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Flujos violentos

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El río de la vida nunca está detenido en el mismo lugar. No todo lo que fluye es saludable. La excelencia compite con las miserias, la inquietud participativa con la indiferencia. Quien reúna motivaciones certeras, persiga metas importantes, actúe con perseverancia; dirigidos por la inteligente disposición de sus cualidades, cerca andará de los niveles excelentes. Los condicionantes surgen en cada recodo. Nadie discutirá el carácter fluyente de su vida, en la que la incertidumbre está aliada con la imprecisión, Será una experiencia a la AVENTURA, desde venturosos a desventurados; en unas apreciaciones también variables. Aprenderemos de estas nociones o seremos arrollados por los contenidos de la corriente incesante.

El flujo no lleva la excelencia en sí mismo, quizá tenga poco que ver con ella; el fluir no basta. El simple cambio de posición es ambiguo, sus consecuencias marcarán la valoración. Sobre el caudal que nos recorre por los adentros, nuestra capacidad de modelación es prácticamente inexistente; si acaso, el intento de conocerlo mejor. Los impulsos AUTÓMATAS provienen desde esos fondos, sus razones no están a la vista; generan los comportamientos irreflexivos, las explicaciones las organizamos después. Con todo, exteriorizan la escasa atención prestada a las formas humanas de comportamiento. Fraguan a menudo en una pasividad cómplice de los automatismos e incluso interesada en ellos. Es decir, no tanto automatismo como se dice.

El embrollo es mayúsculo. La armonía compite con las sucesivas adversidades. En privado crujen esos contrastes exasperantes de tantas ilusiones contrahechas o desaprovechadas. Centrados en las relaciones públicas, a la suma de particulares, añadamos los conflictos emergentes en torno a determinadas AGRUPACIONES, que agrandan el caudal de posibles interferencias. El grupo básico de la familia concentra muchas de esas influencias, añadidas a sus recorridos propios. Cada tendencia costumbrista aporta arraigos notables, al tiempo que recibe impulsos ajenos generadores de ciertos desequilibrios, frustraciones, desorientación y conflictos. Los partidos políticos, las buenas universidades con entidad propia, ONGs, también.

Pues bien, si efectuamos un viaje imaginario desde las escuelas hasta las instituciones creadas; a través de los personajes encontrados destaca una realidad poco reconfortante, deprimente y riesgosa; la LIGEREZA demostrada en la consideración de los flujos mencionados, la despreocupación manifiesta en la elección de unas cualidades u otros condicionantes. La cortesía, la prudencia, el respeto, el bien común, la solidaridad; no forman parte de los bagajes usuales. En las agrupaciones citadas se infiltró el descuido por todo aquello que no está incluido en el egoismo propio. Una vez expuestas en la superficie las deficiencias de cada sujeto, se multiplican las crispaciones, vividas con angustia y propensas a reacciones explosivas sin control.

El comienzo de una picardía, la permisividad ante caprichos impertinentes, inician trayectorias complejas. Con los ajustes oportunos quedarán en anécdotas intrascendentes, aprovechables para un mejor conocimiento mutuo. De otro modo, desarrollamos el síndrome que denomino de la BOLA de NIEVE. En vez de las correcciones convenientes, añadimos desajustes con desplantes sucesivos. La anécdota pasa a comportamiento y este a una auténtica trituradora de cuanto le molesta. La malversación dineraria lo tenemos en pleno desbordamiento. Su primer desliz queda como inteligente, para transformarse en Rato, Urdangarín, Pujol, ERES, Conde, en un listado insaciable. Los indicios agruparon abusos sucesivos, hasta fraguar formatos de dimensiones escandalosas.

Con respecto a las edades infantiles, me da la impresión de que tendemos a considerarlos más niños de lo que son en realidad. Desde el seno materno van incrementando su sensibilidad y al cabo de varios años le tratamos como si todavía no hubieran comenzado a sentirla. Hasta bien entrados en edades juveniles, les rebajamos en su importancia, en un síndrome que defino como TOLERANCIA DESPERSONALIZADA, situándolos en un plano ficticio común, en un plano de siimilitudes; pero, eso sí, completamente irreal. Decimos que es cosa de niños, a esa edad, todavía desconocen la realidad, no se les puede exigir. ¡Qué va! Saben mucho más de lo aparentado y los mayores evadimos los problemas. ¡Cómo si fuera posible!.

Sin que yo tenga claros los motivos, o quizá sí, las rabietas infantiles, los impulsos extemporáneos, los conatos agresivos; pretendemos hacerlos pasar por actitudes impersonales. Más tarde suelen ser actitudes ridiculizantes, presiones y conmociones, mientras los adultos contemplamos otras vertientes acomodaticias, o simplemente miramos hacia otro lado;en esto, los padres, educadores, grupos sociales, medios de comunicación, competimos en el alejamiento. Dejamos al albur ocasional la CRISIS PERSONAL de aquellos a los que considerábamos sólo como un componente del plasma impersonal. Sufrimientos, frustraciones, congojas, suicidios; cuyas causas pretendemos decir que desconocemos. Son inocencias proclamadas, que no cuelan.

