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Diputación permanente

Jordi Pujol en el Congreso

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Cuarenta y tres eran los puntos a tratar en la Diputación Permanente del Congre-so de los Diputados de la última semana de agosto. Sólo uno de ellos, el siete, fue reti-rado del orden del día y de la atención de los 52 diputados que habían interrumpido des-cansos y vacaciones.

Con el retirado, estaban todas las peticiones de comparecencia, reclamando la presencia del Presidente del Gobierno, de sus trece ministros y del Fiscal General del Estado para informar en Plenos y en Sesiones de Comisiones, que se pedían extraordi-narios para tratar temas y motivos varios.

De entre todas las peticiones, dos sobresalían en razón de su importancia. La número 18, hecha por el Grupo Socialista, solicitando un Pleno extraordinario para que el Presidente del Gobierno informara sobre “las intenciones del Gobierno respecto a la modificación de la legislación electoral para la elección del alcaldes”. Y la 16, formula-da por La Izquierda Plural (IU, ICV-EUiA, CHA) y el Grupo Mixto, a la que, por ser coincidente, se acumularía la 20, planteada por el Grupo Socialista.

Sobre la modificación de la ley electoral para la elección de alcaldes, los comen-tarios de pasillo, incluidos los de algunos diputados populares, hablaban de “error vera-niego del PP”, de referencias de la Constitución sobre la elección de alcaldes, de la re-misión al Tribunal Constitucional. También, en una esquina de la Sala, apareció la opi-nión de un periodista: “Con lo de los alcaldes, Rajoy gana tiempo, distrae atenciones y consigue que se retrate todo el mundo. Con un par de quiebros, lo consigue”.

Después de la comida, en la calle porque los Restaurantes del Congreso estaban de reformas, paseos por la Carrera de San Jerónimo, alegría del barrio lleno de turistas, saludos, y humanidad en el pésame y en los ánimos a Rosa Díez (por la pérdida de un hermano y por las medidas en UPyD contra el efecto de la declaración de Sosa Wag-ner).

La tarde, calurosa, iba plúmbea. Hablaba la popular Álvarez Arenas con un ver-bo que evaporó la modorra y dio al traste con el letargo y los sopores que amenazaban siesta. Sin venir a cuento, o viniendo, se metió en un jardín dialéctico y trató de compo-ner un panorama, “ad hoc”, para lo que supuso iba a venir pero aún no había llegado: El debate sobre las peticiones 16 y 20 que, “ante la confesión de fraude fiscal del expresi-dente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol”, pedían la “Comparecencia del Minis-tro de Hacienda y Administraciones Públicas, para informar de la posible regularización fiscal, por la vía de la amnistía fiscal, de miembros de la familia del expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, y de las investigaciones llevadas a cabo a partir de dichas regularizaciones”.

Después, Coscubiela, de Izquierda Plural. El profesor de Derecho del Trabajo advirtió la “puesta en escena del PP” e hizo que apareciera ese fulgor mágico que surge a veces entre usos y rutinas cuando los que hablan dicen lo que sienten y lo expresan con palabras duras: Posibilidad de eliminar desde el Congreso la lacra de la Corrupción. No se ha tenido interés en erradicar el fraude fiscal. Lo de Pujol es antisistema puro. El caso Pujol es la punta del iceberg. Hay que usarlo para eliminar la carcoma de la co-rrupción.

Le siguió el compañero, docente, Bosch i Pascual, del Grupo Mixto, que pidió trasparencia, que “el que la haga la pague”; y que afirmó que ni Jordi Pujol es Cataluña ni el proceso a él es un proceso contra la independencia”.

Mientras tanto, diputados de grupos distintos hablaban (¿pactaban?) entre ellos: Sánchez Llivre, Macías Arau y Jané i Guasch, de CIU. Martínez Pujalte, Bermúdez de Castro y Hernando Fraile, del PP. Esteban Bravo y Azpiazu Uriarte del Grupo Vasco. Los socialistas Villarrubia Mediavilla y Rodríguez Ramos (apagados), junto al emer-gente (aspirante a portavoz del PSOE) Hernando Vera.

Como un remanso, apareció la voz comedida del socialista murciano Saura, que reclamaba del ministro (Montoro) medidas para saber la verdad y la explicación de si se había avisado a la familia Pujol para que arreglaran su situación fiscal.

Después, el vasco Esteban Bravo dijo que querían comparecencias y habló de “una merienda de negros”. Por dos veces, tras citar el Caso Bárcenas y recordar el de los ERE, habló de merienda de negros.

