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En EEUU los aspirantes al cargo de presidente de la nación pasan por una criba previa

Los trileros de la política buscan trucar el resultado del 26J

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Hace años ya debió tomarse la decisión de suprimir la ley D´Hont como medio de determinar el número de escaños que le corresponde a cada partido político. Es obvio que este sistema tiene un clara intencionalidad de restarles fuerza a aquellos partidos que han conseguido, en unas elecciones, el mayor número de votos o, lo que es lo mismo, el mayor número de apoyos de acuerdo con el principio democrático de que “por cada elector un voto”. Aunque no soy partidario de las corridas de toros, se me ocurre un símil que puede ayudar a entender el por qué el sistema de sucesivas divisiones de los votos remanentes perjudica a los más votados y, no obstante, les dan oxígeno a los pequeños partidos que, si se utilizase el sistema de repartir los escaños de forma proporcional al total de votos recibidos por cada partido, resultarían, en muchas ocasiones, eliminados del panorama político de la nación o, al menos, sin tener representación parlamentaria alguna.

Cuando el picador se acerca al morlaco para clavarle la puya, no tiene otro objetivo que restarle fuerza para que le resulte más fácil de torear al matador. Cuando la ley D’Hont va dividiendo el sobrante de votos a partir de los sucesivos tramos que proporcionan los escaños, va debilitando la fuerza del partido ganador en beneficio de los partidos minoritarios que, con este procedimiento, consiguen unos escaños que les estarían vedados si se repartieran proporcionalmente al número de votos conseguidos, en las elecciones, por los partidos que hubieren participado en ellas.

Cuando nos fijamos en el sistema electoral de los EE.UU de América, observamos que los aspirantes al cargo de presidente de la nación pasan por una criba previa ( los famosos caucus) en la que todos ellos se enfrentan, unos con otros, de modo que, finalmente, el que obtiene el mayor número de apoyos en todas las circunscripciones en las que se presentan es el que va a tener la mayor posibilidad de figurar como aspirante a la presidencia en nombre de cada uno de los dos únicos partidos que se reparten el derecho a gobernar la gran nación americana. Una forma eficaz de evitar algo que, no obstante, cada vez parece que se extiende más en nuestro país, la gran proliferación de pequeños partidos, algunos casi desconocidos, que están distorsionando, privando de votos útiles a los partidos con posibilidades de salir elegidos, los resultados electorales sin que, en definitiva, les sirva a los excluidos para nada más que para impedir que los importantes se beneficien de ellos.

Si es urgente y, cada vez con más necesario, que la Ley Electoral de nuestro país sea objeto de una revisión a fondo, dándole carpetazo a la Ley D’Hont; todavía se acentúa más esta anomalía, a la vista de los graves problemas que, el hecho innegable de la proliferación de partidos en España, puede llegar a crear, debido a que esta proliferación llegue a formar una mezcolanza de difícil coordinación, lo que puede redundar en correcto funcionamiento del país. El sistema bipartidista, en el que se habían ido turnando el PP y el PSOE en el gobierno de la nación; se observó hasta las últimas elecciones del 20D, respetando la costumbre de que, el partido que obtenía más escaños era el que formaba gobierno, sin necesidad de tener la mayoría absoluta. Últimamente, se ha roto por parte del PSOE esta costumbre, gracias a que el señor Sánchez no se resigna a perder la presidencia que intenta conseguir desde el día que fue elegido Secretario General de su partido. Seguramente habrán influido en él la aparición de nuevas formaciones, de tendencias izquierdistas, anárquicas, revolucionarias y, en el caso especial que nos afecta en estos momentos, de grupos activistas, agitadores y subvencionados desde el exterior, que han aterrizado en nuestra nación, con el fin específico de traernos el comunismo bolivariano, importado de la Venezuela de Maduro. Un grupo peligroso que se ha constituido en una amenaza para nuestra democracia bajo la denominación de Podemos; hoy unido a IU con la que forman el partido Juntos Podemos, bajo cuyas siglas se presentan, con grandes posibilidades de obtener buenos resultados, a los próximos comicios del 26J.

Los separatistas catalanes, cuando el TC declaró ilegal su consulta, por la que intentaban poner en solfa su “derecho a decidir”, bajo el ampuloso nombre de “referéndum por la autodeterminación del país” de cuyos resultados esperaban valerse para dar el paso definitivo hacia la independencia de Cataluña; pretendieron pasarse de listos y decidieron darle a las elecciones legislativas del 20D el carácter de “consulta plebiscitaria del pueblo catalán” pensando que si los grupos independentistas sacaban mayoría les serviría de excusa para pedir inmediatamente que, el Gobierno, accediera a negociar con ellos un plan de separación de Cataluña de España. Ni tuvieron mayoría, ni el Gobierno tuvo, en ningún momento, la intención de negociar tamaña barbaridad ni consiguieron los argumentos para presentarse, ante sus propios votantes, como los vencedores. Entonces fue cuando se apalancaron en que habían ganado en escaños dentro de Parlamento Catalán y de ahí ya no hubo quien consiguiera sacarlos.

Seguramente el señor Sánchez, visto que no consiguió la investidura que anduvo buscando con tanto interés y que fue rechazada, por tres veces, en las votaciones parlamentarias; intente una nueva jugada, consistente en pretender que, si él consigue mayoría de escaños (no la absoluta como se requiere), aliándose con otra formación política (seguramente Ciudadanos que siempre se han mostrado dispuesto a ello), el resto de formaciones políticas tuvieran que conformarse con ello. Es obvio que es una respuesta socialista a la propuesta de Rajoy, formulada en el debate, pidiendo un compromiso de los cuatro partidos de dejar gobernar en solitario al partido que obtuviera el mayor número de escaños. Otra vez intenta, el señor Sánchez, hacer encaje de bolillos con el único objetivo de salvarse de la quema, si es que fracasa de nuevo en las elecciones y pierde más escaños. Podemos puede conseguir pasar delante del PSOE, quedando este relegado a la tercera fuerza política, lo que puede complicar la situación del líder de los socialistas dentro de su propio partido.

Evidentemente que, si Pablo Iglesias consigue más votos que el PSOE, va a ser él quien fije las condiciones para un pacto con el PSOE y es obvio que el presidente sería el mismo, lo que no quita que le diera una vicepresidencia a Sánchez para hacerse con el apoyo del PSOE lo que, pactando con algún otro partido de izquierdas, le daría la mayoría absoluta; algo que viene intentando P.Iglesias para hacerse con el poder absoluto en España. Una situación que le permitiría implantar el régimen bolivariano que ahora intenta disimular, presentándose como social-demócrata; una trola que nadie, medianamente inteligente, se puede tragar sin que se le indigeste. Sólo, en el improbable caso de que el PSOE lograra superar el maleficio que le pronostican las encuestas y pudiera mantenerse en el segundo puesto, detrás del PP, se podría mostrar benévolo con Podemos; con el que acabaría pactando, si es que consiguiera salir victorioso del Congreso de su partido, donde se deberá confirmar si sigue en el cargo.

En todo caso, el panorama, a la vista de los últimos acontecimientos y de lo sucedido en el debate del pasado martes, unido a las posteriores declaraciones de los líderes de las cuatro formaciones; nada hace suponer que, de los resultados que salgan de las próximas elecciones (nadie aventura que vayan a producirse espectaculares cambios) sea fácil que, tanto las izquierdas como las derechas, estén en condiciones de imponer un gobierno que saque los apoyos necesarios para gobernar. Es obvio que un resultado, como el que se le atribuye a Podemos, al que se le asignan 8 o 9 escaños más, unido a los del PSOE aunque perdiera escaños podría, con el apoyo de otros, formar un gobierno. Aún en este caso, las posibilidades de que este tipo de gobierno pudiera durar mucho tiempo o consiguiera inspirar confianza a Europa y, lo más difícil, a los inversores ( vean lo que le sucede al gobierno catalán que no ha conseguido que las ag4ncias de rating hayan mejorado la calificación de su deuda pública que sigue en BB- con tendencia negativa o sea como bonos basura.) que, con toda probabilidad, huirían de España al menor atisbo de que, un gobierno de este tenor, pudiera implantarse en nuestro país.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la corazonada de que, si Dios no nos echa un cable, vamos a tener que sufrir hasta día 26. Un aumento de votos a favor de los partidos de izquierdas o independentistas, mucho nos tememos que puede ocasionar un terremoto económico, financiero y social, del que, vista la situación europea y la poca simpatía que despiertan en Europa los gobiernos populistas, al estilo del Syriza griego, es muy probable que, en el mejor de los casos, tuviéramos que pedir el amparo de la UE y, en el peor, vistos los objetivos fijados en el programa de Podemos, lo más probable sería que quedáramos fuera de Europa, del Euro y de Schengen. En fin, un cataclismo.

