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Corren tiempos en los que se maneja la vida como si se tratara de un producto

La vida

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El ser humano siempre ha pretendido ser una especie de dios. Sus aspiraciones pasan por manejar a su antojo el nacimiento, el desarrollo, la vida adulta y la muerte de sus semejantes. Los que tienen el poder político también se afanan en imponer a la sociedad la forma de nacer, vivir, reproducirse o morir a su antojo.

            

Ante esas actitudes, que muchos no compartimos, el devenir diario nos trae a diario rayos de luz que nos permiten seguir abrigando la esperanza en que la capacidad de volver a la sensatez de esta sociedad aun sea posible. En los últimos años, una serie de catástrofes de dimensión mundial que han conmovido al mundo, han puesto en valor la capacidad de reacción de las personas de buena voluntad.

          

La buena noticia de hoy nos la están transmitiendo a diario a través de los informativos. Hemos podido ver como los esfuerzos de los cientos de voluntarios llegados de todos los países del mundo, consiguen rescatar de una muerte segura a cientos de turcos y sirios que han padecido los terremotos de principios de esta semana. Seis días después del seísmo aun se logran encontrar con vida a supervivientes que milagrosamente han conseguido mantenerse con vida entre los escombros. Una firme apuesta por la vida.

          

Con gran emoción hemos podido presenciar hechos que nos hacen creer en la humanidad. Momentos como aquel en que es rescatado un recién nacido con el cordón umbilical aun colgando, que era elevado por los brazos de su salvador. Un ser anónimo que le transmitía calor y protección. Hemos visto a niños que salían sonrientes después de muchas horas de estar enterrados en vida.

        

Como tantas otras veces nuestros compatriotas, tanto el famoso cocinero José Andrés, que ya ha trasladado sus cocinas a aquella zona y está repartiendo miles de comidas a los damnificados, como  varios equipos de bomberos de toda España –junto a sus eficaces perros- que se están batiendo el cobre sin descanso, están dando la talla. Dentro de las penosas circunstancias, una serie de buenas noticias llenas de apuestas por la vida.

        

Entre tanto aquí nos debatimos los sesos para conseguir manejar los nasciturus a nuestro antojo basándose en los derechos de la mujer. Sin tener en cuenta a esos seres vivos cuyo corazón podemos escuchar con nitidez. Asimismo también han conseguido  manejar el tránsito hacia la otra vida con unas leyes sobre la eutanasia y la muerte asistida.

      

No entiendo las actitudes de esta sociedad. Por un lado nos preocupamos de los animales, lo cual comparto, pero no buscamos otro tipo de solución para los embarazos indeseados que no pase por la interrupción deliberada de los mismos.

     

Me digo quedando con la lucha por la vida. Me sigo sintiendo orgulloso de la humanidad que se vuelca ante la desgracia. Sigo aplaudiendo con fervor cada vez que recibo la noticia de que un ser humano ha sido librado de la muerte por el esfuerzo de otros que lo dan todo para conseguirlo.

    

La foto de ese hermoso niño que ha superado su dificultosa venida al mundo, en medio de unas terribles condiciones que le han costado la vida a su madre, nos demuestra el triunfo de la vida sobre la muerte. De la esperanza y la lucha sobre el egoísmo y la resignación.

La vida

Corren tiempos en los que se maneja la vida como si se tratara de un producto
Manuel Montes Cleries
lunes, 13 de febrero de 2023, 09:48 h (CET)

El ser humano siempre ha pretendido ser una especie de dios. Sus aspiraciones pasan por manejar a su antojo el nacimiento, el desarrollo, la vida adulta y la muerte de sus semejantes. Los que tienen el poder político también se afanan en imponer a la sociedad la forma de nacer, vivir, reproducirse o morir a su antojo.

            

Ante esas actitudes, que muchos no compartimos, el devenir diario nos trae a diario rayos de luz que nos permiten seguir abrigando la esperanza en que la capacidad de volver a la sensatez de esta sociedad aun sea posible. En los últimos años, una serie de catástrofes de dimensión mundial que han conmovido al mundo, han puesto en valor la capacidad de reacción de las personas de buena voluntad.

          

La buena noticia de hoy nos la están transmitiendo a diario a través de los informativos. Hemos podido ver como los esfuerzos de los cientos de voluntarios llegados de todos los países del mundo, consiguen rescatar de una muerte segura a cientos de turcos y sirios que han padecido los terremotos de principios de esta semana. Seis días después del seísmo aun se logran encontrar con vida a supervivientes que milagrosamente han conseguido mantenerse con vida entre los escombros. Una firme apuesta por la vida.

          

Con gran emoción hemos podido presenciar hechos que nos hacen creer en la humanidad. Momentos como aquel en que es rescatado un recién nacido con el cordón umbilical aun colgando, que era elevado por los brazos de su salvador. Un ser anónimo que le transmitía calor y protección. Hemos visto a niños que salían sonrientes después de muchas horas de estar enterrados en vida.

        

Como tantas otras veces nuestros compatriotas, tanto el famoso cocinero José Andrés, que ya ha trasladado sus cocinas a aquella zona y está repartiendo miles de comidas a los damnificados, como  varios equipos de bomberos de toda España –junto a sus eficaces perros- que se están batiendo el cobre sin descanso, están dando la talla. Dentro de las penosas circunstancias, una serie de buenas noticias llenas de apuestas por la vida.

        

Entre tanto aquí nos debatimos los sesos para conseguir manejar los nasciturus a nuestro antojo basándose en los derechos de la mujer. Sin tener en cuenta a esos seres vivos cuyo corazón podemos escuchar con nitidez. Asimismo también han conseguido  manejar el tránsito hacia la otra vida con unas leyes sobre la eutanasia y la muerte asistida.

      

No entiendo las actitudes de esta sociedad. Por un lado nos preocupamos de los animales, lo cual comparto, pero no buscamos otro tipo de solución para los embarazos indeseados que no pase por la interrupción deliberada de los mismos.

     

Me digo quedando con la lucha por la vida. Me sigo sintiendo orgulloso de la humanidad que se vuelca ante la desgracia. Sigo aplaudiendo con fervor cada vez que recibo la noticia de que un ser humano ha sido librado de la muerte por el esfuerzo de otros que lo dan todo para conseguirlo.

    

La foto de ese hermoso niño que ha superado su dificultosa venida al mundo, en medio de unas terribles condiciones que le han costado la vida a su madre, nos demuestra el triunfo de la vida sobre la muerte. De la esperanza y la lucha sobre el egoísmo y la resignación.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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