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Barcelona, el coto particular de moratorias y prohibiciones de Colau

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Es evidente que, a un niño, no se le puede encomendar la organización de una familia, ni a un drogadicto se le puede convertir en el vigilante de un depósito de estupefacientes. Por lo mismo, el permitir que la señora Colau, una antisistema por vocación, una agitadora en contra de la normativa vigente y una experta en obstaculizar la acción de la Justicia; sea quien tenga la potestad de decidir lo que está permitido hacer y prohibir lo que, para sus especial punto de vista, no debe de estarlo ha sido, señores, una de las mayores estupideces cometidas por la ciudadanía de una ciudad que siempre había presumido de su sensatez, su sentido común y su capacidad de organización para sacar el mayor provecho económico de sus innegables dotes para el comercio, para los servicios y para explotar todas las riquezas turísticas y sus recursos para el ocio, de esta hermosa ciudad que es Barcelona.

Lo cierto es que nadie pudo ser llamado a engaño, porque esta improvisada conductora de los destinos de la ciudad Condal, miembro (“miembra” diría la ex ministra socialista, señora Bibiana Aído) simpatizante de esta nueva “raza” importada de Venezuela que quieren arrastrarnos al neocomunismo asambleario predicado por los politicastros de Podemos, siempre se mostró tal cual era, sin esconder su especial vocación de legisladora, cuando, sin pudor alguno, anunció a quienes la quisieron escuchar que “cuando las leyes vigentes le parecieran mal no iba a cumplirlas”. Y lo cierto es que se ha venido mostrando, en el tiempo que lleva al frente de la alcaldía de Barcelona, consecuente con su manera de pensar. Otra cosa es que, para Barcelona, para los barceloneses, para el turismo, para los transeúntes, para los propietarios de viviendas y locales y para los que se creían que en España estábamos en un Estado de derecho y que las leyes se promulgaban en las Cortes del país y no eran competencia de cualquier advenedizo/a, sin preparación alguna en materia jurídica, con resabios ácratas; apoyada por los mismos que la acompañaban en los “escraches” , las manifestaciones, las algaradas obstruccionistas para impedir el cumplimiento de las órdenes judiciales etc.; esta señora constituyera un cáncer maligno dispuesto a desvariar con sus decisiones absurdas, su opinión, su juicio, su sectarismo y su ilimitado ego; prescindiendo de loa que le convenía a la ciudad y a sus habitantes.

Una señora que, nada más llegar a su puesto de alcaldesa, sin tiempo para enterarse del funcionamiento de la administración municipal, de pedir asesoramiento a quienes la han precedido en el cargo ni buscar consejo legal, se lanzó a la piscina de la inconsciencia y la imprudencia, decretando una moratoria turística, en pleno verano, que dejó en stand by una serie de proyectos ( incluso aprobados por el mismo ayuntamiento) en los que se habían invertido muchos millones de euros y poniendo en peligro la temporada de turismo de la ciudad de Barcelona; cuestionando la conveniencia de que los grandes cruceros de turismo recalaran en Barcelona, argumentando las posibles molestias que los turistas que transportaban pudieran causar a los ciudadanos de la capital catalana; ha demostrado su incompetencia para ocupar el puesto para el que fue designada. Como era de esperar ( pero se han abstenido de darle publicidad), las empresas potentes de turismo que quedaron afectadas por la moratoria no se resignaron y promovieron los consabidos recursos contra semejante arbitrariedad, recursos que, en la mayoría de los casos han prosperado en contra de la decisión del Ayuntamiento de la ciudad. Pero las pérdidas ya estaban garantizadas y el mal hecho.

