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Sin contar con los ciudadanos no hay ciudadanía que valga, ni gobernantes leales

Recorrido vital

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Desengáñense, la confrontación latente por detrás de cualquier apariencia, es la del cuerpo con los efluvios de la mente; esa cercanía de los sentidos notando alrededor las elucubraciones volanderas. El cotarro tendrá un comienzo, cada quisque lo situará al hilo de sus incumbencias, pero indecisos, por aquello de adentrarse en el terreno de las intuiciones, donde los fundamentos son escurridizos hasta convertirse en indetectables. Apasionante disquisición, de la cual no logramos desprendernos en el breve recorrido vital; cuerpo o mente, los dos juntos, la misma cosa, en una CONSTITUCIÓN bifocal. Sea como fuere, iniciamos un camino de lances imprevistos e inmensos horizontes.


Hacemos buenas migas con ambos focos. Si nos conviene nos dejamos llevar por las andanzas corporales sin remilgos ni componendas, disfrutando de una libertad sin cuestionarla. Las orientaciones pueden centrarse en las áreas mentales, con disgresiones acomodadas con el sentimiento. Absortos en dichas funciones, hasta llegamos a ignorar ese carácter ENIGMÁTICO subyacente, que también nos caracteriza. El origen ahonda por territorios inaccesibles, apenas recogemos vestigios de su realidad; un camino similar al de los finales, donde perdemos consistencia. Aunque en el trayecto se resquebraja la seguridad al menor intento de entresacar las comprobaciones.


Una somera observación de cuanto acontece en la esfera pública o bien en las relaciones privadas, nos ratifica en la imposibilidad de atar los cabos al completo. Prevalece siempre la porción SUBYACENTE del iceberg, esa desconocida trama de influencias inalcanzables. Funcionamos sobre superficies resbaladizas con unos convencimientos impropios. Las movidas políticas son elocuentes, sus descuidos sacan a relucir los enredos subterráneos; sólo el estruendo, las intrigas circulan a mayor profundidad. A pequeña escala, las relaciones adolecen de tramas parecidas. El recuerdo de los mecanismos ocultos adquiere un valor educativo primordial para la convivencia.


Las vivencias del momento nos acogotan con frecuencia, como auténticas zarpas bien extendidas alrededor nos sitúan al límite de la capacidad de resistencia. Por una especial necedad incomprensible, hay situaciones con un ejercicio incisivo de la malicia, cuando los humanos añadimos impertinencias agravantes del proceso. En medio de la incertidumbre, precisamente entre tantos agobios, descubrimos la enorme valía de las cuotas accesibles de LIBERTAD; aunque sólo fuera por la razón del núcleo personal insustituible. Las necesidades obligan, forman parte de las limitaciones. Nadie tiene derecho a la determinación de los límites para los demás, menos aún a su imposición. En el respeto está el fiel de la balanza.


Mucho podemos comentar sobre el uso de esas pequeñas porciones de la libertad; los deseos, las cualidades, las compañías, afectos y desafectos, introducen sus matizaciones. La visiones anticipadas nos aúpan a proyectos cargados de ilusiones. Mientras no pasan de ahí, son cómodos. El asunto se complica cuando se requiere de un trabajo esforzado para llevarlos a cabo. En esa realización práctica surge el desencuentro de los anhelos inteligentes con el grado de compromiso para lograrlos. Topamos con un enemigo solapado e implacable, la MEDIOCRIDAD acomodaticia, remisa para la aportación franca de los recursos, aliada del conformismo nefasto, alentando ambientes degradantes.


El acompañamiento siempre es necesario, por un motivo o por otro; la clase de los mismos estará por determinar según las circunstancias. En el aire sobrevuela la disputa de la fraternidad con la maldad, como factores definitorios en la práctica. Las opciones están disponibles, sin que los razonamientos expliquen las preponderancias en las elecciones. En todo caso, la mera posibilidad de ambas tendencias genera una DESCONFIANZA latente en las relaciones. La pretendida sorpresa no soluciona esa tensión, en ocasiones hasta la damos por costumbre; porque comprobamos la contumacia, las conductas continúan por senderos plagados de maleza con recovecos mal intencionados.


En medio de la dinámica complejidad circundante, no hay manera de escabullirse, se suceden los momentos decisivos pendientes de nuestra determinación; el alcance de esa acción será desigual según las conexiones de quien intervenga. Es ese INSTANTE en el cual actuamos en pro de unas orientaciones concretas, no pocas veces imbuidas de una indiferencia autómata un tanto desdichada. Querámoslo o no, a esa decisión acudimos agarrados a dos abrazaderas, el pasado y el futuro. Con respecto a los antecedentes. Insisto en el gran porcentaje de factores transmitidos sin saberlo. En cuanto a los aspectos futuribles, representan una modelación fantasiosa añadida a la pulsación en el mencionado instante.


