habernos procurado una Constitución, fruto de una entente entre los que todavía seguían ostentando el poder del régimen anterior y aquellas fuerzas políticas, que habían permanecido en la clandestinidad o exiliadas durante los años de la llamada “dictadura”; nuestra nación había sabido encontrar la solución definitiva a sus problemas endémicos, a la vez que los ciudadanos españoles empezaban a aprender a digerir, con sensatez y sentido común, sus recién estrenadas libertades. Incluso los llamados “padres de la patria”, los redactores de la Constitución de 1978, llegaron a pensar que habían conseguido superar el problema de los nacionalismos endémicos del País Vasco y Cataluña, estableciendo un régimen de autonomías en lugar de mantener la centralización derivada del régimen anterior y la distribución del país en regiones y provincias. Erraron, de buena voluntad, pero erraron.

El tiempo se ha encargado de desmentir a aquellos que pensaron que, los ciudadanos españoles, se iban a conformar con mantener la paz en el país, con ir avanzando paulatinamente en las mejoras sociales, con una recuperación económica como en muchos años no se había producido o que los salarios fueran subiendo, en muchos casos exponencialmente, seguramente demasiado alegremente, y que, el nivel de vida en España llegara a alcanzar las cotas que, a pesar de algunos tropezones o frenazos causados por algunas crisis nacionales; se fueron manteniendo hasta la llegada del año 2007. Pronto quedó demostrado que las concesiones a las autonomías de Cataluña y País Vasco, no habían conseguido calmar los deseos de los nacionalistas que, cuanto más conseguían más iban reclamando. Y así siguen en la actualidad.

ETA se encargó de poner en evidencia que no iba a ser fácil sostener la unidad de España sin pagar un tributo de sangre, como fueron las más de 800 víctimas que se cobraron los asesinatos terroristas. La llegada de la crisis internacional provocada por las sub-prime estadounidenses y su coincidencia con el derrumbe de la burbuja inmobiliaria en nuestra nación, fue algo inesperado que cogió a contrapié al gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero, embarcado en operaciones de propaganda social en las que, cuando se dio cuenta, se había gastado las reservas del Tesoro. Lo uno y lo otro situaron al país al pie de los caballos, de manera que, ante la impasibilidad y ceguera de aquel gobierno, empezó la caída en vertical de nuestra economía, los cierres de empresas, el aumento imparable del desempleo, las quiebras, las caídas de las bolsas y el encarecimiento de la deuda pública y el aumento imparable de la prima de riesgo que, en conjunto, nos llevó a una situación insostenible a finales del año 2011, cuando los socialistas tiraron la toalla y convocaron comicios para el 20N.

El PP se hizo cargo de una España endeudada, no sólo en cuanto a los déficit del Gobierno Central, sino en cuanto a la situación económica de las autonomías (la mayoría de ellas en manos del PSOE, menos la catalana y la vasca, gobernadas por los separatistas) insostenible, como quedó demostrado cuando los del PP ocuparon los puestos de los anteriores ocupantes socialistas, que abandonaron sus puestos dejando los cajones de las administraciones periféricas, llenos de facturas impagadas. La llegada de la democracia no fue capaz de cortar de raíz las posibles irregularidades de los administradores públicos de la pasada dictadura, sino que, a través de los años, han ido aumentando y multiplicándose cuando, a los funcionarios del Estado, se fueron añadiendo los de los gobiernos autonómicos, con sus correspondientes administraciones que, en conjunto, han resultado ser un verdadero criadero de chorizos de la más variada especie, dedicados a meter mano en el dinero público sin que, en esta fructífera empresa, pudiéramos discernir entre derechas o izquierdas, porque todos han sabido ingeniárselas para enriquecerse a costa del Erario público.

Hoy, ante la situación en que nos encontramos en España, nos cuesta ver una verdadera democracia en nuestras instituciones. Los que peinamos canas y tuvimos ocasión de vivir, de pequeños, la guerra civil española, después los años de las hambrunas y estrecheces de la post guerra y los años donde la dictadura empezó a construir un futuro, cuando los estados extranjeros dejaron de excluirnos y nuestra industria y comercio fue resurgiendo de la época de miseria en la que estaba hundida, para abrirnos a las exportaciones e importaciones que proyectaron nuestro comercio al exterior; estamos viendo como, durante estos últimos años, cuando la crisis y la depresión nos han ido azotando, la democracia se ha ido resquebrajando. Los partidos políticos de la oposición han empezado a adoptar posiciones antidemocráticas, en las que se han confundido las legítimas discrepancias con el partido gobernante con una caza despiadada, un aislamiento férreo; unos acuerdos para intentar hacerle caer y el uso de los más viles medios para desacreditarlo, aunque para ello hayan tenido que mentir, engañar, falsear datos, atribuirse méritos inexistente etc.

Las últimas elecciones han dado al traste con lo poco que supervivía de esa ficticia democracia que nos venimos atribuyendo cuando, las izquierdas, perdedoras de los últimos comicios, se han querido presentar como vencedoras, impidiendo al partido ganador, el PP, que pudiera formar gobierno. En el segundo intento, del 26 de Junio, donde de una manera más clara el vencedor ha sido el PP, aumentando su diferencia respecto al segundo de los partidos, el PSOE, en 52 escaños. Así y todo, ningún partido (Ciudadanos ha cedido a abstener en unas segundas votaciones parlamentarias) piensa votar para que el PP gobierne y, según manifiestan, tampoco van a abstenerse en segundas votaciones. ¿Cuál puede ser el resultado de tamaña falta de sentido común y semejante empecinamiento en oponerse a lo que resultaría evidente en cualquier democracia europea, que se encontrase en parecida situación? Sin duda, lo lógico sería permitir al PP gobernar en minoría. Pero, en España, no se puede pedir a las izquierdas que tengan una brizna de sentido de la responsabilidad, que sean capaces de ofrecerse para apoyar un gobierno de coalición que infundiera confianza en Europa y en quienes quieran invertir y comprar deuda española. Aquí se va a la yugular del adversario.

Lo posible es que acabemos una vez más, haciendo el ridículo, volviendo a celebrar, en noviembre, unas nuevas elecciones y que, si la gente no decide mandar a los políticos a hacer puñetas, volvamos a encontrarnos, de nuevo, en una situación como la actual, en la que, el formar gobierno es una aventura poco menos que imposible. Y aquí es donde es posible que volvamos a situaciones como aquella a la que se tuvieron que enfrentar los españoles el año 1936, en tiempos de la II República, en la que el separatismo, como ahora, estaba forzando la marcha y los odios sembrados por los políticos, de ambos bandos, llevaron al país a una situación en la que, antes o después, estaba cantado que estallaría la guerra. Entonces fue el día 18 de Julio de 1936. Nadie puede poner la mano al fuego respecto a que, en España, no se estén larvando las circunstancias que puedan crear una situación en la que, la falta de democracia de los partidos de extrema izquierda, sus modos poco democráticos; su procedencia evidentemente revolucionaria; sus advertencias totalitarias y sus doctrinas leninistas y dictatoriales; lleguen a un punto, en el que tensen tanto la cuerda o lleguen a formar causa común con estos que ya nos amenazan en Cataluña con promulgar leyes específicamente rupturistas y, en consecuencia, ilegales y anticonstitucionales. Sería conveniente que estos que se creen que pueden asustarnos, estos gallos sin cresta que llenan los twiters de amenazas, insultos, bravatas y descalificaciones; no olvidasen que, estas prácticas, suelen acabar con algún muerto o herido, reyertas o enfrentamientos que empiezan siendo meros incidentes pero que, cuando se enciende la mecha, nadie sabe cómo pueden acabar. En Julio de 1936, también se produjeron situaciones tensas, se habló de más y se cometieron crímenes, lo demás ya es Historia.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos gustaría recordar que el silencio de la gente de orden, su paciencia, su moderación y su mansedumbre no debe interpretarse como una aprobación tácita del actual estado de la política en nuestra nación. Conviene recordar lo que sucedió cuando las familias se rompieron; los hermanos lucharon entre si; los españoles se odiaron los unos a los otros; las armas salieron a relucir y una guerra civil tuvo a la nación, durante tres largos años, al borde de su autodestrucción. El resultado: un país devastado, miles de hectáreas arrasadas, las fábricas destruidas y varias generaciones de españoles víctimas involuntarias de la contienda, con su futuro incierto, sus estudios interrumpidos y sus familias destrozadas. Vale la pena reflexionar sobre ello, para evitar volver a incurrir en los mismos errores de entonces. No juguemos con nuestra democracia, porque es lo único que nos queda.

¿La democracia ha sido un mero espejismo para España?

“El navío de la democracia, después de haber capeado tantos temporales, puede irse al fondo en un motín de los que van a bordo” S.Grover Cleveland
Miguel Massanet
lunes, 18 de julio de 2016, 09:29 h (CET)
Muchos fijaron todas sus esperanzas en la llegada de la democracia a España. Pensaron que, al haber conseguido una transición ejemplar desde la dictadura del general Franco al régimen democrático y de habernos procurado una Constitución, fruto de una entente entre los que todavía seguían ostentando el poder del régimen anterior y aquellas fuerzas políticas, que habían permanecido en la clandestinidad o exiliadas durante los años de la llamada “dictadura”; nuestra nación había sabido encontrar la solución definitiva a sus problemas endémicos, a la vez que los ciudadanos españoles empezaban a aprender a digerir, con sensatez y sentido común, sus recién estrenadas libertades. Incluso los llamados “padres de la patria”, los redactores de la Constitución de 1978, llegaron a pensar que habían conseguido superar el problema de los nacionalismos endémicos del País Vasco y Cataluña, estableciendo un régimen de autonomías en lugar de mantener la centralización derivada del régimen anterior y la distribución del país en regiones y provincias. Erraron, de buena voluntad, pero erraron.

El tiempo se ha encargado de desmentir a aquellos que pensaron que, los ciudadanos españoles, se iban a conformar con mantener la paz en el país, con ir avanzando paulatinamente en las mejoras sociales, con una recuperación económica como en muchos años no se había producido o que los salarios fueran subiendo, en muchos casos exponencialmente, seguramente demasiado alegremente, y que, el nivel de vida en España llegara a alcanzar las cotas que, a pesar de algunos tropezones o frenazos causados por algunas crisis nacionales; se fueron manteniendo hasta la llegada del año 2007. Pronto quedó demostrado que las concesiones a las autonomías de Cataluña y País Vasco, no habían conseguido calmar los deseos de los nacionalistas que, cuanto más conseguían más iban reclamando. Y así siguen en la actualidad.

ETA se encargó de poner en evidencia que no iba a ser fácil sostener la unidad de España sin pagar un tributo de sangre, como fueron las más de 800 víctimas que se cobraron los asesinatos terroristas. La llegada de la crisis internacional provocada por las sub-prime estadounidenses y su coincidencia con el derrumbe de la burbuja inmobiliaria en nuestra nación, fue algo inesperado que cogió a contrapié al gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero, embarcado en operaciones de propaganda social en las que, cuando se dio cuenta, se había gastado las reservas del Tesoro. Lo uno y lo otro situaron al país al pie de los caballos, de manera que, ante la impasibilidad y ceguera de aquel gobierno, empezó la caída en vertical de nuestra economía, los cierres de empresas, el aumento imparable del desempleo, las quiebras, las caídas de las bolsas y el encarecimiento de la deuda pública y el aumento imparable de la prima de riesgo que, en conjunto, nos llevó a una situación insostenible a finales del año 2011, cuando los socialistas tiraron la toalla y convocaron comicios para el 20N.

El PP se hizo cargo de una España endeudada, no sólo en cuanto a los déficit del Gobierno Central, sino en cuanto a la situación económica de las autonomías (la mayoría de ellas en manos del PSOE, menos la catalana y la vasca, gobernadas por los separatistas) insostenible, como quedó demostrado cuando los del PP ocuparon los puestos de los anteriores ocupantes socialistas, que abandonaron sus puestos dejando los cajones de las administraciones periféricas, llenos de facturas impagadas. La llegada de la democracia no fue capaz de cortar de raíz las posibles irregularidades de los administradores públicos de la pasada dictadura, sino que, a través de los años, han ido aumentando y multiplicándose cuando, a los funcionarios del Estado, se fueron añadiendo los de los gobiernos autonómicos, con sus correspondientes administraciones que, en conjunto, han resultado ser un verdadero criadero de chorizos de la más variada especie, dedicados a meter mano en el dinero público sin que, en esta fructífera empresa, pudiéramos discernir entre derechas o izquierdas, porque todos han sabido ingeniárselas para enriquecerse a costa del Erario público.

Hoy, ante la situación en que nos encontramos en España, nos cuesta ver una verdadera democracia en nuestras instituciones. Los que peinamos canas y tuvimos ocasión de vivir, de pequeños, la guerra civil española, después los años de las hambrunas y estrecheces de la post guerra y los años donde la dictadura empezó a construir un futuro, cuando los estados extranjeros dejaron de excluirnos y nuestra industria y comercio fue resurgiendo de la época de miseria en la que estaba hundida, para abrirnos a las exportaciones e importaciones que proyectaron nuestro comercio al exterior; estamos viendo como, durante estos últimos años, cuando la crisis y la depresión nos han ido azotando, la democracia se ha ido resquebrajando. Los partidos políticos de la oposición han empezado a adoptar posiciones antidemocráticas, en las que se han confundido las legítimas discrepancias con el partido gobernante con una caza despiadada, un aislamiento férreo; unos acuerdos para intentar hacerle caer y el uso de los más viles medios para desacreditarlo, aunque para ello hayan tenido que mentir, engañar, falsear datos, atribuirse méritos inexistente etc.

Las últimas elecciones han dado al traste con lo poco que supervivía de esa ficticia democracia que nos venimos atribuyendo cuando, las izquierdas, perdedoras de los últimos comicios, se han querido presentar como vencedoras, impidiendo al partido ganador, el PP, que pudiera formar gobierno. En el segundo intento, del 26 de Junio, donde de una manera más clara el vencedor ha sido el PP, aumentando su diferencia respecto al segundo de los partidos, el PSOE, en 52 escaños. Así y todo, ningún partido (Ciudadanos ha cedido a abstener en unas segundas votaciones parlamentarias) piensa votar para que el PP gobierne y, según manifiestan, tampoco van a abstenerse en segundas votaciones. ¿Cuál puede ser el resultado de tamaña falta de sentido común y semejante empecinamiento en oponerse a lo que resultaría evidente en cualquier democracia europea, que se encontrase en parecida situación? Sin duda, lo lógico sería permitir al PP gobernar en minoría. Pero, en España, no se puede pedir a las izquierdas que tengan una brizna de sentido de la responsabilidad, que sean capaces de ofrecerse para apoyar un gobierno de coalición que infundiera confianza en Europa y en quienes quieran invertir y comprar deuda española. Aquí se va a la yugular del adversario.

Lo posible es que acabemos una vez más, haciendo el ridículo, volviendo a celebrar, en noviembre, unas nuevas elecciones y que, si la gente no decide mandar a los políticos a hacer puñetas, volvamos a encontrarnos, de nuevo, en una situación como la actual, en la que, el formar gobierno es una aventura poco menos que imposible. Y aquí es donde es posible que volvamos a situaciones como aquella a la que se tuvieron que enfrentar los españoles el año 1936, en tiempos de la II República, en la que el separatismo, como ahora, estaba forzando la marcha y los odios sembrados por los políticos, de ambos bandos, llevaron al país a una situación en la que, antes o después, estaba cantado que estallaría la guerra. Entonces fue el día 18 de Julio de 1936. Nadie puede poner la mano al fuego respecto a que, en España, no se estén larvando las circunstancias que puedan crear una situación en la que, la falta de democracia de los partidos de extrema izquierda, sus modos poco democráticos; su procedencia evidentemente revolucionaria; sus advertencias totalitarias y sus doctrinas leninistas y dictatoriales; lleguen a un punto, en el que tensen tanto la cuerda o lleguen a formar causa común con estos que ya nos amenazan en Cataluña con promulgar leyes específicamente rupturistas y, en consecuencia, ilegales y anticonstitucionales. Sería conveniente que estos que se creen que pueden asustarnos, estos gallos sin cresta que llenan los twiters de amenazas, insultos, bravatas y descalificaciones; no olvidasen que, estas prácticas, suelen acabar con algún muerto o herido, reyertas o enfrentamientos que empiezan siendo meros incidentes pero que, cuando se enciende la mecha, nadie sabe cómo pueden acabar. En Julio de 1936, también se produjeron situaciones tensas, se habló de más y se cometieron crímenes, lo demás ya es Historia.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos gustaría recordar que el silencio de la gente de orden, su paciencia, su moderación y su mansedumbre no debe interpretarse como una aprobación tácita del actual estado de la política en nuestra nación. Conviene recordar lo que sucedió cuando las familias se rompieron; los hermanos lucharon entre si; los españoles se odiaron los unos a los otros; las armas salieron a relucir y una guerra civil tuvo a la nación, durante tres largos años, al borde de su autodestrucción. El resultado: un país devastado, miles de hectáreas arrasadas, las fábricas destruidas y varias generaciones de españoles víctimas involuntarias de la contienda, con su futuro incierto, sus estudios interrumpidos y sus familias destrozadas. Vale la pena reflexionar sobre ello, para evitar volver a incurrir en los mismos errores de entonces. No juguemos con nuestra democracia, porque es lo único que nos queda.

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