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El miedo a cambiar no debe impedir que digamos nuestra opinión

El diálogo

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Me envuelve una extraña melancolía mientras emergen los recuerdos de viejos textos y páginas desechas en un intento de dejar un pasado que, pese a que en su momento se percibió bondadoso y bueno, ahora, se ha entrelazado con el dolor de una rumiación presente y un deseo futuro; páginas que al ser reescritas una y otra vez su esencia perdieron en la atmósfera del miedo. Las hojas del jardín son tan solo oscuridad en la noche frente a mí.


Un momento antes de que el día se viera como algo pasado, terminé de leer el cuento «Encender una hoguera» de Jack London; una historia en donde los errores y la dignidad cobran gran relevancia. La naturaleza crítica y hostil puede hacernos doblegar en nuestro trayecto por la existencia; incluso, a veces, da igual lo fuerte que luchemos por buscar el calor del fuego, nacer significa haber emprendido un viaje en el cual el futuro se manifiesta oscuro pese a la belleza de mundo; la rudeza del suceso imprevisto nos puede hacer sentir que vamos poco a poco congelándonos en la soledad de nuestra propia mente, en donde el otro se convierte en un elemento a envidiar. Así es como, similar al personaje de la historia, en un intento por salvar nuestra autovaloración, podríamos estar dispuestos a dañar a otros. La historia cobra relevancia al final del trayecto cuando el hombre se da cuenta de que su libertad se enaltece en la aceptación de su propia diferencia; aunque a él lo rodea y se ve enjuiciado por aquel paraje inhóspito, decide llevar su vida bajo sus propios términos.


Tengo en mis manos las copias de las primeras columnas que escribí, hace no más de año y medio; palabras, oraciones tachadas, errores esperables cuando uno se replantea el ayer para darse cuenta de que esa persona seguimos siendo tan solo en apariencia. Sabemos que lo somos al ver las fotos tomadas a los meses de nacer, aunque no estamos seguros de que tanto de aquellas forman aún parte de nosotros. Escuché al filósofo y escritor Fernando Savater decir que él defiende lo que hubo dicho siempre que se tenga en cuenta la fecha en la cual se dijo. El miedo a cambiar no debe impedir que digamos nuestra opinión, ya que en las opiniones encontradas podemos avanzar hacia la verdad.


Pese a que puede parecer ajeno a la intuición, lo cierto es que al contemplar la soledad con buen agrado, en busca de una mente sosegada, apartada de un mundo de voces incisivas y crueles, surge la inclinación a compartir el té de la experiencia con un otro; en el acto singular de indagación de una palabra que se inhale precisa para el espíritu, cuya forma reluzca en el corazón del que escribe, en la significación del que escucha. Proceso que puede no resultar pleno debido a las críticas. El diálogo que brilla en la confrontación necesaria de dos puntos de vista, en la misma limitación al iniciar su intento de avanzar a una jaula más amplia y cercana a la verdad, puede verse trastornadosi ambas partes no están dispuestas a aceptarse menores, a dejar la dialéctica del poder en donde el valor final es la de esclavizar a su propio hermano. No es lo mismo entrar en un debate como Teseo, cuyo objetivo era asesinar al Minotauro y liberar a Creta del yugo que este causaba; o como Sócrates, quien no buscaba más gloria que la de ser acusado de dialogar con medio mundo. En el relato de Jack London se nos muestra como el hombre había sido advertido por un hombre sabio; además de que su perro percibía el mundo con mayor profundidad que él, y, sin embargo, debido a su condición, se encontraba ligado a las decisiones de su amo. Las consecuencias que puedan acarrear nuestro propio camino puede llegar a golpear al ser qué tenemos al lado.


Aun así, pese a que nuestro fin sea hallar la verdad, lo cierto es que sería un grave error creernos poseedores últimos de ella, libres de la caverna de Platón. Más al encontrarnos con su guardián, Mímir, es conveniente recordar que aun cuando el hombre posee dones que lo hacen idóneo para cuestionar el mundo que lo rodea, y aunque tenga la disposición de sacrificar una parte de sí al igual que Odín, no tiene la capacidad de aprehender el agua con sus dedos ni de entrampar el aire dentro de sí. El proceso de descubrimiento que fue iniciado en los comienzos de nuestra raza se ha mantenido en un continuo círculo en donde hemos incorporado en nosotros mismos la serpiente eterna del dios Ra, un renacer constante en nuestra ignorancia, una vivificación eterna en el asombro de aquello que trasciende al hombre; ningún científico puede afirmar que el ser humano podrá algún día conocer los confines del universo, menos aún lo que yace encima de él. En la historia de la filosofía, por poner un ejemplo, más que hallar respuestas a las cuestiones más importantes de la existencia nos encontramos con una búsqueda continua de llegar a ellas, en una apología de las preguntas correctas.

