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"En grandes porfías la verdad se pierde”, .A. Séneca

¿Acabarán los políticos con la posible recuperación económica?

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Pobre España, cada día que pasa esta marea izquierdista, que se ha ido extendiendo, como chapapote de la política chapucera y tercer mundista, por toda nuestra geografía patria, parece que está logrando su propósito de deshumanizar, embrutecer, rebajar y desprestigiar el pensamiento culto, el razonamiento equilibrado, el arte de la controversia civilizada o la dialéctica de alto standing. Es evidente que, lo que se está imponiendo, en esta democracia de usar y tirar que nos hemos dado en esta nación, nada tiene que ver con lo que quisieron las padres de la Constitución de 1.978, cuando ofrecieron a los españoles un tipo de nación regida por los valores democráticos, dividida en autonomías a las que se les concedían determinadas competencias; no con el fin de permitirles aventuras secesionistas, sino para agilizar el funcionamiento de las Administraciones públicas, librándolas de trámites innecesarios, de dilaciones inoportunas, de papeleos engorrosos y de un exceso de centralización de la maquinaria burocrática, concentrada en las oficinas de la capital del Estado, en Madrid.

Esta misma España en la que van apareciendo, como una plaga de amanitas faloides, los más diversos y espectaculares casos de corruptelas, apropiaciones de caudales públicos, despilfarros, prevaricaciones, cohechos, y vayan ustedes a saber que otros tipos de actos fraudulentos, cometidos por toda clase de funcionarios, sindicalistas y políticos, que más parece que se han afiliado a una pandilla de salteadores de caminos que a ser miembros de unas instituciones que, en la pura teoría, no tienen otra función que la de servir de administradores de los impuestos que, en número excesivo y sumamente onerosos, caen sobre las espaldas de unos ciudadanos incapaces de comprender lo que está sucediendo con sus dineros. Ya no saben si trabajan para que el Estado se beneficie de ello o si lo hacen para una serie de sinvergüenzas que, como se viene demostrando cada día que pasa, lo único que pretenden es robar a mansalva, aunque con ello, perjudican a unos trabajadores a los que se les priva de las legítimas ayudas con las que el Estado intenta compensarles por la imposibilidad de darles un trabajo decente con el que sobrevivir.

Es por ello que la clase política se está labrando, a fuerza de desencantar al pueblo, de defraudar la confianza de aquellos que los votaron y de insistir, machaconamente, en echarse las culpas los unos a los otros, el desapego de los ciudadanos. Lo que España está precisando en estos momentos es todo lo contrario; que se abandonen los intereses partidistas, que se dejen para otra ocasión los agravios personales y se aplacen ad calendas graecas, las disputas por alcanzar el poder; porque, señores, lo que en la actualidad está sucediendo en nuestra patria, es un totum revolutum en el que se mezclan casos de corrupción usados como boomerang entre los partidos políticos, junto a disputas por conseguir mejores financiamientos; a lo que se le añaden chantajes separatistas, amenazas formuladas por secesionistas y reivindicaciones a cargo de una serie de colectivos, dosificadas por los dos sindicatos mayoritarios, sin otra finalidad que la de crear un ambiente de inseguridad en las calles, un constante estado de excepción para las fuerzas de orden público y un incesante intento de ciertos partidos políticos, encaminado a desequilibrar al Gobierno por medio de recursos, protestas callejeras, denuncias ante el tribunal de Estrasburgo etc.

Es obvio que, con todo ello, se va creando un ambiente de inseguridad jurídica, con el poco democrático propósito de retrasar la aprobación de leyes necesarias, de evidente calado, que son precisas para crear el ambiente de confianza adecuado que permita poner en marcha las medidas oportunas para encauzar la incipiente percepción que empieza a sentir la ciudadanía de que algo se mueve en la macro economía, que permite albergar esperanzas de que, en un tiempo prudencial, se empiecen a advertir signos de recuperación, manifestados en sucesivas disminuciones del paro y una reactivación de la actividad industrial, si es que se consolida la predisposición de la banca a comenzar a dar créditos a las empresas, una vez que parece que han conseguido sanear sus activos.

Nadie puede pensar que esta situación de desempleo, rondando el 26%, puede seguir manteniéndose por mucho tiempo más; no tanto, que también, por lo que significa en cuando al mantenimiento del endeudamiento público, que no para de aumentar, aunque se consiga que los intereses a los que se coloca vayan siendo más bajos en cada nueva emisión; sino también, por la sensación de desamparo y reducción de expectativas que viene minando la moral de tantos miles de jóvenes que están esperando ansiosos poder trabajar para poder activar aquellos conocimientos que han conseguido a través de su experiencia universitaria.