En el caso de las llamadas violencias domésticas, parecemos gente obcecada en el PUNTO FINAL, que ni es punto final propiamente dicho, ni debiera considerarse la terminación de nada, puesto que no soporta las diferentes circunstancias conducentes al estallido cruel de la violencia. Arrumbadas las costumbres, presumiblemente por anticuadas, rechazados los condicionantes de las relaciones, incluidos los ritos y sobre todo el compromiso, el trato dialogante y aún discrepante pero razonable; va quedando el ramalazo repulsivo de la extorsión, del mal trato, del crimen alevoso. Apenas queda el recurso de la exclusiva salida violenta. Los recodos del río con sus influencias fueron despreciados como salidas, atenuantes, somo sapiencia existencial.

Hay tres apartados nucleares para el alivio de las violencias acechantes. La desinformación es una excusa endeble, porque conocemos muchos pormenores de las violencias; no hay ningún asunto mundano del cual conozcamos todos los detalles. Es imperativa la IMPLICACIÓN de todos, cada uno con sus aportaciones, con franqueza y decisión. Ya lo resolverá el juez, el profesor, el psiquiatra, los padres, la policía; suenan a escapatorias cobardes y crueles, debido al surgimiento de nuevos casos, a cual más terrible.

En relación con la CRISPACIÓN resolutiva, por desesperación explosiva, cuando ya no alcanzan las razones y pausas; el enfoque será esencialmente preventivo, para no llegar al punto culminante del desatino. Creando espacios para la expresión de las disconformidades, en los que debe imperar un mínimo de tolerancia y cultivando las fórmulas de moderación, tan desprestigiadas en los ámbitos sociales. Predominan las respuestas libertarias, sin ambages, ante las contradicciones.

Recalco la aplicación adecuada de la RESONANCIA pública dada a tales conductas. Es necesaria la contundencia de las palabras, sin disimulos degradantes. Las condenas deben ser ejemplares, evitando alegaciones endebles y conmutaciones escandalosas de las penas. En cuanto al relieve de las noticias, debiéramos reconsiderar el excesivo protagonismo otorgado a los violentos, quemando así sus alardes.

Flujos violentos

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 17 de junio de 2016, 01:17 h (CET)
El río de la vida nunca está detenido en el mismo lugar. No todo lo que fluye es saludable. La excelencia compite con las miserias, la inquietud participativa con la indiferencia. Quien reúna motivaciones certeras, persiga metas importantes, actúe con perseverancia; dirigidos por la inteligente disposición de sus cualidades, cerca andará de los niveles excelentes. Los condicionantes surgen en cada recodo. Nadie discutirá el carácter fluyente de su vida, en la que la incertidumbre está aliada con la imprecisión, Será una experiencia a la AVENTURA, desde venturosos a desventurados; en unas apreciaciones también variables. Aprenderemos de estas nociones o seremos arrollados por los contenidos de la corriente incesante.

El flujo no lleva la excelencia en sí mismo, quizá tenga poco que ver con ella; el fluir no basta. El simple cambio de posición es ambiguo, sus consecuencias marcarán la valoración. Sobre el caudal que nos recorre por los adentros, nuestra capacidad de modelación es prácticamente inexistente; si acaso, el intento de conocerlo mejor. Los impulsos AUTÓMATAS provienen desde esos fondos, sus razones no están a la vista; generan los comportamientos irreflexivos, las explicaciones las organizamos después. Con todo, exteriorizan la escasa atención prestada a las formas humanas de comportamiento. Fraguan a menudo en una pasividad cómplice de los automatismos e incluso interesada en ellos. Es decir, no tanto automatismo como se dice.

El embrollo es mayúsculo. La armonía compite con las sucesivas adversidades. En privado crujen esos contrastes exasperantes de tantas ilusiones contrahechas o desaprovechadas. Centrados en las relaciones públicas, a la suma de particulares, añadamos los conflictos emergentes en torno a determinadas AGRUPACIONES, que agrandan el caudal de posibles interferencias. El grupo básico de la familia concentra muchas de esas influencias, añadidas a sus recorridos propios. Cada tendencia costumbrista aporta arraigos notables, al tiempo que recibe impulsos ajenos generadores de ciertos desequilibrios, frustraciones, desorientación y conflictos. Los partidos políticos, las buenas universidades con entidad propia, ONGs, también.

