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Opinión
Etiquetas | Geopolítica | Guerra | Israel - Palestina | ONU | Gobierno de España | Constitución
Lamentablemente, hay demasiados sujetos que creen que los fuegos se apagan con gasolina

​Todo es geopolítica

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Uno


Decía Antonio Machado que “de aquello que se desmorona hay que esperarlo todo menos una transformación; porque si fuera capaz de transformarse, claro está que de ningún modo se desmoronaría”.


El concepto de un mundo basado en reglas en realidad es una simulación destinada a crear precisamente todo lo contrario, es decir, un mundo sin reglas ajenas que lo limiten. Todo poder hegemónico llega a un punto en el cual pierde el sentido de la proporción, y la soberbia deriva en despropósito. El monólogo sustituye al diálogo y provoca sordera. La cuestión es que ese mundo inspirado en reglas está destruyendo, sin llegar a sustituirlo, al derecho internacional. Si esas pretendidas reglas existieran no estaría ocurriendo, por ejemplo, lo de Palestina. ¿Por qué Palestina? No por la idoneidad del momento, sino porque en el problema no existe ningún tipo de ambigüedad que necesite ayudas hermenéuticas. Las resoluciones de la ONU son bien claras: dos estados independientes y soberanos. Sin embargo está ocurriendo todo lo contrario: uno de los territorios devora insaciablemente al otro, sin que ninguna institución lo pare. Amnistía Internacional, nada sospechosa de extremismo, escribía en 2022 lo siguiente: https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/ocho-claves-para-entender-el-conflicto-palestino-israeli/


En resumen, cualquier cosa menos cumplir el derecho internacional, el cual es jurídicamente, no lo olvidemos, de obligado cumplimiento.


Lo que ocurre desde hace setenta y cinco años en ese territorio es precisamente la ausencia de reglas y el imperio de la fuerza. Recordemos las operaciones realizadas en este siglo: Lluvias de Verano; Nubes de Otoño; Invierno Caliente; Plomo Fundido; Eco que corre; Pilar de Nube; Borde Protector; Cinturón Negro; Amanecer; Escudo y Flechas, si es que no hay más que ignoremos. Esto por no remontarnos con detalle a las matanzas del siglo pasado, como la de Shabra y Shatila, realizada ante la pasividad de las fuerzas israelíes, según la comisión Kahan (israelí),; o al atentado perpetrado por los sionistas en el hotel Rey David contra los propios ingleses, muñidores de la Declaración de Balfour (1917), por la cual se apoya la creación en Palestina de un “hogar nacional” para el pueblo judío. De la religión se pasa a la raza y de la raza a la religión, pero nunca al derecho. De entrada esa decisión ya lleva en sí un germen conflictivo: Israel 55 por ciento del territorio; Palestina, 45 por ciento.


¿Por qué hemos dicho que no existe ningún tipo de ambigüedad? Pues porque por mucho que unos y otros se acusen con razón de terrorismo, no cabe recurrir a lo que en otra ocasión llamábamos “la primera bofetada”, es decir, hurtar la primera foto del agresor y mantener la del agredido defendiéndose, de forma que sin antecedente se convierte en agresor. La causa convertida en efecto y el efecto en causa. Afortunadamente hay suficientes fotos de las respectivas agresiones, lo que permite calibrar la esencia del problema.


Más allá de diatribas con tintes religiosos, étnicos, históricos, culturales, el hecho es que pobres gentes cuyo “único” derecho era el título de propiedad de sus casas han sido expulsados de ellas. Millones de seres sobreviven incluso en campos de concentración. Sorprendente para un mundo que sostiene que la propiedad –sobre todo la privada—es sagrada. Respecto a la etnicidad hay que subrayar que si originariamente ambos pueblos eran semitas, tal ha sido la invasión al lugar de gente foránea que dudamos de la proporción semítica en el pueblo israelí). Aquello de Ben Gurion del “retorno” a la patria fue pura ficción literaria.


Son demasiadas las resoluciones de la ONU para se siga dándole vueltas al asunto, mientras los colonos israelíes siguen ocupando tierras y pozos de agua que no son suyos. Hace poco hablaba en una cadena de televisión un exembajador español en EE.UU. que era el perfecto ejemplo de lo que es un pésimo diplomático: no se puede hablar del 11 S, o de los atentados en Madrid o París vinculándolos al asunto palestino. Si se pesaran las respectivas violencias el pueblo palestino perdería en el peso. Aparte de que el problema de Palestina es muy anterior al 11S.


