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Xabier López de Armentia

Beatos hasta en las esquinas

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Este pasado domingo se dieron cita en Roma miles de personas en apoyo a la beatificación de 498 mártires religiosos de la Guerra Civil española. En principio se podría concebir la naturaleza del acto como una simple misa destinada a familiares y religiosos, pero en realidad se convirtió en una politización más de la vida religiosa.

Jóvenes que rozaban la mayoría de edad coreando postulados a favor del Papa; “jóvenes” carlistas con sus boinas rojas a la cabeza y cantando canciones a favor de la restauración de una época que sólo han conocido por los libros; fascistas con la mano levantada y la bandera franquista cargada al hombro. Estos fueron algunos de los ejemplos que coparon la Plaza de San Pedro el pasado domingo. Ejemplos de la fauna ibérica que acoge en sus entrañas el corazón del heterogéneo Estado español. Ejemplos de personas cargadas de prejuicios y manipulaciones, y no de sensatez, respeto y conciencia histórica.

A pesar de contar en miles los apoyos a esta beatificación, la realidad se quedó muy corta de las previsiones de la Conferencia Episcopal Española, que auguraba una verdadera fiesta “nacional” con la congregación de más de 250.000 personas para este día. Triste resultado se postula conseguir tan sólo 60.000 apoyos.

Entre los presentes se encontraba el Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que tuvo que aguantar las reprimendas de la Iglesia Católica a las políticas progresistas de su gobierno. El matrimonio entre homosexuales y la asignatura Educación para la Ciudadanía llenaron de vida y color el discurso ultraconservador del cardenal portugués José Saraiva Martins.

En toda la misa no se escuchó ni una condena al franquismo, ni se recordó que en la Guerra Civil, como en todas, ambos bandos sufrieron en sus carnes las consecuencias de una guerra. Aunque como todo en esta vida, quién vence hace del vencido más cruel su derrota, haciéndole pasar 40 años de represión, tortura y nula libertad de expresión.

No es nuevo que la iglesia se alíe con el sector más ultraconservador de la política. ¿Qué podemos esperar de una iglesia que apoyó el golpe de Estado contra la Republica? ¿Qué esperamos de obispos que catalogan el franquismo como una época en la que realizaron algunas maldades pero también muchas bondades? ¿Qué está sucediendo para que el Arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, pida el voto para Falange?. Simplemente nada, es la cuestión. Seguimos sumidos en una etapa fiel al continuismo, fieles a continuar con la doctrina eclesiástica como cúspide de la pirámide ciudadana, fieles a seguir siendo manejados políticamente por la iglesia. Tan sólo han pasado 30 años desde el franquismo y la libertad de culto.

La radicalización de la Iglesia Católica viene dada por el miedo. El miedo a perder ese poder hegemónico del que gozaron durante siglos, ese miedo a perder esos millones de euros que perciben. El miedo a saber que su repercusión y doctrina tiene los días contados en un mundo tremendamente globalizado y en constante evolución que aparta de sí las creencias religiosas para preocuparse por cuestiones sociales.

La iglesia hace mucho tiempo que dejó de hacer doctrina social, si es que la hizo en algún momento. La Teología de la Liberación supuso un antes y un después en el catolicismo, pero no han sabido aclimatarse a los nuevos contextos marcados por la laicización de las personas.

Beatos hasta en las esquinas

Xabier López de Armentia
Lectores
miércoles, 31 de octubre de 2007, 00:35 h (CET)
Este pasado domingo se dieron cita en Roma miles de personas en apoyo a la beatificación de 498 mártires religiosos de la Guerra Civil española. En principio se podría concebir la naturaleza del acto como una simple misa destinada a familiares y religiosos, pero en realidad se convirtió en una politización más de la vida religiosa.

Jóvenes que rozaban la mayoría de edad coreando postulados a favor del Papa; “jóvenes” carlistas con sus boinas rojas a la cabeza y cantando canciones a favor de la restauración de una época que sólo han conocido por los libros; fascistas con la mano levantada y la bandera franquista cargada al hombro. Estos fueron algunos de los ejemplos que coparon la Plaza de San Pedro el pasado domingo. Ejemplos de la fauna ibérica que acoge en sus entrañas el corazón del heterogéneo Estado español. Ejemplos de personas cargadas de prejuicios y manipulaciones, y no de sensatez, respeto y conciencia histórica.

A pesar de contar en miles los apoyos a esta beatificación, la realidad se quedó muy corta de las previsiones de la Conferencia Episcopal Española, que auguraba una verdadera fiesta “nacional” con la congregación de más de 250.000 personas para este día. Triste resultado se postula conseguir tan sólo 60.000 apoyos.

Entre los presentes se encontraba el Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que tuvo que aguantar las reprimendas de la Iglesia Católica a las políticas progresistas de su gobierno. El matrimonio entre homosexuales y la asignatura Educación para la Ciudadanía llenaron de vida y color el discurso ultraconservador del cardenal portugués José Saraiva Martins.

En toda la misa no se escuchó ni una condena al franquismo, ni se recordó que en la Guerra Civil, como en todas, ambos bandos sufrieron en sus carnes las consecuencias de una guerra. Aunque como todo en esta vida, quién vence hace del vencido más cruel su derrota, haciéndole pasar 40 años de represión, tortura y nula libertad de expresión.

No es nuevo que la iglesia se alíe con el sector más ultraconservador de la política. ¿Qué podemos esperar de una iglesia que apoyó el golpe de Estado contra la Republica? ¿Qué esperamos de obispos que catalogan el franquismo como una época en la que realizaron algunas maldades pero también muchas bondades? ¿Qué está sucediendo para que el Arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, pida el voto para Falange?. Simplemente nada, es la cuestión. Seguimos sumidos en una etapa fiel al continuismo, fieles a continuar con la doctrina eclesiástica como cúspide de la pirámide ciudadana, fieles a seguir siendo manejados políticamente por la iglesia. Tan sólo han pasado 30 años desde el franquismo y la libertad de culto.

La radicalización de la Iglesia Católica viene dada por el miedo. El miedo a perder ese poder hegemónico del que gozaron durante siglos, ese miedo a perder esos millones de euros que perciben. El miedo a saber que su repercusión y doctrina tiene los días contados en un mundo tremendamente globalizado y en constante evolución que aparta de sí las creencias religiosas para preocuparse por cuestiones sociales.

La iglesia hace mucho tiempo que dejó de hacer doctrina social, si es que la hizo en algún momento. La Teología de la Liberación supuso un antes y un después en el catolicismo, pero no han sabido aclimatarse a los nuevos contextos marcados por la laicización de las personas.

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