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Este concepto no es suficiente, si no se reacciona a tiempo

Sensores de la inquietud

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Las rutinas habituales responden a una tríada peculiar: la actitud displicente ante los estímulos novedosos, la comodidad del menor esfuerzo y la disposición servil con las conductas aprendidas previamente. Tanto tienen que ver con los procesos mecanizados o manuales, como con las elucubraciones ocupantes de los circuitos mentales. Por sus características inculcan a los procedimientos la cruda MONOTONÍA de su regularidad, tratando de soslayar así los rumbos discordantes. En sus ámbitos se pone de manifiesto el apagamiento de las iniciativas espontáneas, la planicie evolutiva; destaca su contradicción radical con el dinamismo del Universo y con las notables energías existenciales.


Detectadas algunas de las complejas características y condiciones de los comportamientos rutinarios, pronto surgen desde los adentros las señales de disconformidad, por que se produce el encontronazo entre las pretendidas regularidades y la impresionante heterogeneidad circundante. Como auténticos rayos luminosos perforadores de la nebulosa cotidiana, surgen las primeras dudas, antes de dar paso a las incógnitas intrigantes. Porque se multiplican sin miramientos, plantadas ante nosotros, las DISYUNTIVAS de diverso calado, cargadas de indecisiones, opciones, decisiones, secuelas y responsabilidades. Es decir, la incertidumbre retadora, de la cual intentábamos escapar rutinariamente.


Por si no tuviéramos suficiente con los amenazantes meteoritos circulantes por el espacio; los restos desprendidos del lanzamiento de cohetes, fragmentos de satélites, múltiples partículas de metales o plásticos y residuos de explosiones, incrementan la densidad del tráfico espacial, por consiguiente, también sus amenazas. Con mayor proximidad, contemplamos la acumulación heterogénea de residuos en tierras, ríos y mares, con sus amenazas sibilinas. Las ciudades también se ven afectadas por acumulaciones de este estilo. Las BASURAS son potentes y alarmantes señales. Sin olvidarnos de las que acceden a nuestra mente, desde las ideas, intenciones o conceptos, con la adopción de escasas medidas preventivas.


Sin separarnos de los sonidos vitales, cuando estos alcanzan proporciones inusitadas, han de saltar enérgicas las alarmas, porque empiezan a dificultar la vida, sacarnos de quicio y transformarnos en sujetos enajenados. Algo de esto sucede si las estridencias se apoderan de los ambientes, empezando por confundir las expresiones humanas, facilitando los despropósitos. Es el caso del RUIDO ambiental en verdadero estado de progresión irrefrenable. Tras el aturdimiento, impide el reposo necesario para asimilar los eventos. Elimina toda posibilidad de discernimiento por la saturación de los receptores sensoriales. Nos aboca al automatismo cerril, enemigo de la creatividad gratificante.


Las percepciones nos despiertan todas las alertas, por la que estimo como una confusión de los términos empleados en la gestión de las relaciones entre los diferentes agentes sociales. Con las tremendas desigualdades en pleno ejercicio, pensar en una calma estable, sin fuertes presiones, no resulta lógico. De ahí la confusión por los clamores por la paz, como una petición de anular sin más los conflictos; mientras silenciamos la consideración de las maneras adecuadas para manejar las tensiones. La petición de paz a secas sirve de poco, si se promueven las actitudes libertarias para las discrepancias previas, cuando en realidad se precisan labores de ARMONIZACIÓN entre las tendencias previas discrepantes.


En esto de la necesaria armonía para desarrollar las ideas tan dispares, somos conscientes de los reiterados brotes inesperados de carácter intempestivo y la escasa atención prestada a las medidas preventivas. Sobre el sector JUVENIL se centran gran parte de estos desajustes, con un empeoramiento progresivo y una incidencia alarmante. Nos abruman las precoces agresiones crueles entre ellos, contrastando con la insuficiente reacción de sus familiares, nos hacen dudar de los cuidados previos. Entre las facilidades técnicas y los anónimos sufre la inundación desde las redes, con las mafias de la droga, pornografía y pederastia, acechando. No acabamos de reaccionar ante semejante desbordamiento.


Si todos estamos convencidos de la imposibilidad de definirlo de manera precisa y nos mostramos totalmente incapaces para comprenderlo en su totalidad; convendremos en la inconmensurable condición de las dimensiones del arte y su potencial apertura al común de los mortales. Los sensores se sublevan ante la repetición de los AMANERAMIENTOS para tratar estos asuntos en la sociedad, tratando de imponer criterios a la gente. Los “Peines del viento” están totalmente abiertos a la sensibilidad de los observadores, no cierran los significados; ni la música, ni las grandes obras de otros estilos. Las actitudes dogmáticas, comerciales o bajo adscripciones ideológicas, son meros accidentes al margen de la realidad del arte.