Serían innumerables las cacicadas achacables a esta alcaldesa a quien, como Sancho en la “ínsula Barataria”, pero sin su ingenio y agudeza mental, se le dio la oportunidad de gobernar una ciudad de gran complejidad administrativa, de importantes problemas estructurales y de abundantes conflictos sociales que exigen mano firme, ductilidad, respeto por los gobernados y, sobre todo, mucha prudencia, lucidez, percepción de la proporcionalidad y mucho sentido común. y, sobre todo, huir de todo dogmatismo, de sectarismos absurdos y de narcisismos inoportunos, que no conducen más que a cometer errores, incurrir en fracasos y crear descontento entre la ciudadanía sin que, al fin y al cabo, se consiga beneficio alguno para el pueblo ni para el prestigio de la ciudad.

Ä parte de haber creado un grave problema de un hecho menor, como es el caso de los top mantas, que fácilmente se hubiera podido solucionar aplicando la ley y no, como fue el caso, dándoles apoyo, evitando que la guardia urbana actuase y, finalmente, buscándoles lugares que, evidentemente, no tienen amparo legal en un Estado de Derecho, cuando es evidente que los derechos de los tenderos, los locales de ventas de artículos, los almacenes etc. que han tenido que realizar inversiones, obtener permisos, pagar impuestos municipales y estatales, alquileres y sueldos de sus dependientes han sido ignorados, para favorecer a unos intrusos que, con su competencia desleal, pretenden perjudicarlos con la venta ilegal de productos a menor precio, copias de los originales y sin tener los permisos ni pagar las tasas e impuestos que les corresponderían como vendedores callejeros. Y es que, el afán intervencionista de la izquierda extrema, su totalitarismo y su incapacidad para gobernar sin recurrir a las prohibiciones, en lugar de dar libertad a los ciudadanos para que dirijan sus negocios, programen sus ventas y ejerciten su libertad dentro de las reglas de la oferta y la demanda; ha sido la que ha llevado a todas las naciones que han practicado semejante política y la estatalización de la economía, a obtener los resultados más desastrosos, como fue el caso de la Rusia soviética y de todas las naciones de gobiernos comunistas de detrás del llamado Telón de Acero.

Las últimas “hazañas” achacables a esta señora, émula descafeinada de doña Dolores Ibarruri ( con la que tiene un cierto parecido físico), resultan tan torpes, impropias y desacertadas, a la vez que absurdas desde el punto de vista ecológico, que no podemos pensar más que, en su afán de prohibir y de dañar el comercio, esta señora ha entrado en una deriva que la llevan a convertir sus peregrinas ideas sobre las funciones que le competen como alcaldesa, que ha perdido de vista los límites que el sentido común y la razón deberían hacerla frenar en sus impulsos. Veamos, si esta señora se ha mostrado decididamente partidaria de ampliar los carriles bici, cuando es evidente que, muchos de ellos, han venido siendo un verdadero peligro para los peatones; si está estudiando limitar la circulación de coches, porque no han sido capaces de evitar que los límites de polución en la ciudad sigan aumentando; si siguen sin aplicar correctamente las ordenanzas sobre ruidos, cuando es evidente que, en muchos sectores de la ciudad, los decibelios superan, a veces hasta el doble o más, los límites permitidos, ¿Cómo, ahora, en una decisión incomprensible por lo contradictoria e inexplicable respecto a la deseable disminución de la polución ambiental; decide declarar que los patinetes eléctricos y los segway no pueden circular por la ciudad?, ¿Qué diferencia encuentra esta señora entre las bicicleta y las bicicletas motorizadas, respecto a estos artilugios personales que funcionan con energía limpia y que podrían transitar tranquilamente por los mismos espacios actualmente reservados a las bicicletas?

