En 1977 AP se constituyó en el colector del franquismo, el ente que permitió a los franquistas reciclarse en demócratas sin perder el poder político y económico que, con poca presencia parlamentaria en su origen, consiguió mantener durante décadas, alcanzando las mayorías parlamentarias en el Congreso de los Diputados, autonomías y municipios, a partir de 1996, con la nueva marca PP y la impagable colaboración del PSOE de Felipe González, partido envenenado hasta los tuétanos por la corrupción y los más delirantes crímenes de Estado.

Hoy, en 2015, el PP va a constituirse en el sumidero del franquismo, el vórtice que va a hacer desaparecer definitivamente el franquismo, envenenado hasta los tuétanos por la corrupción (probablemente heredada del PSOE felipista) y la absoluta incapacidad de entender los cambios sociales que se han producido en este país. No es la crisis, sino la percepción que de ella tienen los ciudadanos, y de la que el PP no parece enterarse, lo que ha propiciado la emergencia de nuevas fuerzas políticas capaces de acabar con el sistema bipartidista fundado en 1977 con los famosos Pactos de la Moncloa.

En la recientemente aprobada Ley Mordaza, el PP termina de consumar su suicidio. Si lo que querían era liderar una regeneración democrática, se han equivocado de cabo a rabo al promover un disparatado recorte a las libertades ciudadanas, que ni el mismísimo Franco se hubiera atrevido a imaginar en 1970, cinco años antes de su muerte. En definitiva, que a cuatro meses de las elecciones generales, al PP no se le ha ocurrido nada mejor, para ganarse la voluntad popular, que devolvernos a los tiempos del TOP (Tribunal de Orden Público); además, sin tribunal, es decir, sin mediación ni tutela de los tribunales de justicia. Vamos, que Rajoy es más franquista que Franco.