La inteligencia demostrada en tantas actuaciones esplendorosas, flaquea de manera escandalosa a la hora de tratar sobre las limitaciones humanas y del trato dado a las personas en particular. Con una desfachatez asombrosa, se prescinde de las condiciones básicas conocidas de los seres vivos en general; en aras de unos sueños y proyectos inusitados, pero sin contrastar. Los LÍMITES son el gozne entre los saberes conocidos y los horizontes abiertos; su ensamblaje coherente es imperativo para impedir la disgregación aniquiladora. La adaptación inteligente parece un recurso factible, aunque las realidades experimentadas a diario son indicadoras de otras ansias descentradas.

Los sensores de las alarmas comunitarias suenan estrepitosos y plurales según el foco de los receptores y sus sensibilidades. No siempre coinciden las de un individuo concreto con las generales. En la enorme disparidad de situaciones, uno pensaría en la bondad de una tonalidad colaboradora de los actuantes, para aunar aportaciones ventajosas y apartar perjuicios. Por eso inquieta sobremanera la contemplación de las adscripciones masivas a una CULTURA disgregadora en sus múltiples sectores de influencia, confundiendo las saludables discrepancias e iniciativas creadoras con la mencionada disgregación, provocadoras de la desintegración humanitaria, favoreciendo la proliferación de crueles desiertos culturales.


Cuando la algarabía se extiende por doquier y domina lo estentóreo en los diversos ambientes, las excitaciones no faltan y la apariencia es exultante. Se encienden los pilotos rojos por esa estabilización de los impulsos y exabruptos copando el panorama social; en especial, porque al revertir la mirada nos encontramos con la VACUIDAD en el ámbito de los pensamientos elaborados.

El sueño de una presencia de los humanos, con maneras integradoras involucrando a toda la sociedad, sabemos que es una tarea inacabada. Pero nos saca de quicio, con una inquietud rayana en la desesperación, esa progresiva AUSENCIA de los presumibles protagonistas existenciales, suplantados primero y arrollados después por la potencia innombrable de gentes y estructuras.

Sensores de la inquietud

Este concepto no es suficiente, si no se reacciona a tiempo
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 5 de enero de 2024, 09:25 h (CET)

Las rutinas habituales responden a una tríada peculiar: la actitud displicente ante los estímulos novedosos, la comodidad del menor esfuerzo y la disposición servil con las conductas aprendidas previamente. Tanto tienen que ver con los procesos mecanizados o manuales, como con las elucubraciones ocupantes de los circuitos mentales. Por sus características inculcan a los procedimientos la cruda MONOTONÍA de su regularidad, tratando de soslayar así los rumbos discordantes. En sus ámbitos se pone de manifiesto el apagamiento de las iniciativas espontáneas, la planicie evolutiva; destaca su contradicción radical con el dinamismo del Universo y con las notables energías existenciales.


Detectadas algunas de las complejas características y condiciones de los comportamientos rutinarios, pronto surgen desde los adentros las señales de disconformidad, por que se produce el encontronazo entre las pretendidas regularidades y la impresionante heterogeneidad circundante. Como auténticos rayos luminosos perforadores de la nebulosa cotidiana, surgen las primeras dudas, antes de dar paso a las incógnitas intrigantes. Porque se multiplican sin miramientos, plantadas ante nosotros, las DISYUNTIVAS de diverso calado, cargadas de indecisiones, opciones, decisiones, secuelas y responsabilidades. Es decir, la incertidumbre retadora, de la cual intentábamos escapar rutinariamente.


Por si no tuviéramos suficiente con los amenazantes meteoritos circulantes por el espacio; los restos desprendidos del lanzamiento de cohetes, fragmentos de satélites, múltiples partículas de metales o plásticos y residuos de explosiones, incrementan la densidad del tráfico espacial, por consiguiente, también sus amenazas. Con mayor proximidad, contemplamos la acumulación heterogénea de residuos en tierras, ríos y mares, con sus amenazas sibilinas. Las ciudades también se ven afectadas por acumulaciones de este estilo. Las BASURAS son potentes y alarmantes señales. Sin olvidarnos de las que acceden a nuestra mente, desde las ideas, intenciones o conceptos, con la adopción de escasas medidas preventivas.


