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Emulando a la Secta Moon, que compró un pueblo del Chaco paraguayo con sus pobladores incluidos, el alcalde de la capital paraguaya pone en venta un barrio con sus pobladores

Arnaldo Samaniego vende barrio con sus pobladores incluidos

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Escribió André Maurois que el origen de todos los males es la codicia, y basta observar lo que ciertas autoridades son capaces de hacer al llegar al poder para darle la razón.

En Octubre del año 2000, una insólita noticia recorrió el mundo. Un ignoto poblado del Chaco paraguayo había sido vendido con sus pobladores incluidos a la Secta Moon.

Se había consumado la compra de unas 240.000 hectáreas de tierra, con un municipio de 6000 habitantes incluido, por parte de la tristemente célebre secta del pastor coreano Sun Myung Moon, relacionada en la historia reciente de Latinoamérica con el crimen organizado internacional y dictaduras genocidas.

Se trataba de Puerto Casado, un pueblo asentado 550 kilómetros al norte de Asunción en parte de unas 700.000 hectáreas pertenecientes a la firma argentina Carlos Casado Sociedad Anónima, una empresa que extraía la savia de árboles de quebracho para fabricar el tanino, un curtiente de cueros. "Hoy vinieron funcionarios de Carlos Casado a informarnos que estamos todos vendidos a la secta Moon", explicaba entonces consternado el intendente del pueblo en cuestión a los medios, que asistían atónitos a la transacción.

Un referente de la misma secta, el alcalde de Asunción Arnaldo Samaniego, hoy busca repetir la operación y vender un barrio inundable de la capital entregándolo a empresarios privados, con sus pobladores incluidos. Para el efecto, pidió se modifiquen ordenanzas municipales permitiendo la privatización de las zonas donde se encuentran asentadas miles de familias.

El intendente Samaniego, cuya administración se ha caracterizado por la incapacidad para tratar la basura, reparar semáforos y calles y un sinfín de conflictos anexos, llevó adelante una audiencia pública sobre el proyecto de los Bañados, con la clara intención de desmovilizar la protesta de los bañadenses, que sitiaron esta semana la Municipalidad de Asunción exigiendo se respeten sus tierras. Desesperados ante la multitudinaria presencia de airados manifestantes, Samaniego y sus secuaces prohibieron el ingreso de la Coordinadora de Emergencia del Bañado Sur, con el estilo fascistoide y excluyente que los caracteriza.

A pesar de ello, la fuerza de la gente llevó al alcalde de Asunción a decir que no se va a echar a nadie del bañado, con el objetivo de ganar tiempo y posponer sus planes privatistas neoliberales por un mes. Samaniego intenta, a través de modificación de artículos en las legislaciones municipales, entregar un barrio poblado a sus amigos empresarios a cambio de supuestas obras.

La Junta Municipal sigue teniendo en agenda la propuesta de "poder transferir bienes inmuebles de propiedad municipal por pago de obras realizadas por empresas, personas físicas, jurídicas o consorcio de empresas". De esta manera, Samaniego busca recuperar lo invertido asistiendo a esta gente carenciada, entre quienes distribuyó chapas y terciadas, despojándoles de sus precarias viviendas.

Lógicamente, ni se considera la posibilidad de transferir bienes inmuebles como "pago de obras sociales realizadas" por los pobladores de estos barrios.

Samaniego pertenece a la fauna política que considera que los habitantes del bañado viven donde viven porque han optado ser pobres, y simplemente no desean mudarse a uno de los barrios lujosos de la capital, son unos holgazanes que se merecen su indigencia. Basta conocer algunos de sus antecedentes para comprender su mentalidad.

Una de sus primeras medidas fue enrejar las plazas de la ciudad, para impedir que los indígenas que protestaban contra la desidia de las autoridades ingresen a ellas y arruinen su estética. Otra de sus determinaciones de tinte parecido fue prohibir a los ciudadanos de la capital circular por la Costanera los fines de semana.

No es de extrañar que un burócrata que se incomoda por una protesta de pueblos originarios en espacios públicos, sea también capaz de despojar de su espacio vital a los sectores más vulnerables, aunque solo se trate de quedarse con una zona palúdica.

Ya lo advirtió un pensador: Para la codicia nada es sagrado, y podemos agregar que ni siquiera el hogar de las familias que habitan un Bañado. Si el Ave Fénix cayera en sus manos, se la comería o la vendería.