Los trileros de la política buscan trucar el resultado del 26J

En EEUU los aspirantes al cargo de presidente de la nación pasan por una criba previa
Miguel Massanet
jueves, 16 de junio de 2016, 01:34 h (CET)
Hace años ya debió tomarse la decisión de suprimir la ley D´Hont como medio de determinar el número de escaños que le corresponde a cada partido político. Es obvio que este sistema tiene un clara intencionalidad de restarles fuerza a aquellos partidos que han conseguido, en unas elecciones, el mayor número de votos o, lo que es lo mismo, el mayor número de apoyos de acuerdo con el principio democrático de que “por cada elector un voto”. Aunque no soy partidario de las corridas de toros, se me ocurre un símil que puede ayudar a entender el por qué el sistema de sucesivas divisiones de los votos remanentes perjudica a los más votados y, no obstante, les dan oxígeno a los pequeños partidos que, si se utilizase el sistema de repartir los escaños de forma proporcional al total de votos recibidos por cada partido, resultarían, en muchas ocasiones, eliminados del panorama político de la nación o, al menos, sin tener representación parlamentaria alguna.

Cuando el picador se acerca al morlaco para clavarle la puya, no tiene otro objetivo que restarle fuerza para que le resulte más fácil de torear al matador. Cuando la ley D’Hont va dividiendo el sobrante de votos a partir de los sucesivos tramos que proporcionan los escaños, va debilitando la fuerza del partido ganador en beneficio de los partidos minoritarios que, con este procedimiento, consiguen unos escaños que les estarían vedados si se repartieran proporcionalmente al número de votos conseguidos, en las elecciones, por los partidos que hubieren participado en ellas.

Cuando nos fijamos en el sistema electoral de los EE.UU de América, observamos que los aspirantes al cargo de presidente de la nación pasan por una criba previa ( los famosos caucus) en la que todos ellos se enfrentan, unos con otros, de modo que, finalmente, el que obtiene el mayor número de apoyos en todas las circunscripciones en las que se presentan es el que va a tener la mayor posibilidad de figurar como aspirante a la presidencia en nombre de cada uno de los dos únicos partidos que se reparten el derecho a gobernar la gran nación americana. Una forma eficaz de evitar algo que, no obstante, cada vez parece que se extiende más en nuestro país, la gran proliferación de pequeños partidos, algunos casi desconocidos, que están distorsionando, privando de votos útiles a los partidos con posibilidades de salir elegidos, los resultados electorales sin que, en definitiva, les sirva a los excluidos para nada más que para impedir que los importantes se beneficien de ellos.

Si es urgente y, cada vez con más necesario, que la Ley Electoral de nuestro país sea objeto de una revisión a fondo, dándole carpetazo a la Ley D’Hont; todavía se acentúa más esta anomalía, a la vista de los graves problemas que, el hecho innegable de la proliferación de partidos en España, puede llegar a crear, debido a que esta proliferación llegue a formar una mezcolanza de difícil coordinación, lo que puede redundar en correcto funcionamiento del país. El sistema bipartidista, en el que se habían ido turnando el PP y el PSOE en el gobierno de la nación; se observó hasta las últimas elecciones del 20D, respetando la costumbre de que, el partido que obtenía más escaños era el que formaba gobierno, sin necesidad de tener la mayoría absoluta. Últimamente, se ha roto por parte del PSOE esta costumbre, gracias a que el señor Sánchez no se resigna a perder la presidencia que intenta conseguir desde el día que fue elegido Secretario General de su partido. Seguramente habrán influido en él la aparición de nuevas formaciones, de tendencias izquierdistas, anárquicas, revolucionarias y, en el caso especial que nos afecta en estos momentos, de grupos activistas, agitadores y subvencionados desde el exterior, que han aterrizado en nuestra nación, con el fin específico de traernos el comunismo bolivariano, importado de la Venezuela de Maduro. Un grupo peligroso que se ha constituido en una amenaza para nuestra democracia bajo la denominación de Podemos; hoy unido a IU con la que forman el partido Juntos Podemos, bajo cuyas siglas se presentan, con grandes posibilidades de obtener buenos resultados, a los próximos comicios del 26J.

Los separatistas catalanes, cuando el TC declaró ilegal su consulta, por la que intentaban poner en solfa su “derecho a decidir”, bajo el ampuloso nombre de “referéndum por la autodeterminación del país” de cuyos resultados esperaban valerse para dar el paso definitivo hacia la independencia de Cataluña; pretendieron pasarse de listos y decidieron darle a las elecciones legislativas del 20D el carácter de “consulta plebiscitaria del pueblo catalán” pensando que si los grupos independentistas sacaban mayoría les serviría de excusa para pedir inmediatamente que, el Gobierno, accediera a negociar con ellos un plan de separación de Cataluña de España. Ni tuvieron mayoría, ni el Gobierno tuvo, en ningún momento, la intención de negociar tamaña barbaridad ni consiguieron los argumentos para presentarse, ante sus propios votantes, como los vencedores. Entonces fue cuando se apalancaron en que habían ganado en escaños dentro de Parlamento Catalán y de ahí ya no hubo quien consiguiera sacarlos.

Seguramente el señor Sánchez, visto que no consiguió la investidura que anduvo buscando con tanto interés y que fue rechazada, por tres veces, en las votaciones parlamentarias; intente una nueva jugada, consistente en pretender que, si él consigue mayoría de escaños (no la absoluta como se requiere), aliándose con otra formación política (seguramente Ciudadanos que siempre se han mostrado dispuesto a ello), el resto de formaciones políticas tuvieran que conformarse con ello. Es obvio que es una respuesta socialista a la propuesta de Rajoy, formulada en el debate, pidiendo un compromiso de los cuatro partidos de dejar gobernar en solitario al partido que obtuviera el mayor número de escaños. Otra vez intenta, el señor Sánchez, hacer encaje de bolillos con el único objetivo de salvarse de la quema, si es que fracasa de nuevo en las elecciones y pierde más escaños. Podemos puede conseguir pasar delante del PSOE, quedando este relegado a la tercera fuerza política, lo que puede complicar la situación del líder de los socialistas dentro de su propio partido.

Evidentemente que, si Pablo Iglesias consigue más votos que el PSOE, va a ser él quien fije las condiciones para un pacto con el PSOE y es obvio que el presidente sería el mismo, lo que no quita que le diera una vicepresidencia a Sánchez para hacerse con el apoyo del PSOE lo que, pactando con algún otro partido de izquierdas, le daría la mayoría absoluta; algo que viene intentando P.Iglesias para hacerse con el poder absoluto en España. Una situación que le permitiría implantar el régimen bolivariano que ahora intenta disimular, presentándose como social-demócrata; una trola que nadie, medianamente inteligente, se puede tragar sin que se le indigeste. Sólo, en el improbable caso de que el PSOE lograra superar el maleficio que le pronostican las encuestas y pudiera mantenerse en el segundo puesto, detrás del PP, se podría mostrar benévolo con Podemos; con el que acabaría pactando, si es que consiguiera salir victorioso del Congreso de su partido, donde se deberá confirmar si sigue en el cargo.

En todo caso, el panorama, a la vista de los últimos acontecimientos y de lo sucedido en el debate del pasado martes, unido a las posteriores declaraciones de los líderes de las cuatro formaciones; nada hace suponer que, de los resultados que salgan de las próximas elecciones (nadie aventura que vayan a producirse espectaculares cambios) sea fácil que, tanto las izquierdas como las derechas, estén en condiciones de imponer un gobierno que saque los apoyos necesarios para gobernar. Es obvio que un resultado, como el que se le atribuye a Podemos, al que se le asignan 8 o 9 escaños más, unido a los del PSOE aunque perdiera escaños podría, con el apoyo de otros, formar un gobierno. Aún en este caso, las posibilidades de que este tipo de gobierno pudiera durar mucho tiempo o consiguiera inspirar confianza a Europa y, lo más difícil, a los inversores ( vean lo que le sucede al gobierno catalán que no ha conseguido que las ag4ncias de rating hayan mejorado la calificación de su deuda pública que sigue en BB- con tendencia negativa o sea como bonos basura.) que, con toda probabilidad, huirían de España al menor atisbo de que, un gobierno de este tenor, pudiera implantarse en nuestro país.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la corazonada de que, si Dios no nos echa un cable, vamos a tener que sufrir hasta día 26. Un aumento de votos a favor de los partidos de izquierdas o independentistas, mucho nos tememos que puede ocasionar un terremoto económico, financiero y social, del que, vista la situación europea y la poca simpatía que despiertan en Europa los gobiernos populistas, al estilo del Syriza griego, es muy probable que, en el mejor de los casos, tuviéramos que pedir el amparo de la UE y, en el peor, vistos los objetivos fijados en el programa de Podemos, lo más probable sería que quedáramos fuera de Europa, del Euro y de Schengen. En fin, un cataclismo.

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