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“Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esta es una prueba que debemos agradecerle y meritorio”, José Luis Borges

Ha muerto el mejor de todos los espías de la guerra fría

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En este planeta Tierra envuelto en pantanoso espionaje de demenciales consecuencias y no menos descaro por parte del Gran Hermano, el éxito justo de la reciente novela de le Carré Una verdad delicada, me ha vuelto a despertad el interés de leer de nuevo El espía que surgió del frío para medir la distancia en el tiempo, a la vez que también me lleva a señalar algunas otras obras de años anteriores. Regresar a otros autores de novela policiaca dentro del laberinto de la política y espionaje de altura. Son esas grandes novelas, maestras, entre la ficción y lo real durante los años de “Guerra fría”, esta que parece volver con otra indumentaria, pero con las mismas intenciones. Son narraciones cuyos títulos de calidad se mantienen en catálogo por lo que se pueden perfectamente conseguir en ediciones de bolsillo. Entre ellas se encuentra una de las mejores novelas de le Carré que no es otra queEl espía que surgió del frío. Y resulta ser la más veterana de toda su obra editada en su lengua en 1963 y vertida al español un año después. Con ella alcanzo la honesta y justa fama de escritor de suspense en el mundo Occidental.

No quiero entrar en si algunos de los muchos espías que circulaban hace años por aquella Europa dividida, entre la democrática y la del “socialismo real con la creación de un hombre nuevo”, como una vez derrumbado el Muro de Berlín parte de ellos se vieron obligados de ir al paro, de igual manera, por ejemplo, cuando ETA dejó de asesinar a personas inocentes y niños todavía incontaminados de maldades adultas ensoñados en el mundo de los juegos, ensimismados con los personajes de los cuentos. Más actualmente la oferta de trabajo para tal oficio vuelve a crecer. Aunque lo curioso resulta ser que ahora los espías no surgen del frío, ni son tampoco fruto de una personalidad intelectual propia y arrolladora.

Ahora estos nuevos brotes verdes crecen a racimos como especialistas en el mundo informático. Son, salvo excepciones, un ejército anónimo con técnicas impensables años atrás. Capaces hasta de vigilar y conocer la vida de un poeta embebido una tarde en Bajo Guía donde el Río Grande del sur se entrega a la mar, de igual manera que una pareja, mañana de niebla, sentada al borde de un abismo saboreando la música invisible de un bosque de castaños apenas visible dada la humedad y su espesura. Y por que no, la de un honorable señor o señora de una administración disfrutando de rica donación. Como no recordar entonces a la legendaria a Mata Hari. Son estos espías de ahora agentes para todos, desde un descocido a un remiendo, desde una alteza echando una cañita el aire a la sombra de un elefante, hasta un ministro en un restaurante de lujo recogiendo el sobre mensual del soborno a lo Barcenas, que dona cualquier vulgar contratista con yate y grueso anillo con brillante en un dedo de su mano derecha.

Posiblemente uno tenga un toque de nostalgia como lector de buena literatura con suspense, y es que aquellos agentes secretos de ayer nos dejaron unas narraciones espléndidas, algo especialmente imperecedero sobre ese mundo de oficinas, despachos y carpetas, conspiraciones, papeles y telegramas, donde no se veía claramente la violencia. En El factor humano Graham Greene nos cuenta como mueren Davis y el perro, pero lo importante es lo que hay detrás de ese mundo, cual despiadado universo “es el mundo de la política, de las finanzas, de la vida privada” escribió en autor deEl tercer hombre., El poder y la gloria, y El americano impasible, que defendió, igual que Borges, el género policial frente al criterio de otros empeñados en etiquetar esta literatura como de segunda clase, lectura de entretenimiento no más. Cuando desde Edgar Allan Poe hasta esta actualidad que nos aprisiona, las novelas de espionaje es género que viene acumulando extraordinaria riqueza. Porque a la narrativa de suspense no le faltan los enfrenamientos ideológicos entre gobiernos entre las intrigas científicas de espionajes de nación a nación. Algo que se puede palpar en la actualidad. Eso sí, por unos agentes que no han nacido del frío de la “guerra fría” Esta que de nuevo emerge sobre el soporte del mundo digital, arma con la que todos somos vigilados. Y aquí es donde John le Carré es elevado al pedestal de los grandes, desdeEl espía que surgió del fríohasta su más reciente Una verdad delicada, reflejo de tantos sensacionalismos mediáticos con los nuevos agentes secretos y el poder mediático descubridor del doble y triple juego de las reglas del Gran Hermano que todo lo contempla y domina.

Ha muerto el mejor de todos los espías de la guerra fría

“Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esta es una prueba que debemos agradecerle y meritorio”, José Luis Borges
Francisco Vélez Nieto
martes, 15 de diciembre de 2020, 12:15 h (CET)

En este planeta Tierra envuelto en pantanoso espionaje de demenciales consecuencias y no menos descaro por parte del Gran Hermano, el éxito justo de la reciente novela de le Carré Una verdad delicada, me ha vuelto a despertad el interés de leer de nuevo El espía que surgió del frío para medir la distancia en el tiempo, a la vez que también me lleva a señalar algunas otras obras de años anteriores. Regresar a otros autores de novela policiaca dentro del laberinto de la política y espionaje de altura. Son esas grandes novelas, maestras, entre la ficción y lo real durante los años de “Guerra fría”, esta que parece volver con otra indumentaria, pero con las mismas intenciones. Son narraciones cuyos títulos de calidad se mantienen en catálogo por lo que se pueden perfectamente conseguir en ediciones de bolsillo. Entre ellas se encuentra una de las mejores novelas de le Carré que no es otra queEl espía que surgió del frío. Y resulta ser la más veterana de toda su obra editada en su lengua en 1963 y vertida al español un año después. Con ella alcanzo la honesta y justa fama de escritor de suspense en el mundo Occidental.

No quiero entrar en si algunos de los muchos espías que circulaban hace años por aquella Europa dividida, entre la democrática y la del “socialismo real con la creación de un hombre nuevo”, como una vez derrumbado el Muro de Berlín parte de ellos se vieron obligados de ir al paro, de igual manera, por ejemplo, cuando ETA dejó de asesinar a personas inocentes y niños todavía incontaminados de maldades adultas ensoñados en el mundo de los juegos, ensimismados con los personajes de los cuentos. Más actualmente la oferta de trabajo para tal oficio vuelve a crecer. Aunque lo curioso resulta ser que ahora los espías no surgen del frío, ni son tampoco fruto de una personalidad intelectual propia y arrolladora.

Ahora estos nuevos brotes verdes crecen a racimos como especialistas en el mundo informático. Son, salvo excepciones, un ejército anónimo con técnicas impensables años atrás. Capaces hasta de vigilar y conocer la vida de un poeta embebido una tarde en Bajo Guía donde el Río Grande del sur se entrega a la mar, de igual manera que una pareja, mañana de niebla, sentada al borde de un abismo saboreando la música invisible de un bosque de castaños apenas visible dada la humedad y su espesura. Y por que no, la de un honorable señor o señora de una administración disfrutando de rica donación. Como no recordar entonces a la legendaria a Mata Hari. Son estos espías de ahora agentes para todos, desde un descocido a un remiendo, desde una alteza echando una cañita el aire a la sombra de un elefante, hasta un ministro en un restaurante de lujo recogiendo el sobre mensual del soborno a lo Barcenas, que dona cualquier vulgar contratista con yate y grueso anillo con brillante en un dedo de su mano derecha.

Posiblemente uno tenga un toque de nostalgia como lector de buena literatura con suspense, y es que aquellos agentes secretos de ayer nos dejaron unas narraciones espléndidas, algo especialmente imperecedero sobre ese mundo de oficinas, despachos y carpetas, conspiraciones, papeles y telegramas, donde no se veía claramente la violencia. En El factor humano Graham Greene nos cuenta como mueren Davis y el perro, pero lo importante es lo que hay detrás de ese mundo, cual despiadado universo “es el mundo de la política, de las finanzas, de la vida privada” escribió en autor deEl tercer hombre., El poder y la gloria, y El americano impasible, que defendió, igual que Borges, el género policial frente al criterio de otros empeñados en etiquetar esta literatura como de segunda clase, lectura de entretenimiento no más. Cuando desde Edgar Allan Poe hasta esta actualidad que nos aprisiona, las novelas de espionaje es género que viene acumulando extraordinaria riqueza. Porque a la narrativa de suspense no le faltan los enfrenamientos ideológicos entre gobiernos entre las intrigas científicas de espionajes de nación a nación. Algo que se puede palpar en la actualidad. Eso sí, por unos agentes que no han nacido del frío de la “guerra fría” Esta que de nuevo emerge sobre el soporte del mundo digital, arma con la que todos somos vigilados. Y aquí es donde John le Carré es elevado al pedestal de los grandes, desdeEl espía que surgió del fríohasta su más reciente Una verdad delicada, reflejo de tantos sensacionalismos mediáticos con los nuevos agentes secretos y el poder mediático descubridor del doble y triple juego de las reglas del Gran Hermano que todo lo contempla y domina.

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