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La unión hace la fuerza

Duunvirato ibérico

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Es secular la animadversión que algunos pueblos limítrofes sienten por sus vecinos y viceversa. Tanta proximidad entre una localidad y otra no suele ser demasiado buena para ambas. Eso también ocurre a nivel de estados. Portugal y España, por poner dos ejemplos de países lindantes, más que evitarse -lo que suele ser una buena manera de no entrar jamás en conflicto-, se han ignorado a partir de que sus destinos se bifurcasen hace ya algunos siglos. Desde aquella fecha, fatídica si se quiere para los intereses comunes de ambas naciones, portugueses y españoles vivimos de espaldas los unos de los otros.

Ni en Dinamarca, país alejado como pocos de nuestras costumbres, nos podríamos sentir usted y yo más ignorados como en Portugal, república que mira a sus vecinos españoles con el rabillo del ojo como queriendo significar que nada ni nadie de nuestra complicada nación le importa un puñetero carajo a los lusos. Es más, si profundizásemos en ello, nos sorprendería lo mucho que conocen y valoran los daneses de nuestras más rancias tradiciones y lo poco que las aprecian, por el contrario, los habitantes del país vecino.

Como continúe así de severo el hostigamiento inmoral de la troika comunitaria, que en la actualidad se está cebando en exceso con Grecia pero que mañana tanto Portugal como España pueden ser los siguientes damnificados, sería mucho mejor que nos reconciliásemos. No es que yo recomiende una suerte de alianza entre ambos países, no, lo que yo digo es que ésta se me antoja imprescindible, siempre y cuando queramos salir indemnes de la debacle que nos aguarda si los helenos, finalmente se someten a los estrictos requerimientos de quien verdaderamente manda en Europa: los mercados financieros.

Duunvirato ibérico

La unión hace la fuerza
Francisco J. Caparrós
martes, 21 de julio de 2015, 07:51 h (CET)
Es secular la animadversión que algunos pueblos limítrofes sienten por sus vecinos y viceversa. Tanta proximidad entre una localidad y otra no suele ser demasiado buena para ambas. Eso también ocurre a nivel de estados. Portugal y España, por poner dos ejemplos de países lindantes, más que evitarse -lo que suele ser una buena manera de no entrar jamás en conflicto-, se han ignorado a partir de que sus destinos se bifurcasen hace ya algunos siglos. Desde aquella fecha, fatídica si se quiere para los intereses comunes de ambas naciones, portugueses y españoles vivimos de espaldas los unos de los otros.

Ni en Dinamarca, país alejado como pocos de nuestras costumbres, nos podríamos sentir usted y yo más ignorados como en Portugal, república que mira a sus vecinos españoles con el rabillo del ojo como queriendo significar que nada ni nadie de nuestra complicada nación le importa un puñetero carajo a los lusos. Es más, si profundizásemos en ello, nos sorprendería lo mucho que conocen y valoran los daneses de nuestras más rancias tradiciones y lo poco que las aprecian, por el contrario, los habitantes del país vecino.

Como continúe así de severo el hostigamiento inmoral de la troika comunitaria, que en la actualidad se está cebando en exceso con Grecia pero que mañana tanto Portugal como España pueden ser los siguientes damnificados, sería mucho mejor que nos reconciliásemos. No es que yo recomiende una suerte de alianza entre ambos países, no, lo que yo digo es que ésta se me antoja imprescindible, siempre y cuando queramos salir indemnes de la debacle que nos aguarda si los helenos, finalmente se someten a los estrictos requerimientos de quien verdaderamente manda en Europa: los mercados financieros.

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