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Marie Cocco

Un repunte sin recuperación

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Al final, ¿hay buenas o malas noticias? ¿Vamos camino de una recuperación económica o estamos al borde de otro enervante ciclo en el que los analistas de Wall Street - junto a políticos enormemente interesados en promover esas cosas - tratan de sacarnos de nuestro desánimo?

Goldman Sachs, que acaba de devolver la inyección de 10.000 millones de dólares de dinero público que ayudó a mantenerlo a flote durante la crisis crediticia del pasado otoño, anunció unos beneficios récord de 3.000 millones de dólares en el segundo trimestre. Eso basta para dedicar casi la mitad de los ingresos de la empresa a indemnizaciones - es decir, a los alucinantes sueldos y obscenas primas que hemos entendido fueron una causa del colapso financiero y económico. Sin embargo, la buena fortuna de Goldman es una buena noticia para los conductores de limusinas de Nueva York, los jardineros, los camareros, las niñeras, los agentes inmobiliarios y los contratistas de reformas del hogar. En ocasiones, un chorro de dinero sí llega a las categorías sociales inferiores.

Mientras tanto, los analistas de Wall Street están elevando las previsiones de beneficio de empresas estadounidenses a un ritmo que no se veía desde abril de 2007, de acuerdo con el servicio de noticias financieras Bloomberg. Así que las cosas están mejorando si usted es un ejecutivo que puede presumir de lograr los beneficios más considerables, o incluso si usted es un inversor de clase media preocupado por su cartera de inversiones para la jubilación.

Pero además, está Staples.
La cadena de material de oficina me envió un e-mail publicitario el otro día anunciando que ofrece ofertas de 25 centavos en algunos productos de la vuelta al cole. Pegamento, sacapuntas, borradores, bolígrafos, estuches - un cuarto de dólar es todo lo que necesita.

Como indicador económico de referencia, me quedo con Staples.

Nada desinfla la exuberancia irracional como que los minoristas estén regalando prácticamente el género para atraer clientes a sus tiendas. Así es como se ven las cosas en la economía real, la del paro del 9,5 por ciento - el más elevado en 26 años - que se cree aumentará. Esta es la economía de los recortes salariales y la congelación de sueldos, las jornadas reducidas y la plantilla cuyo patrono ha dejado de ingresar dinero en las cuentas de sus planes para la jubilación.

Esas previsiones de beneficios que son noticias tan buenas para los inversores se basan en opiniones de analistas que dicen que los costes de operación se han reducido tanto que los beneficios pueden aumentar. Pero los "costos" que se han recortado van mucho más allá del café gratis de la sala de descanso. Los recortes son fruto de expedientes de regulación, reducción de la jornada, congelaciones salariales y reducción de beneficios que van a seguir lastrando a la economía.

Es por eso que la aritmética de la recesión todavía parece bastante triste, y que la política y la psicología de ella empiezan a desvincularse de la realidad de una forma siniestra. Siniestra porque parece que estamos dispuestos a anunciar otra vez que todo va camino de solucionarse - o que pronto estará solucionado - porque ciertos indicios de recuperación, los vinculados a las inversiones en particular, se hacen visibles. Esto realmente debe preocuparnos.

Porque durante la última década, una recuperación se declaró exitosa a pesar de no guardar ninguna relación con la misión general de construir una economía basada en el aumento de la productividad y, sobre todo, el aumento de la riqueza a lo largo de todos los sectores de la sociedad. Durante años se trató de una "recuperación sin creación de empleo''- un repunte en la actividad económica general que no se basaba en la creación de empleo sino sobre todo en un mayor gasto por parte de aquellos que ya tenían empleo.

Mientras tanto, parece que vamos camino de un estancamiento prolongado de la renta entre la mayoría de los trabajadores. Aun cuando la economía empiece a producir puestos de trabajo, no está claro que las empresas vayan a contratar otra vez el mismo número de trabajadores. La tónica del mercado laboral deprimirá los sueldos, mientras los impacientes trabajadores deseosos de un empleo aceptan salarios más bajos y prestaciones más restringidas de las que habrían disfrutado en el empleo que perdieron en la recesión.

Después de todo, ¿dónde van a tener salarios y prestaciones comparables a las perdidas, incluso los trabajadores del automóvil más cualificados? En ninguna parte.

De 2000 a 2007, los hogares compuestos de adultos en edad laboral no registraron incrementos de la renta, según un análisis realizado por Lawrence Mishel, del Instituto de Política Económica. Es la primera vez que se tiene constancia de una expansión económica que no eleva los ingresos. Esto contribuyó poderosamente a la crisis del crédito - los ingresos se estancaron, y cada vez más personas recurrieron a préstamos de riesgo cada vez mayor para cubrir la diferencia entre lo que ganaban y lo que querían comprar.

Es cierto que existía una expectativa cultural inaceptable de que es posible vivir por encima de las posibilidades de cada uno. Pero hasta en la era de las ofertas de 25 centavos y los restaurantes de menú dos por uno, las familias necesitan un medio de vida. Sólo cuando volvamos a eso se podrá creer a quien le diga que la pesadilla económica ha terminado.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

Un repunte sin recuperación

Marie Cocco
Marie Cocco
viernes, 31 de julio de 2009, 02:48 h (CET)
Al final, ¿hay buenas o malas noticias? ¿Vamos camino de una recuperación económica o estamos al borde de otro enervante ciclo en el que los analistas de Wall Street - junto a políticos enormemente interesados en promover esas cosas - tratan de sacarnos de nuestro desánimo?

Goldman Sachs, que acaba de devolver la inyección de 10.000 millones de dólares de dinero público que ayudó a mantenerlo a flote durante la crisis crediticia del pasado otoño, anunció unos beneficios récord de 3.000 millones de dólares en el segundo trimestre. Eso basta para dedicar casi la mitad de los ingresos de la empresa a indemnizaciones - es decir, a los alucinantes sueldos y obscenas primas que hemos entendido fueron una causa del colapso financiero y económico. Sin embargo, la buena fortuna de Goldman es una buena noticia para los conductores de limusinas de Nueva York, los jardineros, los camareros, las niñeras, los agentes inmobiliarios y los contratistas de reformas del hogar. En ocasiones, un chorro de dinero sí llega a las categorías sociales inferiores.

Mientras tanto, los analistas de Wall Street están elevando las previsiones de beneficio de empresas estadounidenses a un ritmo que no se veía desde abril de 2007, de acuerdo con el servicio de noticias financieras Bloomberg. Así que las cosas están mejorando si usted es un ejecutivo que puede presumir de lograr los beneficios más considerables, o incluso si usted es un inversor de clase media preocupado por su cartera de inversiones para la jubilación.

Pero además, está Staples.
La cadena de material de oficina me envió un e-mail publicitario el otro día anunciando que ofrece ofertas de 25 centavos en algunos productos de la vuelta al cole. Pegamento, sacapuntas, borradores, bolígrafos, estuches - un cuarto de dólar es todo lo que necesita.

Como indicador económico de referencia, me quedo con Staples.

Nada desinfla la exuberancia irracional como que los minoristas estén regalando prácticamente el género para atraer clientes a sus tiendas. Así es como se ven las cosas en la economía real, la del paro del 9,5 por ciento - el más elevado en 26 años - que se cree aumentará. Esta es la economía de los recortes salariales y la congelación de sueldos, las jornadas reducidas y la plantilla cuyo patrono ha dejado de ingresar dinero en las cuentas de sus planes para la jubilación.

Esas previsiones de beneficios que son noticias tan buenas para los inversores se basan en opiniones de analistas que dicen que los costes de operación se han reducido tanto que los beneficios pueden aumentar. Pero los "costos" que se han recortado van mucho más allá del café gratis de la sala de descanso. Los recortes son fruto de expedientes de regulación, reducción de la jornada, congelaciones salariales y reducción de beneficios que van a seguir lastrando a la economía.

Es por eso que la aritmética de la recesión todavía parece bastante triste, y que la política y la psicología de ella empiezan a desvincularse de la realidad de una forma siniestra. Siniestra porque parece que estamos dispuestos a anunciar otra vez que todo va camino de solucionarse - o que pronto estará solucionado - porque ciertos indicios de recuperación, los vinculados a las inversiones en particular, se hacen visibles. Esto realmente debe preocuparnos.

Porque durante la última década, una recuperación se declaró exitosa a pesar de no guardar ninguna relación con la misión general de construir una economía basada en el aumento de la productividad y, sobre todo, el aumento de la riqueza a lo largo de todos los sectores de la sociedad. Durante años se trató de una "recuperación sin creación de empleo''- un repunte en la actividad económica general que no se basaba en la creación de empleo sino sobre todo en un mayor gasto por parte de aquellos que ya tenían empleo.

Mientras tanto, parece que vamos camino de un estancamiento prolongado de la renta entre la mayoría de los trabajadores. Aun cuando la economía empiece a producir puestos de trabajo, no está claro que las empresas vayan a contratar otra vez el mismo número de trabajadores. La tónica del mercado laboral deprimirá los sueldos, mientras los impacientes trabajadores deseosos de un empleo aceptan salarios más bajos y prestaciones más restringidas de las que habrían disfrutado en el empleo que perdieron en la recesión.

Después de todo, ¿dónde van a tener salarios y prestaciones comparables a las perdidas, incluso los trabajadores del automóvil más cualificados? En ninguna parte.

De 2000 a 2007, los hogares compuestos de adultos en edad laboral no registraron incrementos de la renta, según un análisis realizado por Lawrence Mishel, del Instituto de Política Económica. Es la primera vez que se tiene constancia de una expansión económica que no eleva los ingresos. Esto contribuyó poderosamente a la crisis del crédito - los ingresos se estancaron, y cada vez más personas recurrieron a préstamos de riesgo cada vez mayor para cubrir la diferencia entre lo que ganaban y lo que querían comprar.

Es cierto que existía una expectativa cultural inaceptable de que es posible vivir por encima de las posibilidades de cada uno. Pero hasta en la era de las ofertas de 25 centavos y los restaurantes de menú dos por uno, las familias necesitan un medio de vida. Sólo cuando volvamos a eso se podrá creer a quien le diga que la pesadilla económica ha terminado.

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