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Así que tiene que haber un animal muerto y un humano sonriendo

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Cuando nos comemos algo en mal estado las arcadas suelen ser varias y los síntomas también. Un poco más sobre la caza y en este caso la industria que la abastece, necesaria para el canalla como el contrabandista y banquero Juan March lo fue para la dictadura franquista. Me atrevo a la comparación por aquello de los inocentes ejecutados en una y otra.

Este planeta está haciendo continuamente la mala digestión de unos desalmados que asoman la punta de sus rifles por su esófago. Son seres podridos colonizados por algunos microorganismos: el egoísmo, el sadismo, la arrogancia o la cobardía entre ellos, microbios instalados en sus almas y cerebros que los han reducido a las formas más simples de materia pero cuya descomposición no les ha llevado a la muerte vital, sólo a la cognitiva e intelectual, por eso en su estado de putrefacción todavía son capaces de moverse pero incapaces de sentir y de pensar más allá de en ellos mismos, tullidos para la empatía, quiero decir, y esa movilidad en tales condiciones les lleva a convertirse a su vez en organismos patógenos cuya función preferida es matar.

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En esta ocasión la fotografía proviene de una empresa de visores para armas y para vender su producto muestran esta imagen que también reproducen en páginas de caza de nuestro país.

—¿Qué te parece el acabado de este…? Personalizado y tan preciso como todos sus visores —preguntan en una de ellas—. ¿Qué les parece —pregunto yo—, esta publicidad?

Varias son las disciplinas que intervienen en el estudio de la comunicación que se considera más eficaz para convertir al ciudadano en consumidor. Antropología, neuroeconomía, sociología o psicología están entre ellas. Contemplando la imagen y leyendo el texto que la acompaña la cuestión que se plantea es: ¿cuál ha de ser el grado de desviación (perversión) moral de un individuo para que con este mensaje se capte su atención psicoemotiva? Quienes se lucran con estos productos específicos para la caza y no siendo en eso mucho mejores que sus clientes cazadores, saben perfectamente cuáles son las características del público objetivo al que se dirigen, por eso nada mejor que una propaganda generosa en supremacía, violencia y machismo. Que el maltrato de animales y la querencia por las armas usadas para matar son signos de desórdenes de conducta es, desde luego, algo demostrado, tipificado e irrebatible.

He nombrado el machismo. Si digo que utilizan a una chica cazadora como reclamo y tacho esa táctica de machista se me echarán encima diciéndome “No, el machista eres tú porque eso es igualdad”. Ya ves tú qué delicia de paridad: en el derecho a matar. Pero vale, vamos a admitir que esta espantosa imagen (sea mujer, hombre o hermafrodita el que posa detrás del cadáver), es todo un paradigma de derribo de la jerarquía de género, ¿qué sentido tiene entonces de boca de tales adalides del “feminismo” la frase con la que la acompañan?:

— Never apologize for shooting like a girl! (¡Nunca te disculpes por disparar como una niña!).

Si ese consejo no lleva implícita, con toda la condescendencia y gracejo que le quieras poner, la idea de la inferioridad de la mujer en lo relativo a esa habilidad (perdón por llamar habilidad a tener el estómago, la cobardía y la depravación de disparar a quien no puede defenderse ni se espera el cartuchazo), entonces me callo, pero de momento tal es la impresión que me da.

Y pena. Y asco. Y por supuesto fuerza para seguir luchando por lograr en España lo que ya es realidad en otros países: la abolición de la caza deportiva. Países donde los animales no se comen a las personas a pesar de ella.

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Así que tiene que haber un animal muerto y un humano sonriendo
Julio Ortega Fraile
martes, 2 de febrero de 2016, 00:33 h (CET)
Cuando nos comemos algo en mal estado las arcadas suelen ser varias y los síntomas también. Un poco más sobre la caza y en este caso la industria que la abastece, necesaria para el canalla como el contrabandista y banquero Juan March lo fue para la dictadura franquista. Me atrevo a la comparación por aquello de los inocentes ejecutados en una y otra.

Este planeta está haciendo continuamente la mala digestión de unos desalmados que asoman la punta de sus rifles por su esófago. Son seres podridos colonizados por algunos microorganismos: el egoísmo, el sadismo, la arrogancia o la cobardía entre ellos, microbios instalados en sus almas y cerebros que los han reducido a las formas más simples de materia pero cuya descomposición no les ha llevado a la muerte vital, sólo a la cognitiva e intelectual, por eso en su estado de putrefacción todavía son capaces de moverse pero incapaces de sentir y de pensar más allá de en ellos mismos, tullidos para la empatía, quiero decir, y esa movilidad en tales condiciones les lleva a convertirse a su vez en organismos patógenos cuya función preferida es matar.

A3eff10251cc4e498068adbc3d9aa5fb

En esta ocasión la fotografía proviene de una empresa de visores para armas y para vender su producto muestran esta imagen que también reproducen en páginas de caza de nuestro país.

—¿Qué te parece el acabado de este…? Personalizado y tan preciso como todos sus visores —preguntan en una de ellas—. ¿Qué les parece —pregunto yo—, esta publicidad?

Varias son las disciplinas que intervienen en el estudio de la comunicación que se considera más eficaz para convertir al ciudadano en consumidor. Antropología, neuroeconomía, sociología o psicología están entre ellas. Contemplando la imagen y leyendo el texto que la acompaña la cuestión que se plantea es: ¿cuál ha de ser el grado de desviación (perversión) moral de un individuo para que con este mensaje se capte su atención psicoemotiva? Quienes se lucran con estos productos específicos para la caza y no siendo en eso mucho mejores que sus clientes cazadores, saben perfectamente cuáles son las características del público objetivo al que se dirigen, por eso nada mejor que una propaganda generosa en supremacía, violencia y machismo. Que el maltrato de animales y la querencia por las armas usadas para matar son signos de desórdenes de conducta es, desde luego, algo demostrado, tipificado e irrebatible.

He nombrado el machismo. Si digo que utilizan a una chica cazadora como reclamo y tacho esa táctica de machista se me echarán encima diciéndome “No, el machista eres tú porque eso es igualdad”. Ya ves tú qué delicia de paridad: en el derecho a matar. Pero vale, vamos a admitir que esta espantosa imagen (sea mujer, hombre o hermafrodita el que posa detrás del cadáver), es todo un paradigma de derribo de la jerarquía de género, ¿qué sentido tiene entonces de boca de tales adalides del “feminismo” la frase con la que la acompañan?:

— Never apologize for shooting like a girl! (¡Nunca te disculpes por disparar como una niña!).

Si ese consejo no lleva implícita, con toda la condescendencia y gracejo que le quieras poner, la idea de la inferioridad de la mujer en lo relativo a esa habilidad (perdón por llamar habilidad a tener el estómago, la cobardía y la depravación de disparar a quien no puede defenderse ni se espera el cartuchazo), entonces me callo, pero de momento tal es la impresión que me da.

Y pena. Y asco. Y por supuesto fuerza para seguir luchando por lograr en España lo que ya es realidad en otros países: la abolición de la caza deportiva. Países donde los animales no se comen a las personas a pesar de ella.

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