Es de notar la importante carga implícita en el desarrollo de esa función instantánea, muchas veces nos muestra rasgos elocuentes, suficientes para detectar los factores que han influido en su gestación. Eso sí, para percibirlos exigen estar atentos a la evolución de sus detalles; de no hacerlo así, se tornan indetectables. El registro de esos cargamentos es una buena base para saber a que atenernos con respecto a ciertos comportamientos. Viene a ser una AUDITORÍA  de las conductas. Una buena base si se hace bien, con respeto y con franqueza. La atención sectaria mirando sólo las iniciales, la cédula del partido, la cuenta corriente, el escándalo promovido; nos deforma ostensiblemente la realidad propia.


Ahora bien, en esto de las valoraciones, el proceso empieza en el interior de uno mismo, parte de la consideración dedicada a nuestros propios andamiajes, físicos o mentales. Desdeñado este núcleo, quedan pocas razones para empeños posteriores, porque asumimos una nulidad que nos posterga de los planes generales. Sólo la entidad peculiar de ese núcleo nos permite graduar las VIVENCIAS con sus matices participativos. Entramos así en el área de las satisfacciones y de las responsabilidades. La mencionada auditoría es aplicable de lleno al ámbito personal. A pesar de los inconvenientes, de las conductas inapropiadas, su vitalidad será la única manera de pugnar por la vida buena.


Deambulamos por un prototipo de sociedad extravagante, donde los pájaros de la libertad, los vínculos humanos, las condiciones naturales; escapan a toda prisa del mangoneo diversificado pergeñado por las fuerzas sombrías de mentes embrutecidas. Y yo encandilado, subido a la torre vigía, intentando observar las primeras luces del AMANECER con una ilusión quizá temeraria.

Si la virtualidad de las relaciones actuales lo permite, preguntaremos a las aves por la situación de esas metas intuidas, por los posibles recovecos a nuestro alcance para poder mantener ese añorado núcleo PERSONAL tan zarandeado. Arrastrados por los ríos algorítmicos plagados de cantamañanas nos metemos en terrenos infaustos. El viaje personal aún es posible si en el empeño recurrimos a los mejores cargamentos.

Recorrido vital

Sin contar con los ciudadanos no hay ciudadanía que valga, ni gobernantes leales
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 17 de junio de 2021, 13:07 h (CET)

Desengáñense, la confrontación latente por detrás de cualquier apariencia, es la del cuerpo con los efluvios de la mente; esa cercanía de los sentidos notando alrededor las elucubraciones volanderas. El cotarro tendrá un comienzo, cada quisque lo situará al hilo de sus incumbencias, pero indecisos, por aquello de adentrarse en el terreno de las intuiciones, donde los fundamentos son escurridizos hasta convertirse en indetectables. Apasionante disquisición, de la cual no logramos desprendernos en el breve recorrido vital; cuerpo o mente, los dos juntos, la misma cosa, en una CONSTITUCIÓN bifocal. Sea como fuere, iniciamos un camino de lances imprevistos e inmensos horizontes.


Hacemos buenas migas con ambos focos. Si nos conviene nos dejamos llevar por las andanzas corporales sin remilgos ni componendas, disfrutando de una libertad sin cuestionarla. Las orientaciones pueden centrarse en las áreas mentales, con disgresiones acomodadas con el sentimiento. Absortos en dichas funciones, hasta llegamos a ignorar ese carácter ENIGMÁTICO subyacente, que también nos caracteriza. El origen ahonda por territorios inaccesibles, apenas recogemos vestigios de su realidad; un camino similar al de los finales, donde perdemos consistencia. Aunque en el trayecto se resquebraja la seguridad al menor intento de entresacar las comprobaciones.


Una somera observación de cuanto acontece en la esfera pública o bien en las relaciones privadas, nos ratifica en la imposibilidad de atar los cabos al completo. Prevalece siempre la porción SUBYACENTE del iceberg, esa desconocida trama de influencias inalcanzables. Funcionamos sobre superficies resbaladizas con unos convencimientos impropios. Las movidas políticas son elocuentes, sus descuidos sacan a relucir los enredos subterráneos; sólo el estruendo, las intrigas circulan a mayor profundidad. A pequeña escala, las relaciones adolecen de tramas parecidas. El recuerdo de los mecanismos ocultos adquiere un valor educativo primordial para la convivencia.


