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Culturalismos preocupantes

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Por fas o por nefas, que es lo mismo que decir desde Oriente a Occidente, que equivale a mentar una posición política o la contraria, y así hasta donde nos lo propongamos; la práctica social acarreó consigo cargas de oprimidos, distinguidos opresores, iluminados sin luces y gente del montón con abundantes sabidurías menos manifiestas. Han recorrido el mundo infinidad de POSICIONAMIENTOS humanos; explicados con notables desconocimientos y tergiversaciones; y lo que es peor, a sabiendas de las incapacidades explicativas. Partimos de esa variedad misteriosa de manifestaciones irrefutables, desdeñadas con el consiguiente cortejo de pretendidos listillos controladores.

El hilo histórico es continuado, fluyen los enfoques existenciales al par de los avatares sucesivos. Caben también los interrogantes. ¿Todo es cultura? ¿Cuáles son las realidades de carácter preferente? ¿Reducimos su interés al concepto utilitario? En todo caso, ¿Quién y como efectuará las evaluaciones? El horizonte permanece abierto ante las mil perspectivas para comprender la cuestión. Sin esa comprensión, si todo da igual, supondría la negación de la cultura.

Ante tanta complejidad es comprensible la inseguridad conducente a las simplificaciones irreales, pero son de efectos aglutinantes. Una de las primeras aproximaciones es la visión ESQUIZOIDE de quienes distorsionan la realidad en un ente de dos caras y se adscriben a una de ellas, negando otras posibilidades. Convertidos en acérrimos postulantes, combaten cualquier otra opción; si pudieran, la paralizarían. Son verdaderos impulsores de la hemiplejía cultural en diversos campos sociales. Espiritualistas o materialistas, escinden la cultura en dos mitades irreconciliables. Qué añadir a lo de izquierdas o derechas, nacionales o extranjeros; entre afanes cortantes.

El carácter de comprensible no evita los dislates ocasionados por las reducciones interesadas de cuanto acontece. Desde muy mozos entendemos con nitidez la misteriosa complejidad de nuestra existencia; aunque la olvidamos pronto. Cada uno, en compañía de su “yo”, aferra una IDENTIDAD de perspectivas alucinantes. Viene a ser una cédula de identificación presentada con toda la pompa, dibujada con interés. Desvía la atención de las verdaderas raices de la personalidad, aplicada con frecuencia a las conductas separadoras respecto de los demás seres vivos. De la posible aportación sumadora de colaboraciones, pasamos a la resta del aislamiento insolidario.

En las demostraciones culturales al uso, predominan el famoseo y los grandes logros, los medios informativos agrandan su imagen, con una presencia acaparadora. Sólo sus pretendidas grandezas caben en dichas anotaciones. El carácter rimbombante de semejante repertorio abunda en alardes. ¡Y en silencios! Sospechosos e injustificados, dado que estas culturas preconizan los MENOSPRECIOS generadores de graves consecuencias. Dejan apartados los análisis de los comportamientos, con una carencia preocupante de valoraciones, sobre todo morales. Desdeñan a las ingentes mayorías de personas alejadas de los círculos poderosos. Suponen una tolerancia absurda, contraria a los aires saludables de una convivencia pluralista.

El siguiente culturalismo insatisfactorio tiene más relación con la abundancia que con las carencias; entraña el manejo de datos casi ilimitados, de manera acelerada y simultánea. Ocasiona problemas similares a la mala digestión, fracasamos en la ASIMILACIÓN de una enorme afluencia de conocimientos. La indefinición campea entre esa maraña, no encontramos en ella el asiento debido para el hallazgo de perfiles concretos. ¿A quién acudir? Las múltiples opciones aparecen maquilladas al gusto de promotores, sin las debidas garantías de sinceridad ni de valoraciones coherentes. El desamparo es frustrante para gran parte de la población, sin posibilidades de una preparación oportuna para ese futuro inmediato.

Somos muy propensos a encandilarnos con las paparruchas, escuchamos los cantos de sirena como una sinfonía. Acabamos introducidos en las modernas preferencias UTILITARIAS. Desplazan a las iniciativas en las cuales no aprecian un sentido práctico inmediato, un rendimiento sobre la marcha. Lo útil por encima de todo. ¿Incluidas las personas? Tan absorbente obsesión no les permite responder a tres interrogantes elementales. ¿Quién obtendrá esa utilidad? ¿Para qué usos será destinada? ¿Qué perjuicios originará? Observadores de la gran proclama de la utilidad, quedamos sin las respuestas. Sorprende el conformismo replegado sobre un enfoque cultural incapaz de resurgir de la mediocridad, por el cierre voluntario de sus horizontes.

