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Nos zumban insolentes con pretendidas verdades chirriantes

Impudicia de las verdades

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Los parloteos han llegado hasta extremos inauditos, nos acribillan a verdades desde las perspectivas acomodaticias de cada pronunciamiento. Ni teorías son, ni afirmaciones llegan a ser, apenas se presentan como unos dichos insolentes, pero se cuelan. Cargadas con el estigma de la subjetividad más intempestiva e intolerante, apenas logran adaptarse a su propio protagonista. Las verdades de aquí son agradables o desagradables, y las de más allá nos pillan demasiado lejos. Si observamos los acontecimientos, ni siquiera nos sorprendemos, porque adolecemos de una INGENUIDAD frustrante al tratar de mantenernos con las verdades circulantes. Prestamos muy poca atención a las metas y a los inconvenientes del recorrido.


Si alguna vez tuvo su predicamento el garrotazo y tente tieso, entra en el anecdotario de vetustas realidades; pero en la comparación, la actualidad nos induce a la perplejidad. Al garrote lo hemos desplazado, al menos de los vocabularios corrientes, aunque sin alardes debido a las penurias acumuladas. Las sorprendentes verdades del momento nos sacuden de lo lindo, por fuera, por dentro y por entre medias. Si algún hilo atisbábamos para intentar el alivio de cuantas situaciones penosas nos acosan; la modernidad nos demuestra con rotundidad el hecho de ese EXTRAVÍO. Si bien no parece roto del todo, se nos presenta en todo caso con múltiples nudos; es decir, renovados obstáculos disfrazados de afirmaciones rotundas.


Cuando el desconcierto planea, la intranquilidad se acrecienta y el desasosiego nos enturbia los puntos de mira, confundimos los objetivos y las preferencias se difuminan en un fondo gris preocupante. La viveza de las reacciones no es ninguna garantía resolutiva. La consistencia de sus proclamaciones se corresponde con la sustancia de sus contenidos, y ese depósito requiere de los esfuerzos y pautas adecuados. A la hora de circular por los senderos encrespados que nos tientan a diario, es importante el punto de partida de la actitud propia de hacernos la PREGUNTA primordial. Atinar con los interrogantes depende de cada persona; es el primer paso imprescindible para no quedar engullidos por la marabunta inclemente.


Da la impresión de estar ante dos caminos divergentes, con apenas algún ramal de contacto entre ellos, cada vez menos practicables. Los conocimientos siguen un trayecto plagado de descubrimientos, métodos y maquinarias. El sendero de las personas delimita unos formatos diferentes a base de ideas, deseos, sentimientos y valoraciones peculiares. Si en una primera impresión parecían caminos comunes, en este siglo ya no se presentan así las cosas. Aumenta sin parar el número de personas padeciendo los efectos de la mencionada DIVERGENCIA, centrada en la expresión habitual: De qué nos sirven tantos conocimientos. Las desigualdades, la soledad, el desafecto, la tiranía informativa o las agresiones, resuenan frustrantes.


Qué curioso panorama disfrutamos o padecemos según gustos o disgustos. De boquilla averiguamos las esencias a través de una proliferación agobiante, la invasión de las denominadas verdades. Una vez proclamadas, chirrían por sus zonas deslustradas; pero su avalancha nos hace caer en nuevas revelaciones presuntuosas. Avanzamos a ritmos increíbles a través de los tiempos, pero seguimos pisando la misma cinta rodante. Continuamos en la misma cueva platónica, somos CAVERNÍCOLAS de nuevo cuño. Las luminarias foráneas se han exacerbado, mediáticas, cibernéticas e incluso cuánticas. Sin embargo, la desorientación subsiste en la cueva y por fuera, demuestra las carencias añejas con ropajes actualizados.


Los métodos PROPAGANDÍSTICOS tienen una eficacia poderosa, no digamos si se enfrentan a las mentalidades pusilánimes de cerebros ahuecados y con la dignidad bajo mínimos. La simple repetición de afirmaciones rotundas, aunque carezcan de sentido, van calando. En la vida nos topamos con muchos espacios disponibles, en la intimidad, en el trabajo, los divertimentos, los enfrentamientos, las reflexiones. Pues bien, si descuidamos la consistencia personal, esos múltiples espacios son ocupados a fondo y no precisamente por hermosas maravillas. Los intelectos facilones, opacos e indolentes, permiten la implantación en su automatismo subconsciente de las estúpidas verdades promocionadas en sus ambientes manipulados.


Aquellos que verdaderamente saben de un determinado asunto no precisan de alharacas ni componendas, sus afanes están orientados al mejor conocimiento de la realidad; perciben el carácter incompleto de sus datos y se adhieren a los perfiles modestos. Los intereses acaban minando esa nitidez de los comportamientos, los enturbian gravemente cuando las intenciones modelan una serie de mentalidades enajenadas. ¡Ay, amigos! Las actuaciones de los ILUMINADOS ególatras aturden a las cabecitas normales. Cuentan con el beneplácito de la trivialidad ambiental para configurar las estrategias falsificadoras; sobre todo si para contrarrestarlas no se despierta la suficiente atención, decisión y esfuerzos.


