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Las desviaciones de la inteligencia abarcan espectros inconmensurables

Barbarie inteligente

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En el marxismo entrañable de los hermanos Marx, suenan melodías divinas, con mensajes sutiles para escaparnos de los frustraciones incesantes que nos acongojan. En el siguiente diálogo invisten a la ironía con la esperanza auténtica: - Oye, en la casa de al lado hay un tesoro. – Pero, si al lado no hay ninguna casa. – Está bien. ¡Construiremos una! La idea creativa invita a la superación de los impedimentos. El toque contradictorio del humor contribuye a la claridad de la expresión de sus intenciones.

Claro que, una vez acabado el mensaje oral, queda por ver la envergadura del compromiso para el logro de actuaciones coherentes con lo expresado. Del dicho al hecho, va un trecho ilimitado, testigo fiel de nuestra sinceridad. La sucesiva captación de dificultades nos deja atónitos ante el choque irónico del humor. En esa perplejidad quizá corretea la intuición del contenido subyacente en la humorada. Es uno de los momentos de la verdad. En él, más de uno permanece varado, en un QUIETISMO cobarde, incapaz o ignorante; o portador de los tres calificativos. La vertiente provocativa sirve de acicate para los brotes revulsivos, generadores de acciones regeneradoras.

Las voluntades emergen desde procedencias no siempre preconcebidas. Aunque, de gente considerada inteligente, sorprende la notable DESPROPORCIÓN, inclinada hacia las decisiones malévolas, que estrujan a gran número de personas a base de forzamientos inclementes. Es lo más llamativo de esos comportamientos abusivos, las complicadas estrategias establecidas para la consecución de los terribles niveles en los perjuicios ocasionados. La motivación nefasta de dichas tendencias parte de los fondos egoistas ilimitados, en un ejercicio intensificado de las inteligencias aplicadas casi en exclusiva a los desmanes, pero con el objetivo salvaje de aprovecharse de la confianza ajena, en un menosprecio cruel hacia los afectados.

Resulta patético. Unas conciencias con las estanterías vacías, pese al soporte de elevados índices de inteligencia. Las desproporciones originadas remueven los sentimientos en un primer paso inevitable. El cómo sean utilizadas dichas emociones, es cuestión que exige otras consideraciones. Sin ir más lejos, en Europa. La evolución de los DINEROS resalta este asunto de las proporciones. Enormes remuneraciones en la dirección de los nombramientos, leyes favorecedoras de la acumulación de capital, opacidades corruptas o descaros manifiestos. Con las miserias intensificadas sobre grandes grupos de marginados. Las mentes preclaras lucen, si; pero en su exclusiva dirección y aprovechamiento.

Acaso achaquemos a cortedad mental el desinterés culposo de gente sin escrúpulos; cada uno percibirá su ubicación. El niño de los refugiados muerto en la playa, otros ahogados, hambrientos, utilizados en acciones guerreras o sometidos a los abusos impensables; con el fondo de gran calado, de los avances técnicos, abundancia de alimentos, exceso de éticas unilaterales y la indiferencia plasmada en los funcionamientos habituales. La vorágine no sólo es global, actúa también en poblaciones reducidas; pero subyace esa actitud bárbara de la DESCONSIDERACIÓN hacia los débiles. Son tendencias implantadas en las intimidades, aunque pretendan la ostentación de un nivel moral, que ya ni comprendemos lo que significa.

La barbarie puede surgir de la incultura, pero proviene del cruce de otras fibras. En plenas inmersiones culturales sobrevinieron rasgos degenerativos con deplorables repercusiones. Para la VIOLENCIA doméstica incesante recabamos manifestaciones, pedimos leyes y medidas policiales; mientras abogamos por no entrometernos, ni cultivar siquiera las iniciativas en busca de las mejores cualidades personales. Priva la defensa de unas costumbres liberadas de consejos limitadores, en las que cada persona elija sus consideraciones morales. La crispación, unida a los conflictos de la convivencia, requerirían otros afanes cualitativos, de los que no hacemos ni caso, incluso los torpedeamos.

¡Ay, amigos! Las desviaciones de la inteligencia abarcan espectros inconmensurables. Tropezamos con los TERRORISTAS de guante blanco y corazones podridos, maniobreros con verdadera potencia en sus maquinaciones ocultas. Sitúo a continuación el terrorismo putrefacto de los colaboradores esquizoides disimulados entre la trama social; vecinos, clérigos, políticos o libertarios cerriles; tenemos experiencias cercanas, aún circulantes por nuestros barrios, junto a nuevos formatos del terror. Los ejecutores culminan la deplorable escalada violenta. La degeneración implanta en dichos sectores sus ominosos proyectos, en medio de una complejidad que distorsiona las ideas.

Reconocida la capacidad intelectual de los genios y de la gente normalita, no iremos a negarla ahora; con ella ejerciendo sus razonamientos, descubrimos barbaridades en cada recodo existencial. Aistimos impertérritos a conductas irreflexivas de penosos recorridos. Como muestra, recalco 3 ROBOS pergeñados a base de abundantes razones de escaso valor humano.

En el fondo de las personas asienta ese núcleo bullicioso lleno de armonía y plenitud, de sentimientos e intimidades; es el germen de su vitalidad, el ALMA, animadora de su personalidad. Pues bien, el descuido de unos progresos incontrolados nos produce la sensación de que nos asaltaron aquel reducto, arramblaron con las existencias personales. Nos dejamos robar el alma, por una serie de formulismos enigmáticos, de proyectos encumbrados a la ligera, de señuelos frívolos. Deambulamos desprovistos de aquel bagaje, dirigidos por unos guías desorientados, también desalmados por las circunstancias ambientales, aunque continuan presuntuosos en sus pedestales.

Desde esas perspectivas sobreviene el segundo robo subrepticio, el de la DIGNIDAD correspondiente a cada ciudadano. Esa pérdida entraña la desidia que descuidó la oportuna vigilancia reivindicadora. Ocupadas las mentes en otros menesteres, seguimes directrices ajenas. Atraídos por sus luces, dejamos de lado las cualidades propias, como una carga desvalorizada; lanzados en un viaje suicida alejándonos de nuestras esencias. Hacia dentro, sólo encontramos el desfalco, desaparecieron las reservas genuinas. Viajamos arrastrados por unas circunstancias frustrantes, por la desnaturalización que suponen.

También contribuimos al robo ambiental progresivo; los supuestos progresos aplaudidos hurtaron el sentido ECOLÓGICO. Cada avance logrado configuró un ídolo seguido con premura, acuciados por las necesidades, pero también, cargados de complicidades injustificadas. En la suma de actuaciones nos arrebataron primero la conciencia de nuestra implicación en el conjunto de la Naturaleza; pero después, la realidad ambiental, que ahora contemplamos asombrados por su deterioro inquietante. La cultura y la barbarie funcionan ensambladas en una unión deleznable muy arraigada. Entre la serie de barbaridades generadas, cada una puja para no perder ese liderato, aunque sean lamentables.

Barbarie inteligente

Las desviaciones de la inteligencia abarcan espectros inconmensurables
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 8 de abril de 2016, 08:33 h (CET)
En el marxismo entrañable de los hermanos Marx, suenan melodías divinas, con mensajes sutiles para escaparnos de los frustraciones incesantes que nos acongojan. En el siguiente diálogo invisten a la ironía con la esperanza auténtica: - Oye, en la casa de al lado hay un tesoro. – Pero, si al lado no hay ninguna casa. – Está bien. ¡Construiremos una! La idea creativa invita a la superación de los impedimentos. El toque contradictorio del humor contribuye a la claridad de la expresión de sus intenciones.

Claro que, una vez acabado el mensaje oral, queda por ver la envergadura del compromiso para el logro de actuaciones coherentes con lo expresado. Del dicho al hecho, va un trecho ilimitado, testigo fiel de nuestra sinceridad. La sucesiva captación de dificultades nos deja atónitos ante el choque irónico del humor. En esa perplejidad quizá corretea la intuición del contenido subyacente en la humorada. Es uno de los momentos de la verdad. En él, más de uno permanece varado, en un QUIETISMO cobarde, incapaz o ignorante; o portador de los tres calificativos. La vertiente provocativa sirve de acicate para los brotes revulsivos, generadores de acciones regeneradoras.

Las voluntades emergen desde procedencias no siempre preconcebidas. Aunque, de gente considerada inteligente, sorprende la notable DESPROPORCIÓN, inclinada hacia las decisiones malévolas, que estrujan a gran número de personas a base de forzamientos inclementes. Es lo más llamativo de esos comportamientos abusivos, las complicadas estrategias establecidas para la consecución de los terribles niveles en los perjuicios ocasionados. La motivación nefasta de dichas tendencias parte de los fondos egoistas ilimitados, en un ejercicio intensificado de las inteligencias aplicadas casi en exclusiva a los desmanes, pero con el objetivo salvaje de aprovecharse de la confianza ajena, en un menosprecio cruel hacia los afectados.

Resulta patético. Unas conciencias con las estanterías vacías, pese al soporte de elevados índices de inteligencia. Las desproporciones originadas remueven los sentimientos en un primer paso inevitable. El cómo sean utilizadas dichas emociones, es cuestión que exige otras consideraciones. Sin ir más lejos, en Europa. La evolución de los DINEROS resalta este asunto de las proporciones. Enormes remuneraciones en la dirección de los nombramientos, leyes favorecedoras de la acumulación de capital, opacidades corruptas o descaros manifiestos. Con las miserias intensificadas sobre grandes grupos de marginados. Las mentes preclaras lucen, si; pero en su exclusiva dirección y aprovechamiento.

Acaso achaquemos a cortedad mental el desinterés culposo de gente sin escrúpulos; cada uno percibirá su ubicación. El niño de los refugiados muerto en la playa, otros ahogados, hambrientos, utilizados en acciones guerreras o sometidos a los abusos impensables; con el fondo de gran calado, de los avances técnicos, abundancia de alimentos, exceso de éticas unilaterales y la indiferencia plasmada en los funcionamientos habituales. La vorágine no sólo es global, actúa también en poblaciones reducidas; pero subyace esa actitud bárbara de la DESCONSIDERACIÓN hacia los débiles. Son tendencias implantadas en las intimidades, aunque pretendan la ostentación de un nivel moral, que ya ni comprendemos lo que significa.

La barbarie puede surgir de la incultura, pero proviene del cruce de otras fibras. En plenas inmersiones culturales sobrevinieron rasgos degenerativos con deplorables repercusiones. Para la VIOLENCIA doméstica incesante recabamos manifestaciones, pedimos leyes y medidas policiales; mientras abogamos por no entrometernos, ni cultivar siquiera las iniciativas en busca de las mejores cualidades personales. Priva la defensa de unas costumbres liberadas de consejos limitadores, en las que cada persona elija sus consideraciones morales. La crispación, unida a los conflictos de la convivencia, requerirían otros afanes cualitativos, de los que no hacemos ni caso, incluso los torpedeamos.

¡Ay, amigos! Las desviaciones de la inteligencia abarcan espectros inconmensurables. Tropezamos con los TERRORISTAS de guante blanco y corazones podridos, maniobreros con verdadera potencia en sus maquinaciones ocultas. Sitúo a continuación el terrorismo putrefacto de los colaboradores esquizoides disimulados entre la trama social; vecinos, clérigos, políticos o libertarios cerriles; tenemos experiencias cercanas, aún circulantes por nuestros barrios, junto a nuevos formatos del terror. Los ejecutores culminan la deplorable escalada violenta. La degeneración implanta en dichos sectores sus ominosos proyectos, en medio de una complejidad que distorsiona las ideas.

Reconocida la capacidad intelectual de los genios y de la gente normalita, no iremos a negarla ahora; con ella ejerciendo sus razonamientos, descubrimos barbaridades en cada recodo existencial. Aistimos impertérritos a conductas irreflexivas de penosos recorridos. Como muestra, recalco 3 ROBOS pergeñados a base de abundantes razones de escaso valor humano.

En el fondo de las personas asienta ese núcleo bullicioso lleno de armonía y plenitud, de sentimientos e intimidades; es el germen de su vitalidad, el ALMA, animadora de su personalidad. Pues bien, el descuido de unos progresos incontrolados nos produce la sensación de que nos asaltaron aquel reducto, arramblaron con las existencias personales. Nos dejamos robar el alma, por una serie de formulismos enigmáticos, de proyectos encumbrados a la ligera, de señuelos frívolos. Deambulamos desprovistos de aquel bagaje, dirigidos por unos guías desorientados, también desalmados por las circunstancias ambientales, aunque continuan presuntuosos en sus pedestales.

Desde esas perspectivas sobreviene el segundo robo subrepticio, el de la DIGNIDAD correspondiente a cada ciudadano. Esa pérdida entraña la desidia que descuidó la oportuna vigilancia reivindicadora. Ocupadas las mentes en otros menesteres, seguimes directrices ajenas. Atraídos por sus luces, dejamos de lado las cualidades propias, como una carga desvalorizada; lanzados en un viaje suicida alejándonos de nuestras esencias. Hacia dentro, sólo encontramos el desfalco, desaparecieron las reservas genuinas. Viajamos arrastrados por unas circunstancias frustrantes, por la desnaturalización que suponen.

También contribuimos al robo ambiental progresivo; los supuestos progresos aplaudidos hurtaron el sentido ECOLÓGICO. Cada avance logrado configuró un ídolo seguido con premura, acuciados por las necesidades, pero también, cargados de complicidades injustificadas. En la suma de actuaciones nos arrebataron primero la conciencia de nuestra implicación en el conjunto de la Naturaleza; pero después, la realidad ambiental, que ahora contemplamos asombrados por su deterioro inquietante. La cultura y la barbarie funcionan ensambladas en una unión deleznable muy arraigada. Entre la serie de barbaridades generadas, cada una puja para no perder ese liderato, aunque sean lamentables.

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