Aunque casi todos presumen de ilustrados, sin duda los hay, abundan los simuladores y pretenden serlo algunas mentes tiesas de mucho palique y contenido desastroso. La capacidad argumentativa variará según estos orígenes; con el añadido de los variados intereses de sus portadores. Con todo, pasaríamos de una manifestación plural saludable dentro de los grupos sociales; si no fuera por el DECANTAMIENTO precoz de sus integrantes hacia la intolerancia, con la exigencia desmedida impuesta a quienes no piensan como ellos. Ya deja de ser una cuestión de saberes o ignorancia, pasó a ser una vulgar ley del más fuerte. Devaluaron la prometedora ilustración; le provocaron una mutación retrógrada, la razón mutó a fuerza de rasgos totalitarios.

Da la impresión de que hubiéramos separado el pensamiento de la razón, en unos razonamientos que apuntan a no haber pasado por el caletre de su emisor. ¿Habremos cerrado el círculo de lo imposible? Porque, son bienvenidas las divergencias con sus aportaciones saludables, aunque si van provistas de un carácter esquizoide, las razones van distanciadas del pensamiento; camino indiscutible a la rotunda DEGRADACIÓN del PLURALISMO, que de ser una expresión evocadora de la mejor convivencia, lo desplegamos en numerosas mentiras y encubrimientos. Sin entidades personales cabales, no hay pluralismo que valga.

Hemos colocado la idea de la cultura en un pedestal grandioso, aunque sin saber con cierta precisión aquello que elevamos a esas alturas. Por lo que nos resulta complicado, quizá sea imposible, dilucidar después a que nos atenemos. Dicha sobrevaloración de la idea no redime las malversaciones desarrolladas a sus expensas; la causa de los efectos indeseables es patente. La CULMINACIÓN de los reiterados funcionamientos anómalos nos sume en la ignorancia de lo que manejamos. Desorientados y confusos, demostramos las carencias en los planteamientos de proyectos, posicionamientos solidarios, labores de pacificación o simplemente de colaboración con el resto.

Resulta congruente la frase de Epicuro: Huye, a velas desplegadas, de toda forma de cultura, en cuanto fuente de valores supremos. En medio de los comportamientos humanos detectados, conviene estar muy listos para la consideración de aquello que nos presentan como supremo, de lo que subyace en su trastienda. Precisamos la crítica sin recato de esas culturas encumbradas, poco respetuosas con las personas.

Culturalismos preocupantes

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de noviembre de 2015, 10:21 h (CET)
Por fas o por nefas, que es lo mismo que decir desde Oriente a Occidente, que equivale a mentar una posición política o la contraria, y así hasta donde nos lo propongamos; la práctica social acarreó consigo cargas de oprimidos, distinguidos opresores, iluminados sin luces y gente del montón con abundantes sabidurías menos manifiestas. Han recorrido el mundo infinidad de POSICIONAMIENTOS humanos; explicados con notables desconocimientos y tergiversaciones; y lo que es peor, a sabiendas de las incapacidades explicativas. Partimos de esa variedad misteriosa de manifestaciones irrefutables, desdeñadas con el consiguiente cortejo de pretendidos listillos controladores.

El hilo histórico es continuado, fluyen los enfoques existenciales al par de los avatares sucesivos. Caben también los interrogantes. ¿Todo es cultura? ¿Cuáles son las realidades de carácter preferente? ¿Reducimos su interés al concepto utilitario? En todo caso, ¿Quién y como efectuará las evaluaciones? El horizonte permanece abierto ante las mil perspectivas para comprender la cuestión. Sin esa comprensión, si todo da igual, supondría la negación de la cultura.

Ante tanta complejidad es comprensible la inseguridad conducente a las simplificaciones irreales, pero son de efectos aglutinantes. Una de las primeras aproximaciones es la visión ESQUIZOIDE de quienes distorsionan la realidad en un ente de dos caras y se adscriben a una de ellas, negando otras posibilidades. Convertidos en acérrimos postulantes, combaten cualquier otra opción; si pudieran, la paralizarían. Son verdaderos impulsores de la hemiplejía cultural en diversos campos sociales. Espiritualistas o materialistas, escinden la cultura en dos mitades irreconciliables. Qué añadir a lo de izquierdas o derechas, nacionales o extranjeros; entre afanes cortantes.

El carácter de comprensible no evita los dislates ocasionados por las reducciones interesadas de cuanto acontece. Desde muy mozos entendemos con nitidez la misteriosa complejidad de nuestra existencia; aunque la olvidamos pronto. Cada uno, en compañía de su “yo”, aferra una IDENTIDAD de perspectivas alucinantes. Viene a ser una cédula de identificación presentada con toda la pompa, dibujada con interés. Desvía la atención de las verdaderas raices de la personalidad, aplicada con frecuencia a las conductas separadoras respecto de los demás seres vivos. De la posible aportación sumadora de colaboraciones, pasamos a la resta del aislamiento insolidario.

