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Sobran bestias pululando por las calles que frecuentan los ciudadanos

​Reparto de coces de ‘Milhouse’ Errejón

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¡Caramba con ‘Milhouse’ y parecía tonto cuando lo compramos! Pero resulta que esa sensibilidad, que parece mostrar en el Congreso de los Diputados cuando habla de la salud mental y de la necesidad de tratarla, se vuelve vulgar coz para despreciar a un ciudadano, que es a quien se debe. Y para rizar el rizo, es denunciado por un votante del partido comunista, recurriendo a la Policía en demanda de justicia. Cada vez más, el día a día me da la razón: en el Parlamento español ha acabado sentando sus posaderas ‘lo mejor de cada casa’. ¡Dimite, bestia, dimite!


Vaya tropa que se ha juntado en eso que llaman Más Madrid y Más País. Ahora es ‘Milhouse’ Errejón, pero antes fue Mónica ‘La Pistolera’, esa falsa doctora que se inventó el título para engordar su pobre currículum de barata sindicalista y activista contra Díaz Ayuso, incluso no le importó simular disparos a un miembro del PP de la Asamblea madrileña. Un médico simulando matar a un ciudadano. ¿Qué diría Hipócrates de tan miserable actitud? Es un hecho que algunos personajes llevan la violencia en la sangre, el odio incrustado y los deseos de muerte ajena a flor de piel.


Sobran bestias pululando por las calles que frecuentan los ciudadanos. Su dimisión es el camino más cercano del arrepentimiento y el perdón. No sólo merece ser corrido a gorrazos sino con puntapiés hasta que se salga de la ‘piel de toro’ o las ardillas que cruzaban la península de árbol en árbol lo ayuden a saltar el estrecho hasta Ceuta o Tetuán.


No tengo duda de que es de justicia la denuncia que se ha cursado contra el diputado Errejón por su presunta agresión. Ya no tan presunta. Saben ustedes que la presunción de inocencia hay que concedérsela hasta al más mediocre y mentiroso de los seres vivientes, aunque sea político y corrupto. Una agresión siempre es muestra de vandalismo y mermada educación. Este niño-pijo ha demostrado la parte de persona que tiene y la parte de animal embrutecido o de bellota. Miserable y borrico a partes iguales. No puede seguir ni un minuto más en la institución que representa a todos los españoles. Esta vez, a ‘Milhouse’ Errejón no lo salva ni su amigo Bart.


Ni siquiera el más miserable de los deportistas se niega a un ‘selfie’ con un aficionado o admirador. Menos debería hacerlo un personaje elegido en las urnas, salvo que sea un bastardo llegado a la política desde las pocilgas del chavismo o desde los albañales de las miserias humanas. Un político lo es las 24 horas del día, como lo es un maestro, un médico, un policía o un bombero. “Yo sólo trabajo hasta las diez”, dijo el ‘verraco’ de la Complutense.


¡Manda huevos! ¡Qué tropa más miserable forma este comunismo paniaguado! Márchate, gaznápiro, márchate allí donde dices que los venezolanos gastan más porque en el país circula más dinero y comen tres veces al día porque no hay crisis de alimentos. Aunque se sea un cabestro tontiloco, no se puede presumir de cabestro y menos de analfabeto.

​Reparto de coces de ‘Milhouse’ Errejón

Sobran bestias pululando por las calles que frecuentan los ciudadanos
Jesús  Salamanca
martes, 15 de junio de 2021, 09:37 h (CET)

¡Caramba con ‘Milhouse’ y parecía tonto cuando lo compramos! Pero resulta que esa sensibilidad, que parece mostrar en el Congreso de los Diputados cuando habla de la salud mental y de la necesidad de tratarla, se vuelve vulgar coz para despreciar a un ciudadano, que es a quien se debe. Y para rizar el rizo, es denunciado por un votante del partido comunista, recurriendo a la Policía en demanda de justicia. Cada vez más, el día a día me da la razón: en el Parlamento español ha acabado sentando sus posaderas ‘lo mejor de cada casa’. ¡Dimite, bestia, dimite!


Vaya tropa que se ha juntado en eso que llaman Más Madrid y Más País. Ahora es ‘Milhouse’ Errejón, pero antes fue Mónica ‘La Pistolera’, esa falsa doctora que se inventó el título para engordar su pobre currículum de barata sindicalista y activista contra Díaz Ayuso, incluso no le importó simular disparos a un miembro del PP de la Asamblea madrileña. Un médico simulando matar a un ciudadano. ¿Qué diría Hipócrates de tan miserable actitud? Es un hecho que algunos personajes llevan la violencia en la sangre, el odio incrustado y los deseos de muerte ajena a flor de piel.


Sobran bestias pululando por las calles que frecuentan los ciudadanos. Su dimisión es el camino más cercano del arrepentimiento y el perdón. No sólo merece ser corrido a gorrazos sino con puntapiés hasta que se salga de la ‘piel de toro’ o las ardillas que cruzaban la península de árbol en árbol lo ayuden a saltar el estrecho hasta Ceuta o Tetuán.


No tengo duda de que es de justicia la denuncia que se ha cursado contra el diputado Errejón por su presunta agresión. Ya no tan presunta. Saben ustedes que la presunción de inocencia hay que concedérsela hasta al más mediocre y mentiroso de los seres vivientes, aunque sea político y corrupto. Una agresión siempre es muestra de vandalismo y mermada educación. Este niño-pijo ha demostrado la parte de persona que tiene y la parte de animal embrutecido o de bellota. Miserable y borrico a partes iguales. No puede seguir ni un minuto más en la institución que representa a todos los españoles. Esta vez, a ‘Milhouse’ Errejón no lo salva ni su amigo Bart.


Ni siquiera el más miserable de los deportistas se niega a un ‘selfie’ con un aficionado o admirador. Menos debería hacerlo un personaje elegido en las urnas, salvo que sea un bastardo llegado a la política desde las pocilgas del chavismo o desde los albañales de las miserias humanas. Un político lo es las 24 horas del día, como lo es un maestro, un médico, un policía o un bombero. “Yo sólo trabajo hasta las diez”, dijo el ‘verraco’ de la Complutense.


¡Manda huevos! ¡Qué tropa más miserable forma este comunismo paniaguado! Márchate, gaznápiro, márchate allí donde dices que los venezolanos gastan más porque en el país circula más dinero y comen tres veces al día porque no hay crisis de alimentos. Aunque se sea un cabestro tontiloco, no se puede presumir de cabestro y menos de analfabeto.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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