Pues bien, si efectuamos un viaje imaginario desde las escuelas hasta las instituciones creadas; a través de los personajes encontrados destaca una realidad poco reconfortante, deprimente y riesgosa; la LIGEREZA demostrada en la consideración de los flujos mencionados, la despreocupación manifiesta en la elección de unas cualidades u otros condicionantes. La cortesía, la prudencia, el respeto, el bien común, la solidaridad; no forman parte de los bagajes usuales. En las agrupaciones citadas se infiltró el descuido por todo aquello que no está incluido en el egoismo propio. Una vez expuestas en la superficie las deficiencias de cada sujeto, se multiplican las crispaciones, vividas con angustia y propensas a reacciones explosivas sin control.

El comienzo de una picardía, la permisividad ante caprichos impertinentes, inician trayectorias complejas. Con los ajustes oportunos quedarán en anécdotas intrascendentes, aprovechables para un mejor conocimiento mutuo. De otro modo, desarrollamos el síndrome que denomino de la BOLA de NIEVE. En vez de las correcciones convenientes, añadimos desajustes con desplantes sucesivos. La anécdota pasa a comportamiento y este a una auténtica trituradora de cuanto le molesta. La malversación dineraria lo tenemos en pleno desbordamiento. Su primer desliz queda como inteligente, para transformarse en Rato, Urdangarín, Pujol, ERES, Conde, en un listado insaciable. Los indicios agruparon abusos sucesivos, hasta fraguar formatos de dimensiones escandalosas.

Con respecto a las edades infantiles, me da la impresión de que tendemos a considerarlos más niños de lo que son en realidad. Desde el seno materno van incrementando su sensibilidad y al cabo de varios años le tratamos como si todavía no hubieran comenzado a sentirla. Hasta bien entrados en edades juveniles, les rebajamos en su importancia, en un síndrome que defino como TOLERANCIA DESPERSONALIZADA, situándolos en un plano ficticio común, en un plano de siimilitudes; pero, eso sí, completamente irreal. Decimos que es cosa de niños, a esa edad, todavía desconocen la realidad, no se les puede exigir. ¡Qué va! Saben mucho más de lo aparentado y los mayores evadimos los problemas. ¡Cómo si fuera posible!.

Sin que yo tenga claros los motivos, o quizá sí, las rabietas infantiles, los impulsos extemporáneos, los conatos agresivos; pretendemos hacerlos pasar por actitudes impersonales. Más tarde suelen ser actitudes ridiculizantes, presiones y conmociones, mientras los adultos contemplamos otras vertientes acomodaticias, o simplemente miramos hacia otro lado;en esto, los padres, educadores, grupos sociales, medios de comunicación, competimos en el alejamiento. Dejamos al albur ocasional la CRISIS PERSONAL de aquellos a los que considerábamos sólo como un componente del plasma impersonal. Sufrimientos, frustraciones, congojas, suicidios; cuyas causas pretendemos decir que desconocemos. Son inocencias proclamadas, que no cuelan.

En el caso de las llamadas violencias domésticas, parecemos gente obcecada en el PUNTO FINAL, que ni es punto final propiamente dicho, ni debiera considerarse la terminación de nada, puesto que no soporta las diferentes circunstancias conducentes al estallido cruel de la violencia. Arrumbadas las costumbres, presumiblemente por anticuadas, rechazados los condicionantes de las relaciones, incluidos los ritos y sobre todo el compromiso, el trato dialogante y aún discrepante pero razonable; va quedando el ramalazo repulsivo de la extorsión, del mal trato, del crimen alevoso. Apenas queda el recurso de la exclusiva salida violenta. Los recodos del río con sus influencias fueron despreciados como salidas, atenuantes, somo sapiencia existencial.

Hay tres apartados nucleares para el alivio de las violencias acechantes. La desinformación es una excusa endeble, porque conocemos muchos pormenores de las violencias; no hay ningún asunto mundano del cual conozcamos todos los detalles. Es imperativa la IMPLICACIÓN de todos, cada uno con sus aportaciones, con franqueza y decisión. Ya lo resolverá el juez, el profesor, el psiquiatra, los padres, la policía; suenan a escapatorias cobardes y crueles, debido al surgimiento de nuevos casos, a cual más terrible.

En relación con la CRISPACIÓN resolutiva, por desesperación explosiva, cuando ya no alcanzan las razones y pausas; el enfoque será esencialmente preventivo, para no llegar al punto culminante del desatino. Creando espacios para la expresión de las disconformidades, en los que debe imperar un mínimo de tolerancia y cultivando las fórmulas de moderación, tan desprestigiadas en los ámbitos sociales. Predominan las respuestas libertarias, sin ambages, ante las contradicciones.

Recalco la aplicación adecuada de la RESONANCIA pública dada a tales conductas. Es necesaria la contundencia de las palabras, sin disimulos degradantes. Las condenas deben ser ejemplares, evitando alegaciones endebles y conmutaciones escandalosas de las penas. En cuanto al relieve de las noticias, debiéramos reconsiderar el excesivo protagonismo otorgado a los violentos, quemando así sus alardes.

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