En las demostraciones culturales al uso, predominan el famoseo y los grandes logros, los medios informativos agrandan su imagen, con una presencia acaparadora. Sólo sus pretendidas grandezas caben en dichas anotaciones. El carácter rimbombante de semejante repertorio abunda en alardes. ¡Y en silencios! Sospechosos e injustificados, dado que estas culturas preconizan los MENOSPRECIOS generadores de graves consecuencias. Dejan apartados los análisis de los comportamientos, con una carencia preocupante de valoraciones, sobre todo morales. Desdeñan a las ingentes mayorías de personas alejadas de los círculos poderosos. Suponen una tolerancia absurda, contraria a los aires saludables de una convivencia pluralista.

El siguiente culturalismo insatisfactorio tiene más relación con la abundancia que con las carencias; entraña el manejo de datos casi ilimitados, de manera acelerada y simultánea. Ocasiona problemas similares a la mala digestión, fracasamos en la ASIMILACIÓN de una enorme afluencia de conocimientos. La indefinición campea entre esa maraña, no encontramos en ella el asiento debido para el hallazgo de perfiles concretos. ¿A quién acudir? Las múltiples opciones aparecen maquilladas al gusto de promotores, sin las debidas garantías de sinceridad ni de valoraciones coherentes. El desamparo es frustrante para gran parte de la población, sin posibilidades de una preparación oportuna para ese futuro inmediato.

Somos muy propensos a encandilarnos con las paparruchas, escuchamos los cantos de sirena como una sinfonía. Acabamos introducidos en las modernas preferencias UTILITARIAS. Desplazan a las iniciativas en las cuales no aprecian un sentido práctico inmediato, un rendimiento sobre la marcha. Lo útil por encima de todo. ¿Incluidas las personas? Tan absorbente obsesión no les permite responder a tres interrogantes elementales. ¿Quién obtendrá esa utilidad? ¿Para qué usos será destinada? ¿Qué perjuicios originará? Observadores de la gran proclama de la utilidad, quedamos sin las respuestas. Sorprende el conformismo replegado sobre un enfoque cultural incapaz de resurgir de la mediocridad, por el cierre voluntario de sus horizontes.

Aunque casi todos presumen de ilustrados, sin duda los hay, abundan los simuladores y pretenden serlo algunas mentes tiesas de mucho palique y contenido desastroso. La capacidad argumentativa variará según estos orígenes; con el añadido de los variados intereses de sus portadores. Con todo, pasaríamos de una manifestación plural saludable dentro de los grupos sociales; si no fuera por el DECANTAMIENTO precoz de sus integrantes hacia la intolerancia, con la exigencia desmedida impuesta a quienes no piensan como ellos. Ya deja de ser una cuestión de saberes o ignorancia, pasó a ser una vulgar ley del más fuerte. Devaluaron la prometedora ilustración; le provocaron una mutación retrógrada, la razón mutó a fuerza de rasgos totalitarios.

Da la impresión de que hubiéramos separado el pensamiento de la razón, en unos razonamientos que apuntan a no haber pasado por el caletre de su emisor. ¿Habremos cerrado el círculo de lo imposible? Porque, son bienvenidas las divergencias con sus aportaciones saludables, aunque si van provistas de un carácter esquizoide, las razones van distanciadas del pensamiento; camino indiscutible a la rotunda DEGRADACIÓN del PLURALISMO, que de ser una expresión evocadora de la mejor convivencia, lo desplegamos en numerosas mentiras y encubrimientos. Sin entidades personales cabales, no hay pluralismo que valga.

Hemos colocado la idea de la cultura en un pedestal grandioso, aunque sin saber con cierta precisión aquello que elevamos a esas alturas. Por lo que nos resulta complicado, quizá sea imposible, dilucidar después a que nos atenemos. Dicha sobrevaloración de la idea no redime las malversaciones desarrolladas a sus expensas; la causa de los efectos indeseables es patente. La CULMINACIÓN de los reiterados funcionamientos anómalos nos sume en la ignorancia de lo que manejamos. Desorientados y confusos, demostramos las carencias en los planteamientos de proyectos, posicionamientos solidarios, labores de pacificación o simplemente de colaboración con el resto.

Resulta congruente la frase de Epicuro: Huye, a velas desplegadas, de toda forma de cultura, en cuanto fuente de valores supremos. En medio de los comportamientos humanos detectados, conviene estar muy listos para la consideración de aquello que nos presentan como supremo, de lo que subyace en su trastienda. Precisamos la crítica sin recato de esas culturas encumbradas, poco respetuosas con las personas.

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