Lamentablemente, hay demasiados sujetos que creen que los fuegos se apagan con gasolina. Muchos de los que han de ser valedores del derecho internacional olvidan que uno de sus principios fundamentales es el de buena fe. De lo único que cabe hablar si se quiere una solución es de la creación urgente de un estado palestino. Estos expertos en derecho internacional parece que prefieren anteponer sus prejuicios a las soluciones reclamadas por la ONU. Pero, claro, no hablamos de una solución en el vacío. No sólo están las riquezas de Palestina (que las hay, como el campo de gas natural frente a la costa de Gaza, que no ha podido ser explotado por la Autoridad Palestina dada la oposición del Gobierno israelí), sino también las razones geoestratégicas, tan ajenas a la razonabilidad. Una política cimentada en la fuerza y no en el acuerdo, y que ve un posible enemigo en ese pueblo maltratado, no ayuda a tal solución. Para estos diplomáticos sólo puede haber un estado, el de Israel, con la misión de ser vigilante de los países circundantes. He aquí una de las tantas paradojas de la geopolítica: se balcaniza al mundo, y sin embargo a uno que pide surgir se le impide.

Pero, insistimos, no queremos centrarnos en Palestina, sino en las reglas que se aplican aleatoriamente según el caso. Tan dramática como la de los palestinos es la situación de la exprovincia española saharaui, y tan injusta la respuesta que da el mundo. No hablemos de Malvinas o Guantánamo.


Las reglas de las que hablamos tienen un grandísimo fallo, el de emanar de un poder unilateral, más preocupado por sus intereses que por la justicia de los casos. ¿Cómo aplicar en el paralelo ecuatorial lo que se aplica en el Polo Norte si incluso se parte de bases raciales que distinguen entre morenos y rubios? No vemos banderitas, campañas oficiales progaza. No oímos cantantes dándose golpes de pecho, En realidad estamos ante reglas de quita y pon según el caso, lo cual atenta contra uno de los principios más importantes del derecho: el de su aplicación general. El Tribunal Penal Internacional (1998), por ejemplo, parece que desde su constitución ha ignorado este principio. Esperemos ver qué hace sobre lo que está sucediendo en Gaza. (Newtral: “De las 51 personas que han sido acusadas desde que la Corte comenzó a funcionar en 2002, todas salvo tres son africanos y solo hay una mujer. Expertos y organizaciones internacionales ponen en duda su “legitimidad”).


Dos


¿Nos interesan estas cosas a los españoles? No, pero deberían interesarnos, al margen de que el único mensaje que se esparce es el de que seamos felices y no tóxicamente avizores. Si somos sinceros, a los españoles se nos ha aplicado el derecho internacional como le ha dado la gana a cuatro potencias esgrimidoras de reglas. Lamentablemente tenemos cuatro territorios sangrantes para los cuales nuestros aliados no tienen gestos satisfactorios de solidaridad. Hablamos de Gibraltar, Sáhara, provincias extrapeninsulares y separatismos. Un antecedente ilustrador es el de la guerra en Sidi Ifni, en 1968 (no todo hay que achacárselo a la democracia), fecha en la que quedó claro que Marruecos es el aliado preferente. Parece que actualmente su armamento es superior al español. Por nuestra parte pstá claro que no podemos atender a la vez un contencioso en el próximo Este y otro en nuestra propia frontera. ¡Que desatino el del proyecto Islero por querer tener una bomba atómica mientras se le permitía a otros estados!


¿En qué sentido se relaciona con nosotros el asunto de las reglas? Muy sencillo: en que las resoluciones de la ONU que nos benefician se debilitan e incumplen. Es decir, que estamos huérfanos respecto al derecho que nos interesa. Por otra parte, este interés por las normas de superior jerarquía nos afecta en un doble sentido: en el internacional y en el nacional.

Sobre el derecho internacional ya nos hemos expresado. Respecto al derecho nacional también nos interesan las normas de superior jerarquía –la Constitución, en este caso—sobre y contra reglas que van surgiendo ad hoc y que asumimos por miopía o falta de entereza soberana.


