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¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar?

La imposibilidad de dolarizar y de una nueva guerra fría: la evidencia de la historia muy reciente

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Presentación1

“¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar? (…) Vamos a exponer como la inviabilidad de dolarizar la economía argentina tiene relación con dos hechos que han cambiado la cara del mundo y que, por ende, hacen imposible una nueva Guerra Fría”.


A nadie escapa que la ferviente propuesta de dolarizar la economía argentina gana adeptos. Las adhesiones se producen en un contexto de acelerada despolitización delágora de la politica. Emergen nuevamente los amigos de la tecnocracia; misma que décadas anteriores resultó de un clima de guerra fría ante la irrupción de nuevas recetas inspiradas en el consenso de Washington.


Quizás, la particularidad de ahora, es que la tecnocracia esta insuflada de una vehemente megalomanía mediática, donde determinados dirigentes, supuestamente en contra de la casta politica, ofrecen una solución inspirada en la propuesta enunciada.

   

No es intención de estas líneas describir las ventajas y desventajas de la dolarización de la economía. En primer lugar, porque la discusión ha llegado a un punto de relativización donde en el promedio de las discusiones todos somos economistas, prestándonos efímeramente a la vehemencia que mencioné en el apartado anterior; omitiendo que la salvedad del éxito de la propuesta de la dolarización es amplia y hay que tener en cuenta cada caso particular. Partimos de la premisa de que no es lo mismo la economía ecuatoriana – tan citada por la adopción de la cuestión – que la economía argentina. En segundo lugar, porque no es mi campo el de la economía.

    

La historia es aleccionadora, y si bien es cierto que parece repetirse, la realidad es que se repite sin ser exactamente las repitencias que puedan esbozarse. En otras palabras, la historia nunca se repite. En todo caso, la historia adopta movimientos pendulares de comparación, sin que ello signifique caer en el determinismo o en la distopía. Digamos que la historia genera un manto de no olvido, cargándose de presentismo, porque irónicamente, ese movimiento pendular siempre encuentra su praxis a la luz de los hechos vigentes. En ese sentido, debemos hablar de estar insertos en un mundo. Un mundo que ya no es el mundo de la globalización pos Guerra Fría.

   

Lo dicho anteriormente funciona como metáfora de lo que vamos a exponer como la inviabilidad de dolarizar la economía argentina en relación con dos hechos que han cambiado la cara del mundo y que, por ende, hacen imposible una nueva Guerra Fría, como muchos pretenden instalar, así como tambien la idea del abandono del peso argentino. Estos dos hechos son la Pandemia de la COVID – 19 y la Guerra ruso – ucraniana. Sin embargo, debemos ir un poco a una ante sala.


Habíamos hablado de un movimiento pendular que nos permiteentender el presente.  "Este es el trato más grande que existe en cualquier parte del mundo, por lejos" (1), dijoDonald Trumpal firmar en la Casa Blanca durante el año 2020 un acuerdo que ponía fin a la guerra comercial entre Estados Unidos y China. A simple vista, ambas partes parecían satisfechas con el trato, presentado como la primera fase de uno mayor a negociarse a futuro. Un futuro que nos encontramos transitando, por irónico que parezca. Es duro reconocerlo, pero Donald Trump fue quien mejor entendió que el mundo que Washington había creado desde la Guerra Fría había dejado de resultar funcional a sus intereses y que había llegado el momento de modificarlo de raíz. Contribuyó a ello entre otras cosas, el hecho de que Estados Unidos pasara en pocos años de ser un importador a un exportador neto de hidrocarburos, reduciendo su dependencia energética, retirándose – aunque sea parcialmente – de Medio Oriente. La estrategia fue brillante: ubicar a China como el gran contendiente de Estados Unidos y convencer al Status Quo per sede que el futuro del país dependía de su capacidad para contener al nuevo adversario en ascenso.


Sin abandonar el ejercicio del movimiento pendular de la historia, vamos a volver por un instante a la Argentina y su intrincada realidad polarizada, luego volveremos a la historia mundial reciente. En recientes declaraciones, el economista PRO Martin Tetaz, actual Diputado Nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dijo que eliminar la moneda nacional para que circulen únicamente dólaresera"como amputar la pierna de un paciente por una pequeña infección que hoy se puede resolver con un antibiótico"(2). Y agrego que “ante un posible shock externo desfavorable, la Argentina no se podría recuperar”. Concordamos. En primer lugar, la palabra Shok nos retrotrae a lo peor de las experiencias dictatoriales y neoliberales, donde se necesitan sucesos catalizadores – internos y externos – para aplicar una receta economía. Digamos que el Shok es tan hijo de Martines de Hoz como de Augusto Pinochet cuando el mejor alumno de los Chicago Boys. En segundo lugar, el antibiótico al que alude Tetaz podría tardar en llegar. Y acá es cuando volvemos a la historia mundial reciente.