Sin duda es más peligrosa una bicicleta, en cuanto a los efectos de un posible atropello a un viandante, que un pequeño patinete sin apenas masa o, incluso, respecto a estos simpáticos vehículos de dos ruedas, los segway, que para que se vea su falta de peligrosidad, muchos grandes almacenes son usados, en sus salas de ventas, por los vigilantes de seguridad que, de esta forma, pueden desplazarse por toda la superficie del local para poder acudir al sitio donde son requeridos, con mayor premura. Es decir que, para la señora Colau, estos inofensivos medios de transporte son más peligrosos que una bicicleta que, como muchos hemos experimentado, en ocasiones circulan a velocidades excesivas por las aceras, con el peligro de que, en determinados pasos de peatones, puedan causar atropellos si no frenan oportunamente. ¿Por qué, si lo que se desea descongestionar de coches la ciudad y evitar la contaminación que, en ocasiones, resulta tan evidente qyue constituye un velo que es capaz de oscurecer el ambiente de la ciudad; no se dan facilidades para que, quien lo quiera, pueda circular en estos utilitarios que no pueden ir a grandes velocidades y cuyo manejo no requiere ninguna especial titulación?

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender la cerrilidad, la falta de un criterio claro sobre lo que interesa y lo que no a la ciudad de Barcelona; la absoluta despreocupación respecto a que, actuaciones municipales como ésta a la que nos referimos, puedan lesionar los legítimos intereses de quienes tienen las correspondientes licencias para fabricar y vender esta clase de medios de transporte que, evidentemente, comportan el que puedan ser utilizados por los compradores; así como, el que, en una ciudad turística como es Barcelona, estos vehículos pequeños, que apenas ocupan espacio y son fácilmente aparcables, constituyen ( y así se viene demostrando dada la acogida cada día mayor que tienen entre las personas que nos visitan) un aliciente más para los turistas, que así tienen ocasión de visitar con mayor rapidez y movilidad los lugares del acervo artístico de la ciudad, así como todos los centros en los que pueden comprar, tomarse un café o entrar a comer. Mucho nos tememos que, la impulsiva alcaldesa de Barcelona, va a tener complicado explicar los motivos de semejante “alcaldada”. Pero hay quien confunde “cambio” con atraso y estupidez ¡qué le vamos a hacer!

Barcelona, el coto particular de moratorias y prohibiciones de Colau

Miguel Massanet
domingo, 17 de julio de 2016, 11:26 h (CET)
Es evidente que, a un niño, no se le puede encomendar la organización de una familia, ni a un drogadicto se le puede convertir en el vigilante de un depósito de estupefacientes. Por lo mismo, el permitir que la señora Colau, una antisistema por vocación, una agitadora en contra de la normativa vigente y una experta en obstaculizar la acción de la Justicia; sea quien tenga la potestad de decidir lo que está permitido hacer y prohibir lo que, para sus especial punto de vista, no debe de estarlo ha sido, señores, una de las mayores estupideces cometidas por la ciudadanía de una ciudad que siempre había presumido de su sensatez, su sentido común y su capacidad de organización para sacar el mayor provecho económico de sus innegables dotes para el comercio, para los servicios y para explotar todas las riquezas turísticas y sus recursos para el ocio, de esta hermosa ciudad que es Barcelona.

Lo cierto es que nadie pudo ser llamado a engaño, porque esta improvisada conductora de los destinos de la ciudad Condal, miembro (“miembra” diría la ex ministra socialista, señora Bibiana Aído) simpatizante de esta nueva “raza” importada de Venezuela que quieren arrastrarnos al neocomunismo asambleario predicado por los politicastros de Podemos, siempre se mostró tal cual era, sin esconder su especial vocación de legisladora, cuando, sin pudor alguno, anunció a quienes la quisieron escuchar que “cuando las leyes vigentes le parecieran mal no iba a cumplirlas”. Y lo cierto es que se ha venido mostrando, en el tiempo que lleva al frente de la alcaldía de Barcelona, consecuente con su manera de pensar. Otra cosa es que, para Barcelona, para los barceloneses, para el turismo, para los transeúntes, para los propietarios de viviendas y locales y para los que se creían que en España estábamos en un Estado de derecho y que las leyes se promulgaban en las Cortes del país y no eran competencia de cualquier advenedizo/a, sin preparación alguna en materia jurídica, con resabios ácratas; apoyada por los mismos que la acompañaban en los “escraches” , las manifestaciones, las algaradas obstruccionistas para impedir el cumplimiento de las órdenes judiciales etc.; esta señora constituyera un cáncer maligno dispuesto a desvariar con sus decisiones absurdas, su opinión, su juicio, su sectarismo y su ilimitado ego; prescindiendo de loa que le convenía a la ciudad y a sus habitantes.