El diálogo

El miedo a cambiar no debe impedir que digamos nuestra opinión
Gabriel Lanswok
jueves, 4 de mayo de 2023, 09:28 h (CET)

Me envuelve una extraña melancolía mientras emergen los recuerdos de viejos textos y páginas desechas en un intento de dejar un pasado que, pese a que en su momento se percibió bondadoso y bueno, ahora, se ha entrelazado con el dolor de una rumiación presente y un deseo futuro; páginas que al ser reescritas una y otra vez su esencia perdieron en la atmósfera del miedo. Las hojas del jardín son tan solo oscuridad en la noche frente a mí.


Un momento antes de que el día se viera como algo pasado, terminé de leer el cuento «Encender una hoguera» de Jack London; una historia en donde los errores y la dignidad cobran gran relevancia. La naturaleza crítica y hostil puede hacernos doblegar en nuestro trayecto por la existencia; incluso, a veces, da igual lo fuerte que luchemos por buscar el calor del fuego, nacer significa haber emprendido un viaje en el cual el futuro se manifiesta oscuro pese a la belleza de mundo; la rudeza del suceso imprevisto nos puede hacer sentir que vamos poco a poco congelándonos en la soledad de nuestra propia mente, en donde el otro se convierte en un elemento a envidiar. Así es como, similar al personaje de la historia, en un intento por salvar nuestra autovaloración, podríamos estar dispuestos a dañar a otros. La historia cobra relevancia al final del trayecto cuando el hombre se da cuenta de que su libertad se enaltece en la aceptación de su propia diferencia; aunque a él lo rodea y se ve enjuiciado por aquel paraje inhóspito, decide llevar su vida bajo sus propios términos.


Tengo en mis manos las copias de las primeras columnas que escribí, hace no más de año y medio; palabras, oraciones tachadas, errores esperables cuando uno se replantea el ayer para darse cuenta de que esa persona seguimos siendo tan solo en apariencia. Sabemos que lo somos al ver las fotos tomadas a los meses de nacer, aunque no estamos seguros de que tanto de aquellas forman aún parte de nosotros. Escuché al filósofo y escritor Fernando Savater decir que él defiende lo que hubo dicho siempre que se tenga en cuenta la fecha en la cual se dijo. El miedo a cambiar no debe impedir que digamos nuestra opinión, ya que en las opiniones encontradas podemos avanzar hacia la verdad.


Pese a que puede parecer ajeno a la intuición, lo cierto es que al contemplar la soledad con buen agrado, en busca de una mente sosegada, apartada de un mundo de voces incisivas y crueles, surge la inclinación a compartir el té de la experiencia con un otro; en el acto singular de indagación de una palabra que se inhale precisa para el espíritu, cuya forma reluzca en el corazón del que escribe, en la significación del que escucha. Proceso que puede no resultar pleno debido a las críticas. El diálogo que brilla en la confrontación necesaria de dos puntos de vista, en la misma limitación al iniciar su intento de avanzar a una jaula más amplia y cercana a la verdad, puede verse trastornadosi ambas partes no están dispuestas a aceptarse menores, a dejar la dialéctica del poder en donde el valor final es la de esclavizar a su propio hermano. No es lo mismo entrar en un debate como Teseo, cuyo objetivo era asesinar al Minotauro y liberar a Creta del yugo que este causaba; o como Sócrates, quien no buscaba más gloria que la de ser acusado de dialogar con medio mundo. En el relato de Jack London se nos muestra como el hombre había sido advertido por un hombre sabio; además de que su perro percibía el mundo con mayor profundidad que él, y, sin embargo, debido a su condición, se encontraba ligado a las decisiones de su amo. Las consecuencias que puedan acarrear nuestro propio camino puede llegar a golpear al ser qué tenemos al lado.


Aun así, pese a que nuestro fin sea hallar la verdad, lo cierto es que sería un grave error creernos poseedores últimos de ella, libres de la caverna de Platón. Más al encontrarnos con su guardián, Mímir, es conveniente recordar que aun cuando el hombre posee dones que lo hacen idóneo para cuestionar el mundo que lo rodea, y aunque tenga la disposición de sacrificar una parte de sí al igual que Odín, no tiene la capacidad de aprehender el agua con sus dedos ni de entrampar el aire dentro de sí. El proceso de descubrimiento que fue iniciado en los comienzos de nuestra raza se ha mantenido en un continuo círculo en donde hemos incorporado en nosotros mismos la serpiente eterna del dios Ra, un renacer constante en nuestra ignorancia, una vivificación eterna en el asombro de aquello que trasciende al hombre; ningún científico puede afirmar que el ser humano podrá algún día conocer los confines del universo, menos aún lo que yace encima de él. En la historia de la filosofía, por poner un ejemplo, más que hallar respuestas a las cuestiones más importantes de la existencia nos encontramos con una búsqueda continua de llegar a ellas, en una apología de las preguntas correctas.

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