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Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota

Enero con humor

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Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota. Creo que, como pocos, este humorista ha sabido captar la esencia de lo que somos, mal que nos pese. Y sí, digo “mal que nos pese” ya que, en general, el llamado españolito de a pie no suele salir muy bien parado en los casi siempre ingeniosos “gags” que nos presentan a una serie de personajes que recuerdan a muchas personas que conocemos o con las que nos cruzamos. 


Uno de mis favoritos es, sin duda, “el cansino histórico”, un gañán que se encuentra por casualidad con algún personaje famoso del pasado (el cardenal Richelieu, el Conde Duque de Olivares, Abraham Lincoln, Leonardo da Vinci, Newton y muchos otros) al que para y saluda con extraordinaria efusividad, expresándole lo mucho que le honra aquel encuentro y la admiración que su mujer siente por él. El personaje en cuestión suele adoptar una actitud que va de la gratitud más o menos sincera al suave desdén. Pasado ese primer momento, el gañán le propone “ir a tomar unas gordas” a la taberna de su “cuñao”. El invitado titubea; es evidente que le viene mal o, simplemente, no le apetece ir. Se excusa. El paleto insiste. El otro se resiste. Y entonces, cuando el cansino lo agarra del brazo y la víctima se zafa con cierta brusquedad, se produce la eclosión del orgullito herido, la quintaesencia de lo celtibérico: el cansino histórico (José Mota) sufre una metamorfosis súbita y se convierte en un energúmeno que comienza a insultar e incluso a amenazar con el rastrillo al para entonces amedrentado individuo.

“¿Que no quiere cerveza? ¡Vaya usted a la mierda!"

Y mirándolo con ojos de un mihura de los de antes:

“Cuidaíco conmigo; mira que te rajo y tiro las tripas en un canasto”.


Este número es básicamente el mismo, una repetición de los que le preceden; lo único que cambia es el personaje histórico, víctima propiciatoria del pelmazo. Como en la serie del teniente Colombo, en la que el espectador sabía desde el principio quién era el asesino, en “El cansino histórico” siempre sabemos cómo va acabar la escena, pero da igual: nos mantiene pegados a la pantalla.


Cada país, cada cultura, tiene un estilo de humor diferente. En Alemania, por ejemplo, un cómico extraordinario fue Loriot (fallecido hace pocos años) que supo caricaturizar a sus compatriotas, explotando con gran ingenio algunas de sus características más ridículas: el alto concepto que tienen de sí mismos y la falta de humor con que suelen contemplar la vida.


Los ingleses (o, mejor, los británicos) son los que se llevan la palma en eso de carcajearse de sí mismos ¿No han observado que muchos ingleses/as de clase media se diría que vienen de tomar el té con Charlie y Camilla o que no saben si al final este año tendrán tiempo para acudir a las carreras de Ascot, tocados de pamela y chistera?


Pues bien, para ellos se creó en los años 90 una serie llamada “Keeping up appearances” (Guardando las apariencias) En ella, el personaje principal, Hyacinth, una oronda dama de mediana edad casada con un sufrido empleado apellidado Bucket (Cubo) se hace llamar “Bouquet” para hacerlo algo menos prosaico y recurre a los más inverosímiles (y divertidos) trucos para mostrar a sus vecinos y conocidos sus altas conexiones con la crème de la crème. Ni qué decir tiene, que nunca le sale bien; aunque, ironías de la vida, a la actriz que encarnaba a este personaje, Patricia Routledge, Charlie le conceció hace algunos años la distinción de Dama del Imperio Británico, con lo que las aspiraciones de “Hyacinth” quedaron, a la postre, plenamente colmadas.


En fin, la nómina de personajes de ficción que son como un trasunto de muchos de los que nos rodean sería larguísima. El humor, como la poesía, es esencialmente intraducible y resulta muy difícil aprehenderlo desde otra cultura.


A vuelapluma y antes de terminar esta ya larga divagación, citaré a algunos de mis actores cómicos y humoristas favoritos: Charlot, los Hermanos Marx, Fernandel, Louis de Funes, Charlie Rivel, Tip (Coll no tanto, aunque lo conocí y me caía simpático) Mary Santpere, Cassen… y algunos más.


Otro día hablaremos del Gobierno, pero hoy sólo me he referido a los profesionales.

