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Dejemos las plumas, vivamos, escuchemos, observemos el mundo y solo así tendremos algo que decir

​Las palabras, los idiomas

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Ya no puedo decir nada. Es verdad, no puedo. Las palabras no salen, tan simple como eso. Han sido desgastadas.


Francés, hermoso idioma. Español, mi lengua materna. Inglés, el idioma del capitalismo y de la ciencia, así como, de la tecnología. Coreano, el idioma de la que fue mi abuelita adoptiva. Todos los idiomas sirven para lo mismo, comunicar; la palabra se creó con ese fin. 


Es claro que todo lo que existe es propenso a ser usado para fines políticos o ideológicos, sin embargo, el origen es el que nos dice el objetivo real más allá de lo que un grupo de personas pueda decir. Por ejemplo, hay un principio que dice que la ciencia debe progresar continuamente, así que, podríamos decir que la ciencia no es perfecta, quien dice lo contrario prepondera la bandera del dogma (sí, el dogma no es solo religioso). La palabra se creó con ese fin, por eso es por lo que constantemente cambia, al transformarse la sociedad también lo hace el lenguaje. Nosotros podemos usar la palabra como mejor creamos, esa es nuestra libertad, lo importante es que sea efectiva, que los demás nos entiendan, sino no hay comunicación, estaríamos hablando de una sucesión de sonidos indefinibles, semejantes a los sonidos de un pequeño bebé.


Sin embargo, hay un dicho que no realza la palabra, enaltece el silencio: «Quien es sabio piensa dos veces antes de hablar». Con un escritor pasa lo mismo, es más importante saber callar, un libro escrito en fatiga mental es lo mismo que hacer el amor distraído en los quehaceres del mañana… ¿para qué? Un libro, un poema, una canción deben ser escritos cuando se tiene algo que decir, cuando se tiene algo que contar o comunicar; si se hiciera de otra forma estaríamos desgastando el lenguaje, vulgarizándolo, llevándolo a un estado primitivo de sonidos inentendibles, banales, que no deben perdurar en una impresión. 


¿Cómo nos damos cuenta de que es hora de hacer silencio? Simple: Cuando podríamos hacer otras cosas, cuando no escribir se vuelve placentero, cuando escribir se torna pesado, cuando tenemos miedos, cuando tenemos un bloqueo que no es más que el aviso de que tenemos que callar y vivir fuera de la página.


Dejemos las plumas, vivamos, escuchemos, observemos el mundo y solo así tendremos algo que decir, algo que comunicar, solo así seremos capaces de sacar brillo a aquella sucesión de signos, sonidos y emociones, solo así podremos “ser honestos” como decía Ernest Hemingway.

​Las palabras, los idiomas

Dejemos las plumas, vivamos, escuchemos, observemos el mundo y solo así tendremos algo que decir
Gabriel Lanswok
martes, 14 de septiembre de 2021, 09:35 h (CET)

Ya no puedo decir nada. Es verdad, no puedo. Las palabras no salen, tan simple como eso. Han sido desgastadas.


Francés, hermoso idioma. Español, mi lengua materna. Inglés, el idioma del capitalismo y de la ciencia, así como, de la tecnología. Coreano, el idioma de la que fue mi abuelita adoptiva. Todos los idiomas sirven para lo mismo, comunicar; la palabra se creó con ese fin. 


Es claro que todo lo que existe es propenso a ser usado para fines políticos o ideológicos, sin embargo, el origen es el que nos dice el objetivo real más allá de lo que un grupo de personas pueda decir. Por ejemplo, hay un principio que dice que la ciencia debe progresar continuamente, así que, podríamos decir que la ciencia no es perfecta, quien dice lo contrario prepondera la bandera del dogma (sí, el dogma no es solo religioso). La palabra se creó con ese fin, por eso es por lo que constantemente cambia, al transformarse la sociedad también lo hace el lenguaje. Nosotros podemos usar la palabra como mejor creamos, esa es nuestra libertad, lo importante es que sea efectiva, que los demás nos entiendan, sino no hay comunicación, estaríamos hablando de una sucesión de sonidos indefinibles, semejantes a los sonidos de un pequeño bebé.


Sin embargo, hay un dicho que no realza la palabra, enaltece el silencio: «Quien es sabio piensa dos veces antes de hablar». Con un escritor pasa lo mismo, es más importante saber callar, un libro escrito en fatiga mental es lo mismo que hacer el amor distraído en los quehaceres del mañana… ¿para qué? Un libro, un poema, una canción deben ser escritos cuando se tiene algo que decir, cuando se tiene algo que contar o comunicar; si se hiciera de otra forma estaríamos desgastando el lenguaje, vulgarizándolo, llevándolo a un estado primitivo de sonidos inentendibles, banales, que no deben perdurar en una impresión. 


¿Cómo nos damos cuenta de que es hora de hacer silencio? Simple: Cuando podríamos hacer otras cosas, cuando no escribir se vuelve placentero, cuando escribir se torna pesado, cuando tenemos miedos, cuando tenemos un bloqueo que no es más que el aviso de que tenemos que callar y vivir fuera de la página.


Dejemos las plumas, vivamos, escuchemos, observemos el mundo y solo así tendremos algo que decir, algo que comunicar, solo así seremos capaces de sacar brillo a aquella sucesión de signos, sonidos y emociones, solo así podremos “ser honestos” como decía Ernest Hemingway.

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