Mientras, a once pasos, una diputada, escotada y veraniega en rojo, hacía una confidencia: ¿Negros? Como salte el caso del PNV…

Ya metidos en meriendas, Rosa Díaz se apuntó: “Para mí, un chocolate con chu-rros”. Después dijo creer que mucha gente sabía lo que ocurría en Cataluña.

A continuación, tocó el turno al portavoz de CIU Macías Arau, el ingeniero de Caminos Canales y Puertos.

Fue una actuación sublime. La canaria Cristina María del Pino Segura, Pinito del Oro, no habría logrado mejor equilibrio, ni un pase por la cuerda floja con más arte: El conocimiento de la comparecencia de Montoro (anunciada en la mañana), la conformi-dad con Coscubiela (CIU e Izquierda Plural de acuerdo por una vez). El recuerdo de lo dicho por CIU cuando apareció el caso Bárcenas. La afirmación de que al ministro (Montoro) la ley le prohíbe hacer declaraciones sobre personas. Hay que modificar esta ley (Después de que pase el Caso Pujol, advirtieron dos periodistas al respecto). Y pro-curar la trasparencia (en el futuro, volvieron a matizar los anteriores). Y lo que parecía un anhelo partidista, suavizado en la condición humana y en las debilidades de los hom-bres: Dejar hundir a Pujol, pero salvando a CIU.

Mantener el proyecto político de CIU era brindis al Sol o el “Viva Cartagena” del ingeniero de CIU, antes de que el ingeniero y presidente Jesús Posada, sensible, ex-plicara que no había cortado al catalán por tratarse de “un asunto delicado”.

El PP, tras los equilibrios de CIU, puso en escena a la diputada cántabra Madra-zo, que tranquilizó a todos afirmando que la presencia de Montoro (sólo) sería para ex-plicar las medidas a tomar, no para atender lo que piden los peticionarios, imposible porque la ley no permite revelar datos de particulares.

Después, al caer la noche, se producirían las votaciones, menos sabrosas que la “merienda de negros” del PNV y que el “chocolate con churros de Rosa Díez”. Pero con más enjundia que el brindis al Sol de un ingeniero que, ¡Viva Cartagena!, trataba de salvar los trastos de CIU (y a ésta de los trastos).

Jordi Pujol en el Congreso

Diputación permanente
José Luis Heras Celemín
jueves, 28 de agosto de 2014, 06:14 h (CET)
Cuarenta y tres eran los puntos a tratar en la Diputación Permanente del Congre-so de los Diputados de la última semana de agosto. Sólo uno de ellos, el siete, fue reti-rado del orden del día y de la atención de los 52 diputados que habían interrumpido des-cansos y vacaciones.

Con el retirado, estaban todas las peticiones de comparecencia, reclamando la presencia del Presidente del Gobierno, de sus trece ministros y del Fiscal General del Estado para informar en Plenos y en Sesiones de Comisiones, que se pedían extraordi-narios para tratar temas y motivos varios.

De entre todas las peticiones, dos sobresalían en razón de su importancia. La número 18, hecha por el Grupo Socialista, solicitando un Pleno extraordinario para que el Presidente del Gobierno informara sobre “las intenciones del Gobierno respecto a la modificación de la legislación electoral para la elección del alcaldes”. Y la 16, formula-da por La Izquierda Plural (IU, ICV-EUiA, CHA) y el Grupo Mixto, a la que, por ser coincidente, se acumularía la 20, planteada por el Grupo Socialista.

Sobre la modificación de la ley electoral para la elección de alcaldes, los comen-tarios de pasillo, incluidos los de algunos diputados populares, hablaban de “error vera-niego del PP”, de referencias de la Constitución sobre la elección de alcaldes, de la re-misión al Tribunal Constitucional. También, en una esquina de la Sala, apareció la opi-nión de un periodista: “Con lo de los alcaldes, Rajoy gana tiempo, distrae atenciones y consigue que se retrate todo el mundo. Con un par de quiebros, lo consigue”.

Después de la comida, en la calle porque los Restaurantes del Congreso estaban de reformas, paseos por la Carrera de San Jerónimo, alegría del barrio lleno de turistas, saludos, y humanidad en el pésame y en los ánimos a Rosa Díez (por la pérdida de un hermano y por las medidas en UPyD contra el efecto de la declaración de Sosa Wag-ner).

La tarde, calurosa, iba plúmbea. Hablaba la popular Álvarez Arenas con un ver-bo que evaporó la modorra y dio al traste con el letargo y los sopores que amenazaban siesta. Sin venir a cuento, o viniendo, se metió en un jardín dialéctico y trató de compo-ner un panorama, “ad hoc”, para lo que supuso iba a venir pero aún no había llegado: El debate sobre las peticiones 16 y 20 que, “ante la confesión de fraude fiscal del expresi-dente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol”, pedían la “Comparecencia del Minis-tro de Hacienda y Administraciones Públicas, para informar de la posible regularización fiscal, por la vía de la amnistía fiscal, de miembros de la familia del expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, y de las investigaciones llevadas a cabo a partir de dichas regularizaciones”.

Después, Coscubiela, de Izquierda Plural. El profesor de Derecho del Trabajo advirtió la “puesta en escena del PP” e hizo que apareciera ese fulgor mágico que surge a veces entre usos y rutinas cuando los que hablan dicen lo que sienten y lo expresan con palabras duras: Posibilidad de eliminar desde el Congreso la lacra de la Corrupción. No se ha tenido interés en erradicar el fraude fiscal. Lo de Pujol es antisistema puro. El caso Pujol es la punta del iceberg. Hay que usarlo para eliminar la carcoma de la co-rrupción.

Le siguió el compañero, docente, Bosch i Pascual, del Grupo Mixto, que pidió trasparencia, que “el que la haga la pague”; y que afirmó que ni Jordi Pujol es Cataluña ni el proceso a él es un proceso contra la independencia”.

Mientras tanto, diputados de grupos distintos hablaban (¿pactaban?) entre ellos: Sánchez Llivre, Macías Arau y Jané i Guasch, de CIU. Martínez Pujalte, Bermúdez de Castro y Hernando Fraile, del PP. Esteban Bravo y Azpiazu Uriarte del Grupo Vasco. Los socialistas Villarrubia Mediavilla y Rodríguez Ramos (apagados), junto al emer-gente (aspirante a portavoz del PSOE) Hernando Vera.

Como un remanso, apareció la voz comedida del socialista murciano Saura, que reclamaba del ministro (Montoro) medidas para saber la verdad y la explicación de si se había avisado a la familia Pujol para que arreglaran su situación fiscal.

Después, el vasco Esteban Bravo dijo que querían comparecencias y habló de “una merienda de negros”. Por dos veces, tras citar el Caso Bárcenas y recordar el de los ERE, habló de merienda de negros.

Mientras, a once pasos, una diputada, escotada y veraniega en rojo, hacía una confidencia: ¿Negros? Como salte el caso del PNV…

Ya metidos en meriendas, Rosa Díaz se apuntó: “Para mí, un chocolate con chu-rros”. Después dijo creer que mucha gente sabía lo que ocurría en Cataluña.

A continuación, tocó el turno al portavoz de CIU Macías Arau, el ingeniero de Caminos Canales y Puertos.

Fue una actuación sublime. La canaria Cristina María del Pino Segura, Pinito del Oro, no habría logrado mejor equilibrio, ni un pase por la cuerda floja con más arte: El conocimiento de la comparecencia de Montoro (anunciada en la mañana), la conformi-dad con Coscubiela (CIU e Izquierda Plural de acuerdo por una vez). El recuerdo de lo dicho por CIU cuando apareció el caso Bárcenas. La afirmación de que al ministro (Montoro) la ley le prohíbe hacer declaraciones sobre personas. Hay que modificar esta ley (Después de que pase el Caso Pujol, advirtieron dos periodistas al respecto). Y pro-curar la trasparencia (en el futuro, volvieron a matizar los anteriores). Y lo que parecía un anhelo partidista, suavizado en la condición humana y en las debilidades de los hom-bres: Dejar hundir a Pujol, pero salvando a CIU.

Mantener el proyecto político de CIU era brindis al Sol o el “Viva Cartagena” del ingeniero de CIU, antes de que el ingeniero y presidente Jesús Posada, sensible, ex-plicara que no había cortado al catalán por tratarse de “un asunto delicado”.

El PP, tras los equilibrios de CIU, puso en escena a la diputada cántabra Madra-zo, que tranquilizó a todos afirmando que la presencia de Montoro (sólo) sería para ex-plicar las medidas a tomar, no para atender lo que piden los peticionarios, imposible porque la ley no permite revelar datos de particulares.

Después, al caer la noche, se producirían las votaciones, menos sabrosas que la “merienda de negros” del PNV y que el “chocolate con churros de Rosa Díez”. Pero con más enjundia que el brindis al Sol de un ingeniero que, ¡Viva Cartagena!, trataba de salvar los trastos de CIU (y a ésta de los trastos).

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