Enero con humor

Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota
Luis del Palacio
viernes, 12 de enero de 2024, 09:10 h (CET)

Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota. Creo que, como pocos, este humorista ha sabido captar la esencia de lo que somos, mal que nos pese. Y sí, digo “mal que nos pese” ya que, en general, el llamado españolito de a pie no suele salir muy bien parado en los casi siempre ingeniosos “gags” que nos presentan a una serie de personajes que recuerdan a muchas personas que conocemos o con las que nos cruzamos. 


Uno de mis favoritos es, sin duda, “el cansino histórico”, un gañán que se encuentra por casualidad con algún personaje famoso del pasado (el cardenal Richelieu, el Conde Duque de Olivares, Abraham Lincoln, Leonardo da Vinci, Newton y muchos otros) al que para y saluda con extraordinaria efusividad, expresándole lo mucho que le honra aquel encuentro y la admiración que su mujer siente por él. El personaje en cuestión suele adoptar una actitud que va de la gratitud más o menos sincera al suave desdén. Pasado ese primer momento, el gañán le propone “ir a tomar unas gordas” a la taberna de su “cuñao”. El invitado titubea; es evidente que le viene mal o, simplemente, no le apetece ir. Se excusa. El paleto insiste. El otro se resiste. Y entonces, cuando el cansino lo agarra del brazo y la víctima se zafa con cierta brusquedad, se produce la eclosión del orgullito herido, la quintaesencia de lo celtibérico: el cansino histórico (José Mota) sufre una metamorfosis súbita y se convierte en un energúmeno que comienza a insultar e incluso a amenazar con el rastrillo al para entonces amedrentado individuo.

“¿Que no quiere cerveza? ¡Vaya usted a la mierda!"

Y mirándolo con ojos de un mihura de los de antes:

“Cuidaíco conmigo; mira que te rajo y tiro las tripas en un canasto”.


Este número es básicamente el mismo, una repetición de los que le preceden; lo único que cambia es el personaje histórico, víctima propiciatoria del pelmazo. Como en la serie del teniente Colombo, en la que el espectador sabía desde el principio quién era el asesino, en “El cansino histórico” siempre sabemos cómo va acabar la escena, pero da igual: nos mantiene pegados a la pantalla.


Cada país, cada cultura, tiene un estilo de humor diferente. En Alemania, por ejemplo, un cómico extraordinario fue Loriot (fallecido hace pocos años) que supo caricaturizar a sus compatriotas, explotando con gran ingenio algunas de sus características más ridículas: el alto concepto que tienen de sí mismos y la falta de humor con que suelen contemplar la vida.


Los ingleses (o, mejor, los británicos) son los que se llevan la palma en eso de carcajearse de sí mismos ¿No han observado que muchos ingleses/as de clase media se diría que vienen de tomar el té con Charlie y Camilla o que no saben si al final este año tendrán tiempo para acudir a las carreras de Ascot, tocados de pamela y chistera?


Pues bien, para ellos se creó en los años 90 una serie llamada “Keeping up appearances” (Guardando las apariencias) En ella, el personaje principal, Hyacinth, una oronda dama de mediana edad casada con un sufrido empleado apellidado Bucket (Cubo) se hace llamar “Bouquet” para hacerlo algo menos prosaico y recurre a los más inverosímiles (y divertidos) trucos para mostrar a sus vecinos y conocidos sus altas conexiones con la crème de la crème. Ni qué decir tiene, que nunca le sale bien; aunque, ironías de la vida, a la actriz que encarnaba a este personaje, Patricia Routledge, Charlie le conceció hace algunos años la distinción de Dama del Imperio Británico, con lo que las aspiraciones de “Hyacinth” quedaron, a la postre, plenamente colmadas.


En fin, la nómina de personajes de ficción que son como un trasunto de muchos de los que nos rodean sería larguísima. El humor, como la poesía, es esencialmente intraducible y resulta muy difícil aprehenderlo desde otra cultura.


A vuelapluma y antes de terminar esta ya larga divagación, citaré a algunos de mis actores cómicos y humoristas favoritos: Charlot, los Hermanos Marx, Fernandel, Louis de Funes, Charlie Rivel, Tip (Coll no tanto, aunque lo conocí y me caía simpático) Mary Santpere, Cassen… y algunos más.


Otro día hablaremos del Gobierno, pero hoy sólo me he referido a los profesionales.

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