No se puede seguir, sin que ello pueda causar daños irreparables en nuestra juventud, dejando pasar el tiempo de nuestra nueva generación, de millones de ciudadanos sin trabajo, privándoles del derecho a crearse unas expectativas de vida, a que puedan construir sus propias familias y puedan demostrar que están en condiciones de prestar unos servicios, de los que la Sociedad tiene derecho a beneficiarse, en compensación a los esfuerzos que ha tenido que realizar, al contribuir con sus impuestos al coste de la educación de estos jóvenes que, inexplicablemente, tienen que desplazarse a otros países en los que sus servicios contribuyen a mejorar la productividad de las empresas que los emplean y, en España, se desperdicia la inversión económica que se dedicó a su formación académica. No es algo que se pueda dejar pasar sin que se tomen medidas para solucionar un problema, que debe afectar a toda la UE que es quien, en definitiva, tiene la obligación de hacerse cargo de su solución y la que debería arbitrar las aportaciones económicas precisas para solucionar una de los primeros problemas a los que la CE deberá enfrentarse.

Cuando observamos, decepcionados, como los principales partidos políticos de este país se enfrentan a cara de perro, en lugar de proponer actuaciones conjuntas, aunar esfuerzos a favor del pueblo español que, en este caso, debiera de prescindirse de políticas de derechas o de izquierdas, buscando políticas posibles, necesarias, unificadas y sensatas para conseguir que Europa se fije en nosotros y contribuya a que salgamos del mal paso en el que estamos metidos. Duele, cuando vemos que la señora Valenciano sólo propone para llevar a Europa, políticas del pasado, completamente obsoletas, políticas feministas que ya no tienen razón de ser y reproches a la derecha europea que ha sido la que ha acabado, a trancas y barrancas, de sacarnos del apuro en el que nos habíamos metido. Con esta actitud, con el enfrentamiento continuo, con la descalificación permanente, con los reproches continuados y las amenazas repetidas, no vamos a conseguir más que crear un país lleno de odios, de enfrentamientos, de desencuentros y de discordias; algo que, como no es difícil de prever, no va a llevar a otra meta que la de que, desde Europa – no la que la señora Valenciano, piensa que se va a crear si ellos, los socialistas ganan, e imponen unos usos basados en subvenciones, gastos sociales etc. que, en ningún caso, serían sostenibles y acabarían para siempre con la esperanza de crear una verdadera comunidad europea sólida y fiable – decidan que no estamos en condiciones de permanecer en ella y que, en bien de la supervivencia de la UE, lo que se debe hacer es expulsarnos de ella –. Esto no lo dicen los socialistas pero, no les quepa duda alguna de que, en manos de semejantes valedores, pronto se acabaría la recuperación y volveríamos a la situación de quiebra soberana en la que nos dejó el señor Zapatero. O así es, señores, como desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos el panorama político de España.

¿Acabarán los políticos con la posible recuperación económica?

"En grandes porfías la verdad se pierde”, .A. Séneca
Miguel Massanet
miércoles, 30 de abril de 2014, 07:00 h (CET)
Pobre España, cada día que pasa esta marea izquierdista, que se ha ido extendiendo, como chapapote de la política chapucera y tercer mundista, por toda nuestra geografía patria, parece que está logrando su propósito de deshumanizar, embrutecer, rebajar y desprestigiar el pensamiento culto, el razonamiento equilibrado, el arte de la controversia civilizada o la dialéctica de alto standing. Es evidente que, lo que se está imponiendo, en esta democracia de usar y tirar que nos hemos dado en esta nación, nada tiene que ver con lo que quisieron las padres de la Constitución de 1.978, cuando ofrecieron a los españoles un tipo de nación regida por los valores democráticos, dividida en autonomías a las que se les concedían determinadas competencias; no con el fin de permitirles aventuras secesionistas, sino para agilizar el funcionamiento de las Administraciones públicas, librándolas de trámites innecesarios, de dilaciones inoportunas, de papeleos engorrosos y de un exceso de centralización de la maquinaria burocrática, concentrada en las oficinas de la capital del Estado, en Madrid.

Esta misma España en la que van apareciendo, como una plaga de amanitas faloides, los más diversos y espectaculares casos de corruptelas, apropiaciones de caudales públicos, despilfarros, prevaricaciones, cohechos, y vayan ustedes a saber que otros tipos de actos fraudulentos, cometidos por toda clase de funcionarios, sindicalistas y políticos, que más parece que se han afiliado a una pandilla de salteadores de caminos que a ser miembros de unas instituciones que, en la pura teoría, no tienen otra función que la de servir de administradores de los impuestos que, en número excesivo y sumamente onerosos, caen sobre las espaldas de unos ciudadanos incapaces de comprender lo que está sucediendo con sus dineros. Ya no saben si trabajan para que el Estado se beneficie de ello o si lo hacen para una serie de sinvergüenzas que, como se viene demostrando cada día que pasa, lo único que pretenden es robar a mansalva, aunque con ello, perjudican a unos trabajadores a los que se les priva de las legítimas ayudas con las que el Estado intenta compensarles por la imposibilidad de darles un trabajo decente con el que sobrevivir.

