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Lo cierto es que, si Dios no lo remedia, es posible que nos presentemos ante las legislativas de principios del 2016 con panorama político ciertamente preocupante

Un panorama electoral preocupante

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Uno de los mayores peligros que los ciudadanos detectamos del mapa político español es, sin duda alguna, la preocupante proliferación que se ha venido produciendo, de un tiempo a esta parte, especialmente desde que se celebraron las recientes elecciones para el puesto de parlamentario europeo, en cuanto a la creación de nuevas formaciones políticas que pretenden robarles protagonismo a aquellas que ya llevan muchos años ocupando sus escaños en las Cortes Españolas. No es que se trate de nuevos partidos que hayan introducido ideas novedosas, ofrezcan soluciones prácticas y útiles para problemas endémicos; aporten remedios ingeniosos o mejoras para enriquecer la vida de los ciudadanos; en cuyo caso podrían ser bienvenidos; en unos momentos en los que España, con importantes frentes abiertos en materias sociales, económicas, de financiación, de deuda pública y déficit elevado; está necesitada de ideas imaginativas y realizables que la pudieran ayudar a superar la crisis en la que nos encontramos.

Lo cierto es que la aparición de partidos nuevos y la radicalización de los partidos de ideas separatistas, no han contribuido en nada al crecimiento que se empezaba a detectar, aunque de forma muy limitada, en algunos sectores industriales y, muy especialmente, en lo referente a la recuperación de la confianza de los inversores en nuestras sociedades, lo que ha quedado evidenciado con la radical bajada de la prima de riesgo y en la, casi milagrosa, bajada de los intereses que se debían pagar por nuestra deuda externa. En la derecha ( la del PP del señor Rajoy), se produjo una escisión importante, no tanto por el número de deserciones, que ha sido limitado, sino en cuanto a las personalidades del partido que decidieron dejarlo, para formar un grupo nuevo, VOX, con el que se presentaron a las elecciones para el Parlamento Europeo, con un resultado descorazonador; quizá porque se apresuraron a querer participar en unas elecciones en las que muchos españoles no votaron y, por otra parte, no habían tenido el tiempo preciso para conseguir captar un número de adeptos suficiente.

La otra cara de la moneda, no obstante, la tenemos en un grupo, apenas conocido con anterioridad a las elecciones europeas, que ha sido capaz de dar la sorpresa obteniendo un sonado éxito que le ha permitido situar cinco representantes en el Parlamento Europeo sin que, y aquí está la paradoja, tenga ningún representante en las Cámaras españolas. Podemos y su dirigente, el señor Pablo Iglesias, han irrumpido con fuerza, puede que, con su demagogia han sido capaces de ilusionar a muchos españoles cansados de que nadie les diera soluciones a sus problemas. Lo malo es que las promesas, los proyectos y los planes de estos señores, poco o nada difieren de los archiconocidos del comunismo estalinista, aquella propuesta igualitaria basada en la estatalización de la economía, que tan nefastos resultados les dio a los soviéticos.

Lo cierto es que, si Dios no lo remedia, es posible que nos presentemos ante las legislativas de principios del 2016 con panorama político ciertamente preocupante y lleno de incógnitas debido a que, el bipartidismo al que ya estábamos acostumbrados, ha quedado deshecho. En cuanto se refiere al partido en el Gobierno, debido a que ha sufrido el desgaste de tener que aplicar programas poco populares, como han sido los recortes en prestaciones, la reforma laboral, los recortes salariales, la práctica congelación de las pensiones, el copago de medicamentos etc. que, como era de esperar, ha retrasado sus anuncios de reducción de impuestos y, por otra parte, su excesiva cautela a la hora de acometer otras de sus promesas electorales: como la ley del aborto y el tema de los matrimonios gays; ha contribuido a que muchos de sus votantes hayan decidido apartarse de él. Cierto que muchos votaron a otras formaciones o dejaron de votar, los más, como castigo a los incumplimientos y la falta de decisión en su enfrentamiento a los separatismo, pero todos sabemos que muchos votos los habrá perdido para siempre.

Del PSOE basta decir que, en la memoria de los ciudadanos, está claramente marcada lo que fue su desgraciada etapa en la que negaba la crisis, alardeaba de que la economía española era de las mejores del mundo y que, a España, la crisis no la afectaría. El resultado ha sido que, desde el 20N, no ha dejado de bajar en intención de voto y falta saber si, la designación de Pedro Sánchez como Secretario General, basta para hacer recuperar a los simpatizantes del PSOE; aunque hay que hacer notar que sus primeras actuaciones, su deriva hacia la izquierda y su disputa con los comunistas de Cayo Lara o a los neonatos de Podemos de Pablo Iglesias, para robarles votos, puede que no le acarreé los beneficios esperados. Todo ello ha llevado a que, la IU de Cayo Lara tuviera un subidón espectacular, ahora contrarrestado por el efecto negativo de los dos millones doscientos mil votos conseguidos por Podemos, de los cuales es cierto que arrancó parte al PP, más al PSOE, pero la tajada importante la consiguió a costa de IU.