Arnaldo Samaniego vende barrio con sus pobladores incluidos

Emulando a la Secta Moon, que compró un pueblo del Chaco paraguayo con sus pobladores incluidos, el alcalde de la capital paraguaya pone en venta un barrio con sus pobladores
Luis Agüero Wagner
jueves, 21 de agosto de 2014, 06:56 h (CET)
Escribió André Maurois que el origen de todos los males es la codicia, y basta observar lo que ciertas autoridades son capaces de hacer al llegar al poder para darle la razón.

En Octubre del año 2000, una insólita noticia recorrió el mundo. Un ignoto poblado del Chaco paraguayo había sido vendido con sus pobladores incluidos a la Secta Moon.

Se había consumado la compra de unas 240.000 hectáreas de tierra, con un municipio de 6000 habitantes incluido, por parte de la tristemente célebre secta del pastor coreano Sun Myung Moon, relacionada en la historia reciente de Latinoamérica con el crimen organizado internacional y dictaduras genocidas.

Se trataba de Puerto Casado, un pueblo asentado 550 kilómetros al norte de Asunción en parte de unas 700.000 hectáreas pertenecientes a la firma argentina Carlos Casado Sociedad Anónima, una empresa que extraía la savia de árboles de quebracho para fabricar el tanino, un curtiente de cueros. "Hoy vinieron funcionarios de Carlos Casado a informarnos que estamos todos vendidos a la secta Moon", explicaba entonces consternado el intendente del pueblo en cuestión a los medios, que asistían atónitos a la transacción.

Un referente de la misma secta, el alcalde de Asunción Arnaldo Samaniego, hoy busca repetir la operación y vender un barrio inundable de la capital entregándolo a empresarios privados, con sus pobladores incluidos. Para el efecto, pidió se modifiquen ordenanzas municipales permitiendo la privatización de las zonas donde se encuentran asentadas miles de familias.

El intendente Samaniego, cuya administración se ha caracterizado por la incapacidad para tratar la basura, reparar semáforos y calles y un sinfín de conflictos anexos, llevó adelante una audiencia pública sobre el proyecto de los Bañados, con la clara intención de desmovilizar la protesta de los bañadenses, que sitiaron esta semana la Municipalidad de Asunción exigiendo se respeten sus tierras. Desesperados ante la multitudinaria presencia de airados manifestantes, Samaniego y sus secuaces prohibieron el ingreso de la Coordinadora de Emergencia del Bañado Sur, con el estilo fascistoide y excluyente que los caracteriza.

A pesar de ello, la fuerza de la gente llevó al alcalde de Asunción a decir que no se va a echar a nadie del bañado, con el objetivo de ganar tiempo y posponer sus planes privatistas neoliberales por un mes. Samaniego intenta, a través de modificación de artículos en las legislaciones municipales, entregar un barrio poblado a sus amigos empresarios a cambio de supuestas obras.

La Junta Municipal sigue teniendo en agenda la propuesta de "poder transferir bienes inmuebles de propiedad municipal por pago de obras realizadas por empresas, personas físicas, jurídicas o consorcio de empresas". De esta manera, Samaniego busca recuperar lo invertido asistiendo a esta gente carenciada, entre quienes distribuyó chapas y terciadas, despojándoles de sus precarias viviendas.

Lógicamente, ni se considera la posibilidad de transferir bienes inmuebles como "pago de obras sociales realizadas" por los pobladores de estos barrios.

Samaniego pertenece a la fauna política que considera que los habitantes del bañado viven donde viven porque han optado ser pobres, y simplemente no desean mudarse a uno de los barrios lujosos de la capital, son unos holgazanes que se merecen su indigencia. Basta conocer algunos de sus antecedentes para comprender su mentalidad.

Una de sus primeras medidas fue enrejar las plazas de la ciudad, para impedir que los indígenas que protestaban contra la desidia de las autoridades ingresen a ellas y arruinen su estética. Otra de sus determinaciones de tinte parecido fue prohibir a los ciudadanos de la capital circular por la Costanera los fines de semana.

No es de extrañar que un burócrata que se incomoda por una protesta de pueblos originarios en espacios públicos, sea también capaz de despojar de su espacio vital a los sectores más vulnerables, aunque solo se trate de quedarse con una zona palúdica.

Ya lo advirtió un pensador: Para la codicia nada es sagrado, y podemos agregar que ni siquiera el hogar de las familias que habitan un Bañado. Si el Ave Fénix cayera en sus manos, se la comería o la vendería.

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