En las palabras de Hamlet ya se aludía a la insuficiencia de las razones para captar y asimilar la realidad. Disponemos de la intuición, la sensibilidad, de esos fondos menos conocidos del cuerpo y de la mente para caer en la cuenta de las tergiversaciones u ocultamientos con los cuales intentan aminorar nuestras presencias. Las posibilidades son tan variadas que al encontrarnos con las presuntuosas afirmaciones de poseer la verdad, se nos encienden las alarmas, la SOSPECHA de estar ante una exageraciones abusonas. En sus estrategias habituales tampoco se muestran con decididos aires dialécticos para confrontar ideas; esa cerrazón acrecienta las sospechas, confirmando los peores augurios.


La lluvia de pretendidas verdades inunda los ambientes con ínfulas de una desfachatez inusitada. Se muestran empeñadas en destruir las vías de comunicación e intercambios. Si trasladamos esa percepción a los diferentes sectores de la actividad social, destaca la DISGREGACIÓN como panorama dominante; los impulsos campan insolentes por sus derroteros libertarios como estrellas fugaces. Los perjuicios originados afectan a cualquier persona como entidad particular, sus rasgos humanos se difuminan al estar inmersos en ese chisporroteo de un fuego cruzado de motivaciones enmascaradas. Las manipulaciones, engaños, la fuerza bruta, han suplantado en esos ámbitos al dinamismo participativo equilibrado.


Se impone con carácter imperativo la decidida actuación para desvelar esas arrogancias injustificadas de los impostores mal encarados con el resto de la sociedad. En dicha actitud se requiere una DENUNCIA intransigente de sus tropelías. Se deduce la importancia de vencer la indolencia acomodaticia; de lo contrario, desaparecen las alternativas gratificantes en aras de un necio conformismo.


Al estilo machadiano, la sugerencia de lanzarnos a la búsqueda de las aproximaciones a la verdad con el respeto mutuo es instructiva; sin recaer tampoco en gregarismos estúpidos. La PRESTANCIA personal es irrenunciable, pero la de todos; no vayamos agrandando los personalismos. La reivindicación enérgica de la dignidad personal es clamorosa, porque las actitudes dominadoras están siempre dispuestas.

Impudicia de las verdades

Nos zumban insolentes con pretendidas verdades chirriantes
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de enero de 2023, 09:29 h (CET)

Los parloteos han llegado hasta extremos inauditos, nos acribillan a verdades desde las perspectivas acomodaticias de cada pronunciamiento. Ni teorías son, ni afirmaciones llegan a ser, apenas se presentan como unos dichos insolentes, pero se cuelan. Cargadas con el estigma de la subjetividad más intempestiva e intolerante, apenas logran adaptarse a su propio protagonista. Las verdades de aquí son agradables o desagradables, y las de más allá nos pillan demasiado lejos. Si observamos los acontecimientos, ni siquiera nos sorprendemos, porque adolecemos de una INGENUIDAD frustrante al tratar de mantenernos con las verdades circulantes. Prestamos muy poca atención a las metas y a los inconvenientes del recorrido.


Si alguna vez tuvo su predicamento el garrotazo y tente tieso, entra en el anecdotario de vetustas realidades; pero en la comparación, la actualidad nos induce a la perplejidad. Al garrote lo hemos desplazado, al menos de los vocabularios corrientes, aunque sin alardes debido a las penurias acumuladas. Las sorprendentes verdades del momento nos sacuden de lo lindo, por fuera, por dentro y por entre medias. Si algún hilo atisbábamos para intentar el alivio de cuantas situaciones penosas nos acosan; la modernidad nos demuestra con rotundidad el hecho de ese EXTRAVÍO. Si bien no parece roto del todo, se nos presenta en todo caso con múltiples nudos; es decir, renovados obstáculos disfrazados de afirmaciones rotundas.


Cuando el desconcierto planea, la intranquilidad se acrecienta y el desasosiego nos enturbia los puntos de mira, confundimos los objetivos y las preferencias se difuminan en un fondo gris preocupante. La viveza de las reacciones no es ninguna garantía resolutiva. La consistencia de sus proclamaciones se corresponde con la sustancia de sus contenidos, y ese depósito requiere de los esfuerzos y pautas adecuados. A la hora de circular por los senderos encrespados que nos tientan a diario, es importante el punto de partida de la actitud propia de hacernos la PREGUNTA primordial. Atinar con los interrogantes depende de cada persona; es el primer paso imprescindible para no quedar engullidos por la marabunta inclemente.


