Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Sahara | Internacional
Comprender en su verdadera dimensión el problema del Sáhara exige que los españoles se despojen de sus prejuicios anti-marroquíes

Prejuicios de España y el Sáhara Occidental

|

Recuerda el premio Cervantes Juan Goytisolo que cuando el entonces ministro Marroquí de Asuntos Exteriores M’Hamed Bucetta defendió, en una conferencia pronunciada en una universidad norteamericana, la soberanía de su país sobre Ceuta y Melilla, desató una virulenta indignación en toda la clase política española.

Las respuestas patrióticas ofrecieron entonces una brillante muestra de consenso nacional que se extendía desde el Partido Comunista de España a los herederos del franquismo. Incluso los anti-colonialistas españoles hablaron entonces, con temple resuelto y talante aguerrido, de la “españolidad” de dichas ciudades instaladas en territorio marroquí.

Fue una verdadera competencia de gallardía en defensa de la “integridad nacional” española, imbuida del viejo, tenaz e incurable prejuicio anti-moro que campea tanto en la derecha como en la izquierda confirmando que ambos extremos son solo el “dualismo mitológico” del que habla Bueno.

Una publicación de izquierda aseguraba tajante que los españoles quemarían Ceuta y Melilla antes que dárselas a los moros. Reportaba que la mayoría de los ceutís estaban dispuestos a convertir la “Perla del Mediterráneo” en una enorme tea antes que entregársela a Marruecos.

“Con los moros, ni agua”, aseguraban, declarándose partidarios de conceder la independencia antes que caer en manos de Rabat. Algunos referentes de la derecha llegaron a referirse, ya en la última parte del siglo XX, a una “cruzada nacional contra el moro para defender la sagrada unidad de España”.

El PSOE no se quedó atrás, y empapeló las ciudades con panfletos que pedían autonomía “para defender nuestra tierra”, porque “Ceuta y Melilla son España, y así las defenderemos”. La opinión ha cambiado muy poco, pude comprobarlo cuando regresaba de la Feria del Libro de Casablanca el año pasado, y en el aeropuerto tocamos el tema con un compañero de vuelo español. “Eso es de España” me dijo tajante, sin dar espacio para la argumentación.

Cuando Goytisolo escribió su libro sobre el problema del Sáhara, la frase “correr a gorrazos al moro” estaba al tope de las tendencias, al igual que el calificativo de “ratas de zoco”. Cita a un corresponsal que escribió: “Pero el gobierno de Rabat, que no entiende de razones históricas y jurídicas, señala una y otra vez, con tozudez digna de los burros que pueblan sus campos, que basa con las razones geográficas”.

Lo peor del caso es que se trataba de una publicación que apasionadamente defendía causas colonialistas ajenas. Es evidente que los arraigados prejuicios anti-moros no son fantasmas del pasado, como se podría suponer, sino que por el contrario, seguían impregnando puntos de vista en la España democrática.

La mentalidad en esas plazas españolas situadas en Marruecos seguía siendo de un ridículo rechazo y desdén de la lengua y cultura árabes, y unas ínfulas de superioridad que discriminaban y marginaban, jurídica y laboralmente a los moradores originales de esos lugares.

El desprecio, en fin, por la voz de Marruecos que sigue vigente en grandes sectores de la sociedad española, incluso en partidos que por su matriz ideológica deberían coincidir con el pueblo marroquí. Estos últimos no sólo han abandonado los más elementales principios anti-colonialistas sino que también han perdido la lucidez y la perspectiva histórica.

Ya a fines de la década de 1970 el luego asesinado líder comunista marroquí Alí Yata lamentaba “el aislamiento entre los comunistas marroquíes y españoles, por completo injustificado”. Menos de dos décadas antes, el 20 de febrero de 1961, los comunistas españoles habían elaborado una declaración que especificaba que “los Peñones, Ifni, Saquiet el Hamra y Río de Oro” eran legítimamente marroquíes y llamaban “a todos los españoles y en especial a la juventud, a exigir la evacuación de las tropas españolas que se encuentran aún sobre territorio marroquí y la reintegración a Marruecos de todos los territorios que, geográfica e históricamente, le pertenecen”.

En 1975 los comunistas pasaron de su apoyo a los reclamos marroquíes a un apoyo incondicional a las tesis argelinas y su apéndice “saharaui”. Otro tanto sucedería con Cuba, cuyas posiciones serían artículo de fe para las izquierdas latinoamericanas, impulsada por sus “relaciones carnales” con Argelia que todavía subsisten, y que hoy se extienden a las ONG latinoamericanas regadas por petrodólares desde Argel.

Sostener al mismo tiempo dos ideas contrarias en la mente, la españolidad de Ceuta y Melilla y el irrenunciable reclamo sobre Gibraltar, en fin, es un absurdo que debe su vigencia a prejuicios ancestrales de los españoles.

Ya lo advirtió un sabio pensador del siglo XX: tiempo en que desintegrar un átomo se ha vuelto más fácil que desintegrar un prejuicio.

Prejuicios de España y el Sáhara Occidental

Comprender en su verdadera dimensión el problema del Sáhara exige que los españoles se despojen de sus prejuicios anti-marroquíes
Luis Agüero Wagner
lunes, 4 de mayo de 2015, 07:35 h (CET)
Recuerda el premio Cervantes Juan Goytisolo que cuando el entonces ministro Marroquí de Asuntos Exteriores M’Hamed Bucetta defendió, en una conferencia pronunciada en una universidad norteamericana, la soberanía de su país sobre Ceuta y Melilla, desató una virulenta indignación en toda la clase política española.

Las respuestas patrióticas ofrecieron entonces una brillante muestra de consenso nacional que se extendía desde el Partido Comunista de España a los herederos del franquismo. Incluso los anti-colonialistas españoles hablaron entonces, con temple resuelto y talante aguerrido, de la “españolidad” de dichas ciudades instaladas en territorio marroquí.

Fue una verdadera competencia de gallardía en defensa de la “integridad nacional” española, imbuida del viejo, tenaz e incurable prejuicio anti-moro que campea tanto en la derecha como en la izquierda confirmando que ambos extremos son solo el “dualismo mitológico” del que habla Bueno.

Una publicación de izquierda aseguraba tajante que los españoles quemarían Ceuta y Melilla antes que dárselas a los moros. Reportaba que la mayoría de los ceutís estaban dispuestos a convertir la “Perla del Mediterráneo” en una enorme tea antes que entregársela a Marruecos.

“Con los moros, ni agua”, aseguraban, declarándose partidarios de conceder la independencia antes que caer en manos de Rabat. Algunos referentes de la derecha llegaron a referirse, ya en la última parte del siglo XX, a una “cruzada nacional contra el moro para defender la sagrada unidad de España”.

El PSOE no se quedó atrás, y empapeló las ciudades con panfletos que pedían autonomía “para defender nuestra tierra”, porque “Ceuta y Melilla son España, y así las defenderemos”. La opinión ha cambiado muy poco, pude comprobarlo cuando regresaba de la Feria del Libro de Casablanca el año pasado, y en el aeropuerto tocamos el tema con un compañero de vuelo español. “Eso es de España” me dijo tajante, sin dar espacio para la argumentación.

Cuando Goytisolo escribió su libro sobre el problema del Sáhara, la frase “correr a gorrazos al moro” estaba al tope de las tendencias, al igual que el calificativo de “ratas de zoco”. Cita a un corresponsal que escribió: “Pero el gobierno de Rabat, que no entiende de razones históricas y jurídicas, señala una y otra vez, con tozudez digna de los burros que pueblan sus campos, que basa con las razones geográficas”.

Lo peor del caso es que se trataba de una publicación que apasionadamente defendía causas colonialistas ajenas. Es evidente que los arraigados prejuicios anti-moros no son fantasmas del pasado, como se podría suponer, sino que por el contrario, seguían impregnando puntos de vista en la España democrática.

La mentalidad en esas plazas españolas situadas en Marruecos seguía siendo de un ridículo rechazo y desdén de la lengua y cultura árabes, y unas ínfulas de superioridad que discriminaban y marginaban, jurídica y laboralmente a los moradores originales de esos lugares.

El desprecio, en fin, por la voz de Marruecos que sigue vigente en grandes sectores de la sociedad española, incluso en partidos que por su matriz ideológica deberían coincidir con el pueblo marroquí. Estos últimos no sólo han abandonado los más elementales principios anti-colonialistas sino que también han perdido la lucidez y la perspectiva histórica.

Ya a fines de la década de 1970 el luego asesinado líder comunista marroquí Alí Yata lamentaba “el aislamiento entre los comunistas marroquíes y españoles, por completo injustificado”. Menos de dos décadas antes, el 20 de febrero de 1961, los comunistas españoles habían elaborado una declaración que especificaba que “los Peñones, Ifni, Saquiet el Hamra y Río de Oro” eran legítimamente marroquíes y llamaban “a todos los españoles y en especial a la juventud, a exigir la evacuación de las tropas españolas que se encuentran aún sobre territorio marroquí y la reintegración a Marruecos de todos los territorios que, geográfica e históricamente, le pertenecen”.

En 1975 los comunistas pasaron de su apoyo a los reclamos marroquíes a un apoyo incondicional a las tesis argelinas y su apéndice “saharaui”. Otro tanto sucedería con Cuba, cuyas posiciones serían artículo de fe para las izquierdas latinoamericanas, impulsada por sus “relaciones carnales” con Argelia que todavía subsisten, y que hoy se extienden a las ONG latinoamericanas regadas por petrodólares desde Argel.

Sostener al mismo tiempo dos ideas contrarias en la mente, la españolidad de Ceuta y Melilla y el irrenunciable reclamo sobre Gibraltar, en fin, es un absurdo que debe su vigencia a prejuicios ancestrales de los españoles.

Ya lo advirtió un sabio pensador del siglo XX: tiempo en que desintegrar un átomo se ha vuelto más fácil que desintegrar un prejuicio.

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto