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Hemos pasado, a medias, de una crisis económica a una crisis de gobierno

La rana no saltó a tiempo del agua caliente

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He recibido una vez más la historieta de la rana hervida que lleva años rodando por la red. Se trata, por si alguien no la conoce, de una rana que vive contenta en un recipiente lleno de agua que lentamente al que le van haciendo subir la temperatura, la rana se siente feliz con el agua calentita pero como sigue subiendo el agua hierve y la rana ya no es capaz de saltar fuera del recipiente y muere hervida.

He pensado que estamos en una situación semejante. El estado se viene dedicando a mantenernos en una temperatura agradable al irnos dotando de un montón de prestaciones, el tan alabado estado del bienestar, que cuida de nosotros desde la cuna a la tumba.

Conforme ha ido aumentado el nivel de cobertura hemos vivido felices sin observar que todo ello tenía el precio de nuestra libertad, pero no llegamos a inquietarnos, pues entre las múltiples prestaciones que se nos ofrecen hay multitud de entretenimientos donde somos libres de elegir, multitud de sugerencias para disfrutar del placer sin responsabilidad. facilitando a todo el mundo anticonceptivos, píldoras del día después, salud sexual y reproductiva, es decir, aborto costeado por el estado.

El estado social y democrático de todos los partidos ha ido cercenando las raíces en las que crecíamos: historia, familia, religión, valores morales y ocupando lentamente el papel decisivo en la educación, en el establecimiento de nuevos derechos a través de leyes estatales o autonómicas, incluso refrendadas por la comunidad europea, que deciden lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira.

Nuestras obligaciones se han ido reduciendo a una sola: pagar los impuestos crecientes para mantener a una administración también creciente que decide si podemos fumar o no, ir a los toros o no, si debemos creernos lo del calentamiento global o no, si debemos de creer a pie juntillas en la ciencia sin plantearnos otras cosas, como por ejemplo el sentido del dolor, si hay otra vida después de la muerte, si nuestra existencia es mera evolución pasando de la nada a la nada, en definitiva la pregunta clave: ¿qué es el hombre?

Hemos pasado, a medias, de una crisis económica a una crisis de gobierno en la que todos quieren mandar más que servir, todos hacen planes para gastar más y seguir calentando el agua de la rana hasta que todos resultemos hervidos, sin capacidad de reacción.

Por favor no creamos lo que nos cuenten por mucho que nos digan ciudadanos y nos traten como súbditos. Lo que está ocurriendo en los ayuntamientos debía hacernos reflexionar sobre el valor de nuestro voto. Los impuestos nos los exigen cada día, los votos cada cuatro años y luego proclaman que el pueblo nunca se equivoca, como si pudiera demostrarse que la mayoría siempre tiene razón.

Hay que reivindicar que se creen espacios de libertad en los que cada cual asuma su responsabilidad, que funcione el principio de subsidiariedad, que lo que cada persona, cada familia o cada grupo pueda hacer por sí no lo gestione la administración.

Todo el mundo se escandaliza de la corrupción sin darse cuenta de que su caldo de cultivo es el creciente intervencionismo, si disminuyéramos la administración seguramente disminuiría también la corrupción.

La rana no saltó a tiempo del agua caliente

Hemos pasado, a medias, de una crisis económica a una crisis de gobierno
Francisco Rodríguez
miércoles, 24 de febrero de 2016, 08:35 h (CET)
He recibido una vez más la historieta de la rana hervida que lleva años rodando por la red. Se trata, por si alguien no la conoce, de una rana que vive contenta en un recipiente lleno de agua que lentamente al que le van haciendo subir la temperatura, la rana se siente feliz con el agua calentita pero como sigue subiendo el agua hierve y la rana ya no es capaz de saltar fuera del recipiente y muere hervida.

He pensado que estamos en una situación semejante. El estado se viene dedicando a mantenernos en una temperatura agradable al irnos dotando de un montón de prestaciones, el tan alabado estado del bienestar, que cuida de nosotros desde la cuna a la tumba.

Conforme ha ido aumentado el nivel de cobertura hemos vivido felices sin observar que todo ello tenía el precio de nuestra libertad, pero no llegamos a inquietarnos, pues entre las múltiples prestaciones que se nos ofrecen hay multitud de entretenimientos donde somos libres de elegir, multitud de sugerencias para disfrutar del placer sin responsabilidad. facilitando a todo el mundo anticonceptivos, píldoras del día después, salud sexual y reproductiva, es decir, aborto costeado por el estado.

El estado social y democrático de todos los partidos ha ido cercenando las raíces en las que crecíamos: historia, familia, religión, valores morales y ocupando lentamente el papel decisivo en la educación, en el establecimiento de nuevos derechos a través de leyes estatales o autonómicas, incluso refrendadas por la comunidad europea, que deciden lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira.

Nuestras obligaciones se han ido reduciendo a una sola: pagar los impuestos crecientes para mantener a una administración también creciente que decide si podemos fumar o no, ir a los toros o no, si debemos creernos lo del calentamiento global o no, si debemos de creer a pie juntillas en la ciencia sin plantearnos otras cosas, como por ejemplo el sentido del dolor, si hay otra vida después de la muerte, si nuestra existencia es mera evolución pasando de la nada a la nada, en definitiva la pregunta clave: ¿qué es el hombre?

Hemos pasado, a medias, de una crisis económica a una crisis de gobierno en la que todos quieren mandar más que servir, todos hacen planes para gastar más y seguir calentando el agua de la rana hasta que todos resultemos hervidos, sin capacidad de reacción.

Por favor no creamos lo que nos cuenten por mucho que nos digan ciudadanos y nos traten como súbditos. Lo que está ocurriendo en los ayuntamientos debía hacernos reflexionar sobre el valor de nuestro voto. Los impuestos nos los exigen cada día, los votos cada cuatro años y luego proclaman que el pueblo nunca se equivoca, como si pudiera demostrarse que la mayoría siempre tiene razón.

Hay que reivindicar que se creen espacios de libertad en los que cada cual asuma su responsabilidad, que funcione el principio de subsidiariedad, que lo que cada persona, cada familia o cada grupo pueda hacer por sí no lo gestione la administración.

Todo el mundo se escandaliza de la corrupción sin darse cuenta de que su caldo de cultivo es el creciente intervencionismo, si disminuyéramos la administración seguramente disminuiría también la corrupción.

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