Es por ello que la clase política se está labrando, a fuerza de desencantar al pueblo, de defraudar la confianza de aquellos que los votaron y de insistir, machaconamente, en echarse las culpas los unos a los otros, el desapego de los ciudadanos. Lo que España está precisando en estos momentos es todo lo contrario; que se abandonen los intereses partidistas, que se dejen para otra ocasión los agravios personales y se aplacen ad calendas graecas, las disputas por alcanzar el poder; porque, señores, lo que en la actualidad está sucediendo en nuestra patria, es un totum revolutum en el que se mezclan casos de corrupción usados como boomerang entre los partidos políticos, junto a disputas por conseguir mejores financiamientos; a lo que se le añaden chantajes separatistas, amenazas formuladas por secesionistas y reivindicaciones a cargo de una serie de colectivos, dosificadas por los dos sindicatos mayoritarios, sin otra finalidad que la de crear un ambiente de inseguridad en las calles, un constante estado de excepción para las fuerzas de orden público y un incesante intento de ciertos partidos políticos, encaminado a desequilibrar al Gobierno por medio de recursos, protestas callejeras, denuncias ante el tribunal de Estrasburgo etc.

Es obvio que, con todo ello, se va creando un ambiente de inseguridad jurídica, con el poco democrático propósito de retrasar la aprobación de leyes necesarias, de evidente calado, que son precisas para crear el ambiente de confianza adecuado que permita poner en marcha las medidas oportunas para encauzar la incipiente percepción que empieza a sentir la ciudadanía de que algo se mueve en la macro economía, que permite albergar esperanzas de que, en un tiempo prudencial, se empiecen a advertir signos de recuperación, manifestados en sucesivas disminuciones del paro y una reactivación de la actividad industrial, si es que se consolida la predisposición de la banca a comenzar a dar créditos a las empresas, una vez que parece que han conseguido sanear sus activos.

Nadie puede pensar que esta situación de desempleo, rondando el 26%, puede seguir manteniéndose por mucho tiempo más; no tanto, que también, por lo que significa en cuando al mantenimiento del endeudamiento público, que no para de aumentar, aunque se consiga que los intereses a los que se coloca vayan siendo más bajos en cada nueva emisión; sino también, por la sensación de desamparo y reducción de expectativas que viene minando la moral de tantos miles de jóvenes que están esperando ansiosos poder trabajar para poder activar aquellos conocimientos que han conseguido a través de su experiencia universitaria.

No se puede seguir, sin que ello pueda causar daños irreparables en nuestra juventud, dejando pasar el tiempo de nuestra nueva generación, de millones de ciudadanos sin trabajo, privándoles del derecho a crearse unas expectativas de vida, a que puedan construir sus propias familias y puedan demostrar que están en condiciones de prestar unos servicios, de los que la Sociedad tiene derecho a beneficiarse, en compensación a los esfuerzos que ha tenido que realizar, al contribuir con sus impuestos al coste de la educación de estos jóvenes que, inexplicablemente, tienen que desplazarse a otros países en los que sus servicios contribuyen a mejorar la productividad de las empresas que los emplean y, en España, se desperdicia la inversión económica que se dedicó a su formación académica. No es algo que se pueda dejar pasar sin que se tomen medidas para solucionar un problema, que debe afectar a toda la UE que es quien, en definitiva, tiene la obligación de hacerse cargo de su solución y la que debería arbitrar las aportaciones económicas precisas para solucionar una de los primeros problemas a los que la CE deberá enfrentarse.

Cuando observamos, decepcionados, como los principales partidos políticos de este país se enfrentan a cara de perro, en lugar de proponer actuaciones conjuntas, aunar esfuerzos a favor del pueblo español que, en este caso, debiera de prescindirse de políticas de derechas o de izquierdas, buscando políticas posibles, necesarias, unificadas y sensatas para conseguir que Europa se fije en nosotros y contribuya a que salgamos del mal paso en el que estamos metidos. Duele, cuando vemos que la señora Valenciano sólo propone para llevar a Europa, políticas del pasado, completamente obsoletas, políticas feministas que ya no tienen razón de ser y reproches a la derecha europea que ha sido la que ha acabado, a trancas y barrancas, de sacarnos del apuro en el que nos habíamos metido. Con esta actitud, con el enfrentamiento continuo, con la descalificación permanente, con los reproches continuados y las amenazas repetidas, no vamos a conseguir más que crear un país lleno de odios, de enfrentamientos, de desencuentros y de discordias; algo que, como no es difícil de prever, no va a llevar a otra meta que la de que, desde Europa – no la que la señora Valenciano, piensa que se va a crear si ellos, los socialistas ganan, e imponen unos usos basados en subvenciones, gastos sociales etc. que, en ningún caso, serían sostenibles y acabarían para siempre con la esperanza de crear una verdadera comunidad europea sólida y fiable – decidan que no estamos en condiciones de permanecer en ella y que, en bien de la supervivencia de la UE, lo que se debe hacer es expulsarnos de ella –. Esto no lo dicen los socialistas pero, no les quepa duda alguna de que, en manos de semejantes valedores, pronto se acabaría la recuperación y volveríamos a la situación de quiebra soberana en la que nos dejó el señor Zapatero. O así es, señores, como desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos el panorama político de España.

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