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Epicteto

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Es uno de los filósofos estoicos que más ha influido en la Antigüedad, y también ofrece enseñanzas valiosas para el mundo actual. Las virtudes de la mesura, el autocontrol y la imperturbabilidad son para Epicteto el fundamento de una vida serena y equilibrada.

Nació en la ciudad de Hierápolis en Frigia actualmente en Turquía en el año 55 d. C., y murió hacia el año 130, porque no se sabe con certeza el año exacto de su fallecimiento. Fue esclavo de niño, pero le fue concedida la libertad. Con el filósofo Musonio Rufo aprendió las doctrinas de las principales escuelas filosóficas de su tiempo.

A pesar de que Epicteto no escribió, enseñó a muchos discípulos, uno de ellos Flavio Arriano recopiló sus palabras en dos libros titulados Disertaciones y El manual de Epicteto. De este modo, sus máximas y sus ideas han podido ser conocidas a través de los siglos. Alcanzó una fama similar o igual a la de Platón, según dicen sus coetáneos.

El mantenimiento de la calma ante las diversas circunstancias y acontecimientos es algo deseable, por sí mismo, para mantener la tranquilidad mental, sosiego anímico o ataraxía. Y esto es algo que propone claramente Epicteto en sus obras éticas. Ya que el dolor y la tristeza desasosiegan a los seres humanos, por tanto, deben ser superados. Es natural que este pensador sintiera un gran aprecio por la enseñanza de Sócrates. Es cierto que la felicidad debe ser buscada en el interior, porque lo exterior es muy cambiante, y no está bajo el dominio de la voluntad humana. Adriano escuchó la sabia doctrina de Epicteto. En relación con la filosofía vital que afirma dice lo siguiente: «Toda la filosofía se basa en dos palabras: sustentarse y abstenerse».

Respecto al destino considero que los estoicos se equivocan del todo, porque la libertad o la capacidad de elegir es la que configura la vida de cada persona, ya que el presente y el futuro no están escritos. Porque la vida se construye, de modo libre, a cada momento.

Escribe Abbagnano:«La intención de Epicteto es la de volver a la doctrina original del estoicismo, y especialmente a Crisipo». La virtud se alcanza, según Séneca y Epicteto, por medio del cultivo o ejercicio de la razón y la investigación. En cambio, para el cristianismo el bien es Dios.

La independencia de las cosas externas es algo en lo que insiste el estoicismo, puesto que es una de las condiciones, según Epicteto, para poder ser libre de verdad. Algo que en una sociedad consumista como la actual parece que se ha perdido.

En nuestra época de gran desarrollo tecnológico, y con una forma de vida mucho más acelerada y rápida que en la antigüedad, quizás, la aplicación de los planteamientos éticos estoicos sea más difícil. La mayor cantidad de estímulos que recibe cada sujeto en pleno siglo XXI hace que puedan ser replanteados estos principios éticos. Pero, simultáneamente, esto abre nuevas posibilidades. Porque es cierto que el elogio de la lentitud está en la línea de impulsar una nueva forma de entender la existencia de un modo más pausado y reflexivo. Disfrutando de las cosas en sí mismas, y de la propia naturaleza.

Ya que como escribe Carl Honoré: “Vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir”. Evidentemente, el culto a la velocidad no es lo más apropiado para gozar de una cierta calidad de vida. En este sentido, parece que lo más racional es buscar también el sosiego, algo que está presente en la doctrina estoica explicada y afirmada por Epicteto a lo largo de su trayectoria intelectual.

Epicteto

José Manuel López García
martes, 21 de abril de 2015, 08:09 h (CET)
Es uno de los filósofos estoicos que más ha influido en la Antigüedad, y también ofrece enseñanzas valiosas para el mundo actual. Las virtudes de la mesura, el autocontrol y la imperturbabilidad son para Epicteto el fundamento de una vida serena y equilibrada.

Nació en la ciudad de Hierápolis en Frigia actualmente en Turquía en el año 55 d. C., y murió hacia el año 130, porque no se sabe con certeza el año exacto de su fallecimiento. Fue esclavo de niño, pero le fue concedida la libertad. Con el filósofo Musonio Rufo aprendió las doctrinas de las principales escuelas filosóficas de su tiempo.

A pesar de que Epicteto no escribió, enseñó a muchos discípulos, uno de ellos Flavio Arriano recopiló sus palabras en dos libros titulados Disertaciones y El manual de Epicteto. De este modo, sus máximas y sus ideas han podido ser conocidas a través de los siglos. Alcanzó una fama similar o igual a la de Platón, según dicen sus coetáneos.

El mantenimiento de la calma ante las diversas circunstancias y acontecimientos es algo deseable, por sí mismo, para mantener la tranquilidad mental, sosiego anímico o ataraxía. Y esto es algo que propone claramente Epicteto en sus obras éticas. Ya que el dolor y la tristeza desasosiegan a los seres humanos, por tanto, deben ser superados. Es natural que este pensador sintiera un gran aprecio por la enseñanza de Sócrates. Es cierto que la felicidad debe ser buscada en el interior, porque lo exterior es muy cambiante, y no está bajo el dominio de la voluntad humana. Adriano escuchó la sabia doctrina de Epicteto. En relación con la filosofía vital que afirma dice lo siguiente: «Toda la filosofía se basa en dos palabras: sustentarse y abstenerse».

Respecto al destino considero que los estoicos se equivocan del todo, porque la libertad o la capacidad de elegir es la que configura la vida de cada persona, ya que el presente y el futuro no están escritos. Porque la vida se construye, de modo libre, a cada momento.

Escribe Abbagnano:«La intención de Epicteto es la de volver a la doctrina original del estoicismo, y especialmente a Crisipo». La virtud se alcanza, según Séneca y Epicteto, por medio del cultivo o ejercicio de la razón y la investigación. En cambio, para el cristianismo el bien es Dios.

La independencia de las cosas externas es algo en lo que insiste el estoicismo, puesto que es una de las condiciones, según Epicteto, para poder ser libre de verdad. Algo que en una sociedad consumista como la actual parece que se ha perdido.

En nuestra época de gran desarrollo tecnológico, y con una forma de vida mucho más acelerada y rápida que en la antigüedad, quizás, la aplicación de los planteamientos éticos estoicos sea más difícil. La mayor cantidad de estímulos que recibe cada sujeto en pleno siglo XXI hace que puedan ser replanteados estos principios éticos. Pero, simultáneamente, esto abre nuevas posibilidades. Porque es cierto que el elogio de la lentitud está en la línea de impulsar una nueva forma de entender la existencia de un modo más pausado y reflexivo. Disfrutando de las cosas en sí mismas, y de la propia naturaleza.

Ya que como escribe Carl Honoré: “Vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir”. Evidentemente, el culto a la velocidad no es lo más apropiado para gozar de una cierta calidad de vida. En este sentido, parece que lo más racional es buscar también el sosiego, algo que está presente en la doctrina estoica explicada y afirmada por Epicteto a lo largo de su trayectoria intelectual.

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