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Así se iniciaba el desarrollo de la famosa propiedad conmutativa que aprendimos en nuestras primeras nociones de matemáticas

El orden de los factores...

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Según recogen los tratados correspondientes: La propiedad conmutativa consiste en que el orden de los términos no altera el resultado final. Se trata de una de las características más relevantes de operaciones básicas de la aritmética como la suma y la multiplicación. Una definición que me viene pintiparada para describir la agradable imagen que pude contemplar ayer en medio de una celebración a la que fui invitado. Se trataba de la boda de un ahijado mío. Todos hemos asistido a montones de enlaces matrimoniales de todo tipo: en templos, en un juzgado, en el ayuntamiento, en una ermita, en el campo o en la playa. Cada uno de ellos es único e irrepetible.

       

El caso que comento tiene como protagonista una circunstancia que no habíamos vivido hasta ahora. La “mardita” pandemia. Los contrayentes del enlace al que asistí ayer pudieron realizarlo al tercer intento. En dos ocasiones anteriores lo tuvieron que aplazar obligados por las circunstancias sanitarias que impedía el mismo.

      

¿Qué ha sucedido entretanto? Pues lo más lógico. Decidieron matrimoniarse sin papeles. Consecuencias: un precioso niño de varios meses y otro en camino. Una bendición de Dios pendiente de ratificarse por la Iglesia.

     

Y aquí viene la buena noticia de hoy. Por primera vez en mi vida vi a un novio, cogido del brazo de su madre y madrina de boda, y manteniendo en brazos a un chavalote orondo y feliz, mientras esperaban la llegada de la novia y madre del rorro. Una preciosa imagen que llamaba la atención de cuantos turistas despistados pasaban por la puerta del templo y de los  invitados asistentes.

       

Pertenezco a una generación que (casi)  seguía estrictamente las normas y protocolos de las nupcias. El orden (normal) era guateque, pandilla, inicio de los escarceos, noviazgo, entrada en la casa, petición de mano, varios años de preparación del hogar, ajuar, boda y, finalmente nacimiento de los hijos.

      

El amor lo puede todo. En este caso se han alterado un poco los factores. Pero el producto, el resultado final ha sido el mismo. Una pareja que se quiere y que culmina su amor con la presencia de un niño precioso.

     

¡Qué bonita noticia!  ¡Qué ráfaga de aire fresco en medio de un mundo en el que cada vez se realizan menos matrimonios, que la sociedad estima que son innecesarios, en el que el número de divorcios es equivalente al de separaciones!

      

Es una buena noticia el que en mitad de un ambiente tan adverso y tan poco proclive a los compromisos se escuche la frase “prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. 


El orden de los factores no altera el producto. Lo importante es el resultado. Han sumado sus personas y multiplicada su descendencia. El orden es lo que menos importa.

El orden de los factores...

Así se iniciaba el desarrollo de la famosa propiedad conmutativa que aprendimos en nuestras primeras nociones de matemáticas
Manuel Montes Cleries
lunes, 25 de abril de 2022, 12:27 h (CET)

Según recogen los tratados correspondientes: La propiedad conmutativa consiste en que el orden de los términos no altera el resultado final. Se trata de una de las características más relevantes de operaciones básicas de la aritmética como la suma y la multiplicación. Una definición que me viene pintiparada para describir la agradable imagen que pude contemplar ayer en medio de una celebración a la que fui invitado. Se trataba de la boda de un ahijado mío. Todos hemos asistido a montones de enlaces matrimoniales de todo tipo: en templos, en un juzgado, en el ayuntamiento, en una ermita, en el campo o en la playa. Cada uno de ellos es único e irrepetible.

       

El caso que comento tiene como protagonista una circunstancia que no habíamos vivido hasta ahora. La “mardita” pandemia. Los contrayentes del enlace al que asistí ayer pudieron realizarlo al tercer intento. En dos ocasiones anteriores lo tuvieron que aplazar obligados por las circunstancias sanitarias que impedía el mismo.

      

¿Qué ha sucedido entretanto? Pues lo más lógico. Decidieron matrimoniarse sin papeles. Consecuencias: un precioso niño de varios meses y otro en camino. Una bendición de Dios pendiente de ratificarse por la Iglesia.

     

Y aquí viene la buena noticia de hoy. Por primera vez en mi vida vi a un novio, cogido del brazo de su madre y madrina de boda, y manteniendo en brazos a un chavalote orondo y feliz, mientras esperaban la llegada de la novia y madre del rorro. Una preciosa imagen que llamaba la atención de cuantos turistas despistados pasaban por la puerta del templo y de los  invitados asistentes.

       

Pertenezco a una generación que (casi)  seguía estrictamente las normas y protocolos de las nupcias. El orden (normal) era guateque, pandilla, inicio de los escarceos, noviazgo, entrada en la casa, petición de mano, varios años de preparación del hogar, ajuar, boda y, finalmente nacimiento de los hijos.

      

El amor lo puede todo. En este caso se han alterado un poco los factores. Pero el producto, el resultado final ha sido el mismo. Una pareja que se quiere y que culmina su amor con la presencia de un niño precioso.

     

¡Qué bonita noticia!  ¡Qué ráfaga de aire fresco en medio de un mundo en el que cada vez se realizan menos matrimonios, que la sociedad estima que son innecesarios, en el que el número de divorcios es equivalente al de separaciones!

      

Es una buena noticia el que en mitad de un ambiente tan adverso y tan poco proclive a los compromisos se escuche la frase “prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. 


El orden de los factores no altera el producto. Lo importante es el resultado. Han sumado sus personas y multiplicada su descendencia. El orden es lo que menos importa.

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