En el dilema unidad separatismo se produce una manipulación que sería necesario desmontar. Porque no se juega con las mismas cartas ni en las mismas mesas. En este problema también hay un derecho menor que quiere imponerse al mayor. Curiosamente, en pleno siglo XXI se barajan argumentos que deberían ser considerados como anacrónicas sandeces.


No se puede hablar de antecedentes históricos, étnicos, culturales después más de mil años de convivencia, de mezcla, ¿Cultura? ¿Qué cultura diferente si en todos los ámbitos impera una que no es nuestra? ¿Idioma? El español no pretende segregar a los idiomas regionales. Estos segundos sí lo pretenden, con una visión hacia lo universal muy mediocre. ¿Qué pesa el idioma de una comunidad de cinco millones de habitantes comparado a otro –el español-- de quinientos? ¿Esa es la perspectiva mundial que tenemos? En Pekín quieren introducir el español como segunda lengua en la enseñanza por su interés estratégico. Por el contrario un porcentaje de nosotros luchando por eliminarlo en nombre de un localismo chato.


Todas esos conflictos benefician en definitiva a unas minorías no dispuestas a compartir nada, ni siquiera la simpatía. Y sus aliados lo son de una balcanización que además ha provocado que los nuevos territorios no sean del nuevo país, sino de multinacionales extranjeras. ¿Ese es el patriotismo que pretende sustituirnos? ¿Y cuál es su sentido de las reglas? ¿Qué cuando se independizan se olvidan de los derechos de sus correspondientes separatistas?


El otro día leíamos con sorpresa que la oficina central del movimiento mapuche (Argentina, Chiles) está en…¡Bristol! Hablamos del Mapuche International Link (MIL), cuyos dirigentes son auténticos indígenas, a saber, Edward James, Colette Linehan, Madeline Stanley, Fiona Waters (sección de derechos humanos que no podía faltar). El objetivo de la organización es “en última instancia, conquistar el derecho a la autodeterminación”. ¿Consideran los mapuches que los británicos han sido ejemplares en su devenir colonial? Que no tengan leyenda negra no significa que no se pueda realizar. Si no se ha hecho no es por falta de datos (India, por ejemplo, con hambrunas causantes de millones de muertos; Australia; Irlanda…) sino por nuestra incapacidad para devolver historia por historia. Incapacidad que además nos lleva a que sigamos nutriéndonos de hispanistas extranjeros para comprender nuestra propia historia (cualquier niño español sabe qué fue la derrota de la “Armada invencible”; pocos tienen conocimiento de la derrota de la “Contraarmada” al año siguiente). Así de pobres son los resultados.


Afortunadamente el mundo está abriendo los ojos y descubriendo el cartón piedra que hay en la política mundial. No somos fanáticos: hay que reconocerles su capacidad geopolítica. Pero por mucho que se valoren las argucias de los Maquiavelo de turno, el político español debe servir a su pueblo, no a sus referentes político-culturales, por muy maestros que los consideren. Aparte de que si no han aprendido nada de sus habilidades cabe doble reproche.


Tres


Se habla de los peligros de las nuevas tecnologías, lo cual es cierto. Sin embargo también han contribuido a abrir el abanico de la realidad (nacional y mundial). El conflicto quizás se plantee en la proporción entre lo bueno y lo malo de tales tecnologías.


Una de las grandes ventajas, refiriéndonos sobre todo a España, es que han permitido que el monopolio que tenían los medios oficializados, tanto públicos como privados (principalmente televisión y medios en papel) se debilite. Una multitud de programas, principalmente televisivos, le llevaban a uno a preguntarse si nuestro país era realmente mediocre, por no decir peores cosas. Sin embargo, a través de las redes ha habido una eclosión de talentos antes desconocidos que sorprenden y ayudan a no perder totalmente la esperanza por un tiempo mejor. Sobre todo en You Tube hay una serie de analistas, orientadores culturales, pensadores, y encima muchos de ellos asombrosamente jóvenes, que sin esas redes habrían seguido siendo ignorados. Lo mismo se puede decir de los diarios digitales independientes.


Esa ventana abierta está ayudando a que ese mundo unipensante comience a resquebrajarse en beneficio de la información con contenido dialéctico. Mundo unipensante que ha provocado un empobrecimiento que repercute en la política en general.


Uno de los males es que en muchos casos las mayorías han sido perjudicadas en beneficio de unas minorías exiguas, de las cuales no sabemos de dónde surge su poder. Una muestra más de que cuando lo menor prima sobre lo mayor (la reglas sobre el derecho internacional; los decretos ley sobre la Constitución, lo privado sobre lo colectivo) la perjudicada es la mayoría. Un requisito olvidado de la democracia era el del respeto a las minorías. De este olvido se pasó a su extremo, permitir el imperio de las minorías. No es un movimiento único en España ni de este tiempo. Pero contemporáneamente se ha disparado. Un ejemplo claro, importante, es el de nuestro idioma: hemos pasado de discutir qué proporción de idiomas periféricos se debía combinar con el idioma nacional en la educación a reducir hasta lo ridículo la enseñanza en español, y con tendencia a eliminarlo. ¿Cómo designar a quienes potencian su lengua regional ¡junto al inglés! en perjuicio del español?


A este desmadre en el que lo menor subyuga a lo mayor --la emoción sobre la razón, el interés particular sobre el general (los ilotas), la región sobre la nación, el mío sobre el nuestro, la costumbre sobre la ley--, han contribuido tanto los supuestos patriotas, monopolizadores del espíritu nacional, como las izquierdas transversalistas. Alfonso Guerra dice que la izquierda ha perdido el Norte. No es cierto, nunca se ganó, nunca nos ha querido. Y el Sur, al que habríamos podido ganar, lo hemos perdido definitivamente. Y él ha sido colaborador necesario. El PSOE histórico tenía una Comisión Ejecutiva Nacional; el PSOE renovado la cambió a Comisión Ejecutiva Federal. Todo es geopolítica, en nuestro caso desatendida.


No culparemos sólo al PSOE, tal como hemos dicho. La actual situación gubernativa habría tenido soluciones posibles si las fuerzas llamadas constitucionalistas (lo cual dudamos; otro estado de bienestar tendríamos de aplicarse la Constitución, no el régimen de subidas de Rajoy del 0,25 por ciento a los pensionistas) hubieran realizado un programa potenciador de la unidad y del desarrollo social. Pero aquí mandan los menos, que ni siquiera tienen necesidad de alcanzar el gobierno.

​Todo es geopolítica

Lamentablemente, hay demasiados sujetos que creen que los fuegos se apagan con gasolina
Luis Méndez Viñolas
lunes, 6 de noviembre de 2023, 09:54 h (CET)

Uno


Decía Antonio Machado que “de aquello que se desmorona hay que esperarlo todo menos una transformación; porque si fuera capaz de transformarse, claro está que de ningún modo se desmoronaría”.


El concepto de un mundo basado en reglas en realidad es una simulación destinada a crear precisamente todo lo contrario, es decir, un mundo sin reglas ajenas que lo limiten. Todo poder hegemónico llega a un punto en el cual pierde el sentido de la proporción, y la soberbia deriva en despropósito. El monólogo sustituye al diálogo y provoca sordera. La cuestión es que ese mundo inspirado en reglas está destruyendo, sin llegar a sustituirlo, al derecho internacional. Si esas pretendidas reglas existieran no estaría ocurriendo, por ejemplo, lo de Palestina. ¿Por qué Palestina? No por la idoneidad del momento, sino porque en el problema no existe ningún tipo de ambigüedad que necesite ayudas hermenéuticas. Las resoluciones de la ONU son bien claras: dos estados independientes y soberanos. Sin embargo está ocurriendo todo lo contrario: uno de los territorios devora insaciablemente al otro, sin que ninguna institución lo pare. Amnistía Internacional, nada sospechosa de extremismo, escribía en 2022 lo siguiente: https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/ocho-claves-para-entender-el-conflicto-palestino-israeli/


En resumen, cualquier cosa menos cumplir el derecho internacional, el cual es jurídicamente, no lo olvidemos, de obligado cumplimiento.


