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Nada nuevo desde oriente a occidente

Zeus, categórico

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Hablamos engolados de los tiempos modernos, de los magníficos avances; con aires de gente insuperable. El discurso o la creencia, no aseguran la verosimilitud de las expresiones. En todo caso, dependerá de los asuntos considerados. La realidad mezcla las miserias con los mejores logros; acumula trabas para el optimismo razonado. En cuanto a las ACTITUDES humanas, hay menos modificaciones de las supuestas; llevan siglos con idéntica estructura en sus rasgos fundamentales. Según lo veamos, estamos configurados así o no tenemos arreglo.

Que si la cerrazón de ciertos cargos públicos, las trampas solapadas de los corruptos o, menos extenso, lo que cada ciudadano oculta al resto; barreras, ocultamientos, mentiras… Pues bien, nada nuevo desde oriente a occidente. En la antigüedad egipcia ya se denominaban como herméticas las barreras insalvables entre las sustancias químicas; significado ampliado a las intenciones o maniobras escondidas detrás de tapaderas consistentes. En honor del químico Hermes, quizá por mero reflejo, los catalogados como HERMÉTICOS centraban sus trajines en afanes ocultistas. Encontraron la similitud entre las barreras químicas eficaces y las conductas con ese cariz poco amigo de la transparencia.


En tiempos de la cultura griega, también las desaveniencias, los ultrajes y las tropelías, rompían la armonía; los caraduras acentuaban los defectuosos repartos del sufrimiento. Eran momentos duros, empeorados por las impertinencias. Si bien, ellos disponían de dioses variados para la aplicación de sus influencias en cada situación, Ante la crispación reinante, el jefazo divino, Zeus, echó mano de sus atribuciones; decidió el envío de Hermes para aplacar los despropósitos. Le encargó llevar a los hombres el sentido de la VERGÜENZA, así como hacerles ver la necesidad de la JUSTICIA. Con esas dos cualidades enderezaría los numerosos entuertos. ¡Como si fuera hoy! ¿Serían suficientes recursos?

Hermes ya lo vería complicado. Con la mayor densidad actual de población, con los ciudadanos tan bien informados, creídos de ello al menos; hubiera sido probable su renuncia a la tarea benefactora. Entonces dudaba si empezar con unos pocos entendidos; en una repartición progresiva de las buenas artes. Le respondió Zeus de forma CONTUNDENTE. ¡Reparto a todos! Reforzando la orden con una reglamentación de cara a los incapaces, desvergonzados e injustos; debían ser eliminados de la ciudad como apestados. Me imagino la cara de Hermes. En tonces y ahora, el cumplimiento de aquella ley supone una amenaza de exterminio. No, no han mejorado las cosas, las barreras mentales resultan infranqueables.

La autonomía alcanzada por las personas es una importante generadora del desconcierto general, incluido el de los dioses antiguos. Qué diríamos ahora, que los dioses los hemos convertido en diosecillos de pacotilla y pasamos a creer que los dioses somos cada uno de nosotros. ¿Cómo apaciguar las sucesivas discordias? Es curiosa la opción del dios griego, por la respuesta contundente, la que preconizaba la eliminación de quienes no atendieran a los buenos consejos. Llama la atención el escaso poder de CONVICCIÓN desplegado para la buena orientación de las mentalidades. A pesar de los siglos transcurridos, en los protagonistas activos domina la tendencia a la imposición de criterios al margen de la posible armonía.

Las estructuras organizativas de la sociedad huyen de las personas, de sus cualidades, como si trataran con demonios. Por ignorancia no será, por que en los discursos definen muy bien la dignidad de cada individuo y nos inundan con buenas razones, por lo tanto, el conocimiento está demostrado; pero no se actúa de forma coherente. Resulta lógica la FRUSTRACIÓN general. De los dioses, por la futilidad de sus creaciones. De los líderes en las diferentes gestiones, por que no logran el dominio completo de sus proyectos. Mientras el grupo de los componentes del inmenso montón de la gente corriente, parecen propietarios a perpetuidad de la frustración en todas sus variantes. La persona relegada a segundo término.

Tal vez fue Zeus tan expeditivo con sus órdenes, por que en sí mismo albergaba un alto grado de ignorancia y quizá algo de la BESTIA. ¿A que me refiero? Cuando uno examina sus propias características en la intimidad, en directo, sin intermediarios, encuentra su doble versión. La sublimación de su naturaleza, junto a la sombría imagen de sus aspectos fieros. Los atavíos de disfraces sociales utilizados no evitan las subsistencia de los peores rasgos salvajes, que lo pueden ser por actuación o por omisión. Aquí nos hubiera convenido una barrera entre lo bueno y lo malo; pero, pero resulta muy difícil el deslinde entre cada una de esas partes contrapuestas. Ni aquellos dioses lo consiguieron. ¿Serían sólo imágenes divinas creadas por el hombre?

