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Las últimas noticias son los desplazamientos de GEO’s y militares a Cataluña

El engendro catalán

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A estas alturas, hablar del rollo de Cataluña puede resultar aburrido. De todas formas, es importante meterse—una vez más—en el tema porque es algo que nos atañe y no parece lo más honroso adoptar una actitud de pasotas ante lo que se puede perfilar como un grave problema, o más bien, que ya lo es.

En los catalanes parece que de cuando en cuando se da una tendencia centrífuga, más afectiva que racional, que lleva a montar un pollo como el que padecemos desde hace bastante tiempo con el asunto recurrente de la independencia, aunque abunden las búsquedas de justificación en razones históricas, que nunca terminan de ser concluyentes, incluso cuando los políticos oportunistas secesionistas acuden a la mentira falseando la historia como recurso para engañar al pueblo.

Argumenta Arturo Mas y sus amigos que Cataluña tiene derecho a elegir su destino independientemente del resto de España. Es un craso error, porque Cataluña es una parte de España y en esa elección ineludiblemente también tiene algo que decir el resto de España, no solo una parte de ella.

Hay quien apoya el sentimiento secesionista catalán en la guerra de 1700-1714, pero eso significa desconocer la historia, porque en aquella ocasión, no es que Cataluña luchara contra España por una cuestión de independencia, sino que aquella guerra era una guerra de sucesión en la que una parte de Aragón llamada Cataluña apoyaba al pretendiente de la casa de Austria que terminó perdiendo la guerra frente al heredero de la corona, que era Felipe V.

Resulta insólito que una región de un Estado anterior a la revolución francesa plantee una secesión unilateral más de 200 años después de aquel acontecimiento, y más en un contexto histórico reciente en el que todas las peculiaridades regionales han sido reconocidas y potenciadas en un Estado como el español, el tercero de mayor autonomía del mundo.

Al parecer, el propio Mas ha confiado a sus más allegados que lo que interesa en esta campaña es “armar jaleo”, más o menos lo mismo que confesó Zapatero en la campaña de una de sus citas electorales. En definitiva, acciones propias de irresponsables y descerebrados que no calibran el alcance de sus gamberradas.

Sugiero a los electores que se detengan por un momento en fijarse en el rostro de Arturo Mas. No voy a decir que tenga cara de loco, pero respetuosamente sí afirmaré que se trata de una persona que, por las caras que pone y por las declaraciones que emite, salta a la vista que no posee todo el equilibrio que cabría esperar en quien ejerce un cargo público y tiene graves responsabilidades. La línea que separa un ligero desequilibrio psíquico de un estado patológico puede que sea más fina de lo que parece, o en todo caso, es probable que el pueblo, o no distinga tal estado patológico o simplemente no se plantea que una situación psicológica de este estilo pueda existir en un líder político.

En cualquier caso, digamos que este Arturo es un tipo extravagante, estrambótico o esperpéntico. O acaso más listo de lo que parece, pues no olvidemos que era consejero de Hacienda cuando lo del 3%, y que su mentor, un tal Pujol, ha resultado ser un mafioso que además ha creado escuela, empezando por su propia familia. Quién sabe si esta actitud de Mas no es una huida hacia adelante en la que como presidente de la República Catalana habría para él un borrón y cuenta nueva respecto a su vida pasada en vez de que lo pillen como a su honorable antecesor.

En el otro lado lo único que hay es un tipo tibio, que debió aplicar hace mucho tiempo el artículo 155 de la Constitución y que sufrirá las consecuencias de su indecisión, parecidas a las que tuvo que afrontar Alcalá Zamora cuando Compayns proclamó la República Catalana en el treinta y cuatro, y tuvo que declarar el estado de guerra. No se si Rajoy tendrá güevos para hacer lo mismo, aunque las últimas noticias son los desplazamientos de GEO’s y militares a Cataluña. El argumento del bloqueo y el ostracismo no vale, pues algo así sufrió España en los años cuarenta y los demás países terminaron reconociéndonos diez años después.

Lo cierto es que estamos en un grave problema creado por los independentistas y por el propio gobierno poco a poco; y no debía haberse llegado ahí.