Las vivencias del momento nos acogotan con frecuencia, como auténticas zarpas bien extendidas alrededor nos sitúan al límite de la capacidad de resistencia. Por una especial necedad incomprensible, hay situaciones con un ejercicio incisivo de la malicia, cuando los humanos añadimos impertinencias agravantes del proceso. En medio de la incertidumbre, precisamente entre tantos agobios, descubrimos la enorme valía de las cuotas accesibles de LIBERTAD; aunque sólo fuera por la razón del núcleo personal insustituible. Las necesidades obligan, forman parte de las limitaciones. Nadie tiene derecho a la determinación de los límites para los demás, menos aún a su imposición. En el respeto está el fiel de la balanza.


Mucho podemos comentar sobre el uso de esas pequeñas porciones de la libertad; los deseos, las cualidades, las compañías, afectos y desafectos, introducen sus matizaciones. La visiones anticipadas nos aúpan a proyectos cargados de ilusiones. Mientras no pasan de ahí, son cómodos. El asunto se complica cuando se requiere de un trabajo esforzado para llevarlos a cabo. En esa realización práctica surge el desencuentro de los anhelos inteligentes con el grado de compromiso para lograrlos. Topamos con un enemigo solapado e implacable, la MEDIOCRIDAD acomodaticia, remisa para la aportación franca de los recursos, aliada del conformismo nefasto, alentando ambientes degradantes.


El acompañamiento siempre es necesario, por un motivo o por otro; la clase de los mismos estará por determinar según las circunstancias. En el aire sobrevuela la disputa de la fraternidad con la maldad, como factores definitorios en la práctica. Las opciones están disponibles, sin que los razonamientos expliquen las preponderancias en las elecciones. En todo caso, la mera posibilidad de ambas tendencias genera una DESCONFIANZA latente en las relaciones. La pretendida sorpresa no soluciona esa tensión, en ocasiones hasta la damos por costumbre; porque comprobamos la contumacia, las conductas continúan por senderos plagados de maleza con recovecos mal intencionados.


En medio de la dinámica complejidad circundante, no hay manera de escabullirse, se suceden los momentos decisivos pendientes de nuestra determinación; el alcance de esa acción será desigual según las conexiones de quien intervenga. Es ese INSTANTE en el cual actuamos en pro de unas orientaciones concretas, no pocas veces imbuidas de una indiferencia autómata un tanto desdichada. Querámoslo o no, a esa decisión acudimos agarrados a dos abrazaderas, el pasado y el futuro. Con respecto a los antecedentes. Insisto en el gran porcentaje de factores transmitidos sin saberlo. En cuanto a los aspectos futuribles, representan una modelación fantasiosa añadida a la pulsación en el mencionado instante.


Es de notar la importante carga implícita en el desarrollo de esa función instantánea, muchas veces nos muestra rasgos elocuentes, suficientes para detectar los factores que han influido en su gestación. Eso sí, para percibirlos exigen estar atentos a la evolución de sus detalles; de no hacerlo así, se tornan indetectables. El registro de esos cargamentos es una buena base para saber a que atenernos con respecto a ciertos comportamientos. Viene a ser una AUDITORÍA  de las conductas. Una buena base si se hace bien, con respeto y con franqueza. La atención sectaria mirando sólo las iniciales, la cédula del partido, la cuenta corriente, el escándalo promovido; nos deforma ostensiblemente la realidad propia.


Ahora bien, en esto de las valoraciones, el proceso empieza en el interior de uno mismo, parte de la consideración dedicada a nuestros propios andamiajes, físicos o mentales. Desdeñado este núcleo, quedan pocas razones para empeños posteriores, porque asumimos una nulidad que nos posterga de los planes generales. Sólo la entidad peculiar de ese núcleo nos permite graduar las VIVENCIAS con sus matices participativos. Entramos así en el área de las satisfacciones y de las responsabilidades. La mencionada auditoría es aplicable de lleno al ámbito personal. A pesar de los inconvenientes, de las conductas inapropiadas, su vitalidad será la única manera de pugnar por la vida buena.


Deambulamos por un prototipo de sociedad extravagante, donde los pájaros de la libertad, los vínculos humanos, las condiciones naturales; escapan a toda prisa del mangoneo diversificado pergeñado por las fuerzas sombrías de mentes embrutecidas. Y yo encandilado, subido a la torre vigía, intentando observar las primeras luces del AMANECER con una ilusión quizá temeraria.

Si la virtualidad de las relaciones actuales lo permite, preguntaremos a las aves por la situación de esas metas intuidas, por los posibles recovecos a nuestro alcance para poder mantener ese añorado núcleo PERSONAL tan zarandeado. Arrastrados por los ríos algorítmicos plagados de cantamañanas nos metemos en terrenos infaustos. El viaje personal aún es posible si en el empeño recurrimos a los mejores cargamentos.

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