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Un tenorio en los 70

El ser miembro del segmento de plata permite revivir sensaciones casi cincuenta años después
Manuel Montes Cleries
jueves, 12 de noviembre de 2020, 01:46 h (CET)

Manuelmontes

En aquel mes de noviembre de 1978 la vida cultural de Málaga estaba bastante paralizada. El mundo asociativo se circunscribía a las actividades de las cofradías y de las peñas. Todos estaban pendientes de la transición política y de las pasadas inundaciones.


La cofradía de la Esperanza quería tener una sede propia. Para eso se hizo con una parcela cercana a Santo Domingo, situada junto a la Prolongación de la Alameda. Los hermanos de la cofradía sacábamos dinero de las piedras. Se crearon unas aportaciones de 1.000 pesetas que consiguieron financiar la compra del terreno y el comienzo de las obras.

A no se quién, se le ocurrió que representáramos el Tenorio en el Cervantes a fin de recaudar fondos. “Pensat i fet”, como dicen los valencianos. Nos pusimos a la tarea. Casi un año de ensayos en la sede de la Agrupación de Cofradías y un montón de broncas por parte del director, Juan de Dios Millán Negrillo, dieron a luz una representación que resultó bastante digna. Lucieron especialmente el por entonces famoso locutor de radio Diego Gómez, en el papel de Don Juan y de Lola Carreras (q.e.p.d.) en el de Doña Brígida.

Antes y después de aquel Tenorio, se han hecho grandes, medianas y pésimas representaciones del drama de Zorrilla. Pero aquella de aquel viernes de noviembre de 1978 fue muy especial. Unos decorados espectaculares, una puesta en escena extraordinaria con aportaciones tales como la participación de la coral de Santa María de la Victoria, dirigida por el Padre Gámez (q.e.p.d.), en la escena del cementerio.

Allí nos lanzamos al “estrellato” muchos aficionados al teatro que, posteriormente, hemos seguido manteniendo y cultivando esta dedicación. Años después, la misma “compañía” representó un inolvidable “La Venganza de don Mendo” también en el Cervantes. Esta vez con el abogado Pedro Megía en el papel del Mendo y Vicki Flores (la hermana de Marisol) como Magdalena. Yo hice el papel de Don Nuño). En esta ocasión en dos jornadas diferentes.


En mi opinión, crítica como siempre, no se cumplieron totalmente los objetivos de aquella campaña de captación de fondos. Se ha erigido un templo maravilloso, un salón de tronos y una casa hermandad extraordinarios. Pero ¡ay!, siempre hay un pero. No se remató la faena con la creación de un hogar para los mayores del barrio, en la parte trasera del edificio, como estaba proyectada.

Hoy en día, sigo estando implicado en actividades teatrales. Desde siempre los mayores se han interesado por participar en grupos de teatro de más o menos envergadura. Es una actividad muy conveniente para los pertenecientes al “segmento de plata”. En la misma se ejercita la memoria, la dicción, la forma física y, sobre todo, la amistad. (Actualmente aun me llaman “Butarelli” los viejos cofrades de la Esperanza y Vicki Flores me dice papá cuando nos vemos).

Recordar es volver a vivir. De vez en cuando sigo contestando mentalmente aquello de “Buen carnaval y buen agosto para rellenar la arquilla…” o “Aunque cumplí los setenta, aun tiene mi mano brío”. 

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