En el camino de la espera de los antibióticos, venimos (y seguimos yendo) por dos caminos tumultuosos. El primero de ellos, fue la pandemia. En efecto, ésta apagó la economía mundial casi de un día para el otro, interrumpiendo los flujos comerciales, y enloqueciendo las cadenas de suministros, las cuales han cambiado para siempre. Vayamos al punto: se demostró que en esta nueva etapa la soberanía no pasa solo por los tanques y soldados, al estilo siglo XX, sino también por el control de los recursos y una industria nacional que garantice cierta autosuficiencia. Estados Unidos, importa dos tercios de los principios activos a partir de los cuales produce sus medicamentos de empresas chinas, es decir de empresas sobre las cuales el Estado de su principal rival estratégico ejerce dominio. 


En los momentos más duros del COVID, Argentina no sufrió la falta de respiradores que atormentó a otros países de América Latina simplemente porque disponía de dos fábricas especializadas (se trata de una tecnología del siglo XX, es decir de la época en que la industria era la hija de al ISI). 


La pandemia demostró que una industria y una economía nacional potente, al igual que ciencia y tecnología, son los nutrientes para enfrentar los desafíos de un mundo en permanente transformación. Para ello, no se puede dar el lujo de perder su moneda, su soberanía. Por supuesto, esto obliga a revisar viejas ideas: las economías abiertas y globalizadas sufrieron el shock de la crisis en mayor medida que aquellas más protegidas y volcadas al mercado interno.


El segundo camino que profundizaría y haría insoportable la espera de antibióticos es la guerra de Ucrania. En el corto plazo, porque se redujo el comercio internacional con estos países, que no son menores. Rusia es la principal potencia energética de Europa, alberga algunas de las minas metalíferas más importantes del planeta y es un gran exportador de alimentos (el primer exportador de trigo del mundo, por ejemplo). Ucrania también es un gran productor de alimentos; por su territorio, además, pasan los gasoductos y oleoductos que abastecen a Europa. Si en el corto plazo la guerra acelera el proceso de disolución de los mercados mundiales, la decisión de miles de empresas occidentales de desinvertir en Rusia y las sanciones impuestas por Occidente tienden a desconectar progresivamente al país de la economía global, y, por ende, al dólar.


¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar? Las sanciones contra Rusia incluyeron la inmovilización de 300.000 millones de dólares de reservas depositados en el extranjero. El efecto paradójico es que esto está produciendo una revisión en la acumulación de reservas y resguardo de valor de los países no occidentales que profundiza la tendencia a la desdolarización de la economía global. Sin ir más lejos, la participación del dólar en las transacciones internacionales pasó del 60,2% al 46,7% entre 2014 y 2020 (3). Una de los mayores aspectos de este nuevo escenario es la creciente dependencia de Rusia con China, que adquiere una capacidad hegemónica sobre ese país. No deja de resultar significativo que Putin ordenara la invasión a Ucrania después de una reunión con Xi Jinping y una vez que finalizaron los Juegos Olímpicos de Invierno, la gran apuesta de propaganda china para la era pos-Covid.


No solo es imposible dolarizar, sino que además es imposible una nueva Guerra Fría. Pero antes aclaremos una cosa: que el orden liberal nacido de la caía del Muro de Berlín se esté desintegrando no significa que vaya a ser reemplazado por un conflicto como el del siglo pasado. A diferencia de lo que ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las economías de las órbitas americana y soviética funcionaban en paralelo, hoy la interdependencia de China con el mundo occidental es total. De hecho, los principales socios comerciales de China son justamente sus adversarios geopolíticos. En una mirada general, China es hoy el primer socio comercial del 70% de los países del mundo. Sancionarla es utópico.



Lo mas interesante, y que no quita que exista, y por ello hay que evidenciarlo, es el clima ideológico de fondo. En ese aspecto, el retorno de ciertos binarismos, combinados con ciertos ismos, como nacionalismo, se conjugan en expresiones como como comunista, anticomunista; occidental, anti occidental; religión y pueblo; guerra y paz y hasta patria y familia. Solo en ese aspecto, es que podemos tomar al péndulo de la historia como ejercicio comparativo, pero no determinante para encubrir recetas económicas; recetas que en realidad ya se han aplicado. 


----------------------

Notas:

1.BBC (15 enero 2020)  “Acuerdo EE.UU.-China: quién es el ganador de la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo”. Redacción BBC News Mundo.

2.El Cronista: Economia y politica (14 de marzo de 2022). “Por qué dolarizar no es una buena idea: el plan de Martin Tetaz”.


3.CTXT, Contexto y Accion( 26 de marzo de 2022). “¿El suicidio del dólar?”. Rafael Poch.