Sin separarnos de los sonidos vitales, cuando estos alcanzan proporciones inusitadas, han de saltar enérgicas las alarmas, porque empiezan a dificultar la vida, sacarnos de quicio y transformarnos en sujetos enajenados. Algo de esto sucede si las estridencias se apoderan de los ambientes, empezando por confundir las expresiones humanas, facilitando los despropósitos. Es el caso del RUIDO ambiental en verdadero estado de progresión irrefrenable. Tras el aturdimiento, impide el reposo necesario para asimilar los eventos. Elimina toda posibilidad de discernimiento por la saturación de los receptores sensoriales. Nos aboca al automatismo cerril, enemigo de la creatividad gratificante.


Las percepciones nos despiertan todas las alertas, por la que estimo como una confusión de los términos empleados en la gestión de las relaciones entre los diferentes agentes sociales. Con las tremendas desigualdades en pleno ejercicio, pensar en una calma estable, sin fuertes presiones, no resulta lógico. De ahí la confusión por los clamores por la paz, como una petición de anular sin más los conflictos; mientras silenciamos la consideración de las maneras adecuadas para manejar las tensiones. La petición de paz a secas sirve de poco, si se promueven las actitudes libertarias para las discrepancias previas, cuando en realidad se precisan labores de ARMONIZACIÓN entre las tendencias previas discrepantes.


En esto de la necesaria armonía para desarrollar las ideas tan dispares, somos conscientes de los reiterados brotes inesperados de carácter intempestivo y la escasa atención prestada a las medidas preventivas. Sobre el sector JUVENIL se centran gran parte de estos desajustes, con un empeoramiento progresivo y una incidencia alarmante. Nos abruman las precoces agresiones crueles entre ellos, contrastando con la insuficiente reacción de sus familiares, nos hacen dudar de los cuidados previos. Entre las facilidades técnicas y los anónimos sufre la inundación desde las redes, con las mafias de la droga, pornografía y pederastia, acechando. No acabamos de reaccionar ante semejante desbordamiento.


Si todos estamos convencidos de la imposibilidad de definirlo de manera precisa y nos mostramos totalmente incapaces para comprenderlo en su totalidad; convendremos en la inconmensurable condición de las dimensiones del arte y su potencial apertura al común de los mortales. Los sensores se sublevan ante la repetición de los AMANERAMIENTOS para tratar estos asuntos en la sociedad, tratando de imponer criterios a la gente. Los “Peines del viento” están totalmente abiertos a la sensibilidad de los observadores, no cierran los significados; ni la música, ni las grandes obras de otros estilos. Las actitudes dogmáticas, comerciales o bajo adscripciones ideológicas, son meros accidentes al margen de la realidad del arte.


La inteligencia demostrada en tantas actuaciones esplendorosas, flaquea de manera escandalosa a la hora de tratar sobre las limitaciones humanas y del trato dado a las personas en particular. Con una desfachatez asombrosa, se prescinde de las condiciones básicas conocidas de los seres vivos en general; en aras de unos sueños y proyectos inusitados, pero sin contrastar. Los LÍMITES son el gozne entre los saberes conocidos y los horizontes abiertos; su ensamblaje coherente es imperativo para impedir la disgregación aniquiladora. La adaptación inteligente parece un recurso factible, aunque las realidades experimentadas a diario son indicadoras de otras ansias descentradas.

Los sensores de las alarmas comunitarias suenan estrepitosos y plurales según el foco de los receptores y sus sensibilidades. No siempre coinciden las de un individuo concreto con las generales. En la enorme disparidad de situaciones, uno pensaría en la bondad de una tonalidad colaboradora de los actuantes, para aunar aportaciones ventajosas y apartar perjuicios. Por eso inquieta sobremanera la contemplación de las adscripciones masivas a una CULTURA disgregadora en sus múltiples sectores de influencia, confundiendo las saludables discrepancias e iniciativas creadoras con la mencionada disgregación, provocadoras de la desintegración humanitaria, favoreciendo la proliferación de crueles desiertos culturales.


Cuando la algarabía se extiende por doquier y domina lo estentóreo en los diversos ambientes, las excitaciones no faltan y la apariencia es exultante. Se encienden los pilotos rojos por esa estabilización de los impulsos y exabruptos copando el panorama social; en especial, porque al revertir la mirada nos encontramos con la VACUIDAD en el ámbito de los pensamientos elaborados.

El sueño de una presencia de los humanos, con maneras integradoras involucrando a toda la sociedad, sabemos que es una tarea inacabada. Pero nos saca de quicio, con una inquietud rayana en la desesperación, esa progresiva AUSENCIA de los presumibles protagonistas existenciales, suplantados primero y arrollados después por la potencia innombrable de gentes y estructuras.

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