Lo que ocurre desde hace setenta y cinco años en ese territorio es precisamente la ausencia de reglas y el imperio de la fuerza. Recordemos las operaciones realizadas en este siglo: Lluvias de Verano; Nubes de Otoño; Invierno Caliente; Plomo Fundido; Eco que corre; Pilar de Nube; Borde Protector; Cinturón Negro; Amanecer; Escudo y Flechas, si es que no hay más que ignoremos. Esto por no remontarnos con detalle a las matanzas del siglo pasado, como la de Shabra y Shatila, realizada ante la pasividad de las fuerzas israelíes, según la comisión Kahan (israelí),; o al atentado perpetrado por los sionistas en el hotel Rey David contra los propios ingleses, muñidores de la Declaración de Balfour (1917), por la cual se apoya la creación en Palestina de un “hogar nacional” para el pueblo judío. De la religión se pasa a la raza y de la raza a la religión, pero nunca al derecho. De entrada esa decisión ya lleva en sí un germen conflictivo: Israel 55 por ciento del territorio; Palestina, 45 por ciento.


¿Por qué hemos dicho que no existe ningún tipo de ambigüedad? Pues porque por mucho que unos y otros se acusen con razón de terrorismo, no cabe recurrir a lo que en otra ocasión llamábamos “la primera bofetada”, es decir, hurtar la primera foto del agresor y mantener la del agredido defendiéndose, de forma que sin antecedente se convierte en agresor. La causa convertida en efecto y el efecto en causa. Afortunadamente hay suficientes fotos de las respectivas agresiones, lo que permite calibrar la esencia del problema.


Más allá de diatribas con tintes religiosos, étnicos, históricos, culturales, el hecho es que pobres gentes cuyo “único” derecho era el título de propiedad de sus casas han sido expulsados de ellas. Millones de seres sobreviven incluso en campos de concentración. Sorprendente para un mundo que sostiene que la propiedad –sobre todo la privada—es sagrada. Respecto a la etnicidad hay que subrayar que si originariamente ambos pueblos eran semitas, tal ha sido la invasión al lugar de gente foránea que dudamos de la proporción semítica en el pueblo israelí). Aquello de Ben Gurion del “retorno” a la patria fue pura ficción literaria.


Son demasiadas las resoluciones de la ONU para se siga dándole vueltas al asunto, mientras los colonos israelíes siguen ocupando tierras y pozos de agua que no son suyos. Hace poco hablaba en una cadena de televisión un exembajador español en EE.UU. que era el perfecto ejemplo de lo que es un pésimo diplomático: no se puede hablar del 11 S, o de los atentados en Madrid o París vinculándolos al asunto palestino. Si se pesaran las respectivas violencias el pueblo palestino perdería en el peso. Aparte de que el problema de Palestina es muy anterior al 11S.


Lamentablemente, hay demasiados sujetos que creen que los fuegos se apagan con gasolina. Muchos de los que han de ser valedores del derecho internacional olvidan que uno de sus principios fundamentales es el de buena fe. De lo único que cabe hablar si se quiere una solución es de la creación urgente de un estado palestino. Estos expertos en derecho internacional parece que prefieren anteponer sus prejuicios a las soluciones reclamadas por la ONU. Pero, claro, no hablamos de una solución en el vacío. No sólo están las riquezas de Palestina (que las hay, como el campo de gas natural frente a la costa de Gaza, que no ha podido ser explotado por la Autoridad Palestina dada la oposición del Gobierno israelí), sino también las razones geoestratégicas, tan ajenas a la razonabilidad. Una política cimentada en la fuerza y no en el acuerdo, y que ve un posible enemigo en ese pueblo maltratado, no ayuda a tal solución. Para estos diplomáticos sólo puede haber un estado, el de Israel, con la misión de ser vigilante de los países circundantes. He aquí una de las tantas paradojas de la geopolítica: se balcaniza al mundo, y sin embargo a uno que pide surgir se le impide.

Pero, insistimos, no queremos centrarnos en Palestina, sino en las reglas que se aplican aleatoriamente según el caso. Tan dramática como la de los palestinos es la situación de la exprovincia española saharaui, y tan injusta la respuesta que da el mundo. No hablemos de Malvinas o Guantánamo.


Las reglas de las que hablamos tienen un grandísimo fallo, el de emanar de un poder unilateral, más preocupado por sus intereses que por la justicia de los casos. ¿Cómo aplicar en el paralelo ecuatorial lo que se aplica en el Polo Norte si incluso se parte de bases raciales que distinguen entre morenos y rubios? No vemos banderitas, campañas oficiales progaza. No oímos cantantes dándose golpes de pecho, En realidad estamos ante reglas de quita y pon según el caso, lo cual atenta contra uno de los principios más importantes del derecho: el de su aplicación general. El Tribunal Penal Internacional (1998), por ejemplo, parece que desde su constitución ha ignorado este principio. Esperemos ver qué hace sobre lo que está sucediendo en Gaza. (Newtral: “De las 51 personas que han sido acusadas desde que la Corte comenzó a funcionar en 2002, todas salvo tres son africanos y solo hay una mujer. Expertos y organizaciones internacionales ponen en duda su “legitimidad”).