Al Zeus categórico, pienso que le faltaba algo imprescindible en la comunicación con los seres humanos, el lenguaje magistral de los sentimientos, la poesía, la melodía de las palabras cuando rozan las fibras sensibles del ser humano. Visto desde la aridez de su determinación, viene a ser un remedo TOTALITARIO, semejante a la actitud de muchos ejemplares en ejercicio en los entornos actuales.

Parece una excesiva crueldad la resolución trágica supresora de todo viviente discordante como apestados. La eliminación es una finalización sin solución previa y tomada unilateralmente por el mandamás. Sirve como tapadera, eso sí, de los errores creadores del gran dictador. Alguna será su RESPONSABILIDAD en los acontecimientos. Admitido el fondo misterioso, las decisiones drásticas suenan a escandalosas.

El disfraz también oculta con frecuencia los intentos de los dominios POPULISTAS. Su estrategia es la movilización ciudadana, importa el mayor número; como escudo de unos pocos maniobreros beneficiados o protagonistas. Al fin, esa congregación momentánea de gente es otro instrumento al servicio de sus manipuladores. El número no es un requerimiento de pensadores, sino de asistentes; lo más vociferantes posible, pero sin crear inquietudes a los promotores, en un pretendido servicio al pueblo, al diseño de dichos organizadores. Como ocurría con los dioses, la estructura pergeñada, sus creadores, son los dueños de las decisiones; ese alejamiento del resto de personas, no presagia nada bueno, a pesar de la ingente concurrencia.

Son procedimientos aplicados en diferentes sectores, siempre con las mismas tendencias. Cuando la MEDICINA aparece como un ente abstracto, ensamblado con trazos económicos, prioridades políticas, empresas y camarillas; el enfermo sólo aparece como porcentajes de labores efectuadas. ¿Existen o no barreras entre la Medicina y el enfermo? ¿A qué sonarán las decisiones tomadas?

Las declaraciones rimbombantes suenan a exageraciones inapropiadas. Las órdenes contundentes desde los poderes, riman con monopolios mangoneadores, con intransigencias. Y cuando aluden a la voz del ciudadano, uno piensa en otro mundo, por que en este, sólo la vemos menospreciada.

Zeus, categórico

Nada nuevo desde oriente a occidente
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 22 de agosto de 2014, 07:30 h (CET)
Hablamos engolados de los tiempos modernos, de los magníficos avances; con aires de gente insuperable. El discurso o la creencia, no aseguran la verosimilitud de las expresiones. En todo caso, dependerá de los asuntos considerados. La realidad mezcla las miserias con los mejores logros; acumula trabas para el optimismo razonado. En cuanto a las ACTITUDES humanas, hay menos modificaciones de las supuestas; llevan siglos con idéntica estructura en sus rasgos fundamentales. Según lo veamos, estamos configurados así o no tenemos arreglo.

Que si la cerrazón de ciertos cargos públicos, las trampas solapadas de los corruptos o, menos extenso, lo que cada ciudadano oculta al resto; barreras, ocultamientos, mentiras… Pues bien, nada nuevo desde oriente a occidente. En la antigüedad egipcia ya se denominaban como herméticas las barreras insalvables entre las sustancias químicas; significado ampliado a las intenciones o maniobras escondidas detrás de tapaderas consistentes. En honor del químico Hermes, quizá por mero reflejo, los catalogados como HERMÉTICOS centraban sus trajines en afanes ocultistas. Encontraron la similitud entre las barreras químicas eficaces y las conductas con ese cariz poco amigo de la transparencia.


En tiempos de la cultura griega, también las desaveniencias, los ultrajes y las tropelías, rompían la armonía; los caraduras acentuaban los defectuosos repartos del sufrimiento. Eran momentos duros, empeorados por las impertinencias. Si bien, ellos disponían de dioses variados para la aplicación de sus influencias en cada situación, Ante la crispación reinante, el jefazo divino, Zeus, echó mano de sus atribuciones; decidió el envío de Hermes para aplacar los despropósitos. Le encargó llevar a los hombres el sentido de la VERGÜENZA, así como hacerles ver la necesidad de la JUSTICIA. Con esas dos cualidades enderezaría los numerosos entuertos. ¡Como si fuera hoy! ¿Serían suficientes recursos?

Hermes ya lo vería complicado. Con la mayor densidad actual de población, con los ciudadanos tan bien informados, creídos de ello al menos; hubiera sido probable su renuncia a la tarea benefactora. Entonces dudaba si empezar con unos pocos entendidos; en una repartición progresiva de las buenas artes. Le respondió Zeus de forma CONTUNDENTE. ¡Reparto a todos! Reforzando la orden con una reglamentación de cara a los incapaces, desvergonzados e injustos; debían ser eliminados de la ciudad como apestados. Me imagino la cara de Hermes. En tonces y ahora, el cumplimiento de aquella ley supone una amenaza de exterminio. No, no han mejorado las cosas, las barreras mentales resultan infranqueables.

La autonomía alcanzada por las personas es una importante generadora del desconcierto general, incluido el de los dioses antiguos. Qué diríamos ahora, que los dioses los hemos convertido en diosecillos de pacotilla y pasamos a creer que los dioses somos cada uno de nosotros. ¿Cómo apaciguar las sucesivas discordias? Es curiosa la opción del dios griego, por la respuesta contundente, la que preconizaba la eliminación de quienes no atendieran a los buenos consejos. Llama la atención el escaso poder de CONVICCIÓN desplegado para la buena orientación de las mentalidades. A pesar de los siglos transcurridos, en los protagonistas activos domina la tendencia a la imposición de criterios al margen de la posible armonía.

Las estructuras organizativas de la sociedad huyen de las personas, de sus cualidades, como si trataran con demonios. Por ignorancia no será, por que en los discursos definen muy bien la dignidad de cada individuo y nos inundan con buenas razones, por lo tanto, el conocimiento está demostrado; pero no se actúa de forma coherente. Resulta lógica la FRUSTRACIÓN general. De los dioses, por la futilidad de sus creaciones. De los líderes en las diferentes gestiones, por que no logran el dominio completo de sus proyectos. Mientras el grupo de los componentes del inmenso montón de la gente corriente, parecen propietarios a perpetuidad de la frustración en todas sus variantes. La persona relegada a segundo término.

Tal vez fue Zeus tan expeditivo con sus órdenes, por que en sí mismo albergaba un alto grado de ignorancia y quizá algo de la BESTIA. ¿A que me refiero? Cuando uno examina sus propias características en la intimidad, en directo, sin intermediarios, encuentra su doble versión. La sublimación de su naturaleza, junto a la sombría imagen de sus aspectos fieros. Los atavíos de disfraces sociales utilizados no evitan las subsistencia de los peores rasgos salvajes, que lo pueden ser por actuación o por omisión. Aquí nos hubiera convenido una barrera entre lo bueno y lo malo; pero, pero resulta muy difícil el deslinde entre cada una de esas partes contrapuestas. Ni aquellos dioses lo consiguieron. ¿Serían sólo imágenes divinas creadas por el hombre?

Al Zeus categórico, pienso que le faltaba algo imprescindible en la comunicación con los seres humanos, el lenguaje magistral de los sentimientos, la poesía, la melodía de las palabras cuando rozan las fibras sensibles del ser humano. Visto desde la aridez de su determinación, viene a ser un remedo TOTALITARIO, semejante a la actitud de muchos ejemplares en ejercicio en los entornos actuales.

Parece una excesiva crueldad la resolución trágica supresora de todo viviente discordante como apestados. La eliminación es una finalización sin solución previa y tomada unilateralmente por el mandamás. Sirve como tapadera, eso sí, de los errores creadores del gran dictador. Alguna será su RESPONSABILIDAD en los acontecimientos. Admitido el fondo misterioso, las decisiones drásticas suenan a escandalosas.

El disfraz también oculta con frecuencia los intentos de los dominios POPULISTAS. Su estrategia es la movilización ciudadana, importa el mayor número; como escudo de unos pocos maniobreros beneficiados o protagonistas. Al fin, esa congregación momentánea de gente es otro instrumento al servicio de sus manipuladores. El número no es un requerimiento de pensadores, sino de asistentes; lo más vociferantes posible, pero sin crear inquietudes a los promotores, en un pretendido servicio al pueblo, al diseño de dichos organizadores. Como ocurría con los dioses, la estructura pergeñada, sus creadores, son los dueños de las decisiones; ese alejamiento del resto de personas, no presagia nada bueno, a pesar de la ingente concurrencia.

Son procedimientos aplicados en diferentes sectores, siempre con las mismas tendencias. Cuando la MEDICINA aparece como un ente abstracto, ensamblado con trazos económicos, prioridades políticas, empresas y camarillas; el enfermo sólo aparece como porcentajes de labores efectuadas. ¿Existen o no barreras entre la Medicina y el enfermo? ¿A qué sonarán las decisiones tomadas?

Las declaraciones rimbombantes suenan a exageraciones inapropiadas. Las órdenes contundentes desde los poderes, riman con monopolios mangoneadores, con intransigencias. Y cuando aluden a la voz del ciudadano, uno piensa en otro mundo, por que en este, sólo la vemos menospreciada.

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