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Una crítica de la sinrazón práctica

Lo que la verdad oculta

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De las noticias que más destacan estos últimos días en los informativos, la que narra cómo Artur Mas le exige dinero a un estado del que abomina se lleva la palma, por encima de otras a mi modo de ver más serias y preocupantes que los delirios de un político con ínfulas de libertador, que aspira pasar por ello a la historia.

El desesperado llamamiento que ha hecho la organización no gubernamental Save the children, aunque estremecedor sin duda, no ha tenido tan buena acogida entre los compañeros de las redacciones como el que trata el asunto de la escisión catalana de nuestro territorio patrio. Qué importa tiene que, en poco menos de un mes, hayan perdido la vida más de medio centenar de criaturas como Aylan en las aguas violentas del mar Egeo, cuando la provocación y el chantaje del independentismo amenazan con demoler las bases de la democracia española.

Si realmente es así como dicen, muy asentado el apoyo no parece que esté. Si un órdago semejante es capaz de poner en peligro nuestra Carta Magna, tal vez sea hora ya de darle algunos retoques a sus artículos, por su anacronismo, más susceptibles. Las circunstancias actuales exigen, más pronto que tarde, un texto firme y no rígido, capaz de crecer y evolucionar con los tiempos, que realmente aglutine en torno a él un crisol de peculiaridades como el que integra la piel de toro.

Cuando escucho a Más y a Mariano Rajoy enzarzarse en lo que, mayormente, vienen siendo controversias absurdas en torno a un más que remoto referéndum independentista, no puedo evitar acordarme de los problemas que acucian a nuestro país desde todos los frentes, y se me antoja que el menos trascendental para la ciudadanía de a pie es el que procede del nordeste de España, que todo es teatro, y que los líderes de sendas formaciones políticas marean la perdiz con sus diatribas para desviar la atención de todos los casos de corrupción que acechan a sus partidos.

Lo que la verdad oculta

Una crítica de la sinrazón práctica
Francisco J. Caparrós
martes, 3 de noviembre de 2015, 06:07 h (CET)
De las noticias que más destacan estos últimos días en los informativos, la que narra cómo Artur Mas le exige dinero a un estado del que abomina se lleva la palma, por encima de otras a mi modo de ver más serias y preocupantes que los delirios de un político con ínfulas de libertador, que aspira pasar por ello a la historia.

El desesperado llamamiento que ha hecho la organización no gubernamental Save the children, aunque estremecedor sin duda, no ha tenido tan buena acogida entre los compañeros de las redacciones como el que trata el asunto de la escisión catalana de nuestro territorio patrio. Qué importa tiene que, en poco menos de un mes, hayan perdido la vida más de medio centenar de criaturas como Aylan en las aguas violentas del mar Egeo, cuando la provocación y el chantaje del independentismo amenazan con demoler las bases de la democracia española.

Si realmente es así como dicen, muy asentado el apoyo no parece que esté. Si un órdago semejante es capaz de poner en peligro nuestra Carta Magna, tal vez sea hora ya de darle algunos retoques a sus artículos, por su anacronismo, más susceptibles. Las circunstancias actuales exigen, más pronto que tarde, un texto firme y no rígido, capaz de crecer y evolucionar con los tiempos, que realmente aglutine en torno a él un crisol de peculiaridades como el que integra la piel de toro.

Cuando escucho a Más y a Mariano Rajoy enzarzarse en lo que, mayormente, vienen siendo controversias absurdas en torno a un más que remoto referéndum independentista, no puedo evitar acordarme de los problemas que acucian a nuestro país desde todos los frentes, y se me antoja que el menos trascendental para la ciudadanía de a pie es el que procede del nordeste de España, que todo es teatro, y que los líderes de sendas formaciones políticas marean la perdiz con sus diatribas para desviar la atención de todos los casos de corrupción que acechan a sus partidos.

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