La imposibilidad de dolarizar y de una nueva guerra fría: la evidencia de la historia muy reciente

¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar?
Cristian Iván Da Silva
sábado, 2 de abril de 2022, 11:44 h (CET)

Presentación1

“¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar? (…) Vamos a exponer como la inviabilidad de dolarizar la economía argentina tiene relación con dos hechos que han cambiado la cara del mundo y que, por ende, hacen imposible una nueva Guerra Fría”.


A nadie escapa que la ferviente propuesta de dolarizar la economía argentina gana adeptos. Las adhesiones se producen en un contexto de acelerada despolitización delágora de la politica. Emergen nuevamente los amigos de la tecnocracia; misma que décadas anteriores resultó de un clima de guerra fría ante la irrupción de nuevas recetas inspiradas en el consenso de Washington.


Quizás, la particularidad de ahora, es que la tecnocracia esta insuflada de una vehemente megalomanía mediática, donde determinados dirigentes, supuestamente en contra de la casta politica, ofrecen una solución inspirada en la propuesta enunciada.

   

No es intención de estas líneas describir las ventajas y desventajas de la dolarización de la economía. En primer lugar, porque la discusión ha llegado a un punto de relativización donde en el promedio de las discusiones todos somos economistas, prestándonos efímeramente a la vehemencia que mencioné en el apartado anterior; omitiendo que la salvedad del éxito de la propuesta de la dolarización es amplia y hay que tener en cuenta cada caso particular. Partimos de la premisa de que no es lo mismo la economía ecuatoriana – tan citada por la adopción de la cuestión – que la economía argentina. En segundo lugar, porque no es mi campo el de la economía.

    

La historia es aleccionadora, y si bien es cierto que parece repetirse, la realidad es que se repite sin ser exactamente las repitencias que puedan esbozarse. En otras palabras, la historia nunca se repite. En todo caso, la historia adopta movimientos pendulares de comparación, sin que ello signifique caer en el determinismo o en la distopía. Digamos que la historia genera un manto de no olvido, cargándose de presentismo, porque irónicamente, ese movimiento pendular siempre encuentra su praxis a la luz de los hechos vigentes. En ese sentido, debemos hablar de estar insertos en un mundo. Un mundo que ya no es el mundo de la globalización pos Guerra Fría.

   

Lo dicho anteriormente funciona como metáfora de lo que vamos a exponer como la inviabilidad de dolarizar la economía argentina en relación con dos hechos que han cambiado la cara del mundo y que, por ende, hacen imposible una nueva Guerra Fría, como muchos pretenden instalar, así como tambien la idea del abandono del peso argentino. Estos dos hechos son la Pandemia de la COVID – 19 y la Guerra ruso – ucraniana. Sin embargo, debemos ir un poco a una ante sala.


Habíamos hablado de un movimiento pendular que nos permiteentender el presente.  "Este es el trato más grande que existe en cualquier parte del mundo, por lejos" (1), dijoDonald Trumpal firmar en la Casa Blanca durante el año 2020 un acuerdo que ponía fin a la guerra comercial entre Estados Unidos y China. A simple vista, ambas partes parecían satisfechas con el trato, presentado como la primera fase de uno mayor a negociarse a futuro. Un futuro que nos encontramos transitando, por irónico que parezca. Es duro reconocerlo, pero Donald Trump fue quien mejor entendió que el mundo que Washington había creado desde la Guerra Fría había dejado de resultar funcional a sus intereses y que había llegado el momento de modificarlo de raíz. Contribuyó a ello entre otras cosas, el hecho de que Estados Unidos pasara en pocos años de ser un importador a un exportador neto de hidrocarburos, reduciendo su dependencia energética, retirándose – aunque sea parcialmente – de Medio Oriente. La estrategia fue brillante: ubicar a China como el gran contendiente de Estados Unidos y convencer al Status Quo per sede que el futuro del país dependía de su capacidad para contener al nuevo adversario en ascenso.


Sin abandonar el ejercicio del movimiento pendular de la historia, vamos a volver por un instante a la Argentina y su intrincada realidad polarizada, luego volveremos a la historia mundial reciente. En recientes declaraciones, el economista PRO Martin Tetaz, actual Diputado Nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dijo que eliminar la moneda nacional para que circulen únicamente dólaresera"como amputar la pierna de un paciente por una pequeña infección que hoy se puede resolver con un antibiótico"(2). Y agrego que “ante un posible shock externo desfavorable, la Argentina no se podría recuperar”. Concordamos. En primer lugar, la palabra Shok nos retrotrae a lo peor de las experiencias dictatoriales y neoliberales, donde se necesitan sucesos catalizadores – internos y externos – para aplicar una receta economía. Digamos que el Shok es tan hijo de Martines de Hoz como de Augusto Pinochet cuando el mejor alumno de los Chicago Boys. En segundo lugar, el antibiótico al que alude Tetaz podría tardar en llegar. Y acá es cuando volvemos a la historia mundial reciente.