Una señora que, nada más llegar a su puesto de alcaldesa, sin tiempo para enterarse del funcionamiento de la administración municipal, de pedir asesoramiento a quienes la han precedido en el cargo ni buscar consejo legal, se lanzó a la piscina de la inconsciencia y la imprudencia, decretando una moratoria turística, en pleno verano, que dejó en stand by una serie de proyectos ( incluso aprobados por el mismo ayuntamiento) en los que se habían invertido muchos millones de euros y poniendo en peligro la temporada de turismo de la ciudad de Barcelona; cuestionando la conveniencia de que los grandes cruceros de turismo recalaran en Barcelona, argumentando las posibles molestias que los turistas que transportaban pudieran causar a los ciudadanos de la capital catalana; ha demostrado su incompetencia para ocupar el puesto para el que fue designada. Como era de esperar ( pero se han abstenido de darle publicidad), las empresas potentes de turismo que quedaron afectadas por la moratoria no se resignaron y promovieron los consabidos recursos contra semejante arbitrariedad, recursos que, en la mayoría de los casos han prosperado en contra de la decisión del Ayuntamiento de la ciudad. Pero las pérdidas ya estaban garantizadas y el mal hecho.

Serían innumerables las cacicadas achacables a esta alcaldesa a quien, como Sancho en la “ínsula Barataria”, pero sin su ingenio y agudeza mental, se le dio la oportunidad de gobernar una ciudad de gran complejidad administrativa, de importantes problemas estructurales y de abundantes conflictos sociales que exigen mano firme, ductilidad, respeto por los gobernados y, sobre todo, mucha prudencia, lucidez, percepción de la proporcionalidad y mucho sentido común. y, sobre todo, huir de todo dogmatismo, de sectarismos absurdos y de narcisismos inoportunos, que no conducen más que a cometer errores, incurrir en fracasos y crear descontento entre la ciudadanía sin que, al fin y al cabo, se consiga beneficio alguno para el pueblo ni para el prestigio de la ciudad.

Ä parte de haber creado un grave problema de un hecho menor, como es el caso de los top mantas, que fácilmente se hubiera podido solucionar aplicando la ley y no, como fue el caso, dándoles apoyo, evitando que la guardia urbana actuase y, finalmente, buscándoles lugares que, evidentemente, no tienen amparo legal en un Estado de Derecho, cuando es evidente que los derechos de los tenderos, los locales de ventas de artículos, los almacenes etc. que han tenido que realizar inversiones, obtener permisos, pagar impuestos municipales y estatales, alquileres y sueldos de sus dependientes han sido ignorados, para favorecer a unos intrusos que, con su competencia desleal, pretenden perjudicarlos con la venta ilegal de productos a menor precio, copias de los originales y sin tener los permisos ni pagar las tasas e impuestos que les corresponderían como vendedores callejeros. Y es que, el afán intervencionista de la izquierda extrema, su totalitarismo y su incapacidad para gobernar sin recurrir a las prohibiciones, en lugar de dar libertad a los ciudadanos para que dirijan sus negocios, programen sus ventas y ejerciten su libertad dentro de las reglas de la oferta y la demanda; ha sido la que ha llevado a todas las naciones que han practicado semejante política y la estatalización de la economía, a obtener los resultados más desastrosos, como fue el caso de la Rusia soviética y de todas las naciones de gobiernos comunistas de detrás del llamado Telón de Acero.

