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Un Borbón cabeza abajo

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
domingo, 30 de septiembre de 2007, 22:34 h (CET)
Hace algún tiempo visité la ciudad de Xàtiva, en el País Valenciano, y aproveché la ocasión para visitar el museo del Almudí y ver, una vez más, la foto de Felipe V, antepasado del actual Borbón que nos gobierna, colgada cabeza abajo. Hace trescientos años las tropas de Felipe V llegaron a la ciudad de Xàtiva y después de derrotar al ejército de los Austrias pasaron la ciudad a sangre y fuego, Xàtiva fue literalmente quemada por sus cuatro costados y, todavía, a sus ciudadanos se les sigue llamando “socarrats”, quemados en el catalán autóctono. Además la ciudad fue obligada a cambiar de nombre y, en honor al monarca incendiario y al santo de su patronímico, pasó a ser conocida como “Lugar Nuevo de San Felipe”. Trescientos años después otro Borbón nos gobierna aunque últimamente la monarquía española no pasa por sus mejores momentos y Juan Carlos I, rey de España, anda últimamente, al menos en imagen, cabeza abajo.




La imagen de Felipe V.


Durante los últimos treinta años los Borbones han vuelto a lucir la corona en sus testas tratando de aparentar que todos ellos son como cualquier otro ciudadano de este país aunque no paguen impuestos. España se acostó franquista una noche de noviembre y al día siguiente, con la muerte del dictador, se levantó monárquica para pasar con el transcurso de los años ha reconocerse “juan carlista”, especialmente después de la televisiva actuación real la madrugada del 23-F. Juan Carlos, vestido de jefe supremo del Ejercito, evitó una noche de cuchillos largos y tal vez un exilio como el que los coroneles griegos recetaron a su cuñado Constantino. A partir de dicha fecha subieron las acciones de la corona en el parket de la bolsa de la ciudadanía.

Pero nada es eterno y al mismo tiempo que la familia han ido creciendo los problemas para la realeza aunque todos ellos siguen disfrutando de buenas vacaciones en lujosos yates y llenando las páginas de las revistas del “colorín” intentando poner buena cara al mal tiempo y ganar el corazón de los españoles para la causa real. Hoy ya no son tantos los autodenominados “juan carlistas” y cada día aumenta el censo de los republicanos. Y tal vez la familia Borbón está ganándose a pulso que las enseñas tricolores vuelvan a ser vistas en las calles y en el ojal de muchas solapas.

Primero llegaron las críticas al viaje a Rusia para abatir a tiros de escopeta a Mitrofan, pobre oso al que emborracharon, tal vez con “bourbon”, para que fuera una presa fácil. Después llegó el secuestro de la revista “El jueves” con la caricatura de los Príncipes de Asturias en una postura más o menos habitual entre las parejas. Se subió al carro de las críticas el ahora senador Iñaki Anasagasti que tildó a la familia real de “pandilla de vagos” quizás aludiendo al cómodo trabajo que realizan algunos de ellos, ya que presidir o ser miembro de diversos consejos de administración es una bicoca lejana para el común de los mortales. Llegó después el nombramiento de un Interventor para la Casa Real con el fin de que audite en qué se gastan los 130 millones de las antiguas pesetas, libres de impuestos, que cada año les concedemos los españoles mediante los Presupuestos Generales del Estado. Y a finales de Agosto el prestigioso The Times publicaba un profundo reportaje en el que se da fe de que cada día va bajando entre los españoles la popularidad del Rey de España. Y hasta el llamado “pequeño taliban de sacristía” de la emisora episcopal ha llegado, en una de sus soflamas, a pedir la abdicación de la corona y que sea el Príncipe heredero quien asuma el papel de Rey.

Estos días las fotos de Juan Carlos I van a la hoguera cabeza abajo, los jóvenes independentistas catalanes cada día se sienten más fuertes y con esas ansias que dan los pocos años lanzan cada día su mensaje de protesta contra una política que consideran nefasta para Catalunya mientras las tres fuerzas que forman el llamado “tripartito” han pedido formalmente que sea el Presidente del Gobierno y no el Rey quien ostente el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Tal vez ha llegado ya el momento de que sin alharacas ni quema de fotos y banderas este país comience a debatir sobre la conveniencia o no de regirse mediante un régimen republicano. Al fin y al cabo nadie es más que nadie y la sucesión real no garantiza que el nuevo Rey vaya a ser tan aceptado e inteligente como el anterior. No olvidemos que a los españoles nadie nos preguntó si queríamos a Juan Carlos como Rey, su figura nos fue impuesta por el viejo dictador Francisco Franco cuya sombra, más de una vez, nos parece ver revoloteando alrededor de una corona cuya sucesión comienza a ser cuestionada. Una corona es difícil de sostener sobre la cabeza cuando se está boca abajo.

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