En el camino de la espera de los antibióticos, venimos (y seguimos yendo) por dos caminos tumultuosos. El primero de ellos, fue la pandemia. En efecto, ésta apagó la economía mundial casi de un día para el otro, interrumpiendo los flujos comerciales, y enloqueciendo las cadenas de suministros, las cuales han cambiado para siempre. Vayamos al punto: se demostró que en esta nueva etapa la soberanía no pasa solo por los tanques y soldados, al estilo siglo XX, sino también por el control de los recursos y una industria nacional que garantice cierta autosuficiencia. Estados Unidos, importa dos tercios de los principios activos a partir de los cuales produce sus medicamentos de empresas chinas, es decir de empresas sobre las cuales el Estado de su principal rival estratégico ejerce dominio. 


En los momentos más duros del COVID, Argentina no sufrió la falta de respiradores que atormentó a otros países de América Latina simplemente porque disponía de dos fábricas especializadas (se trata de una tecnología del siglo XX, es decir de la época en que la industria era la hija de al ISI). 


La pandemia demostró que una industria y una economía nacional potente, al igual que ciencia y tecnología, son los nutrientes para enfrentar los desafíos de un mundo en permanente transformación. Para ello, no se puede dar el lujo de perder su moneda, su soberanía. Por supuesto, esto obliga a revisar viejas ideas: las economías abiertas y globalizadas sufrieron el shock de la crisis en mayor medida que aquellas más protegidas y volcadas al mercado interno.


El segundo camino que profundizaría y haría insoportable la espera de antibióticos es la guerra de Ucrania. En el corto plazo, porque se redujo el comercio internacional con estos países, que no son menores. Rusia es la principal potencia energética de Europa, alberga algunas de las minas metalíferas más importantes del planeta y es un gran exportador de alimentos (el primer exportador de trigo del mundo, por ejemplo). Ucrania también es un gran productor de alimentos; por su territorio, además, pasan los gasoductos y oleoductos que abastecen a Europa. Si en el corto plazo la guerra acelera el proceso de disolución de los mercados mundiales, la decisión de miles de empresas occidentales de desinvertir en Rusia y las sanciones impuestas por Occidente tienden a desconectar progresivamente al país de la economía global, y, por ende, al dólar.


¿Cómo proponer una dolarización cuando el principal afectado es el dólar? Las sanciones contra Rusia incluyeron la inmovilización de 300.000 millones de dólares de reservas depositados en el extranjero. El efecto paradójico es que esto está produciendo una revisión en la acumulación de reservas y resguardo de valor de los países no occidentales que profundiza la tendencia a la desdolarización de la economía global. Sin ir más lejos, la participación del dólar en las transacciones internacionales pasó del 60,2% al 46,7% entre 2014 y 2020 (3). Una de los mayores aspectos de este nuevo escenario es la creciente dependencia de Rusia con China, que adquiere una capacidad hegemónica sobre ese país. No deja de resultar significativo que Putin ordenara la invasión a Ucrania después de una reunión con Xi Jinping y una vez que finalizaron los Juegos Olímpicos de Invierno, la gran apuesta de propaganda china para la era pos-Covid.


No solo es imposible dolarizar, sino que además es imposible una nueva Guerra Fría. Pero antes aclaremos una cosa: que el orden liberal nacido de la caía del Muro de Berlín se esté desintegrando no significa que vaya a ser reemplazado por un conflicto como el del siglo pasado. A diferencia de lo que ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las economías de las órbitas americana y soviética funcionaban en paralelo, hoy la interdependencia de China con el mundo occidental es total. De hecho, los principales socios comerciales de China son justamente sus adversarios geopolíticos. En una mirada general, China es hoy el primer socio comercial del 70% de los países del mundo. Sancionarla es utópico.



Lo mas interesante, y que no quita que exista, y por ello hay que evidenciarlo, es el clima ideológico de fondo. En ese aspecto, el retorno de ciertos binarismos, combinados con ciertos ismos, como nacionalismo, se conjugan en expresiones como como comunista, anticomunista; occidental, anti occidental; religión y pueblo; guerra y paz y hasta patria y familia. Solo en ese aspecto, es que podemos tomar al péndulo de la historia como ejercicio comparativo, pero no determinante para encubrir recetas económicas; recetas que en realidad ya se han aplicado. 


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Notas:

1.BBC (15 enero 2020)  “Acuerdo EE.UU.-China: quién es el ganador de la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo”. Redacción BBC News Mundo.

2.El Cronista: Economia y politica (14 de marzo de 2022). “Por qué dolarizar no es una buena idea: el plan de Martin Tetaz”.


3.CTXT, Contexto y Accion( 26 de marzo de 2022). “¿El suicidio del dólar?”. Rafael Poch.

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