Da la impresión de estar ante dos caminos divergentes, con apenas algún ramal de contacto entre ellos, cada vez menos practicables. Los conocimientos siguen un trayecto plagado de descubrimientos, métodos y maquinarias. El sendero de las personas delimita unos formatos diferentes a base de ideas, deseos, sentimientos y valoraciones peculiares. Si en una primera impresión parecían caminos comunes, en este siglo ya no se presentan así las cosas. Aumenta sin parar el número de personas padeciendo los efectos de la mencionada DIVERGENCIA, centrada en la expresión habitual: De qué nos sirven tantos conocimientos. Las desigualdades, la soledad, el desafecto, la tiranía informativa o las agresiones, resuenan frustrantes.


Qué curioso panorama disfrutamos o padecemos según gustos o disgustos. De boquilla averiguamos las esencias a través de una proliferación agobiante, la invasión de las denominadas verdades. Una vez proclamadas, chirrían por sus zonas deslustradas; pero su avalancha nos hace caer en nuevas revelaciones presuntuosas. Avanzamos a ritmos increíbles a través de los tiempos, pero seguimos pisando la misma cinta rodante. Continuamos en la misma cueva platónica, somos CAVERNÍCOLAS de nuevo cuño. Las luminarias foráneas se han exacerbado, mediáticas, cibernéticas e incluso cuánticas. Sin embargo, la desorientación subsiste en la cueva y por fuera, demuestra las carencias añejas con ropajes actualizados.


Los métodos PROPAGANDÍSTICOS tienen una eficacia poderosa, no digamos si se enfrentan a las mentalidades pusilánimes de cerebros ahuecados y con la dignidad bajo mínimos. La simple repetición de afirmaciones rotundas, aunque carezcan de sentido, van calando. En la vida nos topamos con muchos espacios disponibles, en la intimidad, en el trabajo, los divertimentos, los enfrentamientos, las reflexiones. Pues bien, si descuidamos la consistencia personal, esos múltiples espacios son ocupados a fondo y no precisamente por hermosas maravillas. Los intelectos facilones, opacos e indolentes, permiten la implantación en su automatismo subconsciente de las estúpidas verdades promocionadas en sus ambientes manipulados.


Aquellos que verdaderamente saben de un determinado asunto no precisan de alharacas ni componendas, sus afanes están orientados al mejor conocimiento de la realidad; perciben el carácter incompleto de sus datos y se adhieren a los perfiles modestos. Los intereses acaban minando esa nitidez de los comportamientos, los enturbian gravemente cuando las intenciones modelan una serie de mentalidades enajenadas. ¡Ay, amigos! Las actuaciones de los ILUMINADOS ególatras aturden a las cabecitas normales. Cuentan con el beneplácito de la trivialidad ambiental para configurar las estrategias falsificadoras; sobre todo si para contrarrestarlas no se despierta la suficiente atención, decisión y esfuerzos.


En las palabras de Hamlet ya se aludía a la insuficiencia de las razones para captar y asimilar la realidad. Disponemos de la intuición, la sensibilidad, de esos fondos menos conocidos del cuerpo y de la mente para caer en la cuenta de las tergiversaciones u ocultamientos con los cuales intentan aminorar nuestras presencias. Las posibilidades son tan variadas que al encontrarnos con las presuntuosas afirmaciones de poseer la verdad, se nos encienden las alarmas, la SOSPECHA de estar ante una exageraciones abusonas. En sus estrategias habituales tampoco se muestran con decididos aires dialécticos para confrontar ideas; esa cerrazón acrecienta las sospechas, confirmando los peores augurios.


La lluvia de pretendidas verdades inunda los ambientes con ínfulas de una desfachatez inusitada. Se muestran empeñadas en destruir las vías de comunicación e intercambios. Si trasladamos esa percepción a los diferentes sectores de la actividad social, destaca la DISGREGACIÓN como panorama dominante; los impulsos campan insolentes por sus derroteros libertarios como estrellas fugaces. Los perjuicios originados afectan a cualquier persona como entidad particular, sus rasgos humanos se difuminan al estar inmersos en ese chisporroteo de un fuego cruzado de motivaciones enmascaradas. Las manipulaciones, engaños, la fuerza bruta, han suplantado en esos ámbitos al dinamismo participativo equilibrado.


Se impone con carácter imperativo la decidida actuación para desvelar esas arrogancias injustificadas de los impostores mal encarados con el resto de la sociedad. En dicha actitud se requiere una DENUNCIA intransigente de sus tropelías. Se deduce la importancia de vencer la indolencia acomodaticia; de lo contrario, desaparecen las alternativas gratificantes en aras de un necio conformismo.


Al estilo machadiano, la sugerencia de lanzarnos a la búsqueda de las aproximaciones a la verdad con el respeto mutuo es instructiva; sin recaer tampoco en gregarismos estúpidos. La PRESTANCIA personal es irrenunciable, pero la de todos; no vayamos agrandando los personalismos. La reivindicación enérgica de la dignidad personal es clamorosa, porque las actitudes dominadoras están siempre dispuestas.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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