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El Gobierno ha aprobado, hace un mes, al fin su esperado Plan Integral
de Apoyo a la Familia, este Plan va a servir también como “prueba del
algodón” sobre la recuperación económica, ya que el apoyo que exigen
las familias implica un gasto importante. No sería positivo que el
Gobierno se contentara con hacer propuestas más o menos vaporosas que
no estén suficientemente atadas con las dotaciones económicas
necesarias, como temen algunas asociaciones de familias.
Precisamente estos días se viene debatiendo en un foro público la
grave amenaza que supone el llamado “invierno demográfico”, que afecta
a la médula misma de la estabilidad social.
En esta materia tan sensible se echa de menos que los partidos
políticos que se disputan el poder no hayan sugerido siquiera un pacto
de Estado que se ocupe, en profundidad, de la familia como piedra
angular de la sociedad y del futuro.
Allá por los años sesenta del siglo XX, en el contexto de la España del desarrollismo, publicó Díaz Plaja un ensayo de éxito, titulado “El español y los siete pecados capitales”. Al de la envidia se le dio el papel de intérprete principal. El autor relacionaba, según se desprende de su obra, la aludida pulsión con una supuesta idiosincrasia española, y temo que se trata de una índole asaz universal.
La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional condenó en su día a ocho jóvenes de Altsasu a penas que oscilaban entre los 2 y los 13 años por "un delito de odio y lesiones" tras un altercado con dos miembros de la Guardia Civil y sus parejas que derivó en un parte médico de “lesiones menores” y que en su día fue calificado por el Coronel Jefe de la Guardia Civil de Navarra como “delitos de odio”.
Quizá sean pertinentes algunas consideraciones en torno al significado inicial dado por los griegos a la palabra idiota. Aplicada a los sujetos que por alguna motivación se apartaban de la vida pública. Se convertían en elementos inútiles para su organización política. Y de esa inutilidad derivan los posteriores atributos despectivos referidos a esa palabra, apuntan a la nulidad de su inteligencia.
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