Dos


¿Nos interesan estas cosas a los españoles? No, pero deberían interesarnos, al margen de que el único mensaje que se esparce es el de que seamos felices y no tóxicamente avizores. Si somos sinceros, a los españoles se nos ha aplicado el derecho internacional como le ha dado la gana a cuatro potencias esgrimidoras de reglas. Lamentablemente tenemos cuatro territorios sangrantes para los cuales nuestros aliados no tienen gestos satisfactorios de solidaridad. Hablamos de Gibraltar, Sáhara, provincias extrapeninsulares y separatismos. Un antecedente ilustrador es el de la guerra en Sidi Ifni, en 1968 (no todo hay que achacárselo a la democracia), fecha en la que quedó claro que Marruecos es el aliado preferente. Parece que actualmente su armamento es superior al español. Por nuestra parte pstá claro que no podemos atender a la vez un contencioso en el próximo Este y otro en nuestra propia frontera. ¡Que desatino el del proyecto Islero por querer tener una bomba atómica mientras se le permitía a otros estados!


¿En qué sentido se relaciona con nosotros el asunto de las reglas? Muy sencillo: en que las resoluciones de la ONU que nos benefician se debilitan e incumplen. Es decir, que estamos huérfanos respecto al derecho que nos interesa. Por otra parte, este interés por las normas de superior jerarquía nos afecta en un doble sentido: en el internacional y en el nacional.

Sobre el derecho internacional ya nos hemos expresado. Respecto al derecho nacional también nos interesan las normas de superior jerarquía –la Constitución, en este caso—sobre y contra reglas que van surgiendo ad hoc y que asumimos por miopía o falta de entereza soberana.


En el dilema unidad separatismo se produce una manipulación que sería necesario desmontar. Porque no se juega con las mismas cartas ni en las mismas mesas. En este problema también hay un derecho menor que quiere imponerse al mayor. Curiosamente, en pleno siglo XXI se barajan argumentos que deberían ser considerados como anacrónicas sandeces.


No se puede hablar de antecedentes históricos, étnicos, culturales después más de mil años de convivencia, de mezcla, ¿Cultura? ¿Qué cultura diferente si en todos los ámbitos impera una que no es nuestra? ¿Idioma? El español no pretende segregar a los idiomas regionales. Estos segundos sí lo pretenden, con una visión hacia lo universal muy mediocre. ¿Qué pesa el idioma de una comunidad de cinco millones de habitantes comparado a otro –el español-- de quinientos? ¿Esa es la perspectiva mundial que tenemos? En Pekín quieren introducir el español como segunda lengua en la enseñanza por su interés estratégico. Por el contrario un porcentaje de nosotros luchando por eliminarlo en nombre de un localismo chato.


Todas esos conflictos benefician en definitiva a unas minorías no dispuestas a compartir nada, ni siquiera la simpatía. Y sus aliados lo son de una balcanización que además ha provocado que los nuevos territorios no sean del nuevo país, sino de multinacionales extranjeras. ¿Ese es el patriotismo que pretende sustituirnos? ¿Y cuál es su sentido de las reglas? ¿Qué cuando se independizan se olvidan de los derechos de sus correspondientes separatistas?


El otro día leíamos con sorpresa que la oficina central del movimiento mapuche (Argentina, Chiles) está en…¡Bristol! Hablamos del Mapuche International Link (MIL), cuyos dirigentes son auténticos indígenas, a saber, Edward James, Colette Linehan, Madeline Stanley, Fiona Waters (sección de derechos humanos que no podía faltar). El objetivo de la organización es “en última instancia, conquistar el derecho a la autodeterminación”. ¿Consideran los mapuches que los británicos han sido ejemplares en su devenir colonial? Que no tengan leyenda negra no significa que no se pueda realizar. Si no se ha hecho no es por falta de datos (India, por ejemplo, con hambrunas causantes de millones de muertos; Australia; Irlanda…) sino por nuestra incapacidad para devolver historia por historia. Incapacidad que además nos lleva a que sigamos nutriéndonos de hispanistas extranjeros para comprender nuestra propia historia (cualquier niño español sabe qué fue la derrota de la “Armada invencible”; pocos tienen conocimiento de la derrota de la “Contraarmada” al año siguiente). Así de pobres son los resultados.


Afortunadamente el mundo está abriendo los ojos y descubriendo el cartón piedra que hay en la política mundial. No somos fanáticos: hay que reconocerles su capacidad geopolítica. Pero por mucho que se valoren las argucias de los Maquiavelo de turno, el político español debe servir a su pueblo, no a sus referentes político-culturales, por muy maestros que los consideren. Aparte de que si no han aprendido nada de sus habilidades cabe doble reproche.


Tres


Se habla de los peligros de las nuevas tecnologías, lo cual es cierto. Sin embargo también han contribuido a abrir el abanico de la realidad (nacional y mundial). El conflicto quizás se plantee en la proporción entre lo bueno y lo malo de tales tecnologías.


Una de las grandes ventajas, refiriéndonos sobre todo a España, es que han permitido que el monopolio que tenían los medios oficializados, tanto públicos como privados (principalmente televisión y medios en papel) se debilite. Una multitud de programas, principalmente televisivos, le llevaban a uno a preguntarse si nuestro país era realmente mediocre, por no decir peores cosas. Sin embargo, a través de las redes ha habido una eclosión de talentos antes desconocidos que sorprenden y ayudan a no perder totalmente la esperanza por un tiempo mejor. Sobre todo en You Tube hay una serie de analistas, orientadores culturales, pensadores, y encima muchos de ellos asombrosamente jóvenes, que sin esas redes habrían seguido siendo ignorados. Lo mismo se puede decir de los diarios digitales independientes.


Esa ventana abierta está ayudando a que ese mundo unipensante comience a resquebrajarse en beneficio de la información con contenido dialéctico. Mundo unipensante que ha provocado un empobrecimiento que repercute en la política en general.


Uno de los males es que en muchos casos las mayorías han sido perjudicadas en beneficio de unas minorías exiguas, de las cuales no sabemos de dónde surge su poder. Una muestra más de que cuando lo menor prima sobre lo mayor (la reglas sobre el derecho internacional; los decretos ley sobre la Constitución, lo privado sobre lo colectivo) la perjudicada es la mayoría. Un requisito olvidado de la democracia era el del respeto a las minorías. De este olvido se pasó a su extremo, permitir el imperio de las minorías. No es un movimiento único en España ni de este tiempo. Pero contemporáneamente se ha disparado. Un ejemplo claro, importante, es el de nuestro idioma: hemos pasado de discutir qué proporción de idiomas periféricos se debía combinar con el idioma nacional en la educación a reducir hasta lo ridículo la enseñanza en español, y con tendencia a eliminarlo. ¿Cómo designar a quienes potencian su lengua regional ¡junto al inglés! en perjuicio del español?


A este desmadre en el que lo menor subyuga a lo mayor --la emoción sobre la razón, el interés particular sobre el general (los ilotas), la región sobre la nación, el mío sobre el nuestro, la costumbre sobre la ley--, han contribuido tanto los supuestos patriotas, monopolizadores del espíritu nacional, como las izquierdas transversalistas. Alfonso Guerra dice que la izquierda ha perdido el Norte. No es cierto, nunca se ganó, nunca nos ha querido. Y el Sur, al que habríamos podido ganar, lo hemos perdido definitivamente. Y él ha sido colaborador necesario. El PSOE histórico tenía una Comisión Ejecutiva Nacional; el PSOE renovado la cambió a Comisión Ejecutiva Federal. Todo es geopolítica, en nuestro caso desatendida.


No culparemos sólo al PSOE, tal como hemos dicho. La actual situación gubernativa habría tenido soluciones posibles si las fuerzas llamadas constitucionalistas (lo cual dudamos; otro estado de bienestar tendríamos de aplicarse la Constitución, no el régimen de subidas de Rajoy del 0,25 por ciento a los pensionistas) hubieran realizado un programa potenciador de la unidad y del desarrollo social. Pero aquí mandan los menos, que ni siquiera tienen necesidad de alcanzar el gobierno.

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