El engendro catalán

Las últimas noticias son los desplazamientos de GEO’s y militares a Cataluña
Antonio Moya Somolinos
sábado, 26 de septiembre de 2015, 07:41 h (CET)
A estas alturas, hablar del rollo de Cataluña puede resultar aburrido. De todas formas, es importante meterse—una vez más—en el tema porque es algo que nos atañe y no parece lo más honroso adoptar una actitud de pasotas ante lo que se puede perfilar como un grave problema, o más bien, que ya lo es.

En los catalanes parece que de cuando en cuando se da una tendencia centrífuga, más afectiva que racional, que lleva a montar un pollo como el que padecemos desde hace bastante tiempo con el asunto recurrente de la independencia, aunque abunden las búsquedas de justificación en razones históricas, que nunca terminan de ser concluyentes, incluso cuando los políticos oportunistas secesionistas acuden a la mentira falseando la historia como recurso para engañar al pueblo.

Argumenta Arturo Mas y sus amigos que Cataluña tiene derecho a elegir su destino independientemente del resto de España. Es un craso error, porque Cataluña es una parte de España y en esa elección ineludiblemente también tiene algo que decir el resto de España, no solo una parte de ella.

Hay quien apoya el sentimiento secesionista catalán en la guerra de 1700-1714, pero eso significa desconocer la historia, porque en aquella ocasión, no es que Cataluña luchara contra España por una cuestión de independencia, sino que aquella guerra era una guerra de sucesión en la que una parte de Aragón llamada Cataluña apoyaba al pretendiente de la casa de Austria que terminó perdiendo la guerra frente al heredero de la corona, que era Felipe V.

Resulta insólito que una región de un Estado anterior a la revolución francesa plantee una secesión unilateral más de 200 años después de aquel acontecimiento, y más en un contexto histórico reciente en el que todas las peculiaridades regionales han sido reconocidas y potenciadas en un Estado como el español, el tercero de mayor autonomía del mundo.

Al parecer, el propio Mas ha confiado a sus más allegados que lo que interesa en esta campaña es “armar jaleo”, más o menos lo mismo que confesó Zapatero en la campaña de una de sus citas electorales. En definitiva, acciones propias de irresponsables y descerebrados que no calibran el alcance de sus gamberradas.

Sugiero a los electores que se detengan por un momento en fijarse en el rostro de Arturo Mas. No voy a decir que tenga cara de loco, pero respetuosamente sí afirmaré que se trata de una persona que, por las caras que pone y por las declaraciones que emite, salta a la vista que no posee todo el equilibrio que cabría esperar en quien ejerce un cargo público y tiene graves responsabilidades. La línea que separa un ligero desequilibrio psíquico de un estado patológico puede que sea más fina de lo que parece, o en todo caso, es probable que el pueblo, o no distinga tal estado patológico o simplemente no se plantea que una situación psicológica de este estilo pueda existir en un líder político.

En cualquier caso, digamos que este Arturo es un tipo extravagante, estrambótico o esperpéntico. O acaso más listo de lo que parece, pues no olvidemos que era consejero de Hacienda cuando lo del 3%, y que su mentor, un tal Pujol, ha resultado ser un mafioso que además ha creado escuela, empezando por su propia familia. Quién sabe si esta actitud de Mas no es una huida hacia adelante en la que como presidente de la República Catalana habría para él un borrón y cuenta nueva respecto a su vida pasada en vez de que lo pillen como a su honorable antecesor.

En el otro lado lo único que hay es un tipo tibio, que debió aplicar hace mucho tiempo el artículo 155 de la Constitución y que sufrirá las consecuencias de su indecisión, parecidas a las que tuvo que afrontar Alcalá Zamora cuando Compayns proclamó la República Catalana en el treinta y cuatro, y tuvo que declarar el estado de guerra. No se si Rajoy tendrá güevos para hacer lo mismo, aunque las últimas noticias son los desplazamientos de GEO’s y militares a Cataluña. El argumento del bloqueo y el ostracismo no vale, pues algo así sufrió España en los años cuarenta y los demás países terminaron reconociéndonos diez años después.

Lo cierto es que estamos en un grave problema creado por los independentistas y por el propio gobierno poco a poco; y no debía haberse llegado ahí.

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