Los grandes perdedores de las últimas elecciones autonómicas y municipales manejaron con desigual destreza su derrota y su fracaso. Los populares, en la voz del presidente del Gobierno, declararon que se sentían vencedores, que no había pasado nada y que no era previsible, cambios en el partido ni en el Gobierno.
Los socialistas, que dejaron en el camino 700.000 votos, después de reiteradas catástrofes anteriores, demostraron más habilidad, se hicieron los tontos y empezaron a manipular un éxito a corto plazo, y labrar a largo un fututo negro, negro, negrísimo. Lo ha dicho claramente Rubalcaba: “Si apoyamos al PP nos cargamos el POSE y si apoyamos a Podemos nos cargamos España. Así de claro.
En el PP reina el desencanto, el desconcierto y el desbarajuste. Todos militantes, votantes y público en general, están pendientes de lo que haga o diga el presidente Rajoy; su presidente, y de momento, el presidente de todos los españoles.
No obstante, pienso que hay tiempo. El Rey Felipe VI ha conseguido en un año dar la vuelta a la valoración sobre la monarquía con firmeza, honradez, decisión y carisma personal y larga trayectoria dinástica. Es un ejemplo hermoso y aleccionador.
El PP tiene tiempo, pero debe cambiar la tripulación del barco. Ellos sabrán.