El UPyD de Rosa Díez también sufrió un bajón en las elecciones para el Parlamento europeo y, sin duda, esta formación es de las que ha salido perjudicada con la irrupción de Podemos. Ciudadanos, por su parte, se mantiene en sus expectativas de voto gracias a que Alberto Rivera ha tenido la habilidad y la valentía de no dejarse amilanar por los separatistas, manteniendo la bandera de la unidad con España. Cuesta admitir que, si esta situación de la política española actual la trasladamos a las elecciones del 2016, no nos produzca una sensación de desazón, inseguridad, preocupación. Si damos por buena la encuestas del CIS de 4 de agosto (cuidado: El País sacó un encuesta sorprendente en la que casi equiparaba los votos del PP y los de el PSOE; aunque, la verdad, cuesta tomársela en serio) tendríamos al PP con un 30% de respaldo, al PSOE con un 21’12%, a Podemos con un 15’3%, a IU con un 8´2%, a UPyD con un 5’9%. Por lo que respeta a Ciutadans, sus expectativas en Catalunya, se fijan en un 5’8% de los votos.

Al respeto, dentro de la formación de Rosa Diez, el eurodiputado F.Sosa Wagner, a puesto el dedo en la llaga respeto a un viejo tema, que ya fue objeto de discusión antes de las anteriores elecciones y que, por parte de su líder, Rosa Díez, fue rechazado de plano. Sosa, en un artículo, ha insistido en la conveniencia de aliarse con Ciutadans de A.Ribera para formar un solo partido. Sin duda tiene bastante sentido porque, personalismos aparte, es evidente que en una autonomía tan importante como es Catalunya, UPyD no tiene presencia aparente y, por el contrario, en el resto de España Ciutadans tampoco se ha comido un rosco. Ya se sabe que lo normal es que, si dos partidos de similares ideas se unen, es posible que sus votos no sólo se sumen sino que pueden llegar a multiplicarse; lo que les permitiría una presencia más importante en el Parlamento y, en cierta manera poder actuar, si fuera preciso, de bisagra entre la derecha y la izquierda moderada. Todas las posturas, en esta materia son respetables, pero mucho nos tememos que ambas formaciones, yendo por libre, se encuentren superadas por el empuje de la izquierda de Podemos que, si no se la combate con fuerza y argumentos, es posible que pueda crear una situación grave de ingobernabilidad de la nación, agravada por el hecho de que Europa no iba a consentir un nuevo país, a semejanza de la Venezuela del señor Maduro, entre sus miembros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con prevención el ascenso de la izquierda extrema.

Un panorama electoral preocupante

Lo cierto es que, si Dios no lo remedia, es posible que nos presentemos ante las legislativas de principios del 2016 con panorama político ciertamente preocupante
Miguel Massanet
jueves, 21 de agosto de 2014, 06:57 h (CET)
Uno de los mayores peligros que los ciudadanos detectamos del mapa político español es, sin duda alguna, la preocupante proliferación que se ha venido produciendo, de un tiempo a esta parte, especialmente desde que se celebraron las recientes elecciones para el puesto de parlamentario europeo, en cuanto a la creación de nuevas formaciones políticas que pretenden robarles protagonismo a aquellas que ya llevan muchos años ocupando sus escaños en las Cortes Españolas. No es que se trate de nuevos partidos que hayan introducido ideas novedosas, ofrezcan soluciones prácticas y útiles para problemas endémicos; aporten remedios ingeniosos o mejoras para enriquecer la vida de los ciudadanos; en cuyo caso podrían ser bienvenidos; en unos momentos en los que España, con importantes frentes abiertos en materias sociales, económicas, de financiación, de deuda pública y déficit elevado; está necesitada de ideas imaginativas y realizables que la pudieran ayudar a superar la crisis en la que nos encontramos.

Lo cierto es que la aparición de partidos nuevos y la radicalización de los partidos de ideas separatistas, no han contribuido en nada al crecimiento que se empezaba a detectar, aunque de forma muy limitada, en algunos sectores industriales y, muy especialmente, en lo referente a la recuperación de la confianza de los inversores en nuestras sociedades, lo que ha quedado evidenciado con la radical bajada de la prima de riesgo y en la, casi milagrosa, bajada de los intereses que se debían pagar por nuestra deuda externa. En la derecha ( la del PP del señor Rajoy), se produjo una escisión importante, no tanto por el número de deserciones, que ha sido limitado, sino en cuanto a las personalidades del partido que decidieron dejarlo, para formar un grupo nuevo, VOX, con el que se presentaron a las elecciones para el Parlamento Europeo, con un resultado descorazonador; quizá porque se apresuraron a querer participar en unas elecciones en las que muchos españoles no votaron y, por otra parte, no habían tenido el tiempo preciso para conseguir captar un número de adeptos suficiente.