Las últimas “hazañas” achacables a esta señora, émula descafeinada de doña Dolores Ibarruri ( con la que tiene un cierto parecido físico), resultan tan torpes, impropias y desacertadas, a la vez que absurdas desde el punto de vista ecológico, que no podemos pensar más que, en su afán de prohibir y de dañar el comercio, esta señora ha entrado en una deriva que la llevan a convertir sus peregrinas ideas sobre las funciones que le competen como alcaldesa, que ha perdido de vista los límites que el sentido común y la razón deberían hacerla frenar en sus impulsos. Veamos, si esta señora se ha mostrado decididamente partidaria de ampliar los carriles bici, cuando es evidente que, muchos de ellos, han venido siendo un verdadero peligro para los peatones; si está estudiando limitar la circulación de coches, porque no han sido capaces de evitar que los límites de polución en la ciudad sigan aumentando; si siguen sin aplicar correctamente las ordenanzas sobre ruidos, cuando es evidente que, en muchos sectores de la ciudad, los decibelios superan, a veces hasta el doble o más, los límites permitidos, ¿Cómo, ahora, en una decisión incomprensible por lo contradictoria e inexplicable respecto a la deseable disminución de la polución ambiental; decide declarar que los patinetes eléctricos y los segway no pueden circular por la ciudad?, ¿Qué diferencia encuentra esta señora entre las bicicleta y las bicicletas motorizadas, respecto a estos artilugios personales que funcionan con energía limpia y que podrían transitar tranquilamente por los mismos espacios actualmente reservados a las bicicletas?

Sin duda es más peligrosa una bicicleta, en cuanto a los efectos de un posible atropello a un viandante, que un pequeño patinete sin apenas masa o, incluso, respecto a estos simpáticos vehículos de dos ruedas, los segway, que para que se vea su falta de peligrosidad, muchos grandes almacenes son usados, en sus salas de ventas, por los vigilantes de seguridad que, de esta forma, pueden desplazarse por toda la superficie del local para poder acudir al sitio donde son requeridos, con mayor premura. Es decir que, para la señora Colau, estos inofensivos medios de transporte son más peligrosos que una bicicleta que, como muchos hemos experimentado, en ocasiones circulan a velocidades excesivas por las aceras, con el peligro de que, en determinados pasos de peatones, puedan causar atropellos si no frenan oportunamente. ¿Por qué, si lo que se desea descongestionar de coches la ciudad y evitar la contaminación que, en ocasiones, resulta tan evidente qyue constituye un velo que es capaz de oscurecer el ambiente de la ciudad; no se dan facilidades para que, quien lo quiera, pueda circular en estos utilitarios que no pueden ir a grandes velocidades y cuyo manejo no requiere ninguna especial titulación?

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender la cerrilidad, la falta de un criterio claro sobre lo que interesa y lo que no a la ciudad de Barcelona; la absoluta despreocupación respecto a que, actuaciones municipales como ésta a la que nos referimos, puedan lesionar los legítimos intereses de quienes tienen las correspondientes licencias para fabricar y vender esta clase de medios de transporte que, evidentemente, comportan el que puedan ser utilizados por los compradores; así como, el que, en una ciudad turística como es Barcelona, estos vehículos pequeños, que apenas ocupan espacio y son fácilmente aparcables, constituyen ( y así se viene demostrando dada la acogida cada día mayor que tienen entre las personas que nos visitan) un aliciente más para los turistas, que así tienen ocasión de visitar con mayor rapidez y movilidad los lugares del acervo artístico de la ciudad, así como todos los centros en los que pueden comprar, tomarse un café o entrar a comer. Mucho nos tememos que, la impulsiva alcaldesa de Barcelona, va a tener complicado explicar los motivos de semejante “alcaldada”. Pero hay quien confunde “cambio” con atraso y estupidez ¡qué le vamos a hacer!

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