La otra cara de la moneda, no obstante, la tenemos en un grupo, apenas conocido con anterioridad a las elecciones europeas, que ha sido capaz de dar la sorpresa obteniendo un sonado éxito que le ha permitido situar cinco representantes en el Parlamento Europeo sin que, y aquí está la paradoja, tenga ningún representante en las Cámaras españolas. Podemos y su dirigente, el señor Pablo Iglesias, han irrumpido con fuerza, puede que, con su demagogia han sido capaces de ilusionar a muchos españoles cansados de que nadie les diera soluciones a sus problemas. Lo malo es que las promesas, los proyectos y los planes de estos señores, poco o nada difieren de los archiconocidos del comunismo estalinista, aquella propuesta igualitaria basada en la estatalización de la economía, que tan nefastos resultados les dio a los soviéticos.

Lo cierto es que, si Dios no lo remedia, es posible que nos presentemos ante las legislativas de principios del 2016 con panorama político ciertamente preocupante y lleno de incógnitas debido a que, el bipartidismo al que ya estábamos acostumbrados, ha quedado deshecho. En cuanto se refiere al partido en el Gobierno, debido a que ha sufrido el desgaste de tener que aplicar programas poco populares, como han sido los recortes en prestaciones, la reforma laboral, los recortes salariales, la práctica congelación de las pensiones, el copago de medicamentos etc. que, como era de esperar, ha retrasado sus anuncios de reducción de impuestos y, por otra parte, su excesiva cautela a la hora de acometer otras de sus promesas electorales: como la ley del aborto y el tema de los matrimonios gays; ha contribuido a que muchos de sus votantes hayan decidido apartarse de él. Cierto que muchos votaron a otras formaciones o dejaron de votar, los más, como castigo a los incumplimientos y la falta de decisión en su enfrentamiento a los separatismo, pero todos sabemos que muchos votos los habrá perdido para siempre.

Del PSOE basta decir que, en la memoria de los ciudadanos, está claramente marcada lo que fue su desgraciada etapa en la que negaba la crisis, alardeaba de que la economía española era de las mejores del mundo y que, a España, la crisis no la afectaría. El resultado ha sido que, desde el 20N, no ha dejado de bajar en intención de voto y falta saber si, la designación de Pedro Sánchez como Secretario General, basta para hacer recuperar a los simpatizantes del PSOE; aunque hay que hacer notar que sus primeras actuaciones, su deriva hacia la izquierda y su disputa con los comunistas de Cayo Lara o a los neonatos de Podemos de Pablo Iglesias, para robarles votos, puede que no le acarreé los beneficios esperados. Todo ello ha llevado a que, la IU de Cayo Lara tuviera un subidón espectacular, ahora contrarrestado por el efecto negativo de los dos millones doscientos mil votos conseguidos por Podemos, de los cuales es cierto que arrancó parte al PP, más al PSOE, pero la tajada importante la consiguió a costa de IU.

El UPyD de Rosa Díez también sufrió un bajón en las elecciones para el Parlamento europeo y, sin duda, esta formación es de las que ha salido perjudicada con la irrupción de Podemos. Ciudadanos, por su parte, se mantiene en sus expectativas de voto gracias a que Alberto Rivera ha tenido la habilidad y la valentía de no dejarse amilanar por los separatistas, manteniendo la bandera de la unidad con España. Cuesta admitir que, si esta situación de la política española actual la trasladamos a las elecciones del 2016, no nos produzca una sensación de desazón, inseguridad, preocupación. Si damos por buena la encuestas del CIS de 4 de agosto (cuidado: El País sacó un encuesta sorprendente en la que casi equiparaba los votos del PP y los de el PSOE; aunque, la verdad, cuesta tomársela en serio) tendríamos al PP con un 30% de respaldo, al PSOE con un 21’12%, a Podemos con un 15’3%, a IU con un 8´2%, a UPyD con un 5’9%. Por lo que respeta a Ciutadans, sus expectativas en Catalunya, se fijan en un 5’8% de los votos.

Al respeto, dentro de la formación de Rosa Diez, el eurodiputado F.Sosa Wagner, a puesto el dedo en la llaga respeto a un viejo tema, que ya fue objeto de discusión antes de las anteriores elecciones y que, por parte de su líder, Rosa Díez, fue rechazado de plano. Sosa, en un artículo, ha insistido en la conveniencia de aliarse con Ciutadans de A.Ribera para formar un solo partido. Sin duda tiene bastante sentido porque, personalismos aparte, es evidente que en una autonomía tan importante como es Catalunya, UPyD no tiene presencia aparente y, por el contrario, en el resto de España Ciutadans tampoco se ha comido un rosco. Ya se sabe que lo normal es que, si dos partidos de similares ideas se unen, es posible que sus votos no sólo se sumen sino que pueden llegar a multiplicarse; lo que les permitiría una presencia más importante en el Parlamento y, en cierta manera poder actuar, si fuera preciso, de bisagra entre la derecha y la izquierda moderada. Todas las posturas, en esta materia son respetables, pero mucho nos tememos que ambas formaciones, yendo por libre, se encuentren superadas por el empuje de la izquierda de Podemos que, si no se la combate con fuerza y argumentos, es posible que pueda crear una situación grave de ingobernabilidad de la nación, agravada por el hecho de que Europa no iba a consentir un nuevo país, a semejanza de la Venezuela del señor Maduro, entre sus miembros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